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25 de febrero de 2017

Lo que se sabía de el lugar donde apareció el cementerio de El Chorro de Maíta antes del descubrimiento



García Castañeda
Las primeras informaciones sobre el sitio provienen de notas circuladas por José A.García Castañeda, un coleccionista y aficionado a la arqueología radicado en la ciudad de Holguín. En esas se describen objetos del lugar depositados en la colección privada iniciada por su padre, conocida como Colección García Fería (Rouse 1942:103). No se dispone de un inventario de ellas, aunque en el Museo Provincial de Historia de Holguín se conservan dibujos de algunas, sobre todo, numerosos collares de cuentas de piedra y pendientes del mismo material y de concha, entre otros objetos.
A inicios de los años sesenta del siglo XX, García Castañeda donó a la Academia de Ciencias de Cuba 148 piezas del sitio, entre ellas 26 hachas petaloides.
En un artículo publicado en 1941 García Castañeda refiere el Cerro como uno de los principales sitios localizados en la zona de Yaguajay y Banes, en particular por la abundancia de hachas y cuentas de piedra (García Castañeda 1941:19). Ese mismo año Irving Rouse visita y explora el lugar y un año más tarde publica, en su obra Archaeology of the Maniabón Hills, un detallado reporte sobre su ubicación, estructura y materiales (Rouse 1942:103-107). En ese momento se le conocía entre coleccionistas y pobladores, como Yaguajay o El Cerro de Yaguajay. El área con material arqueológico se repartía en una serie de pequeñas parcelas pertenecientes a Francisco Cordovés, Jesús Díaz, Antonio González, Francisco González, Amado Infante, Félix Pérez, Candelaria Sánchez, y Josefa Vázquez. Entonces, como mismo ahora, el camino que va del poblado de Yaguajay al manantial de Chorro de Maíta cruzaba el sitio. Al lado Sur del camino la mayoría de las trazas de ocupación indígena estaban en el lote de Vázquez y al Norte en el de Cordovés. En ambos lotes se hallaban los únicos montículos conservados (Rouse 1942:103).
Obviamente que los coleccionistas de la región lo frecuentaban para adquirir piezas encontradas por los residentes. Las visitas de García Castañeda se iniciaron en 1927. Según Rouse, en 1941 aún no había sido trabajado por arqueólogos pese a que Carlos García Robiou, especialista de la Universidad de La Habana, había estado allí.
Los habitantes del lugar en ocasiones hacían excavaciones para obtener artefactos y venderlos a los coleccionistas. Debido a la alta demanda de objetos, algunos vecinos elaboraban falsificaciones.
Rouse consideró al ambiente del sitio como el mejor en todas las alturas de Maniabón, excepto por su relativo alejamiento del mar. Su ubicación en un punto elevado del cerro garantizaba la visibilidad hacia el mar y hacia otros sitios cercanos como Pan de Samá, El Boniato, El Ingenio, El Lindero, El Porvenir, Los Muertos I, Los Muertos II y Medina. Asimismo por la fertilidad de la tierra y la disponibilidad de agua potable en el manantial de Chorro de Maíta y por otros cuatro manantiales que había en la época de la visita del notable arqueólogo norteamericano.
Por la descripción de Rouse parece que  existían pocas casas aunque la tierra había sido arada con frecuencia, manteniéndose pocos montículos, de no más de un 1 m de alto. (Antes del trabajo agrícola estos montículos debían haber sido más altos y numerosos, en todos, dice Rouse, había huellas de excavaciones).
Rouse también observó concentraciones de ceniza y comenta que García Castañeda notó áreas de tierra quemada. En el extremo oeste, cerca del manantial, el suelo estaba cubierto de caracoles. Piezas de pedernal y fragmentos del tipo de roca usada para elaborar las cuentas eran comunes en varios lugares.
La mayor parte de las referencias consultadas por Rouse provenían de trabajos de García Castañeda. El holguinero dijo al norteamericano que cerca de la casa de Vázquez, a 10 m del camino, había aparecido un esqueleto en posición flexada y la cabeza inclinada, apoyada entre las costillas y los huesos de las piernas. En el área del hallazgo había caracoles de mar, huesos de jutía y pescado, pinzas de cangrejos y conchas de tortuga. No lejos estaba el lugar donde más cuentas de piedra se encontraban. Un cráneo deformado de la colección Pérez Grave de Peralta, visto por Rouse, tal vez correspondía a este esqueleto (Rouse 1942:104).
Asimismo en el sitio se habían obtenido vasijas completas y los hallazgos de fragmentos de cerámica eran frecuentes, muchos decorados o con asas de distintos tipos. También se habían colectado fragmentos de burenes, dos figuras de perro en barro, piezas de pedernal, martillos de piedra, hachas petaloides, morteros y manos de mortero de piedra, pesos de red, pendientes de piedra, una espátula de hueso y figuras en ese material. Además, gubias, colgantes simples y tallados de Oliva, idolillos, pendientes tabulares, discos, anillos y dentaduras de concha.
El lugar donde apareció el Cementerio de El Chorro de Maíta
Para Rouse (1942:106) era el Cerro, el sitio del área de Maniabón donde más objetos y cuentas de piedra aparecían, tratándose posiblemente de un lugar especializado en su elaboración.
Este mismo arqueólogo (Rouse. 1942:103, 135, 144) concluyó que esa era de una de las mayores locaciones arqueológicas del área de Maniabón y la más importante del noroeste de Banes; posiblemente, dijo, un espacio donde vivieron subtaínos dedicados a la agricultura.
Rouse, además, encontró piezas de cristal y fragmentos de cerámica española, pero como esas estaban cerca de una casa, las estimó modernas. No obstante dejó por escrito que un coleccionista de la zona le había asegurado que allí encontró una espada de hierro (Rouse 1942:106). Esa información llevó al norteamericano a considerar que los objetos europeos los habían conseguido los aborígenes por intercambio con los colonizadores y que el sitio había sido de habitación indígena solamente hasta tiempos históricos.

 
¿Dónde estaba Cubanacán?
Para Zayas y Alfonso (1931:290) fue este Yaguajay en Banes, y no el de igual nombre en Sancti Spíritus, al centro norte de Cuba, el lugar donde se hallaba la aldea indígena de similar nombre mencionada por los conquistadores en el siglo XVI, que quedaba, dijeron los conquistadores, cerca de una zona o provincia llamada Cubanacán.
Esa misma opinión fue apoyada por los investigadores Van der Gucht y Parajón, estudiosos del primer sitio por el que llegó Colón a Cuba. Esos dichos geógrafos aseguraron que fue Yaguajay, en el Cerro de igual nombre, el pueblo visitado por los dos emisarios de Colón durante su primer viaje. (Rouse 1942:34, 103).
Irving Rouse (1942:106, 155-157), al tomar en cuenta la abundancia de sitios arqueológicos a su alrededor y su preeminencia en cuanto a posición, tamaño y riqueza en objetos arqueológicos, valora el lugar  como una aldea de gran población y acepta su identificación como cabecera del referido cacicazgo (Cubanacán), que abarcaría la zona de Yaguajay.
En los años siguientes se realizan nuevas exploraciones al lugar, aunque no hay datos sobre excavaciones. Entre ellas las hechas en 1943 y 1949 por el Grupo Guama, asociación cubana dedicada a los estudios arqueológicos. En esa ocasión obtienen cerámica europea y material indígena (Morales Patiño y Pérez de Acevedo 1945:8). Este último se halla depositado en los fondos del Instituto Cubano de Antropología, CITMA, La Habana, donde además se encuentran otros objetos colectados en el mismo lugar por la Sociedad Espeleológica de Cuba y el Grupo Samá, de aficionados a la Arqueología.
Orencio Miguel, otro importante coleccionista privado de Banes, exploró el Cerro y en él obtuvo piezas, hoy conservadas en el Museo Baní (Guarch Delmonte et al. 1987).
Material del sitio también fue adquirido por la colección privada Romero Emperador.
Entre la década del sesenta y el setenta del siglo XX, arqueólogos de la Academia de Ciencias de Cuba, involucrados en investigaciones en Banes, visitaron la locación (Castellanos y Pino 1978; Valcárcel Rojas 2002:34).

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