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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

11 de enero de 2017

El milagro de Gibara colonial


DOSCIENTOS AÑOS DE GIBARA

Por Enrique Doimeadiós Cuenca y Wilson Fernández Bauta.

En la hermosa villa de Gibara se mezclan naturaleza, historia, arquitectura y urbanismo dando como resultado uno de los más notables centros históricos cubanos del siglo XIX
Gibara está situada al noroeste de la provincia Holguín en la región oriental de Cuba, a la vera de la bahía de igual nombre. Este pueblo es conocido, además, como la Villa Blanca.    
En las aguas de la bahía anclaron las naves de Cristóbal Colón el 29 de octubre de 1492. Fue allí donde el Gran Almirante permaneció por más tiempo a su primera llegada a Cuba. Las condiciones del puerto, al que llamó Río de Mares, le impresionaron favorablemente por lo que anotó en su diario la conveniencia de que en su orilla se erigiera una fortaleza  “para que si aquello saliese rico y cosa grande: estarían allí los mercaderes seguros de cualquiera otras naciones” [1]
Todo el que llega a Gibara queda cautivado ante la belleza paisajística de su bahía y los mogotes que se divisan en el horizonte, destacando entre ellos la célebre Silla de Gibara
Sin embargo la predicción del Almirante, los avatares de la conquista y colonización de Cuba se enfocaron hacia otros puntos de la geografía insular y la bahía de Gibara y sus alrededores fueran casi olvidados por los españoles durante más de dos siglos.
Desde 1513 y hasta 1752,  el territorio gibareño dependió administrativamente del cabildo de  Bayamo. A partir de esa última fecha pasó a la jurisdicción de Holguín, establecida en ese año[2]. Cuatro años más tarde, en noviembre de 1756, las tierras que para entonces habían dejado de llamarse con el nombre aborigen y rebautizadas como Punta de Yarey, situadas al norte y al oeste de la bahía de Gibara, e inmediatas a ésta y al mar abierto, fueron entregadas a censo por jovencísimo Ayuntamiento de Holguín al regidor Francisco Domínguez y Rodríguez. Dicho acto fue protocolarizado mediante escritura pública asentada por el notario Lorenzo Castellanos[3]. Por su parte los terrenos situados al sur de la bahía, integrantes de las haciendas de Arroyo Blanco y Potrerillo, se habían mercedado desde 1730 y 1737 respectivamente[4].

Comercio antes de la habilitación del puerto
Desde 1756 y hasta 1817 fue escaso el asentamiento de personas junto a la bahía de Gibara, sin embargo, las visitas de barcos que hacían el comercio por la costa norte de Cuba fueron cada vez más frecuentes al lugar. Durante esta etapa revestían especial importancia los embarcaderos de los ríos Gibara y Cacoyugüín; el primero situado en el lugar conocido como “La Ligera”, a corta distancia de la confluencia del Gibara con el Yabazón, y el segundo a unos cinco kilómetros de la desembocadura, en el sitio que fue conocido como “Embarcadero del Cacoyugüín”, luego como “Embarcadero de Chapman” y en la actualidad simplemente como “Embarcadero”. En ambos embarcaderos se construyeron muelles fluviales y almacenes que recibían los productos de la comarca holguinera con destino a la exportación, y allí mismo se situaban los efectos de comercio llegados por vía marítima en tránsito hacia el interior de la jurisdicción.
Cuando arribaban barcos a Gibara,  las mercancías depositadas en los almacenes de ambos embarcaderos se transportaban por vía fluvial hasta la bahía mediante barcazas de fondo casi plano; esto evitaba su permanencia cerca de la costa donde el peligro de ataques de corsarios o piratas siempre era grande. Asimismo a través de la rada gibareña salía el tabaco en rama producido en la jurisdicción holguinera hacia los almacenes habaneros de la Real Factoría. Ocasionalmente también arribaban a la bahía mercancías destinadas a Holguín y sus alrededores. Este comercio se desarrollaba a veces con permiso oficial de las autoridades, pero en muchas ocasiones era simplemente de contrabando[5].
Las dos primeras décadas del siglo XIX trajeron grandes cambios en el mapa  político europeo y también en el mundo americano. El inicio de las luchas independentistas en las colonias españolas de la América,  facilitadas por el convulso panorama existente en la Europa Napoleónica, lanzó a muchos corsarios sudamericanos sobre los mares de la región oriental de Cuba, dañando el comercio y dificultando el normal desenvolvimiento de la vida en las tierras cercanas a las costas.
Ante este preocupante panorama fue política del gobierno colonial español en la Isla de Cuba la fortificación de algunos puntos costeros con el fin de proteger los  intereses de la metrópoli y las vidas y haciendas de los habitantes de las costas cubanas. Esa dicha política fue facilitada en Holguín con la presencia de Francisco (Paco) de Zayas y Armijo, teniente gobernador de la jurisdicción. Zayas desplegó una energía increíble para viabilizar la construcción de una fortaleza que protegiera la bahía de Gibara y facilitara simultáneamente la apertura del puerto al comercio[6].
El lugar escogido para la construcción de la fortaleza fue el mismo que había indicado Cristóbal Colón 325 años atrás. Con ese hecho surgió la Villa de Gibara y se convirtió en realidad la profecía del Gran Almirante, de 1492[7].
La batería de Fernando VII, germen de lo que sería el pueblo que para sí se construyeron los holguineros.
Los criollos holguineros, señores del ganado, desde el cabildo de la ciudad fueron los principales gestores de la habilitación del puerto. En el voluminoso expediente que prepararon para solicitar la concesión hay un informe que recoge las principales producciones de la jurisdicción desde 1799 hasta 1806[8], siendo el tabaco el principal producto exportable pero así mismo maderas, cera, miel, cueros vacunos y otros frutos en menor escala.
La primera piedra de la fortificación se colocó en ceremonia solemne durante la mañana del 16 de enero[9] de 1817. Ese acto se ha considerado siempre como el que marcó el momento fundacional del pueblo de Gibara[10].
Desde que se iniciaron las obras el Teniente Gobernador don Paco de Zayas mandó colocar cañones en las inmediaciones del lugar donde  estas se ejecutaban y destacó allí un piquete de hombres armados para proteger a los constructores. Muy pronto algunos de los trabajadores y milicianos de la guarnición se hicieron pequeñas casas en las áreas aledañas para tener donde guarecerse mientras permanecían en la Punta de Yarey. Ese es el inicio del pueblo de San Fulgencio de Gibara.
Con la fortaleza construida se garantizó la protección de la bahía y Gibara fue un lugar seguro para los  barcos mercantes. Entonces don Paco de Zayas  y el Ayuntamiento de Holguín intensificaron las gestiones para obtener la autorización oficial de apertura del puerto; pero la espera fue larga.
Apertura del Puerto de Gibara.
Transcurridos algo más de cuatro años; el  23 de diciembre de 1821 las Cortes españolas  aprobaron la tan esperada autorización y el 31 de ese mes el rey rubricó el documento. Sin embargo, inexplicablemente la Real Orden no fue enviada a Holguín hasta el  7 de julio de 1822[11]. Y el 11 de julio, las campanas parroquiales se hicieron eco de la noticia y redoblaron los tambores: con tal música se anunció a los cuatro costados que se hacía efectiva, (oficialmente), la apertura del puerto de Gibara al comercio con barcos de todas las banderas y naciones.
La preocupación de don Paco de Zayas por el fomento del poblado de Gibara fue una constante durante su mandato, por cierto, uno de los más largos que tuvo la jurisdicción de Holguín, 16 años.
La Iglesia católica San Fulgencio de Gibara y el fomento del nuevo pueblo.
En 1820 con el concurso de algunos vecinos se erigió una construcción de madera y tejas para que sirviera como Iglesia  católica, que estaba bajo la advocación de San Fulgencio. (Consagrada en marzo de ese año). Además, de acuerdo con el Ayuntamiento de Holguín, se trazaron calles y se entregaron solares a las personas que desearan establecerse en el nuevo puerto. En un informe  presentado por el propio Zayas en 1820 dice el Teniente Gobernador que está satisfecho por la reunión de vecinos que venía haciéndose al amparo de la fortaleza, donde, dice, ya había construidas una veintena de casas[12].
El milagro de Gibara
Durante las dos primeras décadas del siglo XIX, obviamente que por la habilitación del puerto, las tierras situadas entre la ciudad de Holguín y la bahía de Gibara adquirieron la importancia que sus dueños siempre habían soñado.
Para entonces y equidistante de ambos lugares había crecido el pequeño poblado de Auras, sede desde 1804 de la jefatura de una capitanía pedánea. Un poco más al norte, sobre el valle  medio del río Cacoyugüín se erigía la hacienda de Candelaria, que incluía los terrenos más fértiles de toda la jurisdicción, pero asimismo los valles inferiores de los ríos Cacoyugüín, Yabazón y Gibara, ocupados por las haciendas de Yabazón y Arroyo Blanco, eran casi tan fértiles como los de Candelaria.
Ahora esas tierras tan cercanas al puerto, se convirtieron en exuberantes vegas de tabaco que cosechaban los felices nuevos vecinos, en un principio criollos casi todos, que se beneficiaban con la puesta en vigor de la Real Orden del desestanco del tabaco de 1817.
Pero verdaderamente la medida que produjo cambios transcendentales con respecto al uso de la tierra en la comarca gibareña  fue el Real Decreto del 21 de octubre de 1817[13] que autorizó a los extranjeros blancos que profesaran la fe católica para establecerse en las posesiones americanas de la monarquía española[14]. Al amparo de dicho decreto varias familias anglosajonas que se habían asentado previamente en Las Bahamas o en Bermudas, arribaron al puerto de Gibara y adquirieron tierras en sus alrededores inmediato, con el objetivo de establecer plantaciones e ingenios azucareros
Así surgieron los ingenios “Casablanca”, fundado por el norteamericano de ascendencia holandesa Samuel Driggs en la hacienda de Candelaria y el “Santa María” en la hacienda de Arroyo Blanco, fundado por el también norteamericano Samuel Clark[15]. 
Otras pequeñas fábricas de azúcar también fueron establecidas en el área, entre ellas el “San José”, de los austriacos José Eysing y Henrrieta Kellsall y “El Anoncillo”, de la familia inglesa Gathorm, ambos en Candelaria. 
En la tercera década del siglo XIX estos ingenios eran movidos por fuerza animal (bueyes), pero muy pronto los dos primeros tuvieron máquina de vapor, una mejora tecnológica que también aplicaron otros más, fundados posteriormente[16].
Hacia 1827 Gibara ya se había convertido en un próspero poblado portuario[17], mientras que en los alrededores de la bahía las chimeneas de los ingenios erigidos con capital anglosajón lanzaban su “humo opulento al aire”. A partir de entonces el poblado portuario de Gibara fue invadido por negociantes españoles, dueños del capital, las relaciones y el conocimiento necesario para medrar en el mundo del comercio, o sea, que Gibara se escapaba lentamente de las manos de sus fundadores, las familias criollas holguineras, dueñas de tierras y ganado, pero poco avezadas en las peripecias del comercio mundial.
Los ingleses, mediante unos almacenes que poseían en la isla de San Thomas, eran los principales suministradores de mercancías a la región de Holguín a través de los muelles gibareños[18], pero a partir de 1854 se abrieron líneas regulares de barcos de vapor por las costas de Cuba y Gibara fue uno de los puertos agraciados con este servicio, por lo tanto la comarca tuvo comunicación frecuente con La Habana y viceversa, favoreciendo que las casas comerciales de la capital de la Isla absorbieran gran parte del comercio gibareño, sirviendo ellas muchas de las mercancías necesarias y adquiriendo las producciones emergentes de ñames, plátanos y maíz que se producía en los alrededores del puerto. Según el historiador Herminio Leyva Aguilera, el plátano y el maíz procedentes de Gibara “se solicitan en la plaza de La Habana por su bondad excepcional”[19].
Un año antes de la apertura de la marinería de cabotaje, en 1853, la población cabecera del partido pedáneo de Gibara estaba constituida por 257 casas, de ellas 6 de mampostería y altos, 32 de mampostería y bajos, 87 de tabla y tejas y 132 de tabla y guano, y contaba, además, con una magnífica iglesia parroquial (actual templo de San Fulgencio de Gibara), una comandancia militar, Juzgado Pedáneo,  Ayudantía de Marina y Capitanía de Puerto, Administración de Rentas Reales, Oficina de correos y Diputación de la Real Junta de Fomento. A la misma vez el puerto estaba protegido por los cinco cañones de la Batería Fernando VII y sus correspondientes destacamentos de artillería e infantería[20].
La Iglesia San Fulgencio, de Gibara, fue costeada por la vecina de Holguín, doña Victoriana de Avila. La primera piedra de su construcción fue colocada el 13 de Septiembre de 1853. El proyecto y ejecución estuvo dirigido por el arquitecto Juan Bautista Pons. En Agosto de 1898, cuando el General independentista Calixto García entró a Gibara, en la iglesia se celebró un acto patriótico acompañado por una misa.
Nave central de la Iglesia San Fulgencio, Gibara. El presbiterio tiene un falso techo interrumpido por la cúpula; esta a su vez es rematada por una linterna.
Cúpula de la Iglesia San Fulgencio, Gibara
En las cuatro esquinas, al fresco, aparecen imágenes de los evangelistas
Retablo mayor de San Fulgencio de Gibara
Altar lateral de San Fulgencio de Gibara
Parroquia San Fulgencio de Gibara, interior, detalles
Coro de San Fulgencio de Gibara (hecho de maderas torneadas)

Quince años más tarde, en septiembre de 1868, el número de casas de la población se había elevado a 370, en su mayor construidas de tejas, madera y mampostería y levantado con esos mismos materiales y costeado y construido por sus vecinos, Gibara ya contaba con cuartel, un cementerio y un casino denominado Príncipe Alfonso. El espíritu civilista de los habitantes del poblado los llevó a costear un reloj público (el mismo que aún existe en la torre este de la  parroquia) y también un servicio de alumbrado para calles y plazas[21]. El poblado entonces tenía 17 calles, de las nueve corrían de norte a sur y ocho de este a oeste. Por demás el municipio  costeaba dos escuelas públicas[22].
Casa Munné, edificada frente a la Plaza de Armas, actual parque Calixto García, en 1864. (Esta casona comenzó a ser usada como sede del Ayuntamiento de Gibara en 1885)
La vida del pequeño y próspero poblado giraba alrededor del puerto que estaba abierto al comercio con barcos de los más diversos confines del mundo. Anualmente el pueblo era visitado por unos 168 buques de alto porte y 165 de cabotaje, a los que se suman los vapores de líneas regulares que en sus viajes a La Habana y en sus regresos hacían escala allí.
En la etapa inmediatamente anterior al inicio de la Guerra de los Diez Años, los principales productos de importación a través del puerto eran los víveres.
Herminio Leyva Aguilera, en su enjundiosa obra “Gibara y su Jurisdicción”[23] reproduce datos estadísticos correspondientes a la exportación e importación de mercancías a través de los muelles gibareños para el cuatrienio 1861-1864. Según esas dichas cifras  entraron por el puerto  $ 593 564 pesos  de mercancías. El principal renglón fueron los víveres,  con $ 339 657.00 pesos que representaban el 64,61 % del total (Entre los principales víveres importados estaban: aceite de olivos, vinos, aceitunas, jamones, pescados, papas, cebollas, garbanzos, y grandes cantidades de harina de trigo). En otras líneas de importación estuvieron tejidos, artículos de peleterías, maderas (por esta época se realizaba importación de maderas principalmente desde los Estados Unidos para construir los bocoyes y las cajas en que se envasaba el azúcar. También se importaban casas completas de producción seriada. Y simultáneamente, se exportaban ciertas cantidades de maderas preciosas como cedros, caobas, fustetes y granadillos, y algunos artículos suntuarios como mármoles, objetos de cristalería, perfumería y muebles).
Siguiendo la misma fuente, en el mismo cuatrienio (1861-1864), por Gibara se exportaron productos por valor de $ 3 913 158.00 pesos. El principal producto que salía era el tabaco, el que generó ganancias por $  3 506 576.00 pesos para un 89, 6% del total[24]. Le sigue, aunque a considerable distancia, la venta de azucares que aportaron $ 221 608.00 pesos, lo que representaba el 5,6 % del total. Asimismo se exportaba miel de abejas, miel de purga, aguardientes, cera, algunas maderas, cigarrillos, etc.
La guerra de los Diez Años. Su influencia en Gibara
Fortín de La Tenería

El  inicio de la Guerra de los Diez Años tuvo para Gibara una connotación muy diferente de la del resto de la jurisdicción holguinera: el poblado portuario estaba habitado por numerosos  peninsulares a los que no les convenía la independencia de la Isla y que se preocuparon con la presencia mambisa en la zona, por lo que el pueblo inmediatamente fue abroquelado por un rosario de fortines que garantizaban su defensa por la parte de tierra. Incluso en una fecha tan temprana como diciembre de 1869 esos puntos fortificados se habían unido mediante una cerca de alambre de púas y numerosas trincheras que protegían aún más la población.
Fortín El Vigia y fragmento de la muralla que rodeó al pueblo

Al fondo de la imagen, sobre la elevación, se observa el fuerte del cementerio
Mientras y por vía marítima, fueron llegando al puerto numerosas tropas españolas que hacían su período de aclimatación en Gibara y sus alrededores.
La bahía, con barcos de guerra permanentemente anclados en sus aguas se convirtió de hecho en una base naval española.
A la vez los campos cercanos a la población principal del partido pedáneo de Gibara  también fueron fortificados por el mando hispano.
Y numerosos campesinos canarios y sus descendientes directos, dedicados al cultivo de la tierra, mudaron sus viviendas para casi una docena de poblados protegidos por fortines y otras obras militares, y formaron filas mayoritariamente junto a los españoles en defensa de sus propios intereses y de los de la metrópoli. Tanto en Gibara como en los poblados del campo se constituyeron cuerpos de voluntarios y guerrillas locales. 
Todo lo anteriormente narrado hizo que  los españoles y sus simpatizantes sintieran una relativa tranquilidad en la comarca gibareña, (sensación muy diferente a la que experimentaban los vecinos de otros lugares de la jurisdicción donde las tropas mambisas actuaban con mayor facilidad).
Los sucesos de la guerra, sobre todo después del ataque mambí a Holguín, llevaron a  numerosas personas afines a España residentes en los campos holguineros a mudarse para la zona de Gibara buscando el amparoque podían ofrecerle las obras defensivas de esta población y sus alrededores[25].
En 1871 la población portuaria de Gibara había duplicado el número de sus habitantes. La mayoría de sus nuevos pobladores eran holguineros que huían de la guerra. 
Muchas de esas personas que se mudaron para Gibara disponían de capitales que les permitieron construir elegantes viviendas en la población. Y otros aprovecharon al máximo las oportunidades que daba la guerra para hacer negocios lucrativos, como por ejemplo las contratas de suministros de víveres y artículos necesarios a las tropas españolas.
Mientras tanto el resto de la jurisdicción de Holguín de desangraba y veía desaparecer su riqueza en la vorágine de la contienda, en Gibara se levantaban nuevas edificaciones y la población adquiría valores arquitectónicos  y urbanísticos que construyeron los esclavos que los recién llegados llevaron con ellos.
Vivienda de la familia Garrido, levantada en 1874. Esta casona se convirtió en 1912 en sede la Colonia Española en Gibara

En las imágenes siguientes se ve el interior de la casona levanta en 1874 como vivienda de la familia Garrido en tiempos en que ya se había convertido en sede la Colonia Española de Gibara:
 

 

Independientemente de la guerra y la llegada a Gibara de capitales desde otros lugares vecinos, verdad es que en el pueblo ya se había desarrollado la industria de materiales de la construcción con  alfarerías cercanas a la población donde se elaboraban tejas, ladrillos y otros elementos cerámicos. También varios hornos suministraban la cal necesaria para los tercios y la arena, evidentemente, no constituía un gran problema. Igual desde antes de 1868 se habían asentado en la villa expertos y especializados constructores, léase albañiles,  carpinteros, herreros y maestros de obra, más varios ingenieros civiles quienes podían proyectar y dirigir la ejecución de obras más complicadas y de mayor prestancia arquitectónica.
Al fondo: Estación del ferrocarril Gibara-Holguín en Gibara
Túnel del ferrocarril a la salida de Gibara, obra única de su tipo hecha en Cuba colonial
Puente del ferrocarril sobre el río Cacoyuguín
Otra imagen del ferrocarril a la salida de Gibara
Entre los profesionales de la construcción que vivían por esta época en Gibara estaba el ingeniero español,  natural de Palencia, Nicolás Pérez Sancho, quien en 1875 confeccionó y reprodujo en imprenta un interesante plano de la villa, imprescindible hoy para el estudio histórico de Gibara por la riqueza de datos que aporta. Pérez Sancho fue también el proyectista del ferrocarril de Gibara y Holguín y  el ejecutor a pie de obra de los dos primeros tramos de esta vía (Gibara-Cantimplora y Cantimplora-Auras). Lamentablemente Pérez Sancho falleció en 1889 durante un viaje a su tierra natal, por lo que no pudo ver concluida su obra.
Las imágenes que siguen son una colección de monumentales edificios gibareños:
Casa Tamargo
Casa de Arsenita Martínez (Hoy Hotel Arsenita)
Hiperfamoso edificio gibareño conocido como La Murcielaguina.
La Murcielaguina (detalle)
Casino español de Gibara, posteriormente Unión Club. Actualmente es sede del Museo de Historia Natural de Gibara
En las imágenes siguientes: Detalles del edificio construido para sede del Casino Español de Gibara, actual Museo de Historia Natural:
Durante la guerra Gibara obtuvo el título de villa (el 26 de mayo de 1871), y el derecho a crear un ayuntamiento propio independiente del de Holguín (30 de diciembre de 1873). Ambas concesiones reflejaban el desarrollo económico alcanzado por la población portuaria hasta ese momento.
Escudo de la Villa de Gibara
Al finalizar la guerra la población de la villa de Gibara superaba los 7500 habitantes lo que significaba que se había triplicado durante la misma al mudarse para allí numerosos vecinos de otros lugares de la región oriental del país.
Otras construcciones gibareñas levantadas después finalizada la guerra grande de los Diez años (1868-1878):
Teatro Unión Club, construido entre 1899 y 1890
Teatro Unión Club, (detalle)
Fuente de terracota que originalmente estuvo colocada en el viceconsulado de España en Gibara (Residencia de don Javier González Longoria), luego colocada a la entrada del teatro Unión Club

El puerto gibareño, convertido en base naval hispana durante la guerra de independencia cubana de 1868 a 1878 era el sexto de la isla de Cuba en cuanto al volumen de cargas importadas y exportadas. La producción agrícola de las tierras cercanas a Gibara, aunque fue en cierta medida afectada, no se detuvo ni en los días más difíciles del conflicto bélico y cuando concluyó aquel, la villa y sus alrededores se recuperaron rápidamente. Por demás, con el arribo de miles de cabezas de ganado procedentes de Puerto Rico se reparó la ganadería.
Durante los años del período ínter guerras, denominado por José Martí como Tregua Fecunda, gibareños y holguineros se unieron en un proyecto común que constituyó una expresión del auge económico que iba alcanzando la región para entonces construyendo un ferrocarril que enlazaba los dos pueblos, avance tecnológico eficaz  para el transporte de mercancías  y pasajeros.
En esta etapa se construyeron también elegantes edificios en la villa de Gibara, entre estos la sede del Casino Español (actual Museo de Ciencias Naturales) y el teatro del Casino, pequeña joya de la arquitectura gibareña y único teatro de la etapa colonial que aún se conserva en la provincia Holguín. 
Al iniciarse la guerra de 1895 se repitió, aunque en menor escala, el fenómeno migratorio interno que se había dado durante la guerra de 1868. En 1895 ya existía un servicio telefónico que pronto fue ampliado para satisfacer las necesidades del mando español durante la contienda, y a fines de 1897 se dieron los primeros pasos para el montaje de una planta que al año siguiente brindó servicio de electricidad a las familias de más solvencia económica de la villa.
En las siguientes fotografías una muestra del refinado mobiliario y los elementos decorativos de la casa colonial gibareña:
La Farmacia del Dr. Martínez Rebelgo, data del siglo XIX
El activo comercio, el sabio trazado de las calles y los sólidos edificios de Gibara impresionaron favorablemente a numerosos viajeros que la visitaron en el siglo XIX y dejaron escritas sus memorias para la posteridad[26].
Al finalizar el siglo XIX Gibara era uno de los pueblos más prósperos de la región oriental del país sin embargo durante la primera mitad del siglo XX este panorama cambiaría radicalmente.


[1] Pérez Esquivel, Miguel Ángel y Cosme Casals Corella: “Derrotero de Cristóbal Colón por la costa de Holguín 1492” Págs. 64 y 65.
[2] Doimeadiós  Cuenca Enrique y María Hernández Medina “Apuntes para una historia del municipio Gibara” Págs.17 y 20
[3] Ávila del Monte Diego: “Historia del hato de San Isidoro de Holguín” Pág. 116
[4] Ídem Págs. 96 y 97.
[5] Existen diferentes reportes de barcos que entraron a la bahía de Gibara con el objeto de realizar contrabando. Uno de los que produjo mayor revuelo fue el recogido por Levi Marrero Artiles en su enjundiosa obra “Cuba, Economía y Sociedad”, en la cual refiere que al arribar un guardacostas español a la bahía de Gibara en 1752, fue apresado por una embarcación francesa que se encontraba en la misma realizando contrabando. Como hechos similares se repitieron en esos años en Bariay y otras bahías de la costa norte holguinera con corsarios franceses, el Supremo Consejo de Indias, reunido el  23 de enero de 1753, recomendó al rey español dirigir una enérgica comunicación al monarca francés para que éste prohibiera a sus súbditos en lo sucesivo la ejecución de acciones de esta naturaleza contra territorio español, ya que en esos momentos reinaba la paz entre ambas naciones (Ver Cuba, Economía y Sociedad. Tomo VII Pág. 196)
[6] Abreu Cardet, José Miguel: “Francisco de Zayas: el camino inconcluso entre Cuba y España” en revista Gibara No. II Mayo. Agosto de 1999
[7] Peña Obregón, Angela: “Gibara: la villa que pronosticó Colón”. En Revista Gibara No, 1, Enero Abril de 1999.
[8] Archivo Nacional de Cuba. Fondo Real Consulado.
[9] La selección del día seguramente que no se debió al azar. Ese es el día que los católicos celebran a San Fulgencio, quien en vida fue hermano de Isidoro de Sevilla, San Isidoro, patrono de Holguín.
[10] Doimeadiós, Enrique y María Hdez. “Apuntes para una historia del municipio Gibara” Pág. 43
[11] Archivo Nacional de Cuba. Fondo Reales órdenes y Cédulas. Legajo 66 No. 50
[12] Leyva Aguilera, Herminio: “Gibara y su jurisdicción” Pág. 45
[13] Ver: Carreras, Julio A. “Historia del Estado y el Derecho en Cuba” Pág. 103 / Esta Real Orden establecía  la exención temporal de diezmos sobre la producción agrícola y de “alcabalas” en venta de sus frutos y, además, el beneficio de satisfacer únicamente el dos y medio por ciento de uno y otro tributo, después de vencido el término para la exención.
[14] A estos extranjeros se les permitía portar armas aún en tiempo de paz, lo que les permitía resistir cualquier sublevación de esclavos o incursión pirática.
[15] Doimeadiós, Enrique:”Anglosajones en Gibara. Trabajo presentado en el evento “La ciudad que queremos. Holguín, 2009).
[16] Idem.
[17] El informe del censo de 1827 (en su página 89), recoge que: Al NNE y a 7 leguas próximamente (de Holguín), tiene el puerto habilitado de Gibara, muy abrigado, capaz y con fondo para bergantines y sobre la orilla occidental de su entrada tiene una batería que la defiende, con un pueblecito naciente llamado Punta de Yarey, a nueve leguas próximamente de su capital, (Holguín), único que existe en la jurisdicción, que es cabeza del partido rural de Gibara. Tiene 14 casas de mampostería y tejas y  60 de tabla y embarrado y guano, 3 pulperías y tabernas y una población de 170 blancos, 114 de color libres y 43 esclavos. Total 327 habitantes. Por este pequeño puerto en el año 1827 se importó  49 765 pesos y la extracción de frutos indígenas ascendió a  64 384 pesos. Los derechos producidos fueron de 13 689 pesos.
[18] Leyva Aguilera, Herminio: “Gibara y su jurisdicción” Pág. 160
[19] Leyva Aguilera, Herminio: “Gibara y su jurisdicción” Pág. 254
[20] Archivo Provincial de Holguín. Fondo Tenencia de Gobierno. Legajo 73, expediente 147, folio  58.
[21] Archivo Nacional de Cuba. Fondo Gobierno Superior Civil. Legajo 17 No 583
[22] Ídem
[23] Leyva Aguilera, Herminio: “Gibara y su Jurisdicción”   Pág. 162.
[24] Ver: Leyva Aguilera, Herminio: “Gibara y su jurisdicción” Pág. 164.
[25] Doimeadiós, Enrique y Ángela Peña: “El  Sistema Defensivo de la España Chiquita”. Ponencia presentada en el Congreso Nacional de Historia 2009.
[26] Ver: Muecke Bertel, Carlos: “Patria y Libertad”. Ver también: “Mouré Saco, José: “1102 días en el Ejército Español” (Diario de un soldado español)

9 de enero de 2017

Centro Comercial de Holguín - EVOLUCION HISTÓRICO-ARQUITECTÓNICA DEL CENTRO COMERCIAL TRADICIONAL DE HOLGUÍN. (Parte XII)



Después del triunfo de la Revolución Cubana en 1959 comienza la trasformación paulatina del Centro Comercial Tradicional de Holguín. La propiedad particular y especialmente los grandes comercios de firmas extranjeras que tenían alto número de empleados, fueron  nacionalizados en 1963. Cinco años después, en 1968, se nacionalizan los pequeños. 

Durante este proceso interventor se cierran muchas tiendas a las que se les da nuevos usos sociales: educacionales, salud, habitacional y administrativos, predominando estos dos últimos. El Centro Comercial Tradicional toma un nuevo destino en el que prevalece junto al comercial, el cultural, y va perdiendo la imagen peculiar de los comercios tradicionales, establecidos desde el siglo XIX y principios del XX. La Plaza del Mercado, por ejemplo, se transformó bruscamente, perdiendo su razón de ser, el Mercado Modelo se transformó en una fábrica de cerámica roja con alta contaminación ambiental, hasta la implementación del Proyecto Cultural La Marqueta, no así, felizmente, el parque García y sus alrededores que, a pesar de desafortunadas intervenciones y cambios de usos, continúa siendo hasta nuestros días el corazón del Centro Comercial Tradicional.

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