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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

27 de enero de 2017

Arroyo Hediondo, en Gibara


By John Glanville Taylor
 



“Arroyo hediondo” es como se llama en Gibara a un chorro de agua sulfurosa que, obviamente, despide un olor desagradable.
La dicha corriente corre subterránea y sale al exterior en un punto cercano a donde el río Gibara desemboca en la bahía. Antaño muchas personas acudían a ese lugar buscando la curación de ciertas enfermedades.

Eva Canel también se refiere a "Arroyo hediondo". Para leer lo que dijo: haga clic aquí




25 de enero de 2017

Calixto García. Biografía. 39



1874, Agosto 28
Calixto va a encontrarse con Barreto

A la vez que parte el mensajero de García a encontrarse con el Gobierno de la República, sale el General hacia el campamento de Yarayabo, residencia de Barreto. Nada más le acompañaban 60 hombres de infantería y 16 caballos.
El trayecto es difícil: debía atravesar un territorio pantanoso, vadear ríos desbordados y esquivar al enemigo constantemente.
Manda el General a sus hombres que destruyan los postes del telégrafo. Félix Figueredo, que lo acompaña, lo censura porque así va señalándole al enemigo cuál es su trayectoria.

Al cruzar el camino que une a Cauto y Bayamo, manda el General que se destruyan los postes del telégrafo. Y cuando cruza el camino de Punta Gorda a Media Luna, hace lo mismo. El jefe de sanidad del Departamento, Félix Figueredo, que va con el general, le censura los cortes del telégrafo, porque, dice Figueredo, así va señalándole al enemigo cuál es su trayectoria.
En el campamento de La Cidra, el general se cruza con el Coronel del Mármol. Este le deja a Calixto un buen práctico, que habría de conducirle hasta Yarayabo, el teniente Guerra.
San Antonio de Bagá

Listos para continuar la marcha, el teniente Guerra le dice que el próximo campamento será San Antonio de Bagá.
El campamento de San Antonio de Bagá era malo a los intereses mambises por sus deficientes condiciones defensivas: era muy fácil que el enemigo lo rodeara. Por demás, era aquel un lugar malsano por muy húmedo, al extremo de que el Dr. Félix Figueredo dijo al general que “le era imposible quedarse allí y que deseaba que lo autorizara para marchar con sus asistentes a otro lado”. Calixto le prometió abandonarlo tan pronto regresara la gente que había salido a forrajear.
En una posterior conversación con Enrique Collazo, el general le contó que iba él con ochenta hombres y que había mandado a la mayoría a que buscaran alimentos en un lugar inmediato llamado El Zarzal, “quedando yo con sólo quince hombres, mis ayudantes, el Jefe de Sanidad y las avanzadas”.
“Por exceso de confianza permaneció allí, dejando salir a las tropas a buscar viandas”, dijo Collazo.
Diálogo entre Calixto y Félix Figueredo en San Antonio de Bagá.

Fuerte aguacero en San Antonio de Bagá
El enemigo se aproxima
Teniente Ariza


Dice Casasús: “Allí en el campamento se produjo un diálogo que debe recogerlo la historia de Cuba, entre el General y su médico y consejero desde el inicio de la guerra, el Dr. Félix Figueredo, y que llega a nosotros porque el médico lo escribió en el lejano año 1919 y que su hijo, el también médico Carlos Figueredo conservó con celo y patriotismo.
Después que Figueredo lo critica por cortar los cables del telégrafo y por aceptar quedarse en el mal campamento, contesta Calixto: “Si caigo en poder de los españoles algún día, me empeñaré para que usted me haga compañía, pues me imagino las reflexiones que me iba a hacer camino del patíbulo”. Entonces, parando la broma, pregunta el médico: “¿Qué harás, Calixto, si te vieras prisionero de los españoles?”, y responde el general: “No, nunca caeré en poder de ellos, pues mi revólver tiene seis balas: cinco para el enemigo y la última para mí”.
Empieza a caer un terrible aguacero, pero igual, llega la correspondencia. Los hombres continúan comentando las últimas noticias. Y en eso se oye el primer disparo.
El centinela mambí da el alto a quienes se aproximan, pero al descubrir que era tropa enemiga, hace fuego. Entonces los guerrilleros mandados por el teniente Ariza, disparando ya, emprenden una maniobra envolvente.
En el documento de Félix Figueredo dice: “El sargento Villarreal llegó corriendo: general, el enemigo es numeroso. A los tiros nuestros observé que el Jefe, a caballo, hacía señas indicando la izquierda y la derecha.
Figueredo: Esas señas indican un ataque por el centro y los costados.
Calixto: Sí, pero no pienso pelear. Que Rabí sostenga un poco el fuego para retirarnos.
Con muy pocos hombres sale el general Jesús Rabí, a colocarse entre el Cuartel General y la tropa enemiga, que continúa en su intento de envolver el campamento cubano. (En esa maniobra emplearon los españoles media hora, que es el mismo tiempo en que el general se mantiene en el mismo lugar donde estaba, esperando que Rabí entablara el combate, para retirarse).
El caballo de Calixto se espanta

Cuando el general ve al enemigo flanqueando la posición (lo que significa que ya ha logrado rodear el campamento), trata de alcanzar su caballo, pero el ruido de los tiros y los gritos del combate espantan al animal que sale corriendo. En vano intenta el general alcanzar la bestia, y por el esfuerzo del intento empieza a faltarle la respiración, porque aunque solamente tiene 35 años, ya estaba enfermo del corazón[1].
Antes de perder su cabalgadura, el general le había dicho a Félix Figueredo que fuera con la caballería para la sabana, que para allí iría él.
Es entonces que el enemigo ataca, por el flanco derecho, dice Rabí.
Los doce acompañantes del General   pelearon hasta quedar sin municiones.
Luego se produce un silencio espantoso y finalmente la detonación de un revolver


Calixto nada más estaba con media docena de hombres, pero eran esos de la estirpe de los héroes. Los doce pelearon como leones para defender al general, pero muy pronto sus armas quedaron sin municiones…
En la manigua tan espesa de San Antonio de Bagá, compuesta de malvas peludas tan altas que cubrían a un hombre sobre su caballo, encontraron los españoles al capitán Planas, herido de gravedad en las dos piernas, y asimismo el cuerpo inanimado de Joaquincito Castellanos, que era el más joven de los ayudantes de Calixto. Cuando vio la nube de soldados enemigos que se acercaban, Joaquincito Castellanos se acerca a su jefe y le dice: General, usted solo caerá en poder del enemigo cuando ellos hayan pasado por encima de mi cadáver. Y hace fuego contra los guerrilleros, que contestan con una descarga cerrada.
Tampoco Rabí pudo auxiliar a Calixto. Los españoles habían rodeado al general y los hombres de Rabí habían quedado fuera de dicho círculo.
Desde el centro del círculo los doce acompañantes del general disparan como leones. Y cuando se les acaban las municiones reproduce un silencio espantoso, solo roto por los gritos de vivas a España que dan los enemigos. Entonces, de pronto, se oye un estentóreo grito de ¡Viva Cuba! Y de inmediato la detonación de un revólver de grueso calibre[2].
Apoyando el cañón de su revólver debajo de la barba, el General se taladró el cráneo, para no caer prisionero del enemigo.
“¿Oiga usted, prisionero, quién era este?”, pregunta un oficial español al comandante Juan Quesada, ayudante de Calixto que cayó en manos enemigas, a la vez que señala el cuerpo exánime del general: “Ese es el cadáver del que ha sido hasta hace pocos momentos el Mayor General Calixto García Iñiguez, Jefe del Departamento Militar de Oriente y de quien el que habla ha tenido el honor de ser uno de sus ayudantes”.
Un leve gesto de Calixto demuestra a sus captores que el General no está muerto
-Está bien, amarren a éste, porque lo que es este otro ya no se puede escapar[3]… dice Ariza, el jefe de la guerrilla quien tiene en sus manos el revólver de cañón amarillo donde están estas letras: “dedicado al Mayor General Calixto García por la acción de Los Guacamayos”[4]
Entonces un leve gesto avisa que el general no está muerto. Lo conducen a Veguitas. Desde ese lugar Ariza informa de los hechos a su superioridad: “El enemigo derrotado, con pérdida de 36 muertos, entre estos Calixto García”
En Veguitas el médico Federico Baglietto le hizo la primera cura al general y acto seguido lo condujeron a Manzanillo, a presencia de Sabas Marín. Éste fletó un vapor, el Venadito, y en él trasladó a Calixto a Santiago donde lo ingresaron en el Hospital Militar Príncipe Alfonso



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[1] Quien dice eso, Félix Figueredo, era el médico de Calixto desde el inicio de la guerra.

[2] José Martí: "No necesita encomio nuestro el general García. Lleva su historia en su frente herida. El que sabe desdeñar su vida sabrá siempre honrarla”.

[3] El “muerto que ya no podía escapar” salvó la vida de su captor, el Teniente Ariza en Madrid, una docena de años más tarde. 

[4] Así nombró el periodista Jame O´Kelly la acción sobre Jiguaní que el presenció en su visita a la manigua cubana. El revólver se lo envió a Calixto la patriota y esposa del célebre escritor Cirilo Villaverde.

Calixto García. Biografía. 37



1874, Junio 20
El 20 de junio de 1874, desde Calabazar de Jiguaní, escribe Calixto una bella carta cuyo texto denota la nostalgia que padecía por la falta del calor del hogar; en ella el curioso puede ver con claridad el alma romántica del General.
Luego de darle a la esposa algunas noticias sobre la marcha de la guerra, escritas aquellas con el lenguaje áspero y enérgico del campamento, asume su condición de esposo y amante compañero, y le escribe:
“Pensé dejar esta carta para mañana, pero al salir de mi tienda se ha presentado ante mi vista tan bella perspectiva que no puedo resistir el deseo de "pintarte" el campamento. Son las doce de la noche, una luna bellísima esparce su dulce claridad y un cielo tachonado de estrellas se extiende por mi cabeza. Al frente se distingue una larga hilera de pequeños ranchos cobijados de yaguas. Es el campamento del Regimiento Yara. A mi izquierda y derecha las tiendas de mis Ayudantes, y a mi espalda otra larga hilera de ranchos ocupados por mi escolta y batallón Baire. La tienda más próxima a la mía es la de mi amigo Félix Figueredo que ha dejado la Secretaría de la Guerra y hoy es otra vez jefe de la Sanidad de Oriente (...) En mi misma tienda tengo a Benjamín Ramírez, Jefe del Regimiento Baire que ha venido a verme atravesando 18 leguas de loma, entre ellas, La Maestra, pues está destacado en la costa sur (…)
“Una extensa calle de palmas rodea el campamento y una empinada loma se ve a mi espalda, llena de farallones blancos que parecen grandes edificios. A cien pasos del campamento hay un pequeño arroyo de una agua deliciosa, que nace en los farallones que te he descrito.
“Detrás de mi tienda duerme mi asistente (...) A los costados de mi hamaca la vela de cera alumbra mi habitación que, como en todas las mías se ven revueltos, zapatos, revólveres, carteras, machetes, chaquetas, etc. A la entrada de mi tienda hay un banco formado por cuatro horquetas y una vara. Este banco es para las visitas. Por doquier se ven sacos (...)
“Esta noche, a prima, estuvo tocando la orquesta, bien que esto no es una novedad, pues lo hacen casi todas las noches. Tanto hemos luchado que hasta hemos conseguido música. El jefe de ella es Pedro Estrada, el clarinetista que residía en Contramaestre. Más allá de los ranchos del Regimiento Yara, y separado por una calle de 20 varas de ancho se encuentran los del Regimiento Bayamo, y más adelante y en el mismo orden las del primer batallón de Jiguaní.
“Delante de todos y en un potrero de guinea, lleno también de palmas, acampa la caballería. Por todos los ranchos se ven varas de tasajo y montones de boniato, mangos, cañas y hasta zapotes, y si algún curioso escarba algunos montones que sobresalen de la tierra encontrara nísperos puestos a madurar con el calor del sol. Esto es, en fin, un campamento encantador, lo que no es de extrañar en nuestra bella Cuba.
“En estos momentos todos duermen y nadie diría que acampan en este lugar los mismos hombres que, antes del toque a silencio, aturdían los oídos con sus cantos y chistes, que no olvidan ni en me dio de los mayores peligros ni aún cuando el hambre agobia sus estómagos”.



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