El
periódico holguinero “La Razón”
en sábado 15 de febrero de 1913 da cuentas de la visita a Holguín del
Superintendente de Educación del Gobierno Provincial, Sr. José Rosell Durán.
Dice el periódico que el funcionario llamó la atención a los directores de
escuela acerca de la diferencia que se nota en las horas de entrada y salida a
clases, lo que se debe a carecerse en Holguín de una hora oficial, y aconsejó
Rosell que se tome la hora de la oficina de correos a fin de normalizar los
horarios de todas las escuelas.
Esta
nota fue lo que llevó a La Aldea
a buscar más información sobre los relojes públicos de Holguín. Y la
encontramos en un manuscrito de Pepito García Castañeda que se conserva en el
Museo Provincial de Historia La
Periquera.
..........
En
tiempos de la colonia la entonces aldea de San Isidoro de Holguín se dividía en
dos zonas urbanas separadas por la calle Nuestra Señora del Rosario, que es la
misma calle que después se llamó de los Mercaderes y actualmente es la calle
Frexes. En Holguín el Norte lo marca la
Loma de la Cruz. Por
eso es que antiguamente se decía que el barrio norte estaba en la parte alta y
el sur en la parte baja. En la parte alta, comenzando en la actual calle
Frexes, quedaba el barrio San José y en la parte baja el barrio San Isidoro. De
ahí una costumbre que había antes de decir: Voy abajo, para decir que iban a
San Isidoro y voy arriba para decir que iban a San José. Y se preguntarán los
lectores qué tiene que ver todo esto con la historia de los relojes públicos de
la ciudad, que fue lo que contar, pero sí, tiene que ver, como se verá
enseguida.
Vean:
en cada uno de los barrios en que se dividía la ciudad había una iglesia: la San Isidoro y la San José. Estas
iglesias, obviamente, tenían (y tienen) campanario, y en ellos campanas, como
es lógico.
Esas
campanas servían para llamar a los vecinos a las distintas misas que se
celebraban (y celebran): una al amanecer, una al medio día y otra al anochecer.
Como entonces no había reloj público en la ciudad, el pueblo sabía la hora por los
toques de campanas de las iglesias.
Calle Maceo hacia el Parque de Las Flores. (Al fondo se ve la vieja cárcel) |
La vieja Cárcel de Holguin es ese edificio de dos plantas que se ve al final, hoy en su espacio está la Arena Deportiva Henry García |
Más,
no era solamente en las iglesias donde había campanas, había una, también, en la
Real Cárcel[1].
La campana de la Real Cárcel sonaba
para señalar los cambios de guardia y de confrontas. Por lo que oyendo los toques
de esa otra campana, que estuvo sonando, puntual, hasta el año 1930, los
holguineros sabían qué hora era. (Es algo semejante a los pitos de los
centrales azucareros, que suenan para marcar la entrada y salida de los turnos
de trabajo. Quienes viven en los bateyes azucareros todavía hoy marcan la hora
por esos pitos que en verdad son hermosos y patrimoniales. Por cierto aunque no
tenemos central azucarero en la ciudad, aquí también se ha marcado la hora por
pitidos, y de eso le vamos a hablar más adelante).
DONDE,
AL FIN, COMENZAMOS A HABLAR DE RELOJES, PROPIAMENTE.
El
primer reloj público que tuvo Holguín fue ubicado en la Comandancia Militar,
pero en este presente nuestro del año 2016 no basta con decir Comandancia Militar para que los vecinos sepan a
qué lugar nos referimos. Y tampoco sirve si digo que ese era el edificio donde radicó
el Partido Comunista de la Región Holguín-Gibara hasta 1976. a los holguinero de
hoy hay que decirle que ese es el edificio donde radica la sede provincial de la Central de Trabajadores de
Cuba, CTC, en calle Maceo, casi frente al Parque Infantil.
Era
aquel un reloj de sol que nada más servía para marcar las horas durante el día
y que consistía en una vara o estilo que arrojaba una sombra que era más larga
o más corta en dependencia de la posición del sol. Cuando dicha sombra llegaba
a unas marcas trazadas de antemano se sabía casi con exactitud qué hora era.
Pero tenía un inconveniente: en días nublados el reloj no funcionaba y mucho
menos de noche.
Los
datos sobre el reloj de sol de la ciudad de Holguín aparecen en el primer libro
de historia escrito en este pueblo en el año 1865 por el ya no tan recordado don
Diego de Ávila y Delmonte.
El
primer reloj, tal cual hoy entendemos como reloj, fue colocado en la torre de la
iglesia San José. Lógicamente, para colocar allí un reloj primero fue necesario
que se construyera la torre, y para tener torre primero hubimos de tener
iglesia San José.
La
iglesia San José se levantó en 1819, pero esa primitiva iglesia no tenía la torre
que le conocemos. La torre, en cuestión, se construyó en 1842, siendo Teniente
Gobernador de Holguín don José Garcerán y de Valls… esa es la misma torre que
hoy tiene con sus 26
metros y 48 centímetros de alto.
En
ese mismo 1842 en la torre de San José se instaló un reloj de pesas de una sola
cara, mirando hacia la que entonces se llamaba Calle de San Miguel y que luego
se llamó Calle España hasta que en 1898 comenzó a llamarse para siempre calle
Maceo.
El
dicho reloj de pesas de la torre de San José funcionaba unas veces y otras, las
más, estaba parado o detenido… incluso, en cierta ocasión un rayo cayó sobre la
torre y dañó al reloj que por casi 70 años solo fue una adorno, porque ya no
funcionó nunca más. No obstante, y en vista de que no había otro con que
cambiarlo, allí estuvo el difunto hasta 1929.
Se
recuerda entre los relojeros que lo atendieron a Víctor Caramora y a José
Atilano Hechavarría, conocido por Chepenché o Chepe. El relojero Chepenché fue un personaje célebre en
el pueblo, y tanto que en alguna vieja guaracha de Holguín se le menciona.
Baste para conocer las excentricidades de Chepenché esta anécdota: cuando
alguien lo invitaba a comer, el Chepe engullía comida hasta reventar pero así y
todo, y para garantizar el día siguiente, escondía los “bistecses”
poniéndoselos en la cabeza y encima de la cabeza ponía el sombrero. Al día
siguiente, cuando salía a desandar la ciudad, en lugar de llevar los bistecses
en una jaba o en cartucho, el Chepe se los volvía a poner en la cabeza y el
sombrero encima.
El
otro relojero era Víctor Caramora. A partir de 1870 aquel comenzó a vender en
Oriente los relojes Roskoft, que eran, dicen, semejantes a unos huevos de
avestruces y que fueron, dicen también, muy populares durante el segundo
imperio francés. Los relojes Roskoft eran de mesa, aunque algunos los echaban
en una jaba y los llevaban con ellos para saber la hora en cualquier lugar
donde se encontraran. Esos relojes carecían de gracia pero dicen que eran muy
exactos y duraban una eternidad.
En
la nota manuscrita que dejó el historiador Pepito García Castañeda, dice que le
contó a él el notable Juan José García Benítez que en aquellos años de finales
del siglo XIX había otros relojes muy ingeniosos, como uno de bolsillo que daba
la hora sin sacarlo de allí. Usted metía la mano donde guardaba el reloj y
apretaba un botoncito que tenía y el reloj daba una especie de pitidos que se
asemejaban al toque de una campana pequeña. Y aunque no le apretaran el
botoncito, el reloj sonaba a las horas en punto.
1929
La vieja Torre de la Iglesia San José |
El
10 de octubre de 1929 se inauguró el reloj tetraesférico que sigue funcionando
hoy en día en la torre de la iglesia San José. La iniciativa de comprarlo la
tuvo el médico cirujano holguinero Rafael Avilés Cruz, del clan de los
avileses. Pero como él no tenía todo toda la cantidad que se necesitaba, formó
una comisión que se encargó de hacer bailes para reunir la suma.
Encabezó
la comisión para la compra del reloj el entonces alcalde de Holguín Antonio
Infante Maldonado, del también famoso clan holguinero de los Infante, que sí
tenían el dinero que se necesitaba, pero que solo aportaron unos pocos pesos.
Por lo tanto debe saberse que el reloj de la
torre de San José lo compraron los holguineros todos, o casi todos.
Claro
que cuando el reloj pasara por la
Aduana debía pagar impuestos, pero eso se resolvió gracias a
la gestión del senador Enrique Machado, primo del entonces presidente y
dictador de Cuba Gerardo Machado, y que este personaje se interesara en ayudar
seguro que lo consiguió el alcalde Antonio Infante, que era amigo de los
Machado.
Un
dato curioso, el reloj de la iglesia de San José, de Holguín, es exacto y tiene
la misma procedencia que el instalado en la Alameda de Michaelsen en Santiago de Cuba.
EL
OTRO RELOJ PÚBLICO DE HOLGUÍN
Después
de traer a la ciudad el reloj que está en la torre de la iglesia San José,
parece que los Avilés quedaron embullados y muy poco después, con dinero de su
bolsillo, compraron otro, aunque más sencillo y barato que aquel otro y lo
colocaron en la azotea del cine Martí que entonces era de su propiedad.
Lo
que hace más sencillo este segundo reloj, si se le compara con el de la torre
de San José, es que el del cine Martí nada más tiene una sola cara. En todo lo
demás sí se parecen: por ejemplo los dos tienen las marcas de las horas en
números romanos y los dos marcan con campanadas las horas y los cuartos de
ellas.
Y
para que tengan mayores semejanzas, los dos fueron instalados o montados por el
maestro relojero Manuel Lahens, quien por muchos años tuvo su relojería frente
al parque Peralta o de Las Flores, en la esquina de las calles Maceo y Luz y
Caballero. Los trabajos de albañilería y carpintería para colocar ambos relojes
corrieron a cargo de Juan Reina, quien después dejó la albañilería y la carpintería
y se hizo relojero y atendió ambos
relojes durante muchos años.
EL
PRIMER RELOJERO GRADUADO QUE HUBO EN HOLGUÍN Y OTROS LEJORES CELEBRES.
Ese
no fue Juan Reina y tampoco su maestro Manuel Lahens, sino Saturnino García
Zaballa. Nacido en España y graduado de relojero en Ginebra, Suiza, García
Zaballa vino a Holguín por primera vez y aquí se casó con una holguinera de
apellido Benítez y con ella tuvo a sus hijos, ilustres todos: entre ellos Juan
José García Benítez, que fue alcalde de Holguín y Senador, Andrés, que fue un
notable diseñador, Julián, que fue poeta y Francisco García Benítez que fue el
fundador en Holguín del partido Partido Unión Revolucionaria o Comunista y que,
además, escandalizó a la pacata sociedad local de su tiempo porque, hijo como
era de una familia de clase media alta, se casó con una negra.
Otro
relojero de prestigio en Holguín lo fue Ceferino Coca Magariño, hombre, dicen,
de gran ingenio en esas artes de medir el tiempo. Por allá por los años 1930,
Coca Magariño exhibió un reloj en la Sociedad Liceo de Holguín que además de dar la
hora, era calendógrafo, o sea, que marcaba la fecha y también las fases lunares
y la casa zodiacal, y lo mejor de todo, que dicho reloj había sido construido
por él. Posteriormente Coca Magariño construyó otro reloj, igual de singular:
ese, cada vez que daba las horas en punto sonaba con una música muy hermosa y
se veían figuras mitológicas.
Contemporáneo
con el anterior, vivió en Holguín el platero y relojero Rafael Guillén, que era
dueño de una tienda que se llamaba La
Acacia donde vendía relojes. Uno de los más famosos era uno que
daba las horas en punto con la música del himno nacional.
OTROS
QUE DABAN LA HORA EN
HOLGUÍN
Probablemente
para satisfacer al Superintendente provincial de educación que en 1913 dijo que
era una ineficiencia de la educación en la ciudad que los muchachos entraban y
salían a cualquier hora por falta de relojes que marcaran la hora oficial, el
notable pedagogo Manuel Silva y Leyte Vidal creó una forma muy sui generis para
avisarle a los maestros del Instituto de Holguín, que dirigió desde 1915 hasta
1917, la hora de salida.
En
el Instituto, que radicaba donde posteriormente estuvo la Tienda Sears, actual Hanoi, se
marcaba la hora de salida con cohetes que el director disparaba. Por eso los
holguineros llamaban a esa a esa “la hora del cohete”, algo así como la famosa
hora del cañonazo de La
Habana.
..........
Ya
antes hablamos de la costumbre que tienen quienes viven en bateyes de ingenios
azucareros de medir la hora por los pitidos del central, y prometimos narrar la
vez que en Holguín, donde no hay fábricas de azúcar, se marcaba la hora de
forma semejante. Lo cumplimos ahora: Vivió en Holguín un navarro que se llamó
Matías Alemán, que era dueño de un aserrío. Este hombre señalaba la hora de
entrada y salida de sus obreros tocando un pito muy agudo, y la gente, oyendo el
pito, ya sabía que hora era.
[1] La Real Cárcel de Holguín
estaba en un viejo caserón ubicado donde ahora está la Arena Deportiva
Henry García. Ese viejo caserón se demolió en 1951.