Por: Nury de los Ángeles
Valcárcel Leyva, José Corella y Francisco Cuesta
Las primeras descripciones histórico-geográficas del
territorio gibareño las ofrece Cristóbal Colón en su diario de navegación al
arribar a ese punto de Cuba el 29 de octubre de 1492. Esa vez el Gran Almirante
Colón llamó a estas tierras Río de Mares, sin embargo es justo reconocer que
para la fecha ya hacía muchos siglos que el hombre americano vivía allí.
El actual municipio de Gibara cuenta con una amplísima
gama de restos de población aborigen que va desde los grupos más arcaicos,
cazadores (paleolíticos) con una antigüedad que se estima alrededor de 6 000
años antes del presente hasta sitios que presentan evidencias de contacto
indo-hispánico.
En
1942 en su obra Archaeology of the Maniabón Hills, Irving Rouse descubrió en la
zona del Catuco las evidencias de un ajuar en el que, según él, no aparecía burenes,
que eran los instrumentos para fabricar el pan de yuca o cazabe; ello sirvió de
prueba para afirmar que sus habitantes no conocían la agricultura y por tanto
eran muy primitivos.
Por su parte José García Castañeda en sus textos “Los
ocupantes precolombinos del término Holguín” y “El Siboney Holguinero”, también aportó importantes valoraciones
sobre el poblamiento aborigen en la zona de Gibara.
Varias décadas después, los arqueólogos de la Academia de Ciencias
de Cuba hicieron varias expediciones que posibilitaron el conocimiento
científico del potencial arqueológico gibareño, ayudados y a la vez ayudando a
jóvenes aficionados de la localidad, entre estos últimos los que se agruparon
en el grupo
espeleoarqueológico “Felipe Poey” de la Sociedad Espeleológica de Cuba,
constituido en 1982 y que con sus modestos aportes contribuyeron al
conocimiento de la presencia aborigen en Gibara.
Este texto que usted amablemente lee pretende
compilar la obra realizada por dichos con énfasis en hecha
por el mencionado grupo “Felipe Poey”. Para
presentar el patrimonio arqueológico del municipio organizamos la información
siguiendo el esquema propuesto por el doctor José Manuel Guarch Delmonte (1990) considerando en este caso las fases
identificadas en el territorio:
Sitios de Gibara en la que vivieron aborigenes en la fase
de cazadores:
El sitio Cueva de la Masanga, próximo a la desembocadura del río
Cacoyugüín, fue estudiado en 1983 por el Grupo Felipe Poey. Estos reportaron el
hallazgo de artefactos aborígenes asociados a restos de megafauna. El hecho fue
corroborado en 1985 por los especialistas del Departamento Occidental de
Arqueología Milton Pino y Nilecta Castellanos.
En
resumen los objetos encontrados (una zona sin alteración estratigráfica),
consistió en piezas talladas en piedra sílex que presumiblemente se usaron para
cazar la megafauna y también animales de menor tamaño.
En ese contexto se encontraron además huesos cortados y huesos quemados, lo
cual revela que sabían preparar sus alimentos y usar el fuego.
Sitios de Gibara en la que vivieron aborigenes en la fase
pescadores-recolectores
A
finales del año 1969 el campesino Emilio Gómez descubrió material arqueológico en el sitio El
Jobal. Posteriormente hicieron excavaciones allí los miembros del Grupo
Felipe Poey, colectando bolas líticas, percutores, lascas de sílex, gubias de
concha y abundantes restos de cangrejos terrestres y restos óseos humanos. En
1975 el residuario fue visitado por el grupo de trabajo del Departamento
de Arqueología de la Academia de Ciencias de Cuba,
Delegación Territorial Holguín-Tunas. El licenciado Pedro J. Pérez, jefe de la
expedición, opinó que se trataba de un sitio de habitación, posiblemente
Siboney Cayo Redondo. Posteriormente, 19 de marzo de 1983, recorrieron el lugar
investigadores pertenecientes al Departamento de Arqueología de Occidente,
junto al Grupo Felipe Poey, en una expedición dirigida por el arqueólogo Milton
Pino. Estos encontraron algunos fragmentos óseos humanos, restos de dieta, una
gubia de concha y muy abundantes pequeñas lascas de sílex.
En 1984 el doctor Manuel Rivero de la
Calle y miembros del Grupo Felipe Poey colectaron
en el sitio algunos restos humanos, una gubia de sílex y dieta.
En
2002 los investigadores Dr. Roberto Valcárcel Rojas y
Jorge Ulloa, pertenecientes al Departamento Centro Oriental de Arqueología y a
la Casa del Caribe, también visitaron el lugar y encontraron restos de dieta,
láminas de sílex y otros materiales.
Todas esas visitas corroboraron que el “pueblo” aborigen de El
Jobal cubría un área aproximada de unos
100 metros y que igualmente aparecieron objetos
diseminados en unos 20 a 30 metros a la
redonda del sitio principal, estos último como consecuencia de la fuerte
alteración ocasionada por la plantación de diferentes cultivos.
Asimismo el Grupo Felipe Poey encontró reservorios enclavados en la llanura costera cercana,
todos colindantes y con semejanzas claramente visibles. Los sitios en cuestión
se localizan en la zona de Laguna Blanca.
Para identificarlos se asumieron los nombres con que los campesinos los
llamaban: El Pocito, La Guajaquita, La Cebolla y Aguada de Nicio. Los objetos
encontrados pertenecen a la industria microlítica y según los expertos esos son
más antiguos que los aparecidos en El Jobal, ubicado en la zona montañosa.
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Cuevas innundadas Tanque Azúl, Caletones, Gibara
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En
ese lugar se encontraron unos montículos, dañados parcialmente por los
carboneros al sacar tierra para tapar sus hornos, y donde afloró una buena
cantidad de artefactos elaborados a partir de sílex y conchas, los cuales fueron llevados al Departamento
Centro Oriental de Arqueología para su catalogación.
Caletones por su parte fue reportado como un
sitio de habitación aborigen desde mucho antes por José García Castañeda, pero
ello no pudo ser constatado cuando en 1964 el grupo de Ciencias Sociales de
Oriente exploró la zona. Años más tarde, alertados por vecinos que encontraron
dos hachas petaloides en la costa, el grupo Felipe Poey detectó en el lugar un
gran conchal y algunas herramientas como martillos, picos de mano y majaderos,
los cuales fueron entregados al Museo Municipal de Gibara.
Inferencias hechas por los conocedores hacen suponer que el residuario
aborigen de Caletones del que habló García Castañeda sea el descrito por el
arqueólogo norteamericano Irving Rouse conocido actualmente por La Arenera, a 6 km de El Jobal, pero que
por estar ubicado muy cerca Rouse llamó Caletones (Rouse, 1942: 107). También pudiera tratarse del mismo que en 1982
Martínez Arango llamó El Arenal.
La
Arenera, tal
como se conoce en la geografía gibareña, fue visitada por miembros del
Departamento de Arqueología de la Academia de Ciencias de Cuba el día 29 de
enero de 1984 acompañados por el campesino Alfredo Gómez y miembros del Grupo
Felipe Poey. En esa oportunidad se encontraron percutores, majaderos, morteros,
una bola lítica, así como gran cantidad de conchas de Strombus sp., según las catalogaciones realizadas por los
especialistas del Departamento de Arqueología de la Academia de Ciencias. Estos
expertos consideraron que los humanos que allí vivieron estaban en la fase preagroalfarera.
Los autores de este texto consideran que las
características del lugar, cubierto por
“diente de perro” (Lapies), con vegetación xerofítica, lejos de ríos y
sin fuentes de agua potable cercana, bien pudo ser un paradero al cual
acudieron diferentes grupos en distintos momentos cuando necesitaban
aprovisionarse de los recursos propios del litoral. Lamentablemente el lugar ya
no permite mayores estudios.
Punta Rasa fue reportado
por F. Cuesta en el año 1999. En la exploración realizada para el presente
trabajo se localizó un área costera que pudo ser un sitio de aprovisionamiento,
dada la abundancia y dispersión del material de concha y herramientas como
gubias y picos confeccionados a partir de Strombus
sp.
La Cueva Anduriña, reportada por el Grupo Felipe Poey, se abre en la ladera norte
de la loma de Cupeycillo a 4 km de
Gibara. En ella fueron encontradas láminas y puntas de sílex, un mortero,
huesos de jutías y de aves. Se considera que pudo ser un paradero para grupos
que se aprovisionaron en el litoral.
Asimismo el grupo realizó otros hallazgos
en la zona, exactamente en Los Altos donde colectaron material
lítico y de concha, láminas de sílex y gubias, y cerca, en el lugar que se
conoce como Los Hoyos aparecieron láminas de sílex, raederas, buriles y
restos de taller, una bola lítica y un pendiente que conserva el campesino que
ofreció el reporte. Estos sitios, muy cercanos entre sí, y por la similitud que
presentan en su ajuar, parecen tener relación con el reservorio de El Jobal y con los sitios localizados
próximos a Laguna Blanca, esto es, los ya nombrados El Pocito, La Guajaquita,
Aguada de Nicio y Cebolla.
La Yaya es otro lugar gibareño donde habitaron aborígenes, que fue
descubierto en el año 2001 por F. Cuesta. Se ubica a 11 km de la costa y se
levanta unos 149 m sobre el nivel del mar, siendo ese el sitio de mayor altura
registrado en la zona. En colecta de superficie se recuperó un ajuar compuesto
por 36 piezas de sílex, láminas, buriles, raederas y cuchillos, todos de
factura microlítica. Es La Yaya un punto intermedio entre El Jobal y Bocas, por lo
que el sitio resulta clave para desentrañar los misterios de la habitación
aborigen y sus desplazamientos por el territorio.
El residuario de Bocas fue reportado por el
profesor de Historia de la Escuela Secundaria Básica de esa localidad, licenciado
Frank Torres. En octubre de 1989 los autores de este texto y los jóvenes
aficionados Joaquín Cuesta y Miguel Leal recorrieron el lugar y encontraron
evidencias arqueológicas diseminadas en un área de aproximadamente un kilómetro
cuadrado de extensión. Las piezas colectadas consistieron en artefactos de
piedra en volumen, material de sílex y de conchas, así como majaderos de bordes
discoidales que, por su tipología, se asemejan a los reportados en Santa Úrsula
y playa Los Cocos, clasificadas por José M. Guarch. En noviembre del propio
año, siguiendo las orientaciones de la experta Lourdes Domínguez, los autores
realizaron tres cateos
de 30 cm cuadrados y
obtuvieron percutores ovoides y discoidales, majaderos, morteros, artefactos para desbastar, buril y material de concha. El
análisis comparativo del ajuar y dadas las características del complejo
territorial natural de la zona llevó, en un primer momento, a considerarlo en
la etapa de apropiación, presumiblemente de la fase Guacanayabo, ello dado por la
ausencia de restos cerámicos; no obstante, en una posterior incursión, los
propios autores encontraron varios fragmentos de cerámica con decoración
y burén. Finalmente la alteración del sitio impide probar
que en ese lugar hayan vivido grupos humanos de diferentes culturas en épocas
alternas, pero la típica factura de los artefactos y la presencia de cerámica hacen
creer que en Bocas vivieron grupos de la etapa de apropiación y luego
comunidades que ya conocían la agricultura.
Cerca del área de marismas se localiza la Cueva de la Campana o Cueva del Catuco como la llamó Irving
Rouse (1942) Este arqueólogo dijo que en ella encontró conchas marinas y pedazos
de sílex, pero ningún objeto cerámico, por lo que se consideró como un sitio de
habitación de pescadores-recolectores. En información personal a los autores de
este texto, Milton Pino y Ramonín Fernández,
informaron que en 1963, cuando eran miembros de la Asociación de Jóvenes
Arqueólogos Aficionados de Holguín, ellos hicieron una cala en el saloncito de
la entrada de la cueva y encontraron lascas de sílex muy pequeñas, restos
dietarios, ceniza compactada y carbón, por lo que calificaron el sitio de
habitación preagroalfarero Cayo Redondo, fase Guacanayabo. El investigador P.
Pérez (1980) refiere que en otras labores, también en compañía de miembros del
Grupo de Jóvenes Arqueólogos Aficionados, se
hallaron restos dietarios y pequeños fragmentos de cerámica, por lo cual
consideró que no fue un sitio de habitación siboney como supuso Rouse. En el
año de 1968 el grupo espeleológico Cavernícola halló en un montículo de
arcilla, próximo a las márgenes del lago freático de la referida cueva, restos
óseos (un fémur, una tibia y restos de cráneo), los cuales estaban acompañados
por algunas cuentas de collar, (lamentablemente ese material que se extravió y
no pudo corroborarse el reporte). En 1983, el Grupo Felipe Poey, durante
estudios paleontológicos, descubrió bajo el piso un entierro secundario
acompañado de ofrendas, dos bolas líticas y dieta; cerca del entierro apareció
también una daga lítica y en colecta de superficie realizada en la entrada y
los alrededores de la cueva encontraron caracoles marinos, pinzas de cangrejos
y pequeñas lascas de sílex, pero no se localizó cerámica. En este contexto se
hallaron, además, huesos de manatíes (Trichechus
manatus), materiales todos que fueron llevados al Museo Municipal de
Gibara.
En 1973 el Grupo detectó en esa cueva una
figura ubicada próxima al hallazgo funerario, la cual se sospechaba que fuera
una pictografía. Posteriormente los especialistas del Departamento Centro
Oriental de Arqueología y la investigadora Nilecta Castellanos acompañaron a
los autores y confirmaron la veracidad del reporte. El tal motivo se encuentra
en la pared oeste del salón que conduce al lago, a unos 60 m del mismo. La
pictografía representa un rombo de 25 cm de largo por 12 cm de ancho, y se
realizó utilizando la técnica del carbón, su trazo oscila entre los 1,5 y 2
cm de grueso. El hallazgo pictográfico
también fue corroborado por miembros del Departamento Centro Oriental de
arqueología.
En el área e la cueva donde apareció la pictografía no se encontró
residuos de artefactos.
Cercano a dicha cueva se encuentra el río Cacoyugüín, en cuyas
proximidades el grupo Felipe Poey reportó la presencia de reservorios
aborígenes, nominados en serie de acuerdo con el orden en que fueron excavados.
El que se ha llama Abra del Cacoyugüín II se localizó en la parte alta, en la
margen SSW. Su descubrimiento se produjo después que en el lugar se construyó un
campamento pioneril. Fueron los niños quienes sacaron a la luz las primeras
evidencias; posteriormente el grupo Felipe Poey lo trabajaron encontrando restos
de dieta, fragmentos de percutores y lascas de sílex. En marzo de 1983 el Dr
Guarch Delmonte y su grupo de trabajo colectaron en ese mismo lugar lascas
de sílex, percutores y dieta en un área de unos 30 m de largo y 20 m de ancho;
el espesor de la capa arqueológica no rebasó los 0,30 m. No se localizó
cerámica.
Cacoyugüín III. En ese lugar un
campesino reportó un entierro, el cual sepultó nuevamente y seguramente que por
temor dijo a quienes le preguntaron que no recordaba el lugar exacto. Durante
una visita de arqueólogos que recorrieron el área, se encontró en superficie un
lotecito arqueológico compuesto mayormente por piedra lasqueada (sílex) muy
similar a los sitios Cacoyugüín I y II y restos de dieta, moluscos marinos y
jutía. No se halló cerámica. El estudio de las evidencias colectadas condujo a
los especialistas a considerar que se trataba de un sitio de aborígenes preagroalfareros.
Lamentablemente el trabajo de los campesinos de la zona han alterado la
totalidad del sitio, que se ubica a unos 500-600 m al este de Cacoyugüín I, en la ribera opuesta.
Por su parte Cacoyugüín IV fue
reportado en 1999 cuando los autores de este texto acompañaron al arqueólogo Roberto
Valcárcel Rojas, del Departamento Centro Oriental de Arqueología, quien
estudiaba la presencia de los grupos protoagricultores en la zona. En el
Informe de Resultado Parcial 01, los arqueólogos Valcárcel Rojas, Pérez y Arce
señalaron que se trataba de un nuevo reservorio con un área de 25 m de largo
por 16 m de ancho y unos 400 m2. El lugar es el más alejado del río.
Según los especialistas el ajuar compuesto por majaderos, industria de piedra
tallada, donde solo un ejemplar excedió los 3 cm de longitud, así como restos
dietarios, responde a grupos de pescadores-recolectores, pero apuntaban que era
difícil definir su carácter, dado lo reducido del área y la muestra obtenida.
El sitio Beola
I (La Viola). Reportado por
trabajadores agrícolas de la zona, se ubica en las márgenes del río Gibara al
oeste de la loma de la Morena, en el área de ciénaga o marisma. El Grupo Felipe
Poey visitó el lugar junto a especialistas del Departamento Occidental de
Arqueología, y encontraron material de sílex, restos de dieta y un pendiente,
pero no se localizó cerámica.
Beola
II. Así se denominó al
asiento localizado a 1 km de la
desembocadura del río Gibara y a 2 km de Beola I, donde el grupo de aficionados
a la arqueología “Montañés”, de Gibara, encontró gran cantidad de puntas,
láminas y lascas de sílex, un mortero y dos majadores. Los autores visitaron el lugar y
encontraron también en la superficie varias láminas microlíticas.
Sitios de Gibara en la que vivieron aborigenes en la fase
proto o primeros agricultores
Hasta el momento en la
zona de Gibara solamente se ha encontrado un sitio en el que vivieron individuos
que se catalogan como primeros agriculturores o agricultores pioneros. Ese es el que se conoce como Abra
del Cacoyuguín I.
En 1981 el campesino Roberto Cuadrado
informó a los autores que había encontrado gran cantidad de objetos parecidos a
unas pelotas de piedra, una de ellas con un manguito. Al visitar el lugar se
observó que en la arcilla utilizada para fabricar ladrillos aparecían también
evidencias arqueológicas. Inmediatamente el hallazgo se reportó al Departamento
Centro Oriental de Arqueología y en el año de 1982 se realizó una expedición,
en la cual intervinieron además del Grupo Felipe Poey los arqueólogos Dr.
Guarch Delmonte, Milton Pino y Nilecta Castellanos, quienes de acuerdo con las
peculiaridades del ajuar clasificaron el sitio como protoagricultores de la
variante Mayarí.
En marzo de 1983 el Dr. Guarch Delmonte,
en compañía de A. Gómez y F. García del Departamento de Arqueología de La
Habana, corroboraron dicha clasificación. En el mismo año Nilecta Castellanos y
Milton Pino realizaron nuevas excavaciones y encontraron cerámica de tosca
elaboración en un complejo tecnotipológico típico de la fase protoagricultores.
En 1999 el Grupo Felipe Poey acompañó a
los arqueólogos del Departamento Centro Oriental de Arqueología, encabezados
por Roberto Valcárcel Rojas y se corroboró nuevamente la tipología del ajuar y
su filiación cultural. Datos de estos trabajos fueron publicados por Ulloa y
Valcárcel Rojas (2002).
Sitios de Gibara en la que vivieron aborigenes en la fase agricultores
Sitio Las Caobas. El reporte llegó a los autores por medio de un
campesino, quien encontró dos hachas petaloides y fragmentos de cerámica
aborigen. Lamentablemente la explotación agrícola del lugar no permitió definir
el área de extensión del reservorio; no obstante, por la cantidad de restos de
cerámica y material arqueológico colectado se infiere que se trata de un sitio
de asentamiento agroalfarero, pero debe ser estudiado con mayor rigurosidad
para su confirmación.
Punta Bejuquero. Los autores encontraron un conchal pegado a la costa y algunas
hachas petaloides, incluso una de 14 cm de largo, pero hasta la fecha no se han
podido realizar expediciones arqueológicas controladas.
La Ensenada. Pequeña playa situada a
unos 3 km de la anterior donde en 1989 un pescador submarino encontró dos
hachas petaloides. Los autores colectaron restos de conchas, algunos martillos
y picos. Presumiblemente se establece la relación entre el sitio de Las Caobas
y estos puntos costeros, considerándolos como lugares de aprovisionamiento,
pero deben ser estudiados con mayor profundidad.
La Playa. El lugar fue mencionado por Rouse (1942) en sus notas sobre la
exploración de Gibara. El Grupo Felipe
Poey localizó dicho reservorio en el lugar conocido
como playa de Puercos entre Los Bajos y punta Peregrina. Se colectaron conchas
de Strombus sp. que presentan el
agujero típico practicado por los aborígenes para extraer la carne. Esos
agujeros se asocian a martillos fabricados con la propia concha del molusco. Se
considera que el área está vinculada a los sitios descritos anteriormente y,
por ende, constituyó también un lugar de aprovisionamiento.
Loma Amarilla. Miembros del Grupo Felipe
Poey y los arqueólogos Milton Pino y Nilecta
Castellanos en el año 1983 colectaron en superficie una gran cantidad de
morteros. Posteriormente F. Cuesta, encontró algunos pequeños fragmentos de
cerámica y morteros. Por su parte el doctor Fernández de la Vara, fundador del
Museo de Ciencias Naturales de Gibara, comentó a los autores que en una de sus
expediciones cerca de Loma Amarilla encontró un entierro aborigen consistente
en dos esqueletos acompañados de objetos arqueológicos. Desafortunadamente el
notable gibareño falleció sin que llegara a definir con exactitud el lugar y
sin entregar las mencionadas evidencias.
San Antonio I. En 1985 miembros de las Milicias de Tropas Territoriales
encontraron objetos arqueológicos y reportaron al Grupo Felipe Poey
dicho hallazgo. En visita al lugar se recuperaron conchas, una espátula vómica,
dos hachas petaloides, grandes fragmentos de cerámica con decoraciones y burén,
además sumergidores de redes, un pequeño idolillo (pendiente), dos guamos y
material de sílex, así como restos de dieta. En visita posterior se amplió la
excavación y se observaron las capas estratigráficas. En el nivel 01 apareció
un raspador de cristal que, se considera, formó parte de una botella muy
antigua de color verde, además dos fragmentos de cerámica mayólica, del tipo Columbia Plain, evidencias que hacen
pensar en un sitio de contacto indo-hispánico. El lugar fue excavado recientemente
por el Departamento Centro Oriental de Arqueología. Muy próximo al sitio el
Grupo Felipe Poey reportó otro residuario (San Antonio II). Allí se produjo el
hallazgo de conchas, sumergidores de redes, sílex, fragmentos de cerámica con decoraciones
y burén. No se han detectado piezas de contacto hispánico.
Santa Rosalía. En la exploración que realizara F. Cuesta en agosto de 1999,
colectó material arqueológico de superficie, entre ellos manos de morteros,
fragmentos de burén, cascotes de cerámica y algunas conchas. En el año 2000 un
campesino de apellido Silva donó al Museo Municipal de Gibara un hacha
petaloide procedente de su finca, situada en esa misma área.
La Vigía. Por ese nombre se conoce la elevación que hoy forma parte de la
villa de Gibara. Probablemente La Vigía
sea uno de los sitios a los que hacen referencia Van der Guch y Parajón (1936)
y al cual pudo haberse referido García Feria cuando en los años 30 afirmaba que
había encontrado objetos indios sobre la colina que estaba junto al
pueblo. En realidad (si se trata del
mismo) el sitio se encuentra en una cota
de 60 m sobre el nivel del mar. Según P. J. Pérez, en comunicación a los
autores, integrantes de la Sección de Historia del Partido Comunista de Gibara
reportaron que han aparecido dos morteros de forma aislada en ese lugar. En
enero de 1983 especialistas del Departamento Occidental de Arqueología
realizaron una pesquisa, en compañía del Grupo Felipe Poey, pero no se
encontraron evidencias arqueológicas. No obstante, en la colección del Museo
Municipal se encuentran algunas piezas donadas por vecinos que refieren
haberlas encontrado cuando realizaban excavaciones, por diversos motivos, en
sus viviendas. Edgar Hernández, quien vive en la calle Independencia entre
Cavada y Agramonte, comunicó a los autores que al remover la tierra del patio
halló un hacha petaloide y fragmentos de cerámica aborigen; al ser visitado por
los autores estos encontraron fragmentos de cerámica. El lugar fue llamado Independencia, por la calle donde se
encuentra.
Loma de la Morena. Fue detectado gracias a tareas de reforestación. Allí aparecieron
fragmentos de cerámica, asas zoomorfas, antropomorfas, fragmentos de burén,
algunas vasijas de cerámica, sumergidores de redes, material lítico y hachas petaloides.
El grupo Felipe Poey hizo estudios en el lugar en el año 1973 y pudo comprobar
que las evidencias aparecían hasta una capa arqueológica de 60 cm de grosor y dadas
las características del ajuar se reportó como sitio de habitación aborigen.
El día 16 de noviembre de 1982 el sitio fue visitado por los expertos
del Departamento Occidental de Arqueología, Dilecta Castellanos y Milton Pino,
y por los igualmente expertos del Departamento Centro Oriental de Arqueología,
Dr. Guarch Delmonte, J.J. Guarch, P. Pérez y E. Liquí, mientras que por el
Grupo Felipe Poey participó J. Corella. En la visita también se colectó
material arqueológico y su estudio corroboró su denominación como sitio de
habitación aborigen.
Cupeycillo. Descubierto por el Grupo Felipe Poey en el año de 1972, quienes
pudieron colectar un mortero y varios fragmentos de cerámica. En 1980, F.
Cuesta realizó otra exploración y encontró varias láminas y puntas de sílex. En
1983 fue visitado por los arqueólogos M. Pino y N. Castellanos y se ratificó su
filiación cultural.
La Cuevita. La espelunca o cueva, con 50 m de desarrollo y un puntal máximo
de 5 m fue recorrida por el Grupo Felipe Poey, que encontró material de concha,
picos y gubias de Strombus sp.,
fragmentos de cerámica y restos dietarios.
Cueva de los Santos. En ella J. Corella encontró materiales muy parecidos a los
encontrados en La Cuevita, fragmentos de cerámica, restos de dieta, entre
otros. Posteriormente la cueva fue adaptada para otras funciones y no se han
realizado otras incursiones.
El Catuco. Ese es el sitio más
estudiado y visitado de Gibara. Rouse (1942) afirmaba en su obra que hasta ese
momento ninguno de los investigadores que lo habían visitado reportaba la
existencia de burén en el reservorio. Pero posteriormente F. Cuesta encontró
grandes fragmentos de ellos y algunos con incisiones, al parecer huellas de
tejido sobre el cual se confeccionó la pieza. En el año 1982 apareció también
en la ladera sur a 30 cm de profundidad y mezclada con cerámica aborigen un
hacha petaloide de hierro, muy parecida a la encontrada en el sitio El Yayal.
En 1983 una expedición del Departamento de Arqueología Occidental, dirigida por
los arqueólogos M. Pino y N. Castellanos, con la colaboración del Grupo Felipe
Poey visitaron el lugar, y pese al avanzado estado de destrucción en que lo han
dejado los buscadores de tesoros, se pudo detectar un área arqueológica sin
alteración. En esa dicha área, en sus capas superiores, fueron hallados objetos
del siglo XVI, evidencias de artefactos coloniales tempranos, en asociación con
evidencias aborígenes. El informe de los especialistas y las piezas se
encuentran en el Museo Municipal de Gibara.
Cueva de la Masanga. Considerada por Rouse como lugar de aprovisionamiento de agua
del sitio El Catuco, del cual dista 1 km, y clasificado anteriormente en el
presente trabajo como sitio de habitación con presencia de
cazadores-recolectores, fue visitada por los arqueólogos M. Pino y N.
Castellanos, quienes reafirmaron el criterio de una superposición cultural
(Pino y Castellanos, 1983), dada la aparición de dos grandes fragmentos de
cazuelas encontrados allí por vecinos de la zona.