García Castañeda |
A
inicios de los años sesenta del siglo XX, García Castañeda donó a la Academia de Ciencias de
Cuba 148 piezas del sitio, entre ellas 26 hachas petaloides.
En
un artículo publicado en 1941 García Castañeda refiere el Cerro como uno de los
principales sitios localizados en la zona de Yaguajay y Banes, en particular
por la abundancia de hachas y cuentas de piedra (García Castañeda 1941:19). Ese
mismo año Irving Rouse visita y explora el lugar y un año más tarde publica, en
su obra Archaeology of the Maniabón Hills, un detallado reporte sobre su ubicación,
estructura y materiales (Rouse 1942:103-107). En ese momento se le conocía
entre coleccionistas y pobladores, como Yaguajay o El Cerro de Yaguajay. El
área con material arqueológico se repartía en una serie de pequeñas parcelas
pertenecientes a Francisco Cordovés, Jesús Díaz, Antonio González, Francisco
González, Amado Infante, Félix Pérez, Candelaria Sánchez, y Josefa Vázquez. Entonces,
como mismo ahora, el camino que va del poblado de Yaguajay al manantial de Chorro
de Maíta cruzaba el sitio. Al lado Sur del camino la mayoría de las trazas de
ocupación indígena estaban en el lote de Vázquez y al Norte en el de Cordovés.
En ambos lotes se hallaban los únicos montículos conservados (Rouse 1942:103).
Obviamente
que los coleccionistas de la región lo frecuentaban para adquirir piezas
encontradas por los residentes. Las visitas de García Castañeda se iniciaron en
1927. Según Rouse, en 1941 aún no había sido trabajado por arqueólogos pese a
que Carlos García Robiou, especialista de la Universidad de La Habana, había estado allí.
Los
habitantes del lugar en ocasiones hacían excavaciones para obtener artefactos y
venderlos a los coleccionistas. Debido a la alta demanda de objetos, algunos
vecinos elaboraban falsificaciones.
Rouse
consideró al ambiente del sitio como el mejor en todas las alturas de Maniabón,
excepto por su relativo alejamiento del mar. Su ubicación en un punto elevado
del cerro garantizaba la visibilidad hacia el mar y hacia otros sitios cercanos
como Pan de Samá, El Boniato, El Ingenio, El Lindero, El Porvenir, Los Muertos
I, Los Muertos II y Medina. Asimismo por la fertilidad de la tierra y la
disponibilidad de agua potable en el manantial de Chorro de Maíta y por otros
cuatro manantiales que había en la época de la visita del notable arqueólogo
norteamericano.
Por
la descripción de Rouse parece que existían pocas casas aunque la tierra había
sido arada con frecuencia, manteniéndose pocos montículos, de no más de un 1 m
de alto. (Antes del trabajo agrícola estos montículos debían haber sido más
altos y numerosos, en todos, dice Rouse, había huellas de excavaciones).
Rouse
también observó concentraciones de ceniza y comenta que García Castañeda notó
áreas de tierra quemada. En el extremo oeste, cerca del manantial, el suelo
estaba cubierto de caracoles. Piezas de pedernal y fragmentos del tipo de roca
usada para elaborar las cuentas eran comunes en varios lugares.
La
mayor parte de las referencias consultadas por Rouse provenían de trabajos de
García Castañeda. El holguinero dijo al norteamericano que cerca de la casa de
Vázquez, a 10 m del camino, había aparecido un esqueleto en posición flexada y la
cabeza inclinada, apoyada entre las costillas y los huesos de las piernas. En
el área del hallazgo había caracoles de mar, huesos de jutía y pescado, pinzas
de cangrejos y conchas de tortuga. No lejos estaba el lugar donde más cuentas
de piedra se encontraban. Un cráneo deformado de la colección Pérez Grave de
Peralta, visto por Rouse, tal vez correspondía a este esqueleto (Rouse
1942:104).
Asimismo
en el sitio se habían obtenido vasijas completas y los hallazgos de fragmentos
de cerámica eran frecuentes, muchos decorados o con asas de distintos tipos.
También se habían colectado fragmentos de burenes, dos figuras de perro en
barro, piezas de pedernal, martillos de piedra, hachas petaloides, morteros y
manos de mortero de piedra, pesos de red, pendientes de piedra, una espátula de
hueso y figuras en ese material. Además, gubias, colgantes simples y tallados
de Oliva, idolillos, pendientes tabulares, discos, anillos y dentaduras de
concha.
El lugar donde apareció el Cementerio de El Chorro de Maíta |
Para
Rouse (1942:106) era el Cerro, el sitio del área de Maniabón donde más objetos
y cuentas de piedra aparecían, tratándose posiblemente de un lugar especializado
en su elaboración.
Este
mismo arqueólogo (Rouse. 1942:103, 135, 144) concluyó que esa era de una de las
mayores locaciones arqueológicas del área de Maniabón y la más importante del
noroeste de Banes; posiblemente, dijo, un espacio donde vivieron subtaínos
dedicados a la agricultura.
Rouse,
además, encontró piezas de cristal y fragmentos de cerámica española, pero como
esas estaban cerca de una casa, las estimó modernas. No obstante dejó por escrito
que un coleccionista de la zona le había asegurado que allí encontró una espada
de hierro (Rouse 1942:106). Esa información llevó al norteamericano a
considerar que los objetos europeos los habían conseguido los aborígenes por
intercambio con los colonizadores y que el sitio había sido de habitación
indígena solamente hasta tiempos históricos.
¿Dónde estaba Cubanacán?
Para
Zayas y Alfonso (1931:290) fue este Yaguajay en Banes, y no el de igual nombre
en Sancti Spíritus, al centro norte de Cuba, el lugar donde se hallaba la aldea
indígena de similar nombre mencionada por los conquistadores en el siglo XVI, que
quedaba, dijeron los conquistadores, cerca de una zona o provincia llamada Cubanacán.
Esa
misma opinión fue apoyada por los investigadores Van der Gucht y Parajón, estudiosos del primer sitio por el que llegó Colón a Cuba. Esos dichos geógrafos
aseguraron que fue Yaguajay, en el Cerro de igual nombre, el pueblo visitado
por los dos emisarios de Colón durante su primer viaje. (Rouse 1942:34, 103).
Irving
Rouse (1942:106, 155-157), al tomar en cuenta la abundancia de sitios
arqueológicos a su alrededor y su preeminencia en cuanto a posición, tamaño y
riqueza en objetos arqueológicos, valora el lugar como una aldea de gran población y acepta su identificación
como cabecera del referido cacicazgo (Cubanacán), que abarcaría la zona de
Yaguajay.
En
los años siguientes se realizan nuevas exploraciones al lugar, aunque no hay
datos sobre excavaciones. Entre ellas las hechas en 1943 y 1949 por el Grupo Guama,
asociación cubana dedicada a los estudios arqueológicos. En esa ocasión
obtienen cerámica europea y material indígena (Morales Patiño y Pérez de
Acevedo 1945:8). Este último se halla depositado en los fondos del Instituto
Cubano de Antropología, CITMA, La
Habana, donde además se encuentran otros objetos colectados en
el mismo lugar por la
Sociedad Espeleológica de Cuba y el Grupo Samá, de
aficionados a la
Arqueología.
Orencio
Miguel, otro importante coleccionista privado de Banes, exploró el Cerro y en
él obtuvo piezas, hoy conservadas en el Museo Baní (Guarch Delmonte et al.
1987).
Material
del sitio también fue adquirido por la colección privada Romero Emperador.
Entre
la década del sesenta y el setenta del siglo XX, arqueólogos de la Academia de Ciencias de Cuba,
involucrados en investigaciones en Banes, visitaron la locación (Castellanos y
Pino 1978; Valcárcel Rojas 2002:34).
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