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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

20 de marzo de 2012

Municipalidad Holguinera-1898-1908

Tomado de: La Municipalidad Holguinera (Comentario Histórico) 1898-1955
Dr. Pepito García Castañeda

El último Alcalde Municipal de Holguín, bajo dominio español, fue don José Agustín García Leyva. Este hombre era el Presidente del Partido Autonomista en la comarca, Partido del que la mayoría de sus militantes figuraron en el Ejército Libertador cubano, entre ellos dos hijos de García Leyva: José y Leopoldo García Feria. Sin embargo, fue el mismísimo Comandante Militar español en Holguín, don Agustín Luque y Coca quien le entregó la alcaldía a quien debió considerar un enemigo por los servicios que García Leyva prestaba a la revolución. Este acto del militar fue un desesperado esfuerzo por mantener la tranquilidad en la amplia zona bajo su mando.

Teniente Coronel Manuel Rodríguez Fuentes
García Leyva vivió otro momento histórico. Fue él quien recibió de manos del Coronel español Carlos Moreno la Plaza de Holguín al abandonarla las tropas españolas. Y ese mismo día, 10 de noviembre de 1898, Agustín García Leyva fue sustituido como Alcalde de la jurisdicción por el ya propuesto por Calixto García como General de Brigada pero aún Teniente Coronel, Manuel Rodríguez Fuentes. Este designa a los demás integrantes del Consejo Municipal,  quienes fueron:
Teniente Coronel Faustino Sirvén Pérez como Consejero de Sanidad.
Teniente Coronel José Ramón Torres (Pepe Torres), como Consejero de Gobernación.
Don Juan Calderón Rodríguez como Consejero de Instrucción Pública
Comandante Miguel I. Aguilera Feria como Consejero de Montes y Minas
Teniente Coronel Federico Pittaluga González como Consejero de Hacienda.
Comandante Juan Angulo Rodríguez: Tesorero.
Don Agustín Calderón Rodríguez se hizo cargo de la corte del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción. De dicho Juzgado eran oficiales: Floridano Feria Sivorí y Manuel Rocafull.  Y del Juzgado Municipal de Holguín se encarga don Rafael Manduley del Río. 

Casi inmediatamente Manuel Rodríguez Fuentes dimite al cargo para ocupar el de Administrador de la Aduana de Matanzas. Lo sustituye, (igual por nombramiento), el Coronel independentista y Abogado, don Francisco Fernández Rondán. (La alcaldía se entregaba para un año de mandato).

Coronel y Abogado Francisco Fernández Rondán, hijo del famoso Manco Rondán, dueño del edificio La Periquera

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Al año siguiente, (1899), vuelven a designar al Licenciado Fernández Rondán como Alcalde. Para entonces el coronel Duncan N. Hood, Gobernador Militar norteamericano en el norte de Oriente (“Distrito Federal de Holguín”), se había marchado a Santiago de Cuba. Los integrantes del Consistorio, antes llamado por los militares norteamericanos Consejeros Municipales, vuelven a llamarse Concejales como se decía durante la Colonia. 

Son los Concejales holguineros en 1899: don Rafael Manduley del Río, Ricardo Sirvén Pérez, Manuel Trinidad Guillén, Manuel Avilés Lozano, Juan R. Albanés Peña, Manuel Grave de Peralta Zayas, Antonio Guillén Argota, Salvador Torralbas Rubio, José Santos Betancourt, Marino Angulo, Prisciliano Curbelo, Rodolfo Zayas Ochoa, José Francisco Velázquez, Teodosio Rodríguez Osorio, José Rosal Bertot, Manuel sartorio Leal, Germán San Juan, José Sera Marrero, Amador Ochoa Marrero, Bienvenido Aguilera Feria, Cornelio Rojas Hurtado, José Miguel de Feria, Francisco González Castellanos y Pedro Rodríguez Aguilera.
Se designó como suplentes al General Luis de Feria, urbano de la Rosa, Miguel Tamayo Torres y Diego Jiménez Sao. Y para sustituir al Alcalde Municipal en caso de ausencia temporal o definitiva, en el siguiente orden, a Manuel Trinidad Guillén, Bienvenido Aguilera Feria, Rodolfo Zayas Ochoa, Germán San Juan y José Rosal Bertot. 

Con el cargo de Secretario, se hizo cargo de la Administración Municipal el coronel José Ramón Torres, (Pepe).

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El 16 de junio de 1900 se celebran las primeras elecciones municipales holguineras en el periodo republicano. Es el objeto elegir un Alcalde Municipal, un Juez Municipal, un Tesorero y un Cuerpo de 16 Concejales. (Estas elecciones se rigieron por la Orden 164, Serie de 1900, del Gobierno Interventor estadounidense). De ellas resultaron electos:
Alcalde: Coronel y Abogado don Francisco Fernández Rondán (quien ya se desempeñaba en el cargo desde año y medio antes y quien fue el candidato único)
Tesorero: Don Juan Angulo Rodríguez (Era este el más importante de los cargos para el Gobierno Interventor)
Juez Municipal: Coronel don Rafael Manduley del Río
Concejales:

Manuel Trinidad Guillén, Manuel Grave de Peralta Zayas, Leonardo Betancourt, Juan Albanés Peña, Daniel Benítez Rojas, Eduardo Quesada Null, Bienvenido Aguilera Feria, Manuel Avilés Lozano, Ricardo Sirvén Pérez, Pedro Domínguez Aguilera, Juan Serrano Cruz, Justo Milán, Benjamín Santiésteban Betancourt, Salvador Torralbas Rubio, Prisciliano Curbelo Vidal y Miguel Tamayo Torres. (Todos tomaron posesión de sus cargos el 1ro de Julio de 1900, por un periodo de un año)

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1ro de Junio de 1901,  por la Orden 91, Serie de 1901, el Gobierno Interventor estadounidense ordenó la celebración de nuevas elecciones municipales, esta vez para la elección de Alcalde Municipal, Tesorero Municipal y 16 Concejales. (En estas elecciones como en las del año anterior, no hubo luchas partidistas). 


Resultaron electos:
Alcalde Muncipal: Coronel y Abogado don Francisco Fernández Rondán.
Tesorero Municipal: don Juan Angulo Rodríguez
Concejales:

Mayor General Luis de Feria Garayalde, Armando Zayas Ochoa, Juan Albanés Peña, Ángel Rodríguez Fuentes, Ricardo Sirvén Pérez, Manuel trinidad Guillén, Miguel Tamayo Torres, Bejamín Santiesteban Betancourt, José Ramón Torres (Pepe), Justo Milá, Ignacio Ibarzabal Torres, Modesto Fornaris Ochoa, José Santos Betancourt, Manuel Grave de Peralta Zayas, Prisciliano Curbelo Vidaburú y José Rosal Bertot.

Estos anteriormente mencionados tomaron posesión de sus cargos el 1ro de julio de 1901 y nombraron para Tenientes Alcaldes (sustituto del Alcalde en caso de ausencia temporal o definitiva), por este orden, a Pepe Torres, Manuel Grave de Peralta Zayas y Modesto Fornaris.

Don Tomás Estrada Palma
Por ser su mandato de un año este venció en 1ro de Julio de 1902, pero siguieron ejerciendo como tales por una prórroga indefinida dada por el primer Presidente de la República, don Tomás Estrada Palma (en Resolución de 8 de Julio de 1902).

Por lo anteriormente dicho el Coronel y Abogado don Francisco Fernández Rondán desempeñó la Alcaldia Municipal hasta el año 1905, fecha en que la renunció.  Fue sustituido por el Coronel Pepe Torres, quien se desempeña en el cargo hasta su fallecimiento que ocurrió el 2 de enero de 1908. En esa fecha se hizo cargo de la Alcaldía don Manuel Grave de Peralta Zayas. Más, por ausencia de este y por otras razones también desempeñaron el cargo interinamente el coronel don Modesto Fornaris Ochoa, don Justo Milá, don Benjamín Santiesteban, don Ángel  Rodríguez Fuentes y el Mayor General Luis de Feria Garayalde.

En este periodo renunciaron a sus cargos de Concejales, Ricardo Sirvén Pérez e Ignacio Ibarzabal, quienes fueron sustituidos por Floridano Feria Sivorí y Domingo Tamayo. Asimismo don Juan Angulo Rodríguez fue sustituido del cargo de Tesorero Municipal por haberlo renunciado. Por él asumió Miguel Ignacio Aguilera Feria. 

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En septiembre de 1906 las tropas estadounidenses intervienen Cuba por segunda ocasión. Las elecciones celebradas en 1ro de diciembre de 1905 fueron anuladas por ellos que señalan como fecha para nuevos comicios municipales el 1ro de agosto de 1908 y el 16 de noviembre de 1908 para las Presidenciales.

Nuevos nombres de las Calles


Fue tarea de los cabildos holguineros hasta las elecciones del 1ro de Agosto de 1908, el fijar nuevos nombres a las calles y plazas de la Ciudad, tomándose el acuerdo de nombrar a la Calle del Comercio, antes de San Isidoro, calle de Libertad, a la de España, antes de San Miguel, Calle de Maceo, a la de la Cárcel, Calle de los Mártires, a la de Pelayo, antes de San Pablo, Calle de Máximo Gómez, a la de San Diego, antes de Barcelona, calle General Miró, a la de Industria, antes de Santiago, Calle de Morales Lemus, a la Pizarro, Calle de Narciso López, a la de Lealtad, antes de San José, Calle de Agramonte, a la de Tetuán, antes de San Pascual, Calle de Ángel Guerra, éste un general holguinero muerto en la acción de Santa Rita de Baró, el 9 de Marzo de 1896,
La actual Calle Martí se llamó primero de Grave de Peralta


A la de Concordia, antes de San Pedro, Calle de Peralta, en memoria del General también holguinero, Julio Grave de Peralta y Zayas.
Nuevos nombres de las Calles (Continuación)


A la de Trafalgar, antes del Carmen, Calle de Peralejo, en recordación a esa acción de guerra, a la de Lepanto, antes de las Ánimas, se le designó por el mismo motivo que la antes dicha, Calle de Coliseo, a la de Mercaderes, antes del Rosario, Calle de Frexes, en honor a Francisco Frexes Mercadé, mártir holguinero, a la Numancia, antes del calvario, Calle de Aguilera, en memoria del también mártir holguinero Justo de Aguilera y de la Cruz, fusilado en el poblado de Auras el 4 de Abril de 1869, a la de Lucena, antes de San Joaquín, Calle de Garayalde, en memoria de don Antonio Garayalde, fusilado el 10 de Junio de 1870, a la del Callao, Calle Cables, en recordación de don Facundo Cables, Jefe del Estado Mayor del General Aricochea, fusilado en nuestra Ciudad (Holguín), el 8 de Diciembre de 1870, a la de Espartero, antes de San Ildefonso, se le puso el nombre de Calle de Aricochea, en recordación al General José María Aricochea, fusilado también el 8 de Diciembre de 1870, ambos entregados a las autoridades españolas por manos cubanas, a la de Cortés, antes de San Lorenzo, Calle de Arias, en honor al también mártir holguinero Pedro Arias,
Nuevos nombres a las Plazas (Parques) de la Ciudad.


Parque Mantilla, (actual Parque Infantil Rubén Bravo)
Al Parque Mantilla, orgullo de la Colonia, se le renombra como Parque de la Independencia,[actual Parque Infantil Rubén Bravo], al de la Iglesia de San José, Parque de Céspedes, en honor al Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, al de la Iglesia de San Isidoro, Parque de Martí, en honor al Apóstol de nuestras libertades patrias, José Martí, al de Isabel II, antes de la Constitución y en principio Plaza Real, Parque de Calixto García, en honor al héroe máximo de los holguineros, Calixto García Iñiguez;
No se acepta el nuevo nombre propuesto a la Plaza del Mercado y tampoco un nuevo nombre a la calle que pasa por el frente del Hospital Civil, antes Militar


Hospital Civil (Quinta del Llano)
No se tomó acuerdo sobre la petición de don Modesto Fornaris de nombrar a la Plaza del Mercado, que ostentaba el nombre de O´Donell, Plaza de Estrada Palma, y menos la de Armando de Zayas de nombrar a la calle que nos pasa por el frente del Hospital Militar (después Hospital Civil), calle de Soledad Sánchez, en memoria de esa señora, que según el solicitante, “fue quien contribuyó a hacer la fabricación, con lo que dio a la población un edificio de importancia”.
Decisión de nombrar Pepe Torres a la calle que hoy lleva ese nombre


Al fallecer Pepe Torres el 2 de Enero de 1908, a petición del Eco de Holguín, que hizo suya el Cabildo, se le dio el nombre de Calle de Pepe Torres a la ya nombrada calle de Arias, pasando a ser entonces Calle de Arias la antigua calle de La Unión.
Limpieza del frente de las casas y las calles y embellecimiento de los Parques Públicos de la Ciudad


Acordaron y exigieron, de acuerdo con las ordenanzas de 1885, que se volvieron a poner en vigor, que cada vecino tuviese limpio el frente de su casa y la calle de su vecindad; así como el embellecimiento de los Parques Públicos de la Ciudad, con excepción del de Mantilla, nombrado de la Independencia. Pero no contando el Cabildo con fondos para ello se tomó el acuerdo de crear Comisiones de Señoras y Señoritas encargadas de su embellecimiento y de la recaudación de fondos para ello; estando presidida la Comisión del Parque Martí por doña Teresa Castellanos, a los cuales, asó como al de García, se les sembraron árboles y se les colocaron bancos, y notándose la falta de agua en los mismos dio motivo a que don Juan Albanés nombrase a Holguín “La Ciudad de los Parques sin agua”.
Proyecto del que pudo ser el primer Acueducto de Holguín.


Se proyectó entonces traer al Parque de García el molino de viento instalado en el Parque de Mantilla. Pero la idea no se llevó a cabo ante la oposición del Concejal y Presidente de la Comisión de Ornato Público, Juan Albanés, que tenía proyectado que el pozo existente en el expresado Parque de Mantilla surtiese de agua a los restantes parques de la Ciudad por medio de una tubería maestra, la que serviría en el futuro de un pequeño acueducto. A partir de esa tubería saldrían los ramales que los vecinos solicitaran.
El Ferrocarril Central sería una nueva salida de la Ciudad al exterior.


Se ideó dar a la Ciudad una nueva salida al exterior, ya que solo se contaba con el ferrocarril de Holguín a Gibara, cuyo puerto cada día perdía su antiguo esplendor económico, gestionándose al efecto que el proyectado Ferrocarril Central de la Isla pasase por la Ciudad. Pero solamente se consiguió la promesa de que aquel pasaría lo más cerca posible de Holguín y la construcción de un ramal que desde la Ciudad entroncara con esa vía central, lo que así se hizo, y se construyó el ramal Holguín-Cacocum. Hubo que luchar con los señores Rafael de la Cruz, Emiliano Espinosa, Juan Mir, Sixto Parra y Emiliana de los Reyes, que se negaban al cruce por sus tierras de la vía central del ferrocarril; y con los señores Mariano Pacheco, Santiago González y Manuel Fernández Paredes, que poseyendo terrenos del Municipio, se negaban a entregarlos para la edificación de la Estación (Terminal) del ferrocarril del Sur. (Se nombraba así para diferenciarla de la Estación del Norte, que era la del ferrocarril Gibara a Holguín)
Otras promesas hechas a Holguín por la Empresa que construyó el Ferrocarril Central.


Prometió la empresa ferroviaria que construiría el ramal Tunas-Nipe y que ese pasaría por la Ciudad.
Otras gestiones hechas más adelante por el Gobierno de Holguín con la Empresa ferroviaria.


En 1914 se gestionó la construcción del proyectado ferrocarril Holguín-Cueto, que entroncaría con el ramal Alto Cedro-Antilla. Y en 1916 el proyectado Holguín-Herrera-Banes, que cruzaría por los Barrios de Tacajó, Bijarú, Alcalá, Camazán, Los Haticos, la Aguada y el Guayabal. Y protestó el Gobierno de Holguín el proyectado ferrocarril Gibara-Banes, que en nada favorecería el municipio.
Se ocuparon los holguineros de entonces en nuevas construcciones en la Ciudad


Hicieron un nuevo Cementerio, al considerar el existente, que aún tenemos, un foco de infección y también construyeron una nueva Plaza del Mercado, por ser insuficiente la que existía ante el crecimiento de la Ciudad.
Gestión de la división de los Juzgados existentes


Así gestionaron la división de los Juzgados de Primera Instancia y de Instrucción que a la vez lo era Correccional, al estar desempeñados por un solo Juez. El acuerdo lo tomaron ante la gran cantidad de causas que en él se radicaban y porque a ese único Juzgado correspondían no sólo las causas del Término de Holguín, sino también las correspondientes a los términos de Gibara, Mayarí y Puerto Padre, a más de doce Juzgados Municipales en la demarcación y que se debían a las Haciendas Comuneras en litigios, la construcción de las vías férreas y al incremento de los Centrales Azucareros.
Nueva línea divisoria entre Gibara y Holguín


[El Ejército Interventor de los Estados Unidos] nos dio una nueva línea divisoria entre Holguín y Gibara que pasaba por La resbalosa, Velasco, Bocas, Auras, melones, Cortaderas y Bahía de Nipe.
Luchas holguineras por conseguir nuevas fuentes de ingreso para el Ayuntamiento


Lucharon los holguineros de principios de siglo por conseguir nuevas fuentes de ingresos, al objeto de cubrir con ellas sus necesidades anuales que solo consistían en los gastos propios del Ayuntamiento, sueldos, materiales, alquiler de la Casa Cabildo (que radicaba en La Periquera) y que todavía cuando se escriben estas líneas en 1954 aún seguimos pagando, los gastos electorales, que ese entonces (principio de siglo) corrían a cargo de los Municipios, los de la Policía de Seguridad, los de Beneficencia, consistentes estos últimos en el sueldo del Médico Municipal, medicinas para los pobres y enfermos, socorros y la conducción de dementes a los hospitales, los de conservación del Mercado, del Matadero, del Cementerio, del Corral del Consejo, etc, para su mejor explotación, el alumbrado de Calles y Parques de la Ciudad, y la preocupación de que le quedara alguna cantidad sobrante para casos de calamidad pública.
Ingresos que solo se obtenían de la expedición de Patentes de Licores, en las rentas fijadas a las fincas urbanas de la Ciudad, en los subsidios industriales, en los productos del Matadero, del Mercado, del Corral del Consejo y del Cementerio local, en la mercedación de solares, pesas y medidas, tarifas de locomoción, espectáculos y bailes públicos, etc., no pudiendo contarse con una gran fuente de ingresos como lo eran las contribuciones sobre fincas rústicas del término, que nada le producía, tanto por el estado de destrucción en que habían quedado por la guerra del 1895, por la cantidad de Haciendas Comuneras y por la falta de listas cobratorias, que no se terminaron sino hasta el año 1913.  
Presupuestos anuales del Municipio y Tarifas de impuestos


Los presupuestos anuales eran de larga tramitación. Su confección se debía a los Tesoreros Municipales, quienes lo pasaban al Síndico del Cabildo, luego se ponía a la vista del público por el termino de diez días, después se pasaba a las Juntas Municipales, a la Comisión de Presupuestos, al dictamen y aprobación del Cabildo y finalmente a la Secretaria (o Ministerio) de Hacienda para su aprobación definitiva.
Consistían esos en modestos presupuestos, ascendiendo el de 1900-1901 a la cantidad de $ 21 477,82;
el de 1901-1902 a la cantidad de $ 18 148.26;
el de 1902-1903 a la de $ 21 375.26;
el de 1903-1904 a la de $ 21 743.40;
el de 1904-1905 a la de $ 20 603.31;
el de 1905-1906 a la de $ 23 767.54;
el de 1906-1907 a la de $ 24 996.44;
y el de 1907-1908 a la de $ 29 602.12;
observándose que en los anteriores de 1898 a 1900 habían sido mayores los gastos que los ingresos, y que en el de 1900-1901 se habían dejado de pagar $ 4 719.82; en el de 1901-1902 la cantidad dejada de pagar ascendía a $ 608.67; y en el de 1903-1904 ya les quedó un sobrante de $ 124.35 y que a fin de aumentar las recaudaciones anuales regularon las Tarifas de Locomoción, que consistían en las Carretas destinadas al tránsito mercantil y en los coches y volantas destinadas al servicio público de pasajeros y que el Gobierno local luchó con el Estado, que les exigía cantidades para las Inspecciones Sanitarias, la Asistencia Médica, la Recogida de Basura, el Riego y Desinfección de Calles y las Medicinas para Pobres y Dietas de Enfermos y hasta para pagarle a los acreedores del Municipio anteriores al 1898 que les reclamaban las cantidades dejadas de pagar por los Cabildos de la Colonia.
Los acreedores del Municipio de cantidades dejadas de pagar por los Cabildos de tiempos de la Colonia


En el caso anterior formularon sus cuentas, entre otros, el Dr. Eduardo Perri, Julián Corral, Luís de Fuentes, Cándido Ponce de León, Mariano Santiésteban, Eduardo González, Teresa Urgellés, etc. En las reclamaciones de estos ciudadanos intervino el Representante de España en la Isla. El Cabildo reconoció el futuro pago de esa dicha deuda que ascendió a la cantidad de $ 12 141.73
Solicitudes de terrenos al Cabildo


Por las Actas del Gobierno local nos enteramos que Cayetano Freixas solicitó terrenos para edificar una pequeña ciudad de cien casas modernas que los inquilinos podrían adquirir en cortos plazos;
que Jeans L. Martin, como Apoderado de la Junta de Misiones Extranjeras solicitó permiso para la construcción de una iglesia en el solar de la calle de Agramonte, esquina a Libertad;
que E.W.Penny, en su carácter de Ministro de Iglesias Metodistas, solicitó el solar abandonado de la calle de Maceo, entre Aricochea y Cables, para la construcción de una Capilla Metodista y un Colegio para niños de ambos sexos “con todos los adelantos de la ciencia pedagógica”;
que Francis Bramham Pigby pidió terrenos para instalar una Planta de Alumbrado Eléctrico, Fábrica de Hielo y Talleres de Aserrío, los que pasarían a la propiedad del Municipio a los cincuenta años de explotación, vendiéndose el hielo de dos centavos la libra y costando al público una lámpara de 16 bujías: $ 1.25 mensuales;
que Antonio Aguilera Ochoa hizo la misma petición para una Fábrica de Hielo, con la exclusiva de su venta por los primeros cinco años y costando su hielo a un centavo la libra;
que Heliorodo Luque Pupo y Antonio Masferrer hicieron la misma petición;
que don Pedro Rodríguez Fuentes solicitó un lote de terreno existente entre el río Marañón y las calles de Aguilera, Frexes y Fomento y que esa petición hizo discutir al Cabildo si estaba o no facultado para subastar o arrendar terrenos de su Dehesa, y que dichas discusiones dieron por resultado que en definitiva le arrendaron a dicho ciudadano el terreno solicitado por quince años siempre que pagara el canon anual de $ 10.00 por caballería, (por lo que don Pedro nada más tenía que abonar al cabildo $ 0.75 anuales al sólo tener el terreno arrendado una hectárea y un poco más), para que allí instalara una Fábrica de Hielo y Aserrío pero con la condición de que hiciera la construcción antes de que transcurriera un año de la concesión. (Por desordenes del Cabildo ese terreno quedó definitivamente en poder de don Pedro).
Se sabe por las mismas Actas del Gobierno que Pedro Fuentes Roca solicitó permiso para instalar en El Llano una glorieta (o estadio, diríamos hoy), para el juego de pelota. El gobierno accede a la petición pero haciéndole saber al Sr. Fuentes que sería desalojado cuando esos terrenos fueran a usarse para el ensanche de la Ciudad;
Que el Gobierno Municipal solicitó al Estado los terrenos donde estaba enclavada la Cárcel Pública, propiedad del Municipio, para la instalación en ella de las Escuelas Públicas de la Ciudad;
Dependientes del Comercio gestionan y consiguen que los establecimientos cierren los Domingos y demás días festivos.


Por las mismas Actas del Ayuntamiento se sabe que los Dependientes del Comercio local habían gestionaron que los establecimientos comerciales donde trabajaban cerrasen sus puertas los Domingos y demás días festivos, no sin la protesta de sus dueños, estos últimos por medio de don Saturnino García. Estimaban los dueños que la solicitud de sus Dependientes era perjudicial, aunque “no para ellos”, dijeron, sino para el público consumidor, y sobre todo para los “guajiros que solo nos visitaban en ese entonces los Domingos”. Finalmente los dependientes consiguieron en el año 1910 que los establecimientos comerciales cerrasen sus puertas todos los días a las ocho de la noche, excepto los sábados y vísperas de días festivos en que podían estar abiertos hasta las once de la noche.
La Policía Municipal o de Seguridad


Rodolfo de zayas fue el Jefe de la Policía Municipal o de Seguridad. Sustituye a este don Luís Melendreras, encontrándose entre sus miembros José Molina Rueda, Rufino del Toro, Rodolfo Algeciras y José Mestre.
Hospital Civil


El Dr. Vicente Gómez Bulté era el Director del Hospital Civil y el Dr. Rodolfo Socarrás nuestro Médico Municipal, siendo sustituido años más tarde por el Dr. Humberto Manduley Salazar.
Tesorero Municipal


Fue por años el Tesorero del Municipio don Juan Angulo Rodríguez. Cuando aquel renuncia ocupa el cargo don Miguel Ignacio Aguilera Feria.
Arquitecto Municipal


Ese cargo lo ocupó don Atanasio González de Riancho, pero se sabe que fueron arquitectos municipales interinamente Leopoldo Betancourt Santa María y Pedro Fuentes García.
Otros puestos municipales


Francisco Cabrera Zorrilla era el encargado de la limpieza del Mercado de Abasto; Juan de Fuentes el Farolero Municipal; Leonardo Rubio el Jardinero del Parque Martí (Luego Parque Julio Grave de Peralta o de Las Flores), Juan Barrera, encargado de la extracción de basuras; José R. Feria Sivori se desempeñó como Secretario de la Administración Municipal hasta que renunció por ser nombrado Oficial del Juzgado de Primera Instancia; Cándido Ponce de León fue el Contador del Municipio y Belisario Álvarez Céspedes el registrador de la Propiedad en la época en que a ese Registro correspondían las inscripciones de las fincas de los términos de Holguín, Gibara, Puerto padre y Mayarí. Por su parte Rodolfo Fox Manduley era el encargado del Registro de la Propiedad.





19 de enero de 2012

Juvenal Barocela Ricardo, el da Vinci de Antilla, Holguín, en Cuba


A partir de datos obtenidos de: 
Julio Labrada Enoas (Historiador de Antilla) e Ivonne Pérez Jardines.
Fotos aportadas por: Pedro Silva

Amables lectores esta es una historia absolutamente real que nada tiene que envidiarle a aquellas imaginerías de Félix B. Caignet al darle vida al más famoso médico de Cuba, “Albertico Limonta”: Por cierto, la lectura que amablemente ahora inicias habla de un médico y de otro médico, pero, ni siquiera una fotografía para conocerle el rostro. 

Juvenal Barocela Ricardo nació en el Esterón, en Cayo Mambí el lejano 18 de junio de 1885, hijo de Aquilino Barocela (Capitán sanitario del Ejército español), y de Petronila Ricardo. 

Niño todavía, escucha a su padre conversar a su padre, constantemente, con Eduardo Macías, que fue el primer médico que tuvo Sagua de Tánamo. 

Ahora Juvenal ha cumplido sus primeros 15 años. Nada estaba previsto que así ocurriera, fue una soberana casualidad. Juvenal está en una de sus acostumbradas visitas al doctor Macías y de pronto llega una paciente. De verla nada más el médico sabe que será el de ella un parto difícil y necesita alguien que lo asista. Usted ha preguntado sobre estos asuntos, le dice Macías, espero que recuerde lo que le he dicho. Lo recordaba y también los que decían los libros del padre, que Juvenal ha leído. 

Leyendo, oyendo, así se hizo médico el que nada más alcanzó el título de autodidacto. 


Juvenal Barocela llegó a Antilla por primera vez en 1909, ya había cumplido 24 años de su edad. Pero no se queda esa vez. Tres años después regresa, allí fija su residencia y nunca más vuelve a irse. En Antilla muere 64 años después, cuando ha cumplido 91 años de su edad.



Su primer trabajo en Antilla es como Inspector de Aduana al frente del Departamento de Inmigración, y Barocela está más feliz que nunca: desde el puesto que desempeña tiene acceso a todas las personalidades que en los grandes trasatlánticos visitan la enorme bahía de Nipe. Y tan valiosos servicios presta que lo reconocen con un viaje alrededor del mundo, pero él es hombre de ver el mundo llegar, solo de eso, no de embarcarse por esos rumbos: no acepta el premio pero lo agradece y sigue leyendo de medicina, que es su pasión.

En la época de Juvenal Barocela, existían en Antilla dos médicos, Francisco Plá, que es responsable de comprobar la salud de quienes entran por el puerto, y el Dr Germany, que atiende a los vecinos. Lamentablemente no hay dentista (odontólogo). Pero Juvenal había alcanzado experiencia en esa ciencia, y por otro lado es un sueño que puede realizar, de ahí que instale un gabinete en la mismísima oficina de Inmigración, donde atiende a viajeros y a vecinos. Y tan satisfechos están todos que muy pronto el “médico” adquiere fama y una muy numerosa clientela. 

Y cuando hace falta más que un buen “saca muelas”, Juvenal hace curaciones y hasta actúa como anestesista. 

El 29 de diciembre de 1918 contrae matrimonio con doña Lutgarda Cross Laffita, mujer paciente y bondadosa que será la compañera eterna de Barocela y su mejor enfermera.


Libros siempre tuvo, que leía hasta tarde en la noche. Los temas son varios, biología, anatomía, historia, artes, lenguas extranjeras. Con los marineros que llegan constantemente Barocela consiguió dominar casi a la perfección el inglés, francés, portugués, alemán, noruego y griego. 

Donde se comienza a hablar de quien no se llama “Albertico Limonta”, pero que igual que aquel de ficción, llegó a ser un notable médico.

Por necesidad de esta narración llevaremos a Barocela a Cayo Mambí otra vez, antes de irse definitivamente al pueblo de Antilla. Un día el lector impenitente iba camino a su casa, y en eso ve un hombre que le estaba pegando brutalmente a un niño. Juvenal interviene. El hombre está verdaderamente cansado de lo que considera malacrianzas del chiquillo. Sin pensarlo Juvenal le da la solución que el padre necesita: si le da el muchacho, dice, él lo educará.

Con el lloroso crío de la mano vuelve Juvenal a su casa y allí le da comida, hogar y una esmerada educación durante años. Así Julio Romero, que así se llamó el muchacho, se convierte en inseparable de Juvenal y con él se muda a Antilla. Uno en un sillón, el otro en otro: los dos leen sin cansarse y muy pronto el muchacho se convierte en un eficiente tenedor de libros y comienza a trabajar.

Enterado de la buena situación en que ahora está su hijo, el padre de Julio Romero va a Antilla y le reclama a Juvenal que le devuelva el muchacho. Nada puede hacer ante los derechos del padre, solo verlos ir. Pero al día siguiente Julio regresó después de fugarse de la casa, y le pide amparo a Barocela. La ley de la Patria Potestad es tajante y nada dice cuando el padre que reclama al hijo es un explotador. Si el padre de Julio vuelve, Julio tendrá que irse aunque ninguno de los dos quiera separarse. Barocela está al borde del desespero y por eso decide lo que decidió. Esconde a Julio Romero en la bodega de un barco noruego que mañana se marcha y les pide a unos amigos que cuiden del niño.

Al principio se carteaban incesantemente, pero la distancia pudo más… cesa el puente que los unía. Ninguno sabe más del otro por los siguientes 30 años. ¡Treinta años! (Después que transcurran la ALDEA retomará esta “subtrama”).

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Al gabinete dental de Juvenal Barocela Ricardo allá en Antilla acudía sin interrupción una fila  pacientes. Este se quejaba que estaba perdiendo la visión de un ojo y “el médico” le examinaba las encías. Sin creer que una cosa tuviera que ver con la otra, el paciente se hacía la radiografía que Juvenal le recetaba y, oh, milagro, el médico había dado con la causa de la maleza: una muela oculta dentro de la encía estaba provocando la pérdida de la visión. 

Otra vez su intuición volvió a darle la clave que hasta ese momento nadie en el mundo había imaginado, pero antes tenía que estar seguro. Y para estarlo Juve (como le decían en Antilla quienes le querían, esto es, toda la población), pidió al Hospital del central azucarero Preston que le facilitaran el apéndice de un operado, entonces extrajo el humor (pus) y, era cierta su hipótesis: el pus del apéndice era similar en todo al de la piorrea (enfermedad de las encías). Y entonces fue que con seguridad aconsejó a todos los enfermos de piorrea que se extirparan el apéndice si es que se querían curar, de eso estaba seguro. Pero ninguna publicación especializada de la época iba a tomar en serio a un aficionado, y Barocela guardó su descubrimiento.

Como comúnmente ocurría en las oficinas de Inmigración del puerto de Antilla, los doctores Plá y Germani en conversación con Juvenal le hacen saber que el profesor de la universidad de La Habana y miembro de la Academia de Ciencias de Paris, doctor Wells, iba a presentar un trabajo sobre la piorrea que, consideraban ellos que representaría un verdadero triunfo para la medicina y un gran beneficio para la humanidad. Pidió Juvenal más información y los amigos le leyeron lo que publicaban en la prensa. Juve oyó atentamente y finalmente le dijo a sus amigos: “Les aseguro que desafortunadamente el Dr. Welles no triunfará porque la piorrea no es una enfermedad local sino un síntoma que produce un estado patológico del organismo…”

Dieciocho años después desde La Habana el Dr. Plá le envía a Juvenal Barocela desde La Habana la edición del 15 de febrero de 1930 del  periódico francés Le Siele Medical, en el que aparecía un artículo con el título: “NOCIONES ETIOLOGICAS NUEVAS SOBRE LA PIORREA ALVEOLO-DENTARIA”, y a continuación un subtítulo que decía: “La piorrea no es una enfermedad local sino un sintóma que produce un estado patológico del organismo”. El Dr. Plá había subrayado el subtítulo y al lado escribió: “Parece que esto lo escribió usted, Juvenal”.

Una mañana irrumpieron en el Gabinete Médico de la Oficina de Inmigración del puerto de Antilla varios hombres que traían un empleado de los ferrocarriles al que un tren acababa de aplastarle un brazo y una pierna. Juve propuso que llamaran a uno de los médicos titulares, pero ninguno estaba en el pueblo. Haga algo, le dicen los desesperados, pero Juvenal Barocela no tenía enfermera alguna a mano, tampoco sangre para trasfundir al que casi está al morir, y para colmo de males, el médico no tiene ningún aparato regulador que lo guíe. Pero aún así Juve amputa la pierna y el brazo con la única ayuda de un amigo del accidentado que le sujetaba la careta para el anestésico. El hombre se salvó y los amigos dijeron que fue Dios quien guió al médico al cortar, pero sus colegas dijeron que fue el inteligente juicio de Juve quien le señaló el lugar exacto.

Otra vez Juve se ve en la necesidad de socorrer a un hombre herido de catorce machetazos que casi lo matan. Mandó el médico que pusieran a hervir mucha agua y que le buscaran sábanas, hilo, aguja y sal. Cuando tuvo todo procedió a realizar la curación. (¡En una de las heridas tuvo que darle 74 puntos!), pero no era esa la peor de las heridas, era la peor la que casi abría el cuello y que había provocado que salieran los tendones y venas y que la oreja pendiera de un hilo… también esa la cerró el médico y la vendó. Luego mandó que le  mantuvieran los vendajes húmedos con sueros fisiológicos (que él mismo preparó). Asombroso, dicen, fue comprobar que cuando el médico retiró los vendajes la herida estaba prácticamente curada.


Cuando llega a Cuba una Comisión con el encargo expreso del Colegio Médico colombiano de visitar a todos los médicos autodidactos para someterlos a exámenes y legalizar sus títulos, (por cierto esta Comisión ya había hecho en otros lugares de América lo que ahora era una oportunidad para los cubanos). Sus amigos sugirieron a Juvenal Barocela que se presentara, ninguno de ellos tenía la menor duda de que saldría con excelentes puntuaciones. Pero Juve creyó que hacerlo era una ostentación y rechazó el ofrecimiento diciendo que “él no había pasado por la Universidad y que por tanto no merecía tener título…”


No solo en medicina fue Juvenal Barocela Ricardo una genio, sino que también lo fue en otras ramas: era él quien arreglaba la locomotora que arrastraba los carros de caña al central cercano.

En la década de 1960 un amigo le comenta a Juve que la nueva dirección del país tenía entre sus planes hacer algunos arreglos en la bahía de Nipe para mejorar la navegación marítima pero que necesitan datos. Es Juvenal Barocela quien aporta los datos que se necesitan de forma minuciosa, detallada… Por cierto, no demoró en llegarle la respuesta de agradecimiento firmada por el comandante Ernesto Che Guevara. 



Asimismo Juvenal fue buen farmacéutico. Él mismo creó fórmulas para hacer medicamentos que curaban afecciones dermatológicas. Por cierto, la ALDEA llamó a la farmacia de Antilla y le confirmaron que aún hoy esos preparados se siguen haciendo con la receta dejada por Barocela, quien, también, era experto en la confección de prótesis dentales y de aromáticos perfumes con los que obsequiaba a sus amistades. (Por su modestia nunca patentó ninguno de sus inventos).

Al estudio de la historia del arte dedicó muchas horas de estudio. Dicen quienes le conocieron que poseía tal caudal de conocimientos sobre lugares de todo el mundo como si los hubiera visitado.

La filatelia era uno de sus entretenimientos. Llegó a poseer 45 mil sellos de varias partes del mundo y la colección completa de sellos emitidos en Cuba hasta poco antes de su muerte. También jugaba muy bien al ajedrez, sin embargo nunca aceptó competir en ninguno de los campeonatos del municipio, pero sí le gustaba ganarle a todos los campeones municipales.

Con virtuosismo tocaba la guitarra y el violín, e incluso, ocasionalmente interpretaba en público piezas con esos instrumentos… Por eso su hogar era punto obligado de la mayoría de los artistas que visitaban el pueblo: Vicente Golava, guitarrista español, Luis Suárez, poeta cubano, Sindo Garay, Blanquita Becerra, Libertad Lamarque (quien estuvo en su casa en 1946), Tito Guisart… 

Dicen que su biblioteca era la más copiosa de Antilla, sobre todo de literatura médica, pero también sobre las grandes culturas de la humanidad. Nadie en el pueblo tuvo una colección mayor de Enciclopedias. Y dicen que Juve también poseía objetos de arte muy valiosos, de los que él conocía cada detalle: eran estos objetos figuras de porcelana fina, de maderas preciosas, de bronce, de plata. Incluso, algunas de esas figuras fueron confeccionadas por él mismo. Igual Juve fue un ebanista excelente: por ahí quedan algunos muebles de diferentes estilos por él confeccionados.

Y si ya no fuera suficiente para probar que la ALDEA ha dado con la historia de un muy singular personaje del que lamentablemente no tiene siquiera una fotografía para conocerle el rostro, hay más. Juvenal Barocela Ricardo fue un coleccionista furibundo de relojes, sombreros, lámparas, mesas, sillones, buroes. Y ya es mucho para alguien, no lo era para el versátil mundo de don Juve, todavía él consiguió tiempo y talento para la pintura y la caricatura. Esta última la ejercía en el circulo de sus amigos más allegados.



Donde reaparece el niño maltratado ahora tan médico como Albertico Limonta (y después dicen mal de Félix B. Caignet).

Ya habían pasado más de treinta años desde la última vez en que Juvenal y Jorge se despidieron. Si recuerdan bien el muchacho se había fugado en un barco griego con la ayuda de Juve. Hacía años que no se escribían. Y un buen día invitan a Barocela a una reunión a la que concurrieron altas personalidades de la medicina de diferentes partes del mundo y… oh, milagro!!!. Allí estaba él, Julio, ahora un respetado profesional de la medicina.

Un día funesto Juvenal se percata de una molestia en la lengua. Podía ser la prótesis dental que lo estaba lastimando, pensó, y se dedicó a hacerle algunos arreglos. Pero la molestia persistía. Entonces comenzó a tratarse el mismo: se observó detenidamente… y lo descubrió que la molestia se la provocaba una afección casi insignificante. Se aplicó una pincelada con un producto por él mismo creado por si la afección era el inicio de una tumoración maligna. Con eso tendría, estaba seguro. Pero la afección creció. Otro cualquiera habría tenido dudas, Juve no. Él mismo hizo su diagnóstico: Leucoplacia de la lengua, provocada, dijo, por fumar excesivamente. Mandó a hacer una biopsia y mientras, para ir adelantando, se autodestruyó todas las papilas y las úlceras. (Era el 31 de diciembre de 1971).

Pero no tuvo mejoría, con el transcurso del tiempo la molestia crecía. Consulta médicos de la localidad y no queda satisfecho. Entonces acude al Hospital Lenin, de la ciudad de Holguín. Le mandan a hacer una nueva biopsia; el diagnóstico es el mismo hecho dos años atrás por el propio enfermo. 

Juve sabía que no tenía salvación y comienza a hacer los últimos y urgentes actos de su vida… los libros los dejó con él hasta el final. Cuando estuvo seguro que ese momento estaba muy cerca, donó su exquisita biblioteca al pueblo de Antilla. El 9 de junio de 1976 dejó de funcionar la casi perfecta maquinaria de su cerebro. Ese día, dicen en Antilla, murió el da Vinci del pueblo.


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