Antes
de la apertura del puerto en la bahía de Gibara, esa comarca pertenecía a la
Capitanía pedánea de San Marcos de Auras, encargada aquella de proteger las
costas de los ataques y saqueos de
corsarios y piratas y de evitar el comercio que algunos vecinos y
autoridades establecían con los dichos lobos del mar. Precisamente los vecinos
de Auras, formados en milicias junto a los de Holguín, evitaron en algunas
ocasiones los abusos que cometían esos
filibusteros que penetraban tierra adentro por el río Cacoyugüín.
Por
reiteradas peticiones de los vecinos de Auras, en el año 1812 se aprobó la
creación de una iglesia en ese lugar, pero pocos años después de la
autorización y sin que todavía los vecinos de Auras hubieran levantado su
iglesia, se construyó la batería que fortificaba la bahía de Gibara y,
mientras, el Teniente Gobernador de la Jurisdicción don Paco de Zayas continuó
sus influyentes gestiones para obtener el permiso de abrir oficialmente el
puerto. Entonces las autoridades eclesiásticas del arzobispado cubano-oriental
decidieron quitarle la autorización a Auras y dársela a Gibara, distante a
cuatro leguas rumbo a la costa. Así Auras quedó sin la oportunidad de tener
iglesia hasta decenas de años después, mientras que en la naciente villa se
erigió San Fulgencio de Gibara.
Pezuela
en su diccionario, tomo segundo, página 395, asegura que la primera Iglesia que
tuvo Gibara se fundó como parroquia en una casa del hato, donde permaneció
hasta 1819, que es fecha en que se construyó una de tablas y tejas.
Valdés,
en el Apéndice de su Historia de Cuba, página 616, asegura que Gibara fue
erigida en parroquia el 22 de Noviembre de 1821.
Datos
que existen en el archivo Arzobispal de Santiago de Cuba determinan que en 1820
se edificó una pequeña iglesia de madera y tejas en Gibara dedicada a San
Fulgencio.
La
iglesia que hoy existe, sólida y capaz, la edificó a costa de su herencia la
Sra. Doña Victoriana de Ávila, viuda de don José Romero. Dicho templo católico
fue bendecido el sábado 11 de Junio de 1853 a las ocho de la mañana. Ofició una
misa solemne el reverendo Padre don Tomás Felipe con asistencia del
Excelentísimo e Ilustrísimo señor arzobispo Antonio María Claret
(posteriormente santificado), quien había llegado a Gibara en santa visita el
día anterior.
La
Sra. Doña Victoriana de Avila era mujer modesta y falta de instrucción, que no
solamente edificó la Iglesia, sino que la dotó de alhajas valiosas,
ornamentos, vasos sagrados y por
escritura pública regaló un esclavo para su limpieza. Además era ella quien
costeaba la Luz del Santísimo.
Por
la importancia de tan piadosa dama, insertamos el siguiente escrito de la
historiadora Mireya Durán y María la periodista Julia Guerra que vio la luz en
el periódico ¡Ahora!, de Holguín en 24 de Abril de 2008:
Ha
de echarse a volar la imaginación si es que queremos figurarnos cómo era doña
Victoriana de Ávila y González de Rivera, la Benefactora de Holguín
y Gibara, pues no quedó ningún retrato que nos de a conocer su físico, debido a
que en su época ni en Holguín ni en Gibara vivió pintor alguno, y el primer
fotógrafo que llegó a estos lares fue Mister Charles Fox, en 1860, cuando ya
ella era una anciana.
Descendía
la doña de dos de las familias de más arraigo en Holguín. Tanto su padre, don
Diego Ramón de Ávila y González Noratte, Regidor y Alcalde Mayor de la ciudad,
como su madre, doña Catalina González de Rivera y de la Cruz, estaban entroncados con
el conquistador García Holguín.
La
familia de Ávila no tenía fortuna sino gracias y algunas tierras, y la González de Rivera poseía
instrucción y propiedades. En ese ambiente nació Victoriana el 22 de marzo de
1774, como primogénita del matrimonio que tuvo, además, otras siete hembras y
un varón.
Doña
Victoriana casó en 24 de enero de 1798 con el canario José Romero Medina. Ella
no llevó dote al matrimonio; él aportó cinco mil pesos oro.
Los
recién casados se instalaron en una casa de su propiedad, construida de tejas y
mampostería, situada frente a la
Plaza de Armas, en la calle San Isidoro (hoy Libertad), y
cuyos colgadizos daban a la calle San Diego (hoy Miró). (Luego tienda La Casa
Azul).
Don
José Romero Medina fue electo Alcalde Ordinario del Ayuntamiento de Holguín en
los años 1808, 1812 y 1814, y, entre este tiempo, en 1810 fue Mayordomo de
Fábrica de la
Parroquial Mayor. Invirtió un gran capital en Punta de Yarey
y fue uno de los más entusiastas fundadores de la villa de San Fulgencio de
Gibara donde era dueño de uno de los muelles por donde se hacía la carga y descarga
de toda la mercancía que se exportaba e importaba desde y para la zona de
Holguín. Asimismo fue el primer Juez pedáneo que tuvo Gibara y, entre 1820 y
1823, atendió con gran responsabilidad las necesidades y quejas de la población
en el circuito de la bahía y las vegas establecidas entre los ríos Gibara y
Cacoyugüin.
En
esas faenas siempre le acompañó su esposa, quien, como no tenía hijos, se
dedicaba, además, a hacer obras de caridad y de beneficio para la población.
Ayudar
a la Iglesia
era algo que le venía de herencia, pues su bisabuelo, don Juan González de
Rivera, construyó la ermita de Managuaco en 1692, la cual, más tarde fue
trasladada por su bisabuela doña María de las Nieves Leyte y Rodríguez, a Las
Guazumas. (Esa es la actual Catedral San Isidoro de Holguín). Además, su
abuelo, don Diego de Ávila y de la Torre fue quien ornamentó la iglesia San
Isidoro en fecha anterior al nacimiento de Victoriana.
En
Gibara, aparte de ayudar económicamente a todos los necesitados, ella
contribuyó a la construcción y ornamentación de la iglesia San Fulgencio; donó
un criado para su cuidado y aseo y costeaba los gastos de su alumbrado.
En
1824, doña Victoriana y don José Romero hicieron un testamento común, donde
declararon tener no solo las casas de viviendas de Holguín y Gibara sino
también una hacienda de Arroyo Blanco con las casas, corrales, frutos y demás
anexos, y en ella animales, todo a cargo de don Salvador de Ávila; una vega en
la boca de los ríos Gibara y Yabazón, con sus casas de labranzas, y treinta
esclavos, entre varones y hembras, grandes y chicos, un cafetal con 20 000
matas de café, bestias caballares y mulares y ganado mayor y menor..
No
era doña Victoriana mujer que se quedara encerrada en casa a pesar de que no
tenía mucha instrucción, pero sabía leer y escribir. Desde que en 1825 se crea la Junta de Vacunas, la que presidía
su hermano José Rosalía; doña Victoriana le brinda todo su apoyo y trabaja para
que la labor fuera efectiva entre la población. Luego, cuando en 1830 se
establece en Holguín la
Sociedad Económica Amigos del País, está junto a su esposo en
el grupo “Sapiens”, proponiendo que en Holguín se instale una imprenta de
palanqueta para editar un periódico igual al Diario de Santiago de Cuba.
Y
viendo que la ciudad de Holguín no tenía un hospital civil, se dio a la tarea
de gestionar su construcción. Para ello donó el terreno y, luego, un palio y un
guión; el primero bordado en oro, con un valor de dos mil novecientos ocho
pesos y treinta y cuatro céntimos; el segundo valuado en cinco mil pesos y
diecisiete céntimos. Ambos fueron rifados en billetes por toda la Isla y la suma total
recaudada se entregó para que se empleara en la edificación del hospital. Pero
quiso la causalidad que nadie sacara los números premiados, entonces doña Victoriana
decidió donar las prendas a la Iglesia de Gibara; sin embargo el sacerdote
propietario consideró que eran aquellas unas alhajas muy valiosas que solamente
eran dignas de una reina. Victoriana decidió regalarlas a la soberana de España
y las embarcó, pero el navío que las llevaba zozobró yendo a parar las ricas
piezas al fondo del océano.
Para
que se ocupara de la construcción del Hospital de Holguín, el Ayuntamiento
eligió en 6 de diciembre de 1835 a don José Rosalía de Ávila, quien en ese
momento era Regidor y Alcalde Mayor. Este nombramiento lo aprobó la Real Audiencia de
Puerto Príncipe. Don José Rosalía tuvo una destacada participación tanto en la
obra de construcción como de acondicionamiento y sostenimiento.
Poco
antes de terminarse el hospital, en 1846, muere don José Romero y doña
Victoriana, en un gesto de amor le concede la libertad a los esclavos que les
eran más cercanos a él: Carmen, de 44 años; María de los Ángeles, de 40; Juana,
de 30; Manuel Trinidad, de 10; Josefa, de 8; Celestina, de 6, Juan Bautista, de
5, y Manuel, de 2.
El hospital San Juan de Dios, construido en Holguín por doña Victoriana de Ávila es hoy el Hogar de Ancianos Jesús Menéndez |
Antigua Plaza del Hospital, conocida popularmente como Plaza Victoria, luego convertida en la Plaza templo José Martí, en Holguín |
Aún se conserva el hermoso portón neoclásico que daba entrada al Hospital |
La placa colocada en el portón de entrada es lo único que recuerda a la benefactora de Holguín y Gibara. |
El
Hospital San Juan de Dios abrió sus puertas el 19 de mayo de 1849 con doce
camas disponibles para los enfermos sin recursos, blancos pobres, pardos
libres, negros esclavos, asiáticos, locos y prostitutas.
A
doña Victoriana, dicen, no le asustaban ni la enfermedad ni la pobreza, por lo
que solía visitar a los enfermos y menesterosos, tendiéndoles sus manos
generosas y abriendo amor y su guarda monedas.
No
descansó nunca. Llevaba los negocios heredados de su esposo, se ocupaba de la
atención al resto de su familia y dedicaba gran parte de su tiempo a las obras
de caridad y a la iglesia.
En
1853, solicitó al Arzobispo Antonio María Claret, que la declarara patrona de la Iglesia de San Fulgencio
de Gibara, pero siendo el rey patrono de todas las iglesias de la Isla no se le
pudo conceder el patronato. En 1858, hizo igual petición al Licenciado Dionisio
González, sin que se conozca la respuesta del Arzobispado.
Doña
Victoriana falleció el 13 de enero de 1864, a los 90 años de edad. Dejó sus riquezas
a sus hermanas Juana y Leona, quienes nunca se habían casado. En su testamento
final dispuso que de su capital se destinaran dos mil escudos a favor de tres
festividades religiosas: San Fulgencio, la Virgen de la Caridad y la Virgen de las Mercedes.
La
plazoleta que daba entrada al hospital civil San Juan de Dios fue denominada
por los holguineros parque Victoriana de Ávila, en recuerdo a sus desvelos por
esta obra y el cariño hacia la población más humilde, por su preocupación por
el desarrollo, la salubridad y el bienestar de los pobladores, y por su
generosidad.
Luego
fue bautizada con otro nombre.
Así,
hoy no existe nada que la recuerde en Holguín o en Gibara, aunque están en pie
edificaciones que ella contribuyó a construir. Sobre la Benefactora solo
quedan notas dispersas en publicaciones locales, a pesar de que la historia de
la ciudad de Holguín y de la
Villa de Gibara no pueden prescindir de sus aportes.
La primera piedra se colocó el 13 de Septiembre de 1850, siendo padrinos de la ceremonia religiosa el peninsular don Alvaro Prieto y su señora esposa, doña Caridad Cardet, hija de Holguín.
Dirigió
la obra el arquitecto catalán don Juan Pons y por encargo especial de doña
Victoriana de Ávila, la inspeccionaba el comerciante don José Curbelo.
Consta
el templo de un rectángulo en planta de 18 metros de frente por 33.44 de fondo.
El grueso de sus paredes es de 24 centímetros.
La
arquitectura del templo es del estilo torcazo. Fue reparada en 1867 a causa de
haberse caído la cúpula que era de madera y yeso.
El
interior se divide en tres naves, la central, donde se halla el coro, mide 8
metros y 36 centímetros de ancho y 5 metros y 02 centímetros los laterales.
- La imagen de San Fulgencio y dos pilas de agua bendita fue traída a Gibara desde Cataluña a expensas de don Martín Gurri.
- La de San José desde Barcelona a expensas de don José Sampera.
- La imagen de Nuestra Señora del Rosario fue donada por doña Magdalena Leal de Longoria.
- El Jesús del Santo Entierro fue adquirido por suscripción popular.
- Las imágenes de La Dolorosa y la de San Juan Evangelista fueron donadas por el párroco don Antonio Santiesteban.
- La campana mayor fue donada por el reverendo Padre José Cardona y la campana pequeña la donó don Graciano Daguerre.
- El reloj que se colocó en una de sus torres fue adquirido por suscripción popular.
Nave central de la Iglesia San Fulgencio, Gibara. El presbiterio tiene un falso techo interrumpido por la cúpula; esta a su vez es rematada por una linterna. |
Cúpula de la Iglesia San Fulgencio, Gibara |
En las cuatro esquinas, al fresco, aparecen imágenes de los evangelistas |
Retablo mayor de San Fulgencio de Gibara |
Altar lateral de San Fulgencio de Gibara |
Parroquia San Fulgencio de Gibara, interior, detalles |
Coro de San Fulgencio de Gibara (hecho de maderas torneadas) |
Los
cadáveres de don José Romero y su esposa, doña Victoriana de Ávila, reposan en
una modesta tumba en el Cementerio de la villa de Gibara.
Otro
dato en relación con la citada iglesia que debe tenerse en cuenta: la Sra. Doña
Magdalena Barreda, viuda de Leal, consignó en su testamento 3 000.00 pesos oro
para una capilla. Según parece dicha cantidad fue empleada en la compra de
ciertos objetos para el adorno interior del templo.
A
juicio de la mayoría de quienes la conocen, la iglesia de Gibara es suntuosa y
superior en cuanto a alhajas y arquitectura si se le compara con otras de
pueblos pequeños de la Isla.