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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

22 de febrero de 2017

Cueva "Los Panaderos", en Gibara, santuario del arte rupestre aborigen en Holguín



Por Alexis Rojas Aguilera
Publicado originalmente en periódico ¡Ahora!, Miércoles, 23 Septiembre 2015.
Todavía no es posible explicar como fue que por siglos estuvieran allí  y nadie se hubiera percatado de su presencia, máxime cuando irresponsablemente muchos, en distintas épocas, enmarañaron las paredes con grafitis de todo género.

 
Cuando las vio por primera vez el espeleólogo José (Joselín) Corella no podía creerlo y eso que él había recorrido muchas veces la cueva de “Los Panaderos” en Gibara; pero allí estaban los dibujos, esperando a quien quisiera verlos.

 

Con las manos sudorosas y la vista a ratos nublada por la emoción, el experto llegó al convencimiento de no se trataba de una fiebre repentina o fruto de su imaginación, sencilla y concretamente eran  dibujos rupestres hechos por las manos de un artista aborigen, ignorados hasta ese instante por la ciencia cubana.
El integrante del grupo de “Exploraciones Científicas” de la también llamada Villa Blanca de los Cangrejos, se estremece nuevamente cuando cuenta de aquel momento trascendente. 

 

Fueron varias horas las que estuvo mirando aquellos trazos ajenos por completo a las grafías modernas, o posiblemente las vio un segundo o dos a lo sumo y salió de la cueva para llamar al Dr. en Ciencias Arqueológicas Roberto Valcárcel y a Juan Guarch, ambos del departamento de Arqueología del Centro de Investigaciones y Servicios Tecnológicos y Ambientales de la ciudad de Holguín. ¿Qué fue lo que le dijo?, no lo recuerda, posiblemente la emoción trabó las palabras en su garganta. Al rato los dos expertos ya habían salvado la treintena de kilómetros que los separaban de Gibara.
Conducidos por Corella al “lugar de los hechos”, solo les bastó una simple ojeada y ya concluyeron que se trataba de auténticos dibujos rupestres y que era preciso realizar exploraciones más exhaustivas para lograr criterios sólidos.

 

La segunda expedición científica para ese propósito la integraron los arqueólogos Adisney Campos, Aldo Galbán, Pedro Cruz y Juan Guarch, y los  espeleólogos gibareños José Corella, Reynerio Delgado, Luís Mariano Rodríguez y Sandy Villar. A partir de la revisión detallada de las pictografías vistas por Corella, ellos descubrieron nuevos pictogramas hasta contar cerca de una veintena, todas hechas, básicamente, con la propia tierra del piso de la cueva.
“La mayor parte de las pictografías, explicó el arqueoespeleólogo Juan José Guarch, consisten en figuras geométricas, entre ellas las más comunes: las líneas rectas, los ángulos y los triángulos. Pero también aparecen algunas representaciones que recuerdan figuras humanas muy estilizadas, y en otras los dibujos formas paneles de varias pictografías que dan idea de conjuntos donde se combinan diversos diseños; unas pocas son independientes y aislados.
“Hasta el momento, precisó, no se tiene certeza de quienes fueron los ejecutores de esas pictografías”.

 

Por otros vestigios aborígenes que antes se encontraron en la caverna, parece que los artistas fueron los agricultores ceramistas que habitaron la zona. Ese criterio lo avala la existencia de otros varios residuarios de esa cultura en las cercanías. Pero igualmente en la zona también se han encontrado restos de grupos más atrasados culturalmente que sencillamente eran pescadores y recolectores.
“Pueden haber sido unos u otros o ambos, razonó Guarch, pues hay elementos figurativos en los pictogramas que se repiten en varias localidades cubanas pertenecientes a ambos grupos culturales. Unas son parecidas a las de las cuevas de María Teresa y Las Mercedes en la Sierra de Cubitas, en Camagüey, realizadas por los agricultores ceramistas y otras tienen similitud con las de las cuevas de Ramos en Sancti Spíritus, con los petroglifos de cueva Mesa en Pinar del Río y  con las encontradas en cueva Pluma en Matanzas, estas últimas hechas por los pescadores- recolectores, añadió el especialista. Por lo que quedan muchas incógnitas por despejar en la zona de Los Panaderos”.

 

“Igualmente, afirmó, es preciso practicar nuevas indagaciones en cuevas cercanas que integran la zona cársica de la ciudad de Gibara conocida por La Polja del Cementerio, de la cual forma parte Los Panaderos, ese santuario del arte rupestre en el territorio holguinero”.

Lugares de población aborigen en Gibara



Por: Nury de los Ángeles Valcárcel Leyva, José Corella y Francisco Cuesta

Las primeras descripciones histórico-geográficas del territorio gibareño las ofrece Cristóbal Colón en su diario de navegación al arribar a ese punto de Cuba el 29 de octubre de 1492. Esa vez el Gran Almirante Colón llamó a estas tierras Río de Mares, sin embargo es justo reconocer que para la fecha ya hacía muchos siglos que el hombre americano vivía allí.
El actual municipio de Gibara cuenta con una amplísima gama de restos de población aborigen que va desde los grupos más arcaicos, cazadores (paleolíticos) con una antigüedad que se estima alrededor de 6 000 años antes del presente hasta sitios que presentan evidencias de contacto indo-hispánico.
       En 1942 en su obra Archaeology of the Maniabón Hills, Irving Rouse descubrió en la zona del Catuco las evidencias de un ajuar en el que, según él, no aparecía burenes, que eran los instrumentos para fabricar el pan de yuca o cazabe; ello sirvió de prueba para afirmar que sus habitantes no conocían la agricultura y por tanto eran muy primitivos.
Por su parte José García Castañeda en sus textos  Los ocupantes precolombinos del término Holguín” y “El Siboney Holguinero”, también aportó importantes valoraciones sobre el poblamiento aborigen en la zona de Gibara.
Varias décadas después, los arqueólogos de la Academia de Ciencias de Cuba hicieron varias expediciones que posibilitaron el conocimiento científico del potencial arqueológico gibareño, ayudados y a la vez ayudando a jóvenes aficionados de la localidad, entre estos últimos los que se agruparon en el grupo espeleoarqueológico “Felipe Poey” de la Sociedad Espeleológica de Cuba, constituido en 1982 y que con sus modestos aportes contribuyeron al conocimiento de la presencia aborigen en Gibara.
       Este texto que usted amablemente lee pretende compilar la obra realizada por dichos con énfasis en hecha por el mencionado grupo “Felipe Poey”. Para presentar el patrimonio arqueológico del municipio organizamos la información siguiendo el esquema propuesto por el doctor José Manuel Guarch Delmonte (1990) considerando en este caso las fases identificadas en el territorio:
        Sitios de Gibara en la que vivieron aborigenes en la fase de cazadores:
       El sitio Cueva de la Masanga, próximo a la desembocadura del río Cacoyugüín, fue estudiado en 1983 por el Grupo Felipe Poey. Estos reportaron el hallazgo de artefactos aborígenes asociados a restos de megafauna. El hecho fue corroborado en 1985 por los especialistas del Departamento Occidental de Arqueología Milton Pino y Nilecta Castellanos.
En resumen los objetos encontrados (una zona sin alteración estratigráfica), consistió en piezas talladas en piedra sílex que presumiblemente se usaron para cazar la megafauna y también animales de menor tamaño. En ese contexto se encontraron además huesos cortados y huesos quemados, lo cual revela que sabían preparar sus alimentos y usar el fuego.
        Sitios de Gibara en la que vivieron aborigenes en la fase pescadores-recolectores
        A finales del año 1969 el campesino Emilio Gómez descubrió material arqueológico en el sitio El Jobal. Posteriormente hicieron excavaciones allí los miembros del Grupo Felipe Poey, colectando bolas líticas, percutores, lascas de sílex, gubias de concha y abundantes restos de cangrejos terrestres y restos óseos humanos. En 1975 el residuario fue visitado por el grupo de trabajo del Departamento de Arqueología de la Academia de Ciencias de Cuba, Delegación Territorial Holguín-Tunas. El licenciado Pedro J. Pérez, jefe de la expedición, opinó que se trataba de un sitio de habitación, posiblemente Siboney Cayo Redondo. Posteriormente, 19 de marzo de 1983, recorrieron el lugar investigadores pertenecientes al Departamento de Arqueología de Occidente, junto al Grupo Felipe Poey, en una expedición dirigida por el arqueólogo Milton Pino. Estos encontraron algunos fragmentos óseos humanos, restos de dieta, una gubia de concha y muy abundantes pequeñas lascas de sílex.
       En 1984 el doctor Manuel Rivero de la Calle y miembros del Grupo Felipe Poey colectaron en el sitio algunos restos humanos, una gubia de sílex y dieta.
En 2002 los investigadores Dr. Roberto Valcárcel Rojas y Jorge Ulloa, pertenecientes al Departamento Centro Oriental de Arqueología y a la Casa del Caribe, también visitaron el lugar y encontraron restos de dieta, láminas de sílex y otros materiales.
Todas esas visitas corroboraron que el “pueblo” aborigen de El Jobal cubría un área aproximada de unos 100 metros y que igualmente aparecieron objetos diseminados en unos 20 a 30 metros a la redonda del sitio principal, estos último como consecuencia de la fuerte alteración ocasionada por la plantación de diferentes cultivos.
       Asimismo el Grupo Felipe Poey encontró reservorios enclavados en la llanura costera cercana, todos colindantes y con semejanzas claramente visibles. Los sitios en cuestión se localizan en la zona de Laguna Blanca. Para identificarlos se asumieron los nombres con que los campesinos los llamaban: El Pocito, La Guajaquita, La Cebolla y Aguada de Nicio. Los objetos encontrados pertenecen a la industria microlítica y según los expertos esos son más antiguos que los aparecidos en El Jobal, ubicado en la zona montañosa.   
Cuevas innundadas Tanque Azúl, Caletones, Gibara
Próximo a estos sitios el Grupo Felipe Poey localizó el reservorio Tanque Azul, denominado así por encontrarse muy próximo a las cuevas inundadas del poblado de Caletones que se conocen con ese nombre.
En ese lugar se encontraron unos montículos, dañados parcialmente por los carboneros al sacar tierra para tapar sus hornos, y donde afloró una buena cantidad de artefactos elaborados a partir de sílex y conchas, los cuales fueron llevados al Departamento Centro Oriental de Arqueología para su catalogación. 
Caletones por su parte fue reportado como un sitio de habitación aborigen desde mucho antes por José García Castañeda, pero ello no pudo ser constatado cuando en 1964 el grupo de Ciencias Sociales de Oriente exploró la zona. Años más tarde, alertados por vecinos que encontraron dos hachas petaloides en la costa, el grupo Felipe Poey detectó en el lugar un gran conchal y algunas herramientas como martillos, picos de mano y majaderos, los cuales fueron entregados al Museo Municipal de Gibara.
       Inferencias hechas por los conocedores hacen suponer que el residuario aborigen de Caletones del que habló García Castañeda sea el descrito por el arqueólogo norteamericano Irving Rouse conocido actualmente por La Arenera, a 6 km de El Jobal, pero que por estar ubicado muy cerca Rouse llamó Caletones (Rouse, 1942: 107). También pudiera tratarse del mismo que en 1982 Martínez Arango llamó El Arenal.
La Arenera, tal como se conoce en la geografía gibareña, fue visitada por miembros del Departamento de Arqueología de la Academia de Ciencias de Cuba el día 29 de enero de 1984 acompañados por el campesino Alfredo Gómez y miembros del Grupo Felipe Poey. En esa oportunidad se encontraron percutores, majaderos, morteros, una bola lítica, así como gran cantidad de conchas de Strombus sp., según las catalogaciones realizadas por los especialistas del Departamento de Arqueología de la Academia de Ciencias. Estos expertos consideraron que los humanos que allí vivieron estaban en la fase preagroalfarera. Los autores de este texto consideran que las características del lugar, cubierto por  “diente de perro” (Lapies), con vegetación xerofítica, lejos de ríos y sin fuentes de agua potable cercana, bien pudo ser un paradero al cual acudieron diferentes grupos en distintos momentos cuando necesitaban aprovisionarse de los recursos propios del litoral. Lamentablemente el lugar ya no permite mayores estudios.
       Punta Rasa fue reportado por F. Cuesta en el año 1999. En la exploración realizada para el presente trabajo se localizó un área costera que pudo ser un sitio de aprovisionamiento, dada la abundancia y dispersión del material de concha y herramientas como gubias y picos confeccionados a partir de Strombus sp.
       La Cueva Anduriña, reportada por el Grupo Felipe Poey, se abre en la ladera norte de la loma de Cupeycillo a 4 km de Gibara. En ella fueron encontradas láminas y puntas de sílex, un mortero, huesos de jutías y de aves. Se considera que pudo ser un paradero para grupos que se aprovisionaron en el litoral.
       Asimismo el grupo realizó otros hallazgos en la zona, exactamente en Los Altos donde colectaron material lítico y de concha, láminas de sílex y gubias, y cerca, en el lugar que se conoce como Los Hoyos aparecieron láminas de sílex, raederas, buriles y restos de taller, una bola lítica y un pendiente que conserva el campesino que ofreció el reporte. Estos sitios, muy cercanos entre sí, y por la similitud que presentan en su ajuar, parecen tener relación con el reservorio de El Jobal y con los sitios localizados próximos a Laguna Blanca, esto es, los ya nombrados El Pocito, La Guajaquita, Aguada de Nicio y Cebolla.
La Yaya es otro lugar gibareño donde habitaron aborígenes, que fue descubierto en el año 2001 por F. Cuesta. Se ubica a 11 km de la costa y se levanta unos 149 m sobre el nivel del mar, siendo ese el sitio de mayor altura registrado en la zona. En colecta de superficie se recuperó un ajuar compuesto por 36 piezas de sílex, láminas, buriles, raederas y cuchillos, todos de factura microlítica. Es La Yaya un punto intermedio entre El Jobal y Bocas, por lo que el sitio resulta clave para desentrañar los misterios de la habitación aborigen y sus desplazamientos por el territorio.
El residuario de Bocas  fue reportado por el profesor de Historia de la Escuela Secundaria Básica de esa localidad, licenciado Frank Torres. En octubre de 1989 los autores de este texto y los jóvenes aficionados Joaquín Cuesta y Miguel Leal recorrieron el lugar y encontraron evidencias arqueológicas diseminadas en un área de aproximadamente un kilómetro cuadrado de extensión. Las piezas colectadas consistieron en artefactos de piedra en volumen, material de sílex y de conchas, así como majaderos de bordes discoidales que, por su tipología, se asemejan a los reportados en Santa Úrsula y playa Los Cocos, clasificadas por José M. Guarch. En noviembre del propio año, siguiendo las orientaciones de la experta Lourdes Domínguez, los autores realizaron tres cateos de 30 cm cuadrados  y obtuvieron percutores ovoides y discoidales, majaderos, morteros, artefactos para desbastar, buril y material de concha. El análisis comparativo del ajuar y dadas las características del complejo territorial natural de la zona llevó, en un primer momento, a considerarlo en la etapa de apropiación, presumiblemente de la fase Guacanayabo, ello dado por la ausencia de restos cerámicos; no obstante, en una posterior incursión, los propios autores encontraron varios fragmentos de cerámica con decoración y burén. Finalmente la alteración del sitio impide probar que en ese lugar hayan vivido grupos humanos de diferentes culturas en épocas alternas, pero la típica factura de los artefactos y la presencia de cerámica hacen creer que en Bocas vivieron grupos de la etapa de apropiación y luego comunidades que ya conocían la agricultura.
Cerca del área de marismas se localiza la Cueva de la Campana o Cueva del Catuco como la llamó Irving Rouse (1942) Este arqueólogo dijo que en ella encontró conchas marinas y pedazos de sílex, pero ningún objeto cerámico, por lo que se consideró como un sitio de habitación de pescadores-recolectores. En información personal a los autores de este texto, Milton Pino y Ramonín Fernández, informaron que en 1963, cuando eran miembros de la Asociación de Jóvenes Arqueólogos Aficionados de Holguín, ellos hicieron una cala en el saloncito de la entrada de la cueva y encontraron lascas de sílex muy pequeñas, restos dietarios, ceniza compactada y carbón, por lo que calificaron el sitio de habitación preagroalfarero Cayo Redondo, fase Guacanayabo. El investigador P. Pérez (1980) refiere que en otras labores, también en compañía de miembros del Grupo de Jóvenes Arqueólogos Aficionados, se  hallaron restos dietarios y pequeños fragmentos de cerámica, por lo cual consideró que no fue un sitio de habitación siboney como supuso Rouse. En el año de 1968 el grupo espeleológico Cavernícola halló en un montículo de arcilla, próximo a las márgenes del lago freático de la referida cueva, restos óseos (un fémur, una tibia y restos de cráneo), los cuales estaban acompañados por algunas cuentas de collar, (lamentablemente ese material que se extravió y no pudo corroborarse el reporte). En 1983, el Grupo Felipe Poey, durante estudios paleontológicos, descubrió bajo el piso un entierro secundario acompañado de ofrendas, dos bolas líticas y dieta; cerca del entierro apareció también una daga lítica y en colecta de superficie realizada en la entrada y los alrededores de la cueva encontraron caracoles marinos, pinzas de cangrejos y pequeñas lascas de sílex, pero no se localizó cerámica. En este contexto se hallaron, además, huesos de manatíes (Trichechus manatus), materiales todos que fueron llevados al Museo Municipal de Gibara.
       En 1973 el Grupo detectó en esa cueva una figura ubicada próxima al hallazgo funerario, la cual se sospechaba que fuera una pictografía. Posteriormente los especialistas del Departamento Centro Oriental de Arqueología y la investigadora Nilecta Castellanos acompañaron a los autores y confirmaron la veracidad del reporte. El tal motivo se encuentra en la pared oeste del salón que conduce al lago, a unos 60 m del mismo. La pictografía representa un rombo de 25 cm de largo por 12 cm de ancho, y se realizó utilizando la técnica del carbón, su trazo oscila entre los 1,5 y 2 cm  de grueso. El hallazgo pictográfico también fue corroborado por miembros del Departamento Centro Oriental de arqueología. 
En el área e la cueva donde apareció la pictografía no se encontró residuos de artefactos.
Cercano a dicha cueva se encuentra el río Cacoyugüín, en cuyas proximidades el grupo Felipe Poey reportó la presencia de reservorios aborígenes, nominados en serie de acuerdo con el orden en que fueron excavados. El que se ha llama Abra del Cacoyugüín II se localizó en la parte alta, en la margen SSW. Su descubrimiento se produjo después que en el lugar se construyó un campamento pioneril. Fueron los niños quienes sacaron a la luz las primeras evidencias; posteriormente el grupo Felipe Poey lo trabajaron encontrando restos de dieta, fragmentos de percutores y lascas de sílex. En marzo de 1983 el Dr Guarch Delmonte y su grupo de trabajo colectaron en ese mismo lugar lascas de sílex, percutores y dieta en un área de unos 30 m de largo y 20 m de ancho; el espesor de la capa arqueológica no rebasó los 0,30 m. No se localizó cerámica.
       Cacoyugüín III. En ese lugar un campesino reportó un entierro, el cual sepultó nuevamente y seguramente que por temor dijo a quienes le preguntaron que no recordaba el lugar exacto. Durante una visita de arqueólogos que recorrieron el área, se encontró en superficie un lotecito arqueológico compuesto mayormente por piedra lasqueada (sílex) muy similar a los sitios Cacoyugüín I y II y restos de dieta, moluscos marinos y jutía. No se halló cerámica. El estudio de las evidencias colectadas condujo a los especialistas a considerar que se trataba de un sitio de aborígenes preagroalfareros. Lamentablemente el trabajo de los campesinos de la zona han alterado la totalidad del sitio, que se ubica a unos 500-600 m al este de Cacoyugüín I, en la ribera opuesta. 
       Por su parte  Cacoyugüín IV  fue reportado en 1999 cuando los autores de este texto acompañaron al arqueólogo Roberto Valcárcel Rojas, del Departamento Centro Oriental de Arqueología, quien estudiaba la presencia de los grupos protoagricultores en la zona. En el Informe de Resultado Parcial 01, los arqueólogos Valcárcel Rojas, Pérez y Arce señalaron que se trataba de un nuevo reservorio con un área de 25 m de largo por 16 m de ancho y unos 400 m2. El lugar es el más alejado del río. Según los especialistas el ajuar compuesto por majaderos, industria de piedra tallada, donde solo un ejemplar excedió los 3 cm de longitud, así como restos dietarios, responde a grupos de pescadores-recolectores, pero apuntaban que era difícil definir su carácter, dado lo reducido del área y la muestra obtenida.
       El sitio Beola I (La Viola). Reportado por trabajadores agrícolas de la zona, se ubica en las márgenes del río Gibara al oeste de la loma de la Morena, en el área de ciénaga o marisma. El Grupo Felipe Poey visitó el lugar junto a especialistas del Departamento Occidental de Arqueología, y encontraron material de sílex, restos de dieta y un pendiente, pero no se localizó cerámica.
       Beola II. Así se denominó al asiento localizado a 1 km  de la desembocadura del río Gibara y a 2 km de Beola I, donde el grupo de aficionados a la arqueología “Montañés”, de Gibara, encontró gran cantidad de puntas, láminas y lascas de sílex, un mortero y dos majadores. Los autores visitaron el lugar y encontraron también en la superficie varias láminas microlíticas.
     
Sitios de Gibara en la que vivieron aborigenes en la fase proto o primeros agricultores 
       Hasta el momento en la zona de Gibara solamente se ha encontrado un sitio en el que vivieron individuos que se catalogan como primeros agriculturores o agricultores pioneros. Ese es el que se conoce como Abra del Cacoyuguín I.
       En 1981 el campesino Roberto Cuadrado informó a los autores que había encontrado gran cantidad de objetos parecidos a unas pelotas de piedra, una de ellas con un manguito. Al visitar el lugar se observó que en la arcilla utilizada para fabricar ladrillos aparecían también evidencias arqueológicas. Inmediatamente el hallazgo se reportó al Departamento Centro Oriental de Arqueología y en el año de 1982 se realizó una expedición, en la cual intervinieron además del Grupo Felipe Poey los arqueólogos Dr. Guarch Delmonte, Milton Pino y Nilecta Castellanos, quienes de acuerdo con las peculiaridades del ajuar clasificaron el sitio como protoagricultores de la variante Mayarí.
       En marzo de 1983 el Dr. Guarch Delmonte, en compañía de A. Gómez y F. García del Departamento de Arqueología de La Habana, corroboraron dicha clasificación. En el mismo año Nilecta Castellanos y Milton Pino realizaron nuevas excavaciones y encontraron cerámica de tosca elaboración en un complejo tecnotipológico típico de la fase protoagricultores.
       En 1999 el Grupo Felipe Poey acompañó a los arqueólogos del Departamento Centro Oriental de Arqueología, encabezados por Roberto Valcárcel Rojas y se corroboró nuevamente la tipología del ajuar y su filiación cultural. Datos de estos trabajos fueron publicados por Ulloa y Valcárcel Rojas (2002).  
          
       Sitios de Gibara en la que vivieron aborigenes en la fase agricultores
Sitio Las Caobas. El reporte llegó a los autores por medio de un campesino, quien encontró dos hachas petaloides y fragmentos de cerámica aborigen. Lamentablemente la explotación agrícola del lugar no permitió definir el área de extensión del reservorio; no obstante, por la cantidad de restos de cerámica y material arqueológico colectado se infiere que se trata de un sitio de asentamiento agroalfarero, pero debe ser estudiado con mayor rigurosidad para su confirmación.
Punta Bejuquero. Los autores encontraron un conchal pegado a la costa y algunas hachas petaloides, incluso una de 14 cm de largo, pero hasta la fecha no se han podido realizar expediciones arqueológicas controladas.
La Ensenada. Pequeña playa situada a unos 3 km de la anterior donde en 1989 un pescador submarino encontró dos hachas petaloides. Los autores colectaron restos de conchas, algunos martillos y picos. Presumiblemente se establece la relación entre el sitio de Las Caobas y estos puntos costeros, considerándolos como lugares de aprovisionamiento, pero deben ser estudiados con mayor profundidad.
La Playa. El lugar fue mencionado por Rouse (1942) en sus notas sobre la exploración de Gibara. El Grupo Felipe Poey localizó dicho reservorio en el lugar conocido como playa de Puercos entre Los Bajos y punta Peregrina. Se colectaron conchas de Strombus sp. que presentan el agujero típico practicado por los aborígenes para extraer la carne. Esos agujeros se asocian a martillos fabricados con la propia concha del molusco. Se considera que el área está vinculada a los sitios descritos anteriormente y, por ende, constituyó también un lugar de aprovisionamiento.
Loma Amarilla. Miembros del Grupo Felipe Poey y los arqueólogos Milton Pino y Nilecta Castellanos en el año 1983 colectaron en superficie una gran cantidad de morteros. Posteriormente F. Cuesta, encontró algunos pequeños fragmentos de cerámica y morteros. Por su parte el doctor Fernández de la Vara, fundador del Museo de Ciencias Naturales de Gibara, comentó a los autores que en una de sus expediciones cerca de Loma Amarilla encontró un entierro aborigen consistente en dos esqueletos acompañados de objetos arqueológicos. Desafortunadamente el notable gibareño falleció sin que llegara a definir con exactitud el lugar y sin entregar las mencionadas evidencias.
San Antonio I. En 1985 miembros de las Milicias de Tropas Territoriales encontraron objetos arqueológicos y reportaron al Grupo Felipe Poey dicho hallazgo. En visita al lugar se recuperaron conchas, una espátula vómica, dos hachas petaloides, grandes fragmentos de cerámica con decoraciones y burén, además sumergidores de redes, un pequeño idolillo (pendiente), dos guamos y material de sílex, así como restos de dieta. En visita posterior se amplió la excavación y se observaron las capas estratigráficas. En el nivel 01 apareció un raspador de cristal que, se considera, formó parte de una botella muy antigua de color verde, además dos fragmentos de cerámica mayólica, del tipo Columbia Plain, evidencias que hacen pensar en un sitio de contacto indo-hispánico. El lugar fue excavado recientemente por el Departamento Centro Oriental de Arqueología. Muy próximo al sitio el Grupo Felipe Poey reportó otro residuario (San Antonio II). Allí se produjo el hallazgo de conchas, sumergidores de redes, sílex, fragmentos de cerámica con decoraciones y burén. No se han detectado piezas de contacto hispánico.
Santa Rosalía. En la exploración que realizara F. Cuesta en agosto de 1999, colectó material arqueológico de superficie, entre ellos manos de morteros, fragmentos de burén, cascotes de cerámica y algunas conchas. En el año 2000 un campesino de apellido Silva donó al Museo Municipal de Gibara un hacha petaloide procedente de su finca, situada en esa misma área.
La Vigía. Por ese nombre se conoce la elevación que hoy forma parte de la villa de Gibara. Probablemente La Vigía sea uno de los sitios a los que hacen referencia Van der Guch y Parajón (1936) y al cual pudo haberse referido García Feria cuando en los años 30 afirmaba que había encontrado objetos indios sobre la colina que estaba junto al pueblo.  En realidad (si se trata del mismo) el sitio se encuentra  en una cota de 60 m sobre el nivel del mar. Según P. J. Pérez, en comunicación a los autores, integrantes de la Sección de Historia del Partido Comunista de Gibara reportaron que han aparecido dos morteros de forma aislada en ese lugar. En enero de 1983 especialistas del Departamento Occidental de Arqueología realizaron una pesquisa, en compañía del Grupo Felipe Poey, pero no se encontraron evidencias arqueológicas. No obstante, en la colección del Museo Municipal se encuentran algunas piezas donadas por vecinos que refieren haberlas encontrado cuando realizaban excavaciones, por diversos motivos, en sus viviendas. Edgar Hernández, quien vive en la calle Independencia entre Cavada y Agramonte, comunicó a los autores que al remover la tierra del patio halló un hacha petaloide y fragmentos de cerámica aborigen; al ser visitado por los autores estos encontraron fragmentos de cerámica. El lugar fue llamado Independencia, por la calle donde se encuentra.
Loma de la Morena. Fue detectado gracias a tareas de reforestación. Allí aparecieron fragmentos de cerámica, asas zoomorfas, antropomorfas, fragmentos de burén, algunas vasijas de cerámica, sumergidores de redes, material lítico y hachas petaloides. El grupo Felipe Poey hizo estudios en el lugar en el año 1973 y pudo comprobar que las evidencias aparecían hasta una capa arqueológica de 60 cm de grosor y dadas las características del ajuar se reportó como sitio de habitación aborigen.
El día 16 de noviembre de 1982 el sitio fue visitado por los expertos del Departamento Occidental de Arqueología, Dilecta Castellanos y Milton Pino, y por los igualmente expertos del Departamento Centro Oriental de Arqueología, Dr. Guarch Delmonte, J.J. Guarch, P. Pérez y E. Liquí, mientras que por el Grupo Felipe Poey participó J. Corella. En la visita también se colectó material arqueológico y su estudio corroboró su denominación como sitio de habitación aborigen.
Cupeycillo. Descubierto por el Grupo Felipe Poey en el año de 1972, quienes pudieron colectar un mortero y varios fragmentos de cerámica. En 1980, F. Cuesta realizó otra exploración y encontró varias láminas y puntas de sílex. En 1983 fue visitado por los arqueólogos M. Pino y N. Castellanos y se ratificó su filiación cultural.
La Cuevita. La espelunca o cueva, con 50 m de desarrollo y un puntal máximo de 5 m fue recorrida por el Grupo Felipe Poey, que encontró material de concha, picos y gubias de Strombus sp., fragmentos de cerámica y restos dietarios.
Cueva de los Santos. En ella J. Corella encontró materiales muy parecidos a los encontrados en La Cuevita, fragmentos de cerámica, restos de dieta, entre otros. Posteriormente la cueva fue adaptada para otras funciones y no se han realizado otras incursiones.
El Catuco. Ese es el sitio más estudiado y visitado de Gibara. Rouse (1942) afirmaba en su obra que hasta ese momento ninguno de los investigadores que lo habían visitado reportaba la existencia de burén en el reservorio. Pero posteriormente F. Cuesta encontró grandes fragmentos de ellos y algunos con incisiones, al parecer huellas de tejido sobre el cual se confeccionó la pieza. En el año 1982 apareció también en la ladera sur a 30 cm de profundidad y mezclada con cerámica aborigen un hacha petaloide de hierro, muy parecida a la encontrada en el sitio El Yayal. En 1983 una expedición del Departamento de Arqueología Occidental, dirigida por los arqueólogos M. Pino y N. Castellanos, con la colaboración del Grupo Felipe Poey visitaron el lugar, y pese al avanzado estado de destrucción en que lo han dejado los buscadores de tesoros, se pudo detectar un área arqueológica sin alteración. En esa dicha área, en sus capas superiores, fueron hallados objetos del siglo XVI, evidencias de artefactos coloniales tempranos, en asociación con evidencias aborígenes. El informe de los especialistas y las piezas se encuentran en el Museo Municipal de Gibara.
Cueva de la Masanga. Considerada por Rouse como lugar de aprovisionamiento de agua del sitio El Catuco, del cual dista 1 km, y clasificado anteriormente en el presente trabajo como sitio de habitación con presencia de cazadores-recolectores, fue visitada por los arqueólogos M. Pino y N. Castellanos, quienes reafirmaron el criterio de una superposición cultural (Pino y Castellanos, 1983), dada la aparición de dos grandes fragmentos de cazuelas encontrados allí por vecinos de la zona.
               

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