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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

21 de abril de 2017

La expedición del General Peralta



Vapor Hornet, primer barco de la marina mambisa

El Hornet fue un barco comprado por la emigración cubana. Después de una expedición que hizo a Cuba, cuando iba de regreso, las cañoneras españolas lo bombardearon. Por ese motivo lo llevaron a una bahía de Haití con el afán de repararlo.
A repararlo se dedicó el General Julio Grave de Peralta en los tres meses y medios que estuvo en Haití. Pero el barco era conocido de las autoridades españolas y tanto  que cuando llegó a Haití, a su lado se ubicó una cañonera española con el fin de perseguirlo a aguas internacionales si los cubanos lo ponían en marcha, y una vez en mar abierto volver a dispararle hasta hundirlo. Peralta lo sabía, pero no tenía otra opción.
En esa misión estuvo en Haití el General Julio Grave de Peralta por tres meses y también tratando de organizar a los hombres que debían trasladar la expedición que había pactado con la emigración, pero nunca llegó el dinero que desde Nueva York debieron girarle, y eso que de su bolsillo y del de su familia puso el general de Holguín una parte considerable. Por la falta de recursos no pudo contratar a los marinos, y los pocos que reunieron se vieron en peligro al no tener con qué mantenerlos durante los meses que estuvieron esperando por la salida.
Mayor General y Vicepresidente de la República de Cuba en Armas Francisco Vicente Aguilera
A finales de agosto de 1871, con los últimos pocos fondos que le quedaban y un dinero que pidió prestado, pagó Peralta el vapor que lo llevaría a los Estados Unidos con el fin de entrevistarse con Miguel de Aldama, que era quien estaba al frente de la Agencia General de Cuba en la emigración. Pero ya al partir se entera que habían sustituido a Aldama por el Mayor General y vicepresidente de la República en armas, Francisco Vicente Aguilera, pero poco fue lo que pudo hacer el notable patricio bayamés. También a él le hizo la contra el General Quesada.
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Cuando ya el General Julio Grave de Peralta se había marchado de Haití y se había disuelto el grupo de hombres que debían embarcarse en el Hornet, la dirección de la emigración cubana, con Francisco Vicente Aguilera al frente, decidieron que el Hornet era un grave problema para ellos. Por un lado era demasiado conocido por los agentes españoles para burlar la implacable vigilancia a que fue sometido, y por otro, el barco  estaba envuelto en reclamos de marinos y consignatarias por supuestos salarios no abonados y gastos realizados por la embarcación. Lo ideal era venderlo lo más rápido posible, pero no era fácil encontrar un comprador en el empobrecido Haití; de ahí que se decidiera trasladarlo a Estados Unidos. El asunto era cómo salir de aquella gigantesca trampa en que se había convertido el puerto de la capital haitiana.
Francisco Vicente Aguilera y su fiel colaborador José Maria Mayorga se valieron de una treta. Inscribieron el barco a nombre del segundo, quien tenía la ciudadanía estadounidense. Entonces Mayorga se valió de sus derechos y pidió protección para la embarcación que era propiedad de un ciudadano de la poderosa nación norteamericana. Una unidad de la flota de los Estados Unidos escoltó al Hornet hasta alejarlo considerablemente de las aguas vigiladas por la escuadra española; pusieron proa a Baltimore, y como muy pronto se le agotó el carbón que lo hacía navegar a vapor, los marinos desplegaron las velas y así llegaron a su destino.
E inmediatamente que el Hornet bajó sus anclas en las frías aguas de la bahía de Baltimore, sobre él cayeron ejércitos de marineros que exigían que le pagaran supuestos sueldos no abonados y también consignatarias cobrando imaginarios gastos. Y para acabar de completar las desgracias, las autoridades marítimas de los Estados Unidos encontraron un sin número de  imprecisiones en la documentación y otros asuntos reales o ficticios que nos hacen pensar que el oro de los agentes españoles estaba haciendo el efecto que España deseaba en relación al barco.
Sobre el barco propiedad de la República de Cuba en Armas llovieron embargos, juicios y chantajes que hicieron estremecer la mole de madera y hierro en la que los cubanos pusieron tantas esperanzas. Felizmente la tenacidad de Francisco Vicente Aguilera y la astucia de su fiel ayudante encontraron cada una de las salidas airosas que se necesitaban para los muchos procesos legales que la justicia norteamericana puso a andar. Y para respirar en paz, en mayo de 1872 el Hornet fue vendido en 25 000 dólares.
Es posible que parte de ese dinero fuera usado en preparar la nueva expedición del General Julio Grave de Peralta, quien salió en junio de 1872 desde la bahía de Baltimore a bordo de un nuevo barco, el Fanny.
El dinero que de su bolsillo y del de la familia puso el General Peralta lo gastaron en otras cosas sin que actualmente se sepa en qué, mientras él estaba en Haití, creyendo en Miguel de Aldama, que le había prometido mandar todo lo que el General necesitaba para venir a Cuba. Y mientras la dividida emigración cubana lo zarandeaba de uno a otro lugar, el General tuvo que enterrar a su hijo Manuel, que nada más había alcanzado 9 años y que murió repentinamente sin que sepamos de qué, aunque casi seguro que fue de los males que el niño padeció en las maniguas cubanas antes de que lo sacaran hacia el exterior.
Allá en los Estados Unidos quedó el cuerpo del niño enterrado y el padre zarpó acompañado de 56 hombres y de mucho “parque” para la guerra. En la madrugada de San Juan, 24 de junio de 1872 desembarcó cerca de la Bahía de Nipe.  Y entonces ocurre lo inesperado: la muerte del General.
Según los biógrafos de Peralta, su hermano Belisario, coronel del Ejército Libertador, que en esos momentos estaba bajo el mando del general Calixto García, estuvo varios días en la Playa de La Herradura, esperando el desembarco del “Fanny”, tal como se había concertado con Julio. Pero en vista de que no llega la expedición, Calixto da la orden de que los hombres se retiraran de la costa y fueran a los campamentos cercanos a Bayamo y Jiguaní.
Cuando Julio llega ve que no lo están esperando y para colmo de males por una mala maniobra del capitán del Fanny, el barco encalla. El General ordena que bajen a tierra todo lo que traen y acto seguido incendia el barco. Se cuenta que el fuego es lo que llama la atención de una escuadra de españoles que estaba por aquellos contornos.  Casi de inmediato los expedicionarios y sus enemigos entran en combate. Casi todos cayeron en combate. Uno de los pocos sobrevivientes, el capitán Carlos Soto asistió en 1916 a la inauguración de la estatua del General en un parque holguinero de Holguín.
Capitán Carlos de Soto. Fotografía tomada de un diario holguinero en 1916
Hasta hoy, cuando la marea baja, se puede ver el esqueleto de la nave de Julio allí a poca distancia de la playa de la Herradura, como si fuera un buque fantasma.
Hijos, nietos y bisnietos del Mayor General Julio Grave de Peralta reunidos el 27 de junio de 1942 en torno a la estatua en Holguín que recuerda al General, con motivo de conmemorarse el 70 aniversario de su muerte. Al acto asistieron también autoridades locales y veteranos de la independencia. Se acordó cambiar la inscripción erróneamente que decía que había sido fusilado. Sin embargo la placa no se retiró hasta hace unos pocos años.
Playa La Herradura, Sagua de Tánamo, por donde desembarcó la expedición del General Peralta. (Todavía cuando la marea baja se puede distinguir el cadáver del Fanny)
Durante muchos años circularon en Holguín tres versiones distintas sobre la muerte de Peralta aquella mañana de San Juan de 1872. Según una de ellas Peralta se quitó la  vida al verse rodeado por los enemigos. Otra dice que los españoles habían logrado apresarlo y allí mismo lo ejecutaron ante un pelotón de fusilamiento. Incluso, por muchos años en la base de la estatua del General Peralta en el parque holguinero que lleva su nombre, existió una placa de mármol en la que se le veía ante el pelotón que lo había fusilado, pero hace unos años que esa placa fue retirada de donde estaba.
Por 1909 se publicó en España el testimonio de un tal Teniente Alsina, quien juraba que él mismo había “terminado de un tiro” al General después que este se había parapetado detrás de un árbol para pelear contra la tropa española que lo descubrió poco después de haber desembarcado en suelo cubano. Y toda la ciudad de Holguín se sorprendió por lo que había dicho aquel teniente español. Entonces un periodista y profesor de Holguín, llamado Nicasio Vidal Pita, publicó un folleto titulado “¿Cómo murió Julio Grave de Peralta?”. Dicho folleto estaba basado en las declaraciones del Teniente Alsina.
Leer: ¿Cómo murió el Mayor General Julio Grave de Peralta?

El General Julio Grave de Peralta en Haití preparando la malograda expedición del vapor Hornet


En vista de la difícil situación en las maniguas de Cuba, el general holguinero Julio Grave de Peralta pidió autorización para salir al extranjero y buscar una expedición con dinero que pondrían él y sus familiares. Una vez en Nueva York se reunió con el millonario cubano Miguel de Aldama, que era quien estaba al frente de la junta de emigrados cubanos, para que buscara los recursos que se necesitaban y a él le entregó todo el dinero que llevaba. Aldama le propuso que viajara a Cuba en el vapor Hornet, que estaba anclado en una bahía de Haití.
Este barco había servido para una expedición anterior, pero la marina española lo había enfrentado en alta mar. Herido gravemente, el Hornet fue llevado a la dicha bahía de Haití. Y detrás llegó un buque de guerra español y se le situó al lado, para que si los cubanos intentaban moverlo, seguirlo hasta alta mar y hundirlo.
Peralta sabía todo lo anterior, pero no tenía otra opción. Por eso viajó a Haití, sin dinero, porque todo lo que tenía lo había dado a Aldama para que comprara las armas y municiones. Tampoco el General podía pedir dinero para que lo pagara la Junta que presidía Aldama.


El vapor Hornet, primer buque de la marina mambisa

Domingo 4 de junio de 1871, dice el General Julio Grave de Peralta en su diario que a las cinco y media de la madrugada, salió para Port au Prince, que es la capital de Haití. Después de andar todo el día pasaron la noche en la casa de Mister Piti, y al amanecer salieron de allí y volvieron a caminar.
Lunes 5 de junio.
Desde las cinco y media de la mañana salieron de la casa de Mister Piti y anduvieron hasta las once, que fue cuando llegaron a la capital haitiana. Fueron directos a la casa del señor Fernández, agente de la revolución cubana en aquel país.
Entregó al Sr. Fernández las comunicaciones que le llevaba y después que aquel hubo de enterarse del contenido de ellas, tuvieron una conferencia de la que resultó que el Agente en Haití cree que pueden hacer alguna organización de los hombres que irán en la expedición. “Para eso, dijo, debemos ver algunos oficiales, para que sean ellos quienes se comprometan a ver a los soldados: cada oficial a un número de soldados”. Además opinó Fernández que hasta que no hayan comprometido a los soldados cubanos no deben informar nada al Agente General de Cuba en Nueva York, señor Aldama.
“Mientras se hacen esas gestiones yo deberé ir a ver un punto donde situar mi campamento y hacer venir a él a los expedicionarios cubanos a fin de que nadie se entere de su arribo a estas playas, así como los efectos que deban venir. Creemos que sea necesario hacer venir el mayor número posible de Cubanos desde cualquier parte en que se encuentren, puesto que aquí no podremos hacer todo lo que se deberá hacer para conseguir todos los hombres que necesitamos.
Los hombres que me acompañan los he mandado al Hornet para que allí sirvan en lo que sea necesario y útil.
Martes 6 de junio de 1871.
Fue a verme un señor que es el dueño de la hacienda en la que si lo aprueba, se levantará el cuartel de los futuros expedicionarios.
Francisco Javier Cisneros
Al día siguiente Peralta escribe a Aldama:
“Hoy hace dos días que he llegado a este puerto. Según me vi con el señor Fernández le entregue las comunicaciones de usted y del señor Francisco Javier Cisneros, más tarde tuvimos una conferencia de la que resulto que el señor Fernández cree que podemos hacer la organización, aun cuando no del número de hombres que yo esperaba y que allá tratamos. Hoy deberé tener una conferencia con uno o más oficiales de los que el señor Fernández tiene aquí que puedan servir y mientras esto suceda nada más puedo decirle sobre el particular. En esta misma semana o la entrante saldré para ver dos fincas y de estas escoger la mejor para establecer el campamento donde deben reunirse los expedicionarios que de Nueva York vengan, puesto que se hace indispensable el que así sea.
“Sin embargo de que en el articulo 4to de las instrucciones que usted me dio dice: que no contraeré compromiso que origine gasto alguno, ni por enganche, sueldo, manutención, etc, hasta que se me remita el dinero o carta de crédito que fuese necesaria para satisfacerlo, debo decirle para su conocimiento que es indispensable hacer algunos gastos, puesto que debemos ocupar hombres que bajo ningún concepto nos ayudarían si no reciben alguna recompensa que le ayude a sufragar los que ellos tengan que hacer, y aun nosotros mismos, Fernández y yo, tenemos que hacer algunos gastos y no tenemos fondos para ello. Por el City of Port au Prince[1], podré darle noticias detalladamente del plan que hayamos formado para llevar a cabo la empresa que aquí me trae y al mismo tiempo decirle a cuanto asciende el gasto que aquí deba hacerse. Mientras tanto disponga usted como guste de Su Seguro Servidor.
Peralta”.
Ese mismo también escribe a Francisco Javier Cisneros, que estaba en Suramérica reuniendo fondos para la expedición y que sería el jefe en alta mar de la dicha expedición del General Peralta.
Al Ciudadano Francisco Javier Cisneros.
“Creo que usted se ha fijado bien en las instrucciones que se me dieran concernientes a mi venida a éste puerto que en nada absolutamente se pensó en que se tenían que originar gastos indispensables, esto por cierto es bastante original y cosa que con disgusto me obliga a separarme un tanto de aquellas instrucciones pues es bastante necesario, como usted sabe, el gastar en todos los negocios y  mucho mas en el presente. El señor Aldama le dijo lo preciso que es que no se gaste nada y además, le explico la causa, y puedo asegurarle a usted, sin temor de equivocarme, que soy yo el primero que esa Agencia despacha sin pensar en que de alguna manera tienen que hacerse gastos, aun cuando solo sea para la subsistencia y a la verdad  esto es bastante sensible.
“Por lo que le digo al señor Aldama verá usted lo necesario que es hacer venir de esos estados a los expedicionarios que estén listos allá en los Estados Unidos; aquí  pueden estar, según estoy informado.
“El Hornet necesita de hombres que trabajen para concluir las reparaciones que usted sabe se le están haciendo a ese barco, los tubos que vinieron ya todos están colocados; creo que si los demás llegan pronto y con ello algunos operarios, el trabajo que falta será por lo menos de un mes, todo lo que le digo para que active cuanto esté de su parte. A primera oportunidad le diré lo que tenga hecho aquí. Mientras tanto mis afectos a los amigos y usted disponga como guste de su afectísimo amigo y servidor.
Peralta”.
Del diario:
Viernes 9 de junio de 1871.
Hoy temprano hemos salido Fernández y yo para vernos con varios dominicanos. Los vimos pero han quedado de venir a nuestra casa esta misma tarde. En esta misma fecha le escribo al señor Francisco Parreño a Jamaica para que se aviste con un ingles en “Puerto Santa María” y me diga si aun está dispuesto a ir a Cuba, y de ser sí, que me diga con cuantos hombres puedo contar y cuanto cuestan, dándome aviso por conducto del señor Fernández a la mayor brevedad posible. Le escribo también al señor Jesús de Feria, ayudante mío que está en Jamaica, para que me diga cuantos hay por aquella dispuestos a ir a Cuba.
Esta noche he tenido una entrevista con dos dominicanos y uno de ellos me ha ofrecido reunir ochenta hombres para ir a Cuba, mañana día diez por la noche sabré definitivamente si se puede o no contar con ellos.
Al siguiente día escribe el general que salió para ver a los dos dominicanos y han quedado sin falta alguna de ir a la casa del Fernández esa noche a las siete. Por estar esperándolos ninguna otra cosa ha podido hacer.
Martes 13 de junio de 1871.
Anoche estuvo en casa el señor Ezequiel, que es uno de los dominicanos que estuve esperando y he quedado con él de que vayamos a los campos de Santo Domingo para ver si podemos reclutar algunos hombres que deseen ir a Cuba. Este dominicano cree que algunos conseguiremos aunque no en número considerable.
Dice el General que el agente cubano en Haití, el Sr Fernández, es de la opinión de que vaya al campo dominicano. De todas formas y antes de salir para dominicana, el General fue a entrevistarse con otro dominicano llamado éste, Mejías para ver si quiere trabajar en la organización de los hombres. “Vi a este señor, dice el General, y me ha dicho que me dará razón más tarde sobre el particular. Otro señor dominicano me ha ofrecido ayudarme a la organización que hemos emprendido”.
El Sr. Fernández cree que el segundo dominicano podrá prestar una eficiente ayuda y el General es del criterio que lo verdaderamente urgente es ir a los campos dominicanos y ver si allí pueden reclutar los hombres que necesitan. Si consigue eso, dice, tiene que escribir inmediatamente a Nueva York, al Agente General, para que mande los hombres que de allá deben unírsele vayan para dominicana y no a Haití.
El día siguiente esperó Peralta a Mejías pero este no fue a verlo. En la noche supo que estaba enfermo.
Jueves 15 de junio de 1871.
Estoy en solicitud de caballos para ir a la costa de esta isla con el objeto de ver la finca que deberá servirnos de campamento para la organización de la expedición. No han aparecido hoy los caballos.
El Viernes 16 pudieron comprar un caballo, pero se necesita otro. “Hoy ha llegado a ésta el Ciudadano Antonio Hernández que viene de Jamaica y según me ha manifestado va para Nueva York en servicio de la patria. Por lo demás no ha ocurrido novedad alguna: por falta de caballos no hemos podido ir al campo a ver el que posiblemente sea el campamento de los expedicionarios”.
Tampoco el sábado consiguen cabalgadura por lo que el general y el agente cubano en Haití están varados en la ciudad sin poder hacer nada.
Domingo 18 de junio de 1871.
Hoy me ha dicho Ezequiel [el dominicano], que necesitaba hablar conmigo a consecuencia de tener algunos paisanos suyos embullados para ir a Cuba. además hoy se ha sabido por cartas que Bembeta[2] está en Nueva York. Lo dudo; sin embargo quizás pueda ser cierto.
Al día siguiente el General sabe de varios dominicanos que desean enrolarse en la expedición e ir a Cuba y además un granadino (y a lo que se refiere es a un colombiano). El martes lo pasan buscando un peón que le sirva de guía en su imprescindible viaje al campo, pero no lo encuentran. En vista de que no tiene otra cosa más importante que hacer, escribe una carta al cubano Francisco Bravo que estaba en dominicana:
“Mi muy estimado amigo. He recibido con el mayor placer su muy apreciable carta fecha 8 de este, alegrándome sobre manera de las noticias que de Cuba me da. Estoy seguro que con un poco de suerte haremos este año mucho más que lo hecho desde que estalló la revolución[3] como usted dice.
“Creo como usted que la expedición[4] que dejo Codina en la costa de Cuba seguramente está en poder de los patriotas pues de otro modo tuviéramos noticias contrarias.
“Yo he hecho y estoy haciendo todo cuanto esté de mi parte por ir oportunamente a Cuba y hasta mi llegada a este puerto no he tenido dudas de estar en aquella muy pronto; pero hoy después que me he visto con varios y tratado de organizar alguna fuerza, veo con disgusto que aquí no reuniré los hombres que usted y yo nos figuramos[5]. Sin embargo, como que algunos se pueden hacer venir de los Estados Unidos, creo que si usted en esa trabaja algo y reunimos siquiera cincuenta, más otros tantos que quizás aquí se consigan siempre haremos  un número de doscientos para la defensa y salvación de lo que yo debo llevar[6].
“Espero que sin perdida de tiempo me diga usted si se podrán sacar de ahí los cincuenta hombres que necesito y cuantos más o menos costara su enganche”[7].
EL jueves 22 de junio el General y el representante en Haití salieron para Gurice, que es un lugar de Haití. Dice el General en el diario que llegaron a las siete de la noche y que no encontraron allí al general que buscaban porque se hallaba en el campo.
Viernes 23 de junio de 1871.
Hoy no ha venido el general que es quien debe enseñarme el terreno que se debe escoger para la siembra de tabacos[8] y para  hacer venir de Nueva York los efectos y expedicionarios para Cuba.
Al siguiente día a las 9 llegó el general. Apenas hubieron almorzado Peralta hizo que salieran a ver el punto indicado. Lo hicieron y a las doce ya estaban de regreso.
“El sitio es a propósito pero pide el dueño (el general) de renta por más o menos una caballería, con una mala casa y algunas matas de plátanos y boniatos, ciento sesenta pesos al año. Quedamos en que él pasase a Puerto Príncipe. Una vez que venga y si hay dinero, entonces podremos hacer el contrato, sobre todo porque aunque un poco caro, el sitio es ventajoso para lo que se quiere”.
Al día siguiente el arrendador va adonde Peralta y conversan. Al cubano le gustó el lugar porque hay mucha facilidad de conseguir víveres y aunque no hay buena casa se pueden hacer ranchos para que vivan los expedicionarios, sin que importe que sean ranchos porque se supone que los hombres estén ahí poco tiempo. El problema es el precio del alquiler.
Dice Peralta que acordaron ver en Puerto Príncipe a un diputado[9] para ver si se consigue el terreno sin que cueste nada, y que en caso de no conseguirlo así se haga el acuerdo pero tratando que resulte más económico.
Los dos días siguientes nada pudieron hacer. Miércoles 28 dice Peralta que ha llegado una Goleta procedente de los Estados Unidos y en ella se transportaron los efectos que se necesitaban para la reparación del Hornet, también llegaron dos maquinistas, Nicolás Espin y Silva, un carpintero y un practicante, que se encargaran del barco.
El jueves escribe el General a Aldama:
Al Agente de la Republica de Cuba en los Estados Unidos de América.
“Creo que tendrá usted en su poder la mía con fecha 7 de éste, en la que le decía que por el City le informamos el señor Fernández y yo sobre el plan combinado para llevar a cabo la empresa que a ésta me ha traído. Hoy después de haber trabajado mucho en obsequio de la organización, nada absolutamente  hemos podido hacer a consecuencia del estado en que se halla la revolución en Santo Domingo; agregándose a éste las instrucciones que de usted tengo y en las cuales determinantemente se me marca que no debo originar gastos de ninguna clase, sin embargo, creo que según usted reciba ésta y se nos faculte o facilite recursos para hacer esos gastos necesarios, entonces podremos organizar lo que es nuestra misión. Por otra parte es necesario que la organización que usted preside consiga en los Estados Unidos cincuenta o más hombres. Los efectos y expedicionarios que deben venir de allá pueden enviarlos al pueblo de Miragoanes para que de allí vayan luego al embarcadero o puerto cerrado de Gran Goave, lugar donde se halla una pequeña finca que para el efecto hemos escogido, según instrucción suya. Espero que se nos de aviso de la salida de dichos expedicionarios.
“Bien me parece el que se haga venir de los Estados Unidos a todos los expedicionarios que sea posible puesto que por acá en Haití se nos presentan dificultades para hacer el numero que necesitamos. Por informes que recibo de Jamaica me figuro que allá nada más podremos reunir cincuenta hombres, mas o menos, inclusive diez o doce cubanos; espero que usted me diga si debemos o no aprovechar esto. El enganche según me han dicho no excederá de diez pesos por individuo.
“Antes de ayer han llegado a ésta los tubos y demás efectos que para el Hornet, todo sin novedad.
“Para las diligencia que he tenido que hacer aquí y para venir de Sant Thomas a ésta se han hecho algunos gastos de poca consideración y la cuenta le será presentada al señor Cisneros según nos veamos. Estos gastos  han sido indispensables y de poca necesidad. Sin más, espero que disponga como guste de su afectísimo servidor.
Peralta”.
Junto a la carta para Aldama incluyó el General otra para Francisco Javier Cisneros:
“Estimado amigo:
“El estado en que se halla la revolución de Santo Domingo dificulta sobre manera la organización de los hombres que necesitamos; estas circunstancias exige que usted, poniendo en juego todo el valor de su influencia para con el señor Aldama así como para todos los cubanos, trabaje para hacer venir de Estados Unidos a todos los que estén dispuestos a ir a Cuba, este será uno de los grandes servicios que usted prestará a la causa de nuestra querida patria y de la cual le estaré eternamente agradecido.
“Sin otra cosa de particular, consérvese usted bueno y disponga como guste de su invariable amigo que lo aprecia.
Peralta”.
El sábado 1ro de Julio el General Peralta y el representante de Cuba en Haití acordaron que el segundo saliera urgentemente para los Estados Unidos a entrevistarse personalmente con el Sr. Aldama. Y en la preparación del viaje estaban cuando al día siguiente ocurre una situación difícil, el primer maquinista del Hornet, el cubano Joaquín Aguiar, renunció. Dice Peralta en el diario que ha procurado él evitar que los abandone y que cree poder conseguirlo.
Jueves 3 de julio de 1871.
Hoy he hablado con José Ignacio Mora, jefe que ha sido de la revolución de  Santo Domingo, y ha quedado de ir a ver un número de hombres para ir a Cuba, trayéndome un presupuesto de lo que cuestan aquellos para su enganche. Debe contestar dentro de doce días.
Sábado 5 de julio de 1871.
Hoy le escribo a un cubano que está en el vapor español “Pizarro” como sargento, para que salga del vapor en caso de que esté dispuesto a prestar sus servicios en Cuba, según el mismo me había ofrecido en días pasados.
El buque de guerra español Pizarro permanecía en Puerto Príncipe en espera que el Hornet abandonará las aguas jurisdiccionales de Haití para apresarlo.
El 7 de julio escribió Peralta a Aldama nuevamente:
“Hoy mismo he visto al capitán del vapor Hornet. Este me ha asegurado que el vapor estará listo para salir dentro de quince o veinte días, siempre que para ello se le de la orden. Yo creo que con orden o sin ella estará listo, pues he visto los trabajos y según van, antes del tiempo que el capitán me ha fijado creo se concluirán, de modo que si sucede esto veo con disgusto que nuestra salida no podrá suceder a consecuencia de no estar la expedición del todo lista.
“El barco necesitaba de hombres que trabajen para concluir las reparaciones que usted sabe se le están haciendo, los tubos que vinieron de Estados Unidos ya todos están colocados; creo que si los demás llegan pronto y con ello algunos operarios, el trabajo que falta será por lo menos de un mes, todo cuanto le digo para su inteligencia y que active cuanto esté de su parte. A primera oportunidad le diré lo que tenga hecho aquí. Mientras tanto mis afectos a los amigos y usted disponga como guste de Siempre Amigo.
Peralta”.
Desesperado porque busca hombres que vengan a Cuba con él en el Hornet, sin conseguirlo, el General Peralta vuelve a escribirle a Francisco Javier Cisneros el mismo día de la carta anterior: “Con disgusto veo que el Hornet estará listo antes que la expedición que debe llevar a Cuba. Todo esto sucede, en mi concepto a consecuencia de las instrucciones que se me han dado; pues aunque bien es verdad que hay dificultad para conseguir lo hombres, es más cierto aun que la falta de recursos dificulta toda clase de negocio y esto lo comprende usted perfectamente.
“Yo espero en obsequio de la pronta ida a Cuba, haga usted todo cuando esté a su alcance para ver si logramos estar allá a mediados de agosto”.
El miércoles 12 de julio el general Peralta cita a junta a todos los principales patriotas cubanos que viven en Haití para, dice en la citación, tratar asuntos de suma importancia para el futuro de la patria.
Cuando al fin se reúnen el General avisa que desde su salida de Nueva York tenía entre sus hombres a un espía al servicio de España. Así fue como ocurrió: Ya en el barco que lo traería de Nueva York a Haití al General se le acercó el escritor Cirilo Villaverde para pedirle que trajera con él a un cubano y que no se preocupara por el dinero del pasaje porque aquel lo tenía; sin embargo cuando fueron a pagar este individuo nada más tenía una parte de lo que costaba el viaje, pero Peralta dio el dinero que le faltaba. Y ahora al General le avisaban desde los Estados Unidos que el individuo era un espía.
En el acta que se levantó el día de la reunión en la que se trató el asunto dice:
“(…) que manifestó el General Peralta que los había invitado con el objeto de acordar lo que debía hacerse con Manuel Beraza (que así se llamaba el espía), a quien el Agente General de la República de Cuba en los Estados Unidos, Miguel Aldama, lo denunciaba como espía del gobierno español.
“Dijo el General a los reunidos, además, que atendiendo a que el asunto es grave y a que no era prudente proceder si no lo más acertado posible, había escrito al señor Aldama para que por la vía más pronta y de una manera exacta le proporcione datos por los cuales se pueda resolver con la justicia que el caso amerita. Pero, dice, que como el señor Aldama no mandó las noticias que le pedían y sí una carta perentoria en la que le dice a Peralta que se deshaga de Beraza con suma habilidad. Pero, dice el General que ese señor ha trabajado mucho a favor de la expedición y que no quiere él ser injusto y por eso es que ha citado a los señores para que estos, con su buen criterio le aconsejen lo que debe hacerse. Pero antes, dice a los reunidos, debo advertirles que le he manifestado al señor Aldama que el señor Berraza ha estado separado de todo conocimiento de nuestros asuntos y vigilado para de este modo evitar resultados funestos, y que tampoco tengo prejuicio de cumplir exactamente la orden del señor Aldama si fuese necesario.
“Tomó la palabra el Sr, Fernández y dijo no tener objeción alguna en hacer lo que proponía el General Julio Grave de Peralta, pero que era impolítico el desprenderse violentamente de dicho individuo, a quien, como manifestó el General, debe vigilarse estrictamente; pero que él, como capitán Hornet, había empleado provisionalmente al señor Beraza antes de tener conocimiento de la acusación formulada por el Agente General, y por lo tanto se reserva el capitán el derecho de separar a Beraza de dicho buque cuando lo juzgue oportuno.
El acuerdo definitivo al que llegaron fue que vigilarían al espía y por ahora no se desharían de él.
Miércoles 19 de julio de 1871.
Ese día llegaron a Haití doce expedicionarios enviados por el Comité Revolucionario de Jamaica para sumarse a la que será expedición del Hornet.
Al siguiente día Peralta escribe al representante de Cuba en Haití:
“Distinguido conciudadano:
“Ayer han llegado a este puerto doce expedicionarios que el Comité revolucionario de Jamaica ha creído conveniente enviar para el número de la expedición que debe llevar a Cuba el que suscribe y como para la estancia de estos individuos aquí durante el tiempo que sea necesario se hace indispensable hacer gastos, los cuales no puedo sufragar por carecer de recursos, espero que usted como agente de nuestro gobierno en esta tenga la bondad de facilitarme lo que fuere preciso a condición de que después de dar cuenta al Agente General de Cuba en Nueva York, ciudadano Miguel de Aldama, se le haga a usted el abono de la cantidad que haya gastado”.
Otro conflicto que se le presenta a Peralta es que los hombres que ya estaban en Haití esperando que el barco esté listo y que lleguen las armas y municiones para trasladarlas a Cuba, quería ir de paseo a la capital de Haití, lo que ponía en peligro la expedición. Estos hombres paseando en masa, llamarían la atención de la inteligencia española en Haití, por lo que el General se comunica con el capitán del barco al que le pide que ponga mano dura y no deje que ninguno salga de la finca donde viven a la espera de salir al mar.
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Transcurre casi todo el mes de julio. Por más que el General y sus colaboradores en Haití y Jamaica laboran incansablemente, el Hornet aún no queda listo y las armas y municiones no llegan, además de que todavía no está completa la nómina de hombres que necesitan.
Carta a Miguel de Aldama:
Día 28 de julio de 1871.
Al Agente General de la República de Cuba.
Distinguido conciudadano: El comité de Kingston deseosos de ayudarme en la empresa que usted conoce, han creído conveniente que los hombres que allí estaban esperando mis ordenes para venir a reunirse a este puerto, deben venir ahora, creyendo que la demora de éstos allá podía originar su dispersión. Pero no tengo recursos para atender sus necesidades, y ya los tengo aquí. Yo he creído este paso precipitado, pues para ello debieron darme aviso a fin de evitar la publicidad de su llegada. Debo advertirle que entre estos expedicionarios han venido dos que me acompañaron de Cuba a Jamaica siendo uno de  ellos Comandante y otro que ayudó a llevar la expedición de Codina y que regresó con una comisión del gobierno, los cuales tenían hechos algunos gastos que están incluidos en los trescientos pesos que necesito.
“Deseo mucho que Francisco Javier Cisneros pase a ésta donde se hace necesario sobremanera, para emprender trabajos que hacen falta y que por carecer de recursos no están hechos.
“Ya el día 23 pasado hizo dos meses que salí de esa. Crea usted Aldama que si no estuviera tan satisfecho de su patriotismo y honradez, creería que al disponerse que saliera de esa para ésta se hizo con la idea de deshacerse de mi; pues ni aun siquiera se pensó en que para mi permanencia aquí se necesitaba de recursos; a no ser que me considerasen con fondos suficientes, sin que tuvieran fundamento alguno para creerlo así. La impaciencia y el deseo de cumplir con mi deber es lo que me hace expresarme en estos términos pero crea usted firmemente que siempre estoy más dispuesto a prestar mis servicios sin sacrificio alguno me lo impida: así quede satisfecho de que no le culpo absolutamente en nada y que es usted siempre el patriota y distinguido sirviente de nuestra querida Cuba, que ocupa un lugar de gratitud en mi corazón.
“La prolongación de la permanencia mía en este lugar, de la manera que le tengo ya dicho, compromete el buen éxito de la pequeña organización de hombres que tenemos, pues hasta cierto punto pueden dudar los individuos que esperan por nuestro aviso y marcharse. Si perdemos estos hombres no se yo cómo conseguir otros. Y con especto al individuo que vigilamos, nada absolutamente hemos podido notar que nos haga dudar de su buena fe, sin embargo yo siempre dispuesto a cumplir exactamente su indicación y puede usted estar seguro de que no nos hará daño alguno, pues para ello tengo tomadas todas las medidas convenientes”.
A la espera de comunicación desde Nueva York queda el General Peralta en Haití pero nada nuevo ocurre durante los siguientes quince días.
10 de agosto de 1871.
“Se ha dado un incidente en el campamento. He encontrado ayer en esta ciudad a Juan Ortiz y a Pedro Blanco, buscando a Vicente Julio con el objeto de tener un desafío el  segundo con el último; les reprendí encargándoles que no volvieran a pretender tal cosa y que se retirasen del campamento. Esto fue causa para que los dos primeros escandalizasen en el cuartel con palabras de amenazas manifestando que no tenían que estar sometidos a orden absolutamente de nadie. Lo que hicieron y dijeron en el campamento me lo hizo saber por un parte el Comandante Jesús de Feria jefe de aquel campamento.
“En vista de lo ocurrido pasé a dicho cuartel y amonesté a los susodichos dos ciudadanos habiéndome manifestado Blanco que él no había querido faltar en nada y que por consiguiente esperaba ser dispensado, sucediendo todo lo contrario de parte de Ortiz el cual me manifestó terminantemente y delante de todos los presentes, que no pensaba seguir a mis órdenes por lo tanto era por gusto que diera orden alguna relativa a él; todo esto fue a consecuencia de haber dispuesto pasase al Hornet en calidad de arresto para castigar de algún modo la insubordinación que había demostrado y evitar con ello otros resultados mas funestos.
“Lo siguiente es lo que he ordenado al jefe del Campamento, Comandante Jesús de Feria: Haga usted que se le de exacto cumplimiento a mi orden de que el ciudadano Juan Ortiz sea encerrado en el Hornet sin que haya excusa alguna para que esta disposición sea incumplida. Y de no aceptar el ciudadano Ortiz mi disposición éste será inmediatamente separado del grupo de hombres debiendo procederse a formarle una sumaria por insubordinación y para cuyo expediente comisionará usted al C. Lacret, dándome cuenta del resultado. Firmando. General Peralta”.
El lunes 28 de agosto hacía tres meses de la llegada de Peralta a Haití y nada de lo prometido por Aldama se había cumplido. Todo hacía indicar que era en balde el trabajo que el general y sus cercanos colaboradores siguieran emprendiendo; por tal motivo Peralta tomó la decisión de partir de inmediato hacia Nueva York: era preciso reunirse con Aldama y dejar en claro la situación.
Carta del General Peralta a su ayudante el Comandante Jesús de Feria, quien deberá quedar en Haití mientras él estuviera de viaje por Nueva York.
Al C. Comandante Jesús de Feria.
“Distinguido comandante:
La buena marcha de mi empresa me ha obligado a salir de este país por algún tiempo. Al separarme por breve tiempo de usted lo hago confiado en el patriotismo de todos. Espero que a mi regreso no haya novedad entre los bueno hermanos y compatriotas que en tan buena armonía dejo en ese campamento. Tenga usted la bondad de manifestar a todos esta decisión y decirles que pronto me reuniré a ustedes para llevarlos a nuestra querida Cuba; tratando de guiarlos por la senda del honor. Las noticias que últimamente hemos recibido de Cuba son todas de triunfo, por lo que deberá en nosotros crecer el deseo de auxiliar a nuestros valientes hermanos que allí sostienen nuestra independencia. Mientras regrese reciba usted Comandante la mayor consideración de su buen amigo y compañero
Peralta.
Patria y Libertad”.
En el diario ese mismo día anotó el general: “Salí de Port au Prince el día 1 de septiembre y he llegado hoy a Kingston, capital de Jamaica. Después de una larga conferencia con el Agente de Cuba en ésta he resuelto de conformidad con aquel, comunicarme con la agencia general y otros residentes en la ciudad de Nueva York.
En Kingston alcanza al General una carta de José Maria Izaguirre, quien era Diputado de la República de Cuba en Armas y quien había salido de Cuba con él, ambos comisionados en llevar la expedición a Cuba. (Izaguirre estaba en los Estados Unidos reuniendo fondos para Cuba). Ese mismo día la responde:
“A José María Izaguirre en N. York.
“Mi muy estimado amigo:
“En momento en que estaba resuelto a salir para los Estados Unidos, impaciente de tanto esperar recibí la tuya por la que he tenido el disgusto de ver que los recursos que teníamos reunidos para llevar a cabo nuestra expedición han sido invertidos en gastos generales de esa agencia. No me he disgustado porque se halla gastado el dinero, pues se ha hecho en bien de Cuba, pero sí porque con ello se hace mas largo el tiempo para mi pronta ida a Cuba; sin embargo yo espero que tú, como me dices en la tuya, actives cuanto esté a tu alcance a fin de que esa Agencia disponga lo necesario para que se lleve a cabo con la mayor premura la empresa que hemos comenzado usted y yo.
“Creo que habrás informado a los señores Carlos Manuel de Céspedes y Francisco Vicente Aguilera de todos nuestros trabajos y por esta razón, al dirigirme a ellos, no soy muy extenso en mis explicaciones.
“En Haití no se puede hacer una organización grande, pero facilitándoseme los recursos necesarios, creo que inclusive entre los cubanos que hay dispuestos a ir a Cuba, se pueden reunir cien hombres por lo menos. Esto creo haberlo manifestado al Agente General señor Aldama de quien no he recibido aun contestación. La tardanza en nuestra expedición puede proporcionarnos disgustos de consideración, puesto que cada día se hacen más públicos nuestros trabajos. En este concepto no dudo que usted a vuelta de vapor me diga que su actividad ha logrado que se me despache de seguida enviándome los recursos para emprender los trabajos que usted conoce deben hacerse. Solo espero su contestación para determinar mi salida para Estados Unidos si así se cree conveniente. Y mientras tanto quedo de usted su más afabilísimo amigo y compatriota que de veras lo aprecia.
“Peralta.
“Patria y Libertad”.
Estaba el General a la espera cuando le llega la noticia que Miguel de Aldama había sido relevado de su cargo al frente de la Agencia General. Para que se pusiera en su lugar había viajado desde los campos de Cuba en armas el vicepresidente de la República, General Francisco Vicente Aguilera. Pero poco fue lo que pudo hacer el notable patricio bayamés[10]. A él también le hizo la contra el General Quesada.


[1] Era un vapor que hacia viajes regulares entre Haití y Nueva York
[2] Bembeta: General de Brigada Bernabé Varona Borrero. Nació en  Camagüey el 23 de noviembre de 1845. Se alzo en armas en 1868. Tomó parte en numerosas acciones militares en Camagüey y Las Villas. Partió hacia el extranjero enviado por el gobierno cubano para traer una expedición. Retornaba en la tercera expedición del buque Virginius cuando el barco fue capturado en alta mar. Conducido a Santiago de Cuba, el General Bembeta fue condenado a muerte y ejecutado el 4 de noviembre de 1873.
[3] Se refiere a la revolución que había estallado poco antes en dominicana.
[4] El coronel de la insurrección cubana Manuel Codina, con el apoyo del gobierno de Haití, organizó una pequeña expedición que desembarcó en las costas cubanas y que quedó en poder de los insurrectos.
[5] Sobre la cantidad de hombres que debían llevar las expediciones nos comentó el historiador José Abreu Cardet: Era ese un asunto bastante discutido por la emigración. Sin bien las primera expediciones llevaban una cifras muy desproporcionada entre los equipos  y los hombres, con el control que tenían los españoles del terreno adonde iban a producirse los desembarcos, cada vez se hizo mas necesario conducir un numero mayor de expedicionarios para  proteger los materiales de guerra que se transportaban e iniciar su traslado; el mismo Presidente Céspedes en su correspondencia aconsejaba esto. Por otro lado, muchos de los expedicionarios, entre los que se incluyen a una gran cantidad de extranjeros, hacían la travesía cobrando altas sumas y aún así llegaban hasta las costas, ayudaban en el desembarco y retornaban en el barco.
[6] Aunque nunca sobraban los soldados en los campos de Cuba, el interés de llevar hombres en las expediciones era para lo que dijo el General en su carta: para la defensa y salvación de lo que yo debo llevar.
[7] Enganche: salario que había que pagarle a los que llevaban la expedición hasta las costas cubanas.
[8] Obviamente no iban a sembrar tabacos, sino que eran esos los hombres que iban a transportar la expedición, pero, para evitar a la inteligencia española, se decía que a sembrar tabacos era a lo que se iban a dedicar.
[9] Significa eso que hacía contacto con políticos haitianos amigos del movimiento independentista cubano para que lo ayudaran. Y podía ser así en Haití y no en otros lugares, porque el gobierno de ese país se había mostrado favorable a la independencia de Cuba.
[10] Francisco Vicente Aguilera, quien había sido el iniciador de la conspiración cubana que estalló en octubre de 1868, puso el ya muy poco dinero personal que le quedaba de la que había sido su fortuna, las más grande del oriente del país antes de la guerra. Sin embargo casi todo fue en vano. Falleció en el extranjero.

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