LO ÚLTIMO

La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

7 de marzo de 2017

Calixto García. Biografía. 85


1897, Agosto 15
Calixto está realizando una concentración de las fuerzas cubanas que es posible, le dice a Estrada Palma, “por el envío de quinina” que ha recibido.
1897, Agosto 24
Gómez: “El General en Jefe debe ser Calixto García”
Carta de Máximo Gómez a Bernabé Boza:
“Si yo me creyera con pleno derecho de elector, a tomar parte directa en la política y organización interior de Cuba, la candidatura siguiente sería a que yo trabajaría en la Asamblea Constituyente: General en Jefe: Calixto García”.




Fue 1897 uno de los años de más cruel sequía y hambre en Cuba, pero ya para el mes de agosto y gracias  a la quinina recibida desde el exterior, se habían repuesto las tropas cubanas. Asimismo para entonces la lluvia y el verano habían llenado los hospitales enemigos de enfermos y los caminos se hacían intransitables, por lo que era casi imposible el envío de auxilios a una plaza.
Llegada a Cuba de la expedición traída por el general Roloff
A todo lo anterior se suma la llegada a Cuba de la expedición traída por el general Roloff…

Calixto ordena la concentración de sus fuerzas en el distante campamento de Curana. Luego en marcha de diez días recorre desde Baire hasta Mala Noche. Por doquier que pasa reincorpora enfermos que ya habían sanado.
1897, Agosto 24
“El Cantío del Gallo”
Calixto ordena la destrucción y quema del caserío “El Cantío del Gallo”, ubicado en la zona de la brigada occidental de Holguín “para la distracción del enemigo”.
Para ese momento el General ha nombrado a Mario García Menocal jefe accidental de la tercera división del primer cuerpo, mientras que al jefe de esa agrupación, general Rabí, le había ordenado llevar la artillería que estaba en sus escondites en Guantánamo.
1897, Agosto 26
Fuerzas de Calixto a tres leguas al sur de Las Tunas
En Curana, a tres leguas al sur de Las Tunas, están las fuerzas de Calixto. Ya ha llegado la artillería y también el general Vega con la caballería de Camaguey. Total: 1 317 hombres con cinco piezas de artillería. Rabí y Capote cuentan del ataque de Vicente García en 23 de septiembre de 1876: a filo del machete el victorioso león tunero Vicente García abrió los muros hasta entonces inexpugnables de Las Tunas.
1897, Agosto 27
Calixto en reunión de Jefes: “Apenas tengo mil hombres, pero con ellos puedo obtener mejor resultado que con cinco veces más, pues los enemigos se están muriendo a centenares”

Todos conocíamos los planes de nuestro jefe, pero tratábamos de ocultárselo, dice el coronel Lorié
Plan de la toma de Las Tunas

















En reunión de Jefes, Calixto expone su plan:
 “Preciso es ir a buscar a los españoles a sus últimos refugios. Apenas tengo mil hombres, pero con ellos puedo obtener mejor resultado que con cinco veces más, pues los enemigos se están muriendo a centenares: obligarlos a moverse es matarlos sin combate. Por todas partes abandonan campamentos y retroceden; procuremos que empiecen a abandonar pueblos.
“Me he decidido a tacar mañana uno que ofrece ventajas para el intento, porque es en la actualidad el más distante de toda base y el más difícil de auxiliar a tiempo”. (Todos conocíamos los planes de nuestro jefe, pero tratábamos de ocultárselo, dice el coronel Lorié).
Si no logramos tomarlo acudirá el enemigo, fijará su atención en este territorio y habremos aliviado al ilustre general en jefe y a nuestros compañeros incansables de Las Villas, Matanzas y habana. Si lo tomamos, además del provecho material y de la honra, quedará un espacio inmenso de tierra dominado por nuestra bandera, y la próxima Asamblea de Representantes podrá inaugurarse bajo techos españoles, conquistados por nuestras armas. Muchachos, preparen pronto la marcha, que dentro de algunas horas Victoria de las Tunas se habrá rendido una vez más al empuje de los cubanos”.
El general muestra a sus oficiales, en el plano que le ha traído el general Capote, hecho por el capitán Mariano Lerma Varona, las poderosas fortificaciones que hay que tomar, señalándolas con precisión.
“Usted, general Vega, con sus jinetes cubra los caminos del frente y del flanco y mantenga el servicio de exploración hasta diez kilómetros de la ciudad, para avisarme a tiempo de la presencia de tropas enemigas”.
“Usted, brigadier Menocal, ocupará las posiciones de la Casa del Cura, levantará trincheras durante la noche para el emplazamiento de las tres piezas que le confío y atacará de frente la llave de Victoria de las Tunas: el Cuartel de Caballería, hasta molerlo con sus granadas”.
“Usted, coronel Enamorado[1], con sus fuerzas, se emboscará entre las malezas del arroyo Ahoga Pollos, a cien metros escasos del cuartel, esperando órdenes para atacar, en cuyo momento, saliendo por sorpresa, capturará la posición. ¡Que el enemigo no se vea ni a uno de sus hombres”.
 “Usted, general Rabí, con Capote como fuerza de reserva, ocupará la Loma de Piedra, atrincherándose en ella durante la noche”.
Y a todos: “El Cuartel General con dos cañones se situará en la Loma de Pelayo. No se iniciarán las hostilidades hasta recibir órdenes mías”[2].
La tropa se pone en marcha hacia su objetivo: “Solo se oía el ruido sordo de las pisadas de hombres y caballos y también alguna que otra vez, la ronca voz de los acemileros que convoyaban los cañones de la victoria”
Casi al atardecer se levanta el campamento de Curama y la columna emprende la marcha sobre su objetivo. El coronel Lorié hizo esta descripción: “Solo se oía el ruido sordo de las pisadas de hombres y caballos y también alguna que otra vez, la ronca voz de los acemileros que convoyaban los cañones de la victoria. De noche avisan los prácticos que están sobre las posiciones enemigas; hace alto la columna, cada tropa marcha al lugar que se le tiene designado y comienza, con febril actividad, la áspera faena de atrincheramiento, emplazamiento de artillería y castrametación. Todos, jefes, oficiales y soldados se convirtieron en zapadores y trabajaron sin reposo. El enemigo no se daba cuenta del trabajo nocturno: los capitanes de la monarquía, a pesar del conticinio, no se apercibían del bélico ajetreo”.
Pero veamos la plaza a atacar: Por una rápida ojeada se ven fortificaciones principales y secundarias. Entre las principales destacan tres: los cuarteles de caballería, infantería y artillería. El primero está rodeado de foso, trincheras de ladrillo y alambradas, es un edificio cuadrado que ocupa una manzana. Sus muros son anchos y de piedra y está reforzado por dos tambores. Perfectamente aspillerado, defienden al cuartel un centenar de soldados de línea y una pieza de artillería. Asimismo y no menos importante, el cuartel cruza sus fuegos con los fuertes Aragón y Concepción.
El cuartel de infantería es de piedra y ladrillos con paredes de un metro de espesor y ocupa toda una manzana. Tiene en cada esquina un tambor y subterráneos. Aljibes y pozos. En él hay pertrechos de boca en abundancia y tiene capacidad para guarnecer a mil hombres, pero en el momento del ataque solamente había 250. Al frente de su defensa estaba un héroe: el comandante aragonés Jacobo Menac.
Y el cuartel de artillería era el punto de concentración de los elementos del mando hispano.
Entre las fortificaciones secundarias destacaban los ocho fuertes que rodeaban a la ciudad y otros edificios que podían ser usados por el enemigo para desde ellos hacerse fuertes, como el Hospital, la Enfermería, la Iglesia, la Botica y el Cementerio.
1897, Agosto 28
El cañón “Holguín”
A las cinco y cuarenta y cinco de la madrugada el General Mario García Menocal con su división y tres piezas de artillería, ocupa posiciones de atrincheramiento en la Loma del Cura. Su objetivo era batir al Cuartel de Caballería y a dos fuertes cercanos. (En las inmediaciones están, en completo silencio, los generales Rabí y Capote con fuerzas de Baracoa y Guantánamo, que son fuerzas de reserva por si Menocal necesita cooperación).
El Cuartel General con sus escoltas, más las fuerzas de Holguín y la infantería del Camaguey ocupan sus posiciones con dos piezas de artillería, entre ellos el cañón Holguín, que fue el mismo que abatió el fuerte de Loma de Hierro.
Calixto Enamorado está tendido con sus hombres en las márgenes del arroyo Ahoga Pollos, prácticamente enterrado en el fango de aquellas orillas cenagosas, esperando el momento preciso para cargar contra la formidable posición enemiga.
El general Vega con la caballería de Camaguey cubre los caminos de Bayamo, Camaguey y Manatí. Parte de la caballería  holguinera con Mariano Torres al frente vigila los caminos de Puerto Padre y Maniabón y la otra parte de los holguineros, con el brigadier Joaquín Planas, cubre los caminos que vienen de Holguín. Finalmente el coronel Pablo Menocal con un escuadrón de Las Tunas se mantiene de avanzada sobre San Agustín de Aguarás y San Andrés.
5.45 de la madrugada. Las trompetas de Menocal tocan diana desde las alturas de la Casa del Cura, anunciando su presencia a los desprevenidos defensores.
Inmediatamente se rompe el fuego. Accionando los cañones están los niños héroes Francisco Sedano, Juan Miguel Portuondo y Pepito Martí[3] (Se trata del hijo de José Martí, que vino en una expedición y con él trajo una carta de su madre, Carmen Zayas Bazán dirigida a Calixto García: “Le mando lo más grande que tengo, hágamelo un hombre”, según dijo Carlos García Vélez, hijo de Calixto).
Concentraron los españoles su defensa cruzada (disparaban desde el cuartel y desde el fortín Aragón) sobre el cañón, tanto que un disparo pone fuera de combate al comandante Funston, que era el jefe de la artillería cubana. Manda el general que todas las fuerzas disparen sobre el fortín incluyendo al cañón. Una bomba del cañón logra derrumbar al fortín. Es ese el momento que aprovecha el general para lanzar a la carga al regimiento Vicente García, que estaba bajo las órdenes del bravo coronel Ángel de la Guardia[4], joven de 23 años que según dijo Calixto, si no hubiera caído en Las Tunas, muy pronto hubiera llegado a general.
Avanzan los cubanos con Ángel de la Guardia bajo el fuego enemigo hasta el foso que defiende el fortín y allí en cuerpo a cuerpo sangriento, acuchillan a los españoles. (Ese, el fortín número 11 es la primera posición que se captura en el ataque a Las Tunas).
Mientras Ángel de la Guardia cargaba contra el fortín número once, los heroicos servidores del cañón de dinamita salen de la trinchera, arrastran el cañón hasta ponerse más cerca del cuartel, y al primer disparo desaparece la torre y con ella la bandera española. Los españoles abandonan el edificio, refugiándose muchos de ellos en las trincheras que circundan el cuartel y desde allí rompen fuego de fusilería. (Otros defensores del cuartel corren por las calles, dispersos, buscando amparo en las fortificaciones cercanas).
10.00 de la mañana. La artillería está rindiendo magnifica labor, tal como lo comprueba el brigadier Enamorado, todavía entre la maleza y el fango, sintiendo cruzar por encima los proyectiles del cañón y de la fusilería mambisa. Enamorado envía un parte al general, su padre, diciéndole que si no recibe orden contraria, de un momento a otro atacará el cuartel.
A la vez que el parte de su hijo, el general recibe otro de Menocal, en el que le dice que el enemigo del cuartel está en la trinchera exterior y que disparará él un proyectil de dinamita tan pronto como lo cargue… y en eso el enemigo ataca con cañón desde una casa próxima al fuerte Aragón.
Está lista la bomba de dinamita que iban a disparar sobre el cuartel, pero los artilleros improvisados apuntan a la casa desde la que le disparan. La precisión es exacta: la casa y el cañón enemigo terminan destruidos. Otra bomba, ordena Menocal, para dispararla sobre la trinchera que rodea el cuartel, donde está gran parte de la guarnición haciéndole fuego de fusil…  pero allá, por uno de los costados del cuartel, asoma otra pieza de artillería enemiga. Es tan profesional la actitud de los artilleros cubanos que disparan contra la mortífera arma enemiga antes que haga algún disparo. Dan contra la esquina del edificio donde estaban armando el cañón. Los artilleros enemigos se ponen en fuga pero una segunda bomba cubana los alcanza, sembrándolo todo de muerte.
Y entonces las cinco piezas de artillería cubana suspenden el fuego implacable que mantienen contra el maltrecho cuartel, es que por las malezas que bordean el arroyo avanzan los infantes del brigadier Enamorado. Rápidamente estos forman en línea de ataque y hacen fuego sobre las trincheras enemigas.
Desde su posición el General Calixto, seguro que con el alma en vilo, se empina sobre los estribos de su caballo para no perder un solo detalle de lo que ocurre: dos de sus hijos, Enamorado como jefe y Carlos García Vélez, corren hacia la muerte.
Menocal, que sigue la operación de Calixto enamorado desde la Loma del Cura pide a Rabí que refuerce las baterías y él con su escolta de caballería se lanza a apoyar las tropas asaltantes. En la zanja horrible los hombres se acuchillan. (A esta carga impetuosa se debe la toma de Las Tunas).
Finalmente los españoles corren a refugiarse en las otras fortificaciones. A Menocal le matan el caballo con un disparo de fusil y él mismo es herido en una pierna. Lo sacan del campo de batalla y el propio General García asume el mando directo de la división.
La terrible carga costó 44 bajas a los mambises.
Concluida la carga se establecieron nuevas líneas, variando los jefes de posición. El General Capote asume el mando de las fuerzas de vanguardia, que son las que entrarán a la ciudad para ir, paso a paso, tomando las posiciones interiores.
Se inicia ahora el asedio al poderoso cuartel de infantería, desde el que un cañón Krupp castiga a las posiciones cubanas. Sobre el cuartel entra en acción la pieza de dinamita, que muy pronto surtió efectos, inutilizando el cañón español. Los españoles, en franca retirada, desorientados, se concentran sobre las dos posiciones fuertes que le quedan.
Antes de cerrar la noche de ese día, cuando los cubanos refuerzan el flanco derecho (con los hombres bajo el mando de Ángel de la Guardia), los españoles intentan recuperar las posiciones del flanco izquierdo que habían perdido lanzándose a la carga, pero el general García, que desde la posición que tiene domina todo el escenario de la contienda, arroja sobre el enemigo al regimiento Hatuey, que no solo contiene el contraataque español, sino que se apodera del fuerte Concepción. 
Terminada la jornada, los mambises tienen en su poder las fortificaciones del este de la plaza y lo que es más importante, que el mando revolucionario mantiene su ofensiva certera mientras que el hispano da muestras de desacierto y confusión.
Cuando en la noche se detiene el combate, ya las tropas de la avanzada mambisa han entrado en la ciudad, las mandan el General Capote y el Brigadier Ángel de la Guarda.
El general ordenó que durante la noche se suspendiera el fuego de artillería y que las tropas aprovecharan para tomar posiciones dentro de la ciudad.



Anterior     Siguiente







[1] Se trata de Calixto Enamorado, hijo del General con su amante Leonela Enamorado y a quien el padre conoció cuando regresó a Cuba en 1896.
[2] La toma de las Tunas tendría un relevante impacto político, pues en esos momentos el capitán general español Valeriano Weyler anunciaba la próxima conclusión de la guerra con una victoria integrista.
[3]   El manejo del cañón neumático con el que disparaban era peligroso, porque si bien sus efectos sobre las posiciones enemigas eran terribles, también requería acercarlo mucho al objetivo porque su alcance era corto. (La ligereza del tubo del cañón, su tamaño y aspecto no ofrecían confianza, de ahí que nadie le tuviera fe a la eficacia de aquel instrumento. Antes, en marzo de 1897 Calixto le había dicho a Dolores Poyo: “por los clavos de Cristo, no me mande cañones de dinamita para matar cubanos”).
[4] Ángel de la Guardia era aquel niño que acompañó a Martí en Dos Ríos al combate donde cayó el Apóstol cubano.

Calixto García. Biografía. 84


1897, Abril 12
Llega la artillería que el General estaba esperando.
En Deleite (Banes), el general prueba la artillería traída por Roloff: Un Hotchkiss de doce libras, un tubo lanzatorpedos y una ametralladora Colt. (Estas armas serán empleadas pronto en una de las más importantes acciones de guerra libradas por el Ejército Libertador: el ataque y toma de Las Tunas).
1897, Mayo 11
El General considera la toma de Bayamo
Según afirma Calixto, el estado de la guerra en Oriente es halagador para las armas cubanas. Son sus palabras las siguientes: “El convoy de Bayamo, que cuando yo llegué lo conducían trescientos hombres, lo trasladan ahora columnas de ocho mil. Bayamo viene siendo para los españoles una carga espantosa que sostienen a costa de grandes sacrificios y esfuerzos. Yo considero la toma y el abandono de esta población como el reconocimiento de nuestra independencia”.
1897, Mayo 13
“Mi salud parece que se quiere aflojar”
Calixto visita el campamento de Rabí con su Estado Mayor y la escolta. Dicen algunos historiadores que fue a combinar una operación, pero según Casasús, a lo que en verdad va Calixto es a buscar reposo y atenciones de manos queridas, y lo prueba con una carta escrita a Estrada Palma el 26 desde otro campamento: “Mi salud parece que se quiere aflojar, hará quince días que tuve dos ataques de disnea como los que me daban en Madrid. No le digas nada a Isabel, no crea por esto que me voy a morir; le hago falta a Cuba todavía y mientras esta me necesite estaré vivo”. 
Asimismo le recomienda que se cree un cuerpo de médicos que examinen a los expedicionarios: “No deje embarcar a ninguno que no esté en condiciones de soportar la campaña”. Y a renglón seguido: “En las expediciones no debe venir ni uno solo que no sea cubano”, y pide quinina, que tanta falta hace en la manigua para combatir la fiebre: “Que las heridas las podemos curar con agua, pero las calenturas no”.
1897, Junio 22
A Menocal: “Usted me hace falta”
Desde Mala Noche a Menocal: “Usted me hace falta, venga a reunirse conmigo y tráigame la escolta, pues ando solo. Voy por el norte de Tunas y veré como lo espero en Potosí, para que sigamos a Camaguey donde hay mucho que hacer. A vega (y se refiere al jefe del cuerpo camagüeyano) lo han vuelto a ripiar. Haciendo la guerra a uso del siglo XVI no conseguirá otro resultado”.
1897, Julio 4
“Me pongo orgullosos de mis holguineros cuando los veo que pegan, aunque yo les llame guebiblancos cuando me incomodo, es porque yo quisiera que fueran los que más hicieran, que no en vano he nacido entre el Marañón y el Jigue, y ahora que soy viejo voy queriendo más a mi pueblo.”
Desde su campamento El Ponton escribe a Mariano Torres, jefe de la brigada de holguineros: “Querido Mariano, estoy más satisfecho de las operaciones que se llevan a cabo allá, sobre todo con Remedios. Felicítele y dígale que apriete. Me pongo orgullosos de mis holguineros cuando los veo que pegan, aunque yo les llame guebiblancos cuando me incomodo, es porque yo quisiera que fueran los que más hicieran, que no en vano he nacido entre el Marañón y el Jigue, y ahora que soy viejo voy queriendo más a mi pueblo.
“Como la brigada de Holguín tiene una oficialidad deficiente, puedes pedirme los que quieras, aunque no estén en mi Estado Mayor, y sustituir a todo el mundo. Mándame a Pedro Vázquez y si lo ves con deseos de promover revueltas, mándalo preso y bien custodiado a mi cuartel.
“ Es preciso mantener el orden y hacer guardar la disciplina, cueste lo que cueste, y hay que acordarse de que en esa se formó el cantón que tanto daño hizo en la guerra pasada. Mucha energía y mucha prudencia”.
1897, Julio 10
“Casi todo mi estado mayor y yo mismo me siento mal”
Desde La Yaya, Camaguey a Tomás Estrada Palma, le insiste el General en el envío de quinina:
“Casi todo mi estado mayor y yo mismo me siento mal; el acceso de fiebre se me ha presentado varias veces”
1897, Julio 29
“Mucho enfermo y mucho muerto
En Mala Noche, por lo tanto viniendo de vuelta de Camaguey, escribe el general a Mario García Menocal: “Mucho enfermo y mucho muerto”. Y después agrega: “He visto a Rojas y está recogiendo gente. Le he ordenado tenerla lista del primero al ocho”. (O sea, que en medio del hambre y las enfermedades, Calixto está tramando un plan maravilloso: el ataque a Las Tunas).



Anterior  Siguiente


Calixto García. Biografía. 83


1897, Enero
Detener el tránsito español por el río Cauto era esencial








Llega el invierno. Una sequía intensa provoca que las enfermedades infecciosas y el hambre atacaran inmisericordemente a la tropa y a la desvalida población civil. Calixto está en el valle del Cauto. Se mueve de uno a otro lugar, buscando algo para darle de comer a los soldados y a  los civiles que le acompañan. Arrebatarle la comida a los convoyes de abastecimiento español podía ser la solución, pero los españoles, que tantas vidas y tesoros habían perdido en su afán de abastecer a Bayamo, necesitaron acortar las distancias y para ello se aprovecharon del río Cauto. Ahora las distancias por tierra serían, solamente, las ocho leguas que separaban a Cauto Embarcadero y la ciudad de Bayamo. Y para transitarlas crearon un tramo de vía férrea. Fue ese el motivo por el que el General ideó detener el tránsito por el Cauto.
A varios de sus más experimentados oficiales mandó Calixto a detener el tránsito español por el Cauto. Uno de ellos fue el tan estimado por Calixto, Brigadier Enrique Collazo, hombre aquel que había recibido instrucción militar de academia. Pero Collazo igual fracasó.
A quien lo consiga el General prometió darle dos ascensos



“Al recibir la mala nueva, cuenta Carlos García Vélez, el General García sufrió un gran disgusto y entonces, al borde de un ataque de cólera, tronando como era su costumbre y dando zancadas frente a su tienda de campaña, dijo: ¿Será posible que no haya un jefe o un oficial que tenga el concepto de cumplir una orden? ¿No cuento yo aunque sea con uno que me haga esta operación? ¡Le daría dos ascensos al que lo hiciera!”.
Carlos García Vélez se ofreció para cerrarle el paso a los españoles

































La tropa, que bien sabía que cuando el general se encolerizaba por algo que había salido mal, mejor era esperar a que se calmara, guardó un silencio sepulcral. Pero en eso su hijo, Carlos García Vélez se adelantó y cuadrándose militarmente ante el padre y jefe, se ofreció para cerrarle el paso a los españoles por el Cauto.
En sus Memorias confiesa Carlos que si hubiera caído un rayo en medio del campamento, este no hubiera provocado el efecto que provocaron sus palabras, porque nadie se atrevía a interrumpir al general en sus momentos de cólera ni para brindarse como voluntario a cumplir una orden suya. Por eso, después que el jovencito dijo lo que hubo dicho, el silencio de todos fue aún más profundo. El general, mientras, continuó dando su paseo con el semblante mucho más enrojecido que antes.
Nadie sabe el tiempo que medió entre la propuesta de Carlos, quien seguía rígidamente en atención, y el momento en que Calixto se detuvo delante de él.
“Mi padre me echó una ojeada que iba desde la extrañeza hasta la incredulidad”… y de repente llamó a su Jefe de Estado Mayor y le ordenó que expidiera una orden escrita a favor del comandante Carlos García Vélez, encargándole de las operaciones en el río Cauto y dándole plena autoridad para seleccionar el personal que necesitase, para requisar los materiales preciso para tal fin, y, finalmente, para que las fuerzas mambisas atrincheradas en el dicho río fueran puestas bajo sus órdenes.
Terminado de hablar con el Jefe del Estado Mayor, el general se volvió a su hijo y con voz enérgica le ordenó: “¡Salga usted inmediatamente y recuerde lo que se ha comprometido a hacer”.
Carlos respondió: “¡Sus órdenes serán cumplidas, mi general”; saludó militarmente y, corriendo, fue a ensillar su caballo y a aparejar la mula en que cargaba sus libros e instrumentos médicos, de los que nunca se separaba. (Carlos era dentista)
Cuando lo tuvo todo listo y con la única compañía de su asistente, dispuesto a partir, Carlos regresó a la tienda del General y cuadrándose de nuevo, le dijo: “¡A sus órdenes!”, dio media vuelta y montó, dispuesto a emprender la marcha.
El general no se volvió, sino que continuó en lo que lo ocupaba. Pero unos segundos después sus sentimientos le hicieron regresar a su condición de padre. Entonces poniéndose en pie y acercándose al hijo que ya estaba sobre el caballo, le dijo: “Oye, Carlos, se acerca la noche. Hoy es nochebuena… quédate para que comamos lechón asado con tostones, que aquí tenemos. Lo mismo da que salgas mañana que pasado… quédate y me acompañas hoy…” Pero Carlos, heredero del carácter fuerte de su progenitor, con tono seco, y como para señalarle al padre el instante de debilidad paternal que se adivinaban en sus palabras, le respondió: “General, perdone que insista en salir ahora, pero es que hay mucho que hacer y preparar, además de que tengo que organizar a la gente…”
“Pues lárguese, y no vuelva sin cumplir mis instrucciones”
Visiblemente contrariado, Calixto se repuso y volviendo a ser el General, le respondió al hijo con voz áspera: “¡Pues lárguese, y no vuelva sin cumplir mis instrucciones!”.

No se dieron las manos, no hubo entre ellos el más mínimo roce, con la sola excepción de las miradas que intercambiaban. Carlos lo saludó militarmente, como corresponde hacer a un militar que se encuentra ante un jefe superior, y al trote ligero salió del campamento seguido de su ayudante, adentrándose ambos en un trayecto muy peligroso porque aparecían por allí, regularmente, las guerrillas de asesinos al servicio de España.
Cumplida su misión, Carlos redactó un lacónico parte militar relatando los hechos y mandó que llevaran el escrito a su padre, el general.
En su tienda Calixto leyó la información y luego, levantándose jubilosamente, nada más dijo: “¡Ese es mi hijo!”. Acto seguido dio órdenes para que Carlos se presentara inmediatamente en el campamento.
Cuando Carlos llegó, el general lo abrazó jubilosamente y le entregó el diploma con el ascenso a teniente coronel. Entonces Carlos le recordó que el General había prometido dos ascensos a quien cerrara el río Cauto, por lo que le correspondía el grado de Coronel. Calixto lo miró muy serio y en tono conciliador le dijo: “Tienes razón, pero tú eres mi hijo y no puedo ascender a mi hijo como si se tratara de otro oficial cualquiera. Además, fíjate que también te nombro Jefe de la Brigada de Las Tunas y conservas la jefatura de la Brigada del Cauto”.
Como respuesta, el ya Teniente Coronel Carlos García Vélez miró a su padre… y sonrió. Ambos se fundieron en un abrazo apretado.

Con el río Cauto cerrado al tránsito de las embarcaciones españolas, aquellos estaban obligados a conducir sus convoyes por tierra, a merced de las tropas libertadoras que al mando del incansable Jesús Rabí debía  impedirle el abastecimiento.



Anterior  Siguiente


LO MAS POPULAR DE LA ALDEA