1874,
Junio 20
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El
20 de junio de 1874, desde Calabazar de Jiguaní, escribe Calixto una bella
carta cuyo texto denota la nostalgia que padecía por la falta del calor del
hogar; en ella el curioso puede ver con claridad el alma romántica del
General.
Luego
de darle a la esposa algunas noticias sobre la marcha de la guerra, escritas
aquellas con el lenguaje áspero y enérgico del campamento, asume su condición
de esposo y amante compañero, y le escribe:
“Pensé dejar esta carta para mañana,
pero al salir de mi tienda se ha presentado ante mi vista tan bella
perspectiva que no puedo resistir el deseo de "pintarte" el
campamento. Son las doce de la noche, una luna bellísima esparce su dulce
claridad y un cielo tachonado de estrellas se extiende por mi cabeza. Al frente
se distingue una larga hilera de pequeños ranchos cobijados de yaguas. Es el
campamento del Regimiento Yara. A mi izquierda y derecha las tiendas de mis
Ayudantes, y a mi espalda otra larga hilera de ranchos ocupados por mi
escolta y batallón Baire. La tienda más próxima a la mía es la de mi amigo
Félix Figueredo que ha dejado la Secretaría de la Guerra y hoy es otra vez
jefe de la Sanidad
de Oriente (...) En mi misma tienda tengo a Benjamín Ramírez, Jefe del
Regimiento Baire que ha venido a verme atravesando 18 leguas de loma, entre
ellas, La Maestra,
pues está destacado en la costa sur (…)
“Una extensa calle de palmas rodea el
campamento y una empinada loma se ve a mi espalda, llena de farallones
blancos que parecen grandes edificios. A cien pasos del campamento hay un
pequeño arroyo de una agua deliciosa, que nace en los farallones que te he
descrito.
“Detrás de mi tienda duerme mi
asistente (...) A los costados de mi hamaca la vela de cera alumbra mi
habitación que, como en todas las mías se ven revueltos, zapatos, revólveres,
carteras, machetes, chaquetas, etc. A la entrada de mi tienda hay un banco
formado por cuatro horquetas y una vara. Este banco es para las visitas. Por
doquier se ven sacos (...)
“Esta noche, a prima, estuvo tocando
la orquesta, bien que esto no es una novedad, pues lo hacen casi todas las
noches. Tanto hemos luchado que hasta hemos conseguido música. El jefe de
ella es Pedro Estrada, el clarinetista que residía en Contramaestre. Más allá
de los ranchos del Regimiento Yara, y separado por una calle de 20 varas de
ancho se encuentran los del Regimiento Bayamo, y más adelante y en el mismo
orden las del primer batallón de Jiguaní.
“Delante de todos y en un potrero de
guinea, lleno también de palmas, acampa la caballería. Por todos los ranchos
se ven varas de tasajo y montones de boniato, mangos, cañas y hasta zapotes,
y si algún curioso escarba algunos montones que sobresalen de la tierra
encontrara nísperos puestos a madurar con el calor del sol. Esto es, en fin,
un campamento encantador, lo que no es de extrañar en nuestra bella Cuba.
“En estos momentos todos duermen y
nadie diría que acampan en este lugar los mismos hombres que, antes del toque
a silencio, aturdían los oídos con sus cantos y chistes, que no olvidan ni en
me dio de los mayores peligros ni aún cuando el hambre agobia sus estómagos”.
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