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25 de febrero de 2017

Texto donde se da cuenta del descubrimiento del cementerio en El Chorro de Maíta y otros datos.



En 1979 un equipo de la Sección de Arqueología del Instituto de Ciencias Sociales de la Academia de Ciencias de Cuba en Holguín, dirigido por el Dr. José Manuel Guarch Delmonte, hace prospecciones en el sitio y encuentra materiales en un área de 200 m de largo por 100 m de ancho, dispuesta a ambos lados del camino y bajo las casas del poblado de Chorro de Maíta (Guarch Delmonte et al. 1987).
En esa visita no observan montículos pero en la superficie aparece cerámica indígena, concha y piedra trabajada.
Asimismo durante esa visita los arqueólogos fueron informados del lugar donde los vecinos encontraron un esqueleto, y también de la extracción de otros esqueletos con anterioridad.
Según Juan Guarch Rodríguez, topógrafo participante en el trabajo, las evidencias se obtenían del simple examen visual de la superficie (comunicación personal 2005). A partir de algunas calas que hicieron, los arqueólogos identificaron un área de 22000 m² donde posiblemente encontraran la mayor cantidad de material. Sin embargo el espacio parecía muy alterado por la construcción de las casas y la actividad doméstica y agrícola. Por cierto, en el mapa del lugar que los tipógrafos hicieron, pro primera vez llaman al sitio con el nombre de El Chorro de Maíta.
En 1983 el mismo grupo de trabajo amplía las exploraciones, pero todavía no llegan a ninguna conclusión.
En 1985 regresan excavan 5 áreas de 0.50 metros de lado, todas próximas, en una zona alta al norte del camino. Entonces, a 0.20 m de profundidad ubican restos de un fogón, al parecer indígena. Para Guarch Delmonte et al. (1987): “(…) el sitio parece haber tenido su centro en el camino que lo corta, siendo la parte sur del mismo la zona donde frecuentemente han aparecido restos humanos y pocas concentraciones del resto de las evidencias. Hacia la parte norte del camino y a pesar de que casi toda el área esta alterada por sembrados y tierra arada, se pueden recoger gran cantidad de evidencias materiales y dietarias (restos de huesos de animales usados en la alimentación).”
En septiembre de 1986 vuelven a ejecutar excavaciones cerca del área donde habían localizado el fogón, pero tampoco encuentran ninguna pieza sobresaliente. Pero de todas formas exploran la zona donde los vecinos decían haber hallado los entierros: esto es, al lado sur del camino, en el patio de varias casas, y encuentran rápidamente restos humanos. Dos meses después habían encontrado 40 esqueletos.  Y en abril de 1987 la cantidad de restos humanos sumaba 96.
Tras el hallazgo del Área de entierros todo el trabajo se pone en función de hacer excavaciones en otras áreas cercanas para determinar los límites del cementerio.
 
 
 
Los restos humanos (de los que hablaremos detalladamente más adelante), aparecieron en una zona nombrada por los arqueólogos Unidad 3. En ella, descontando los objetos ornamentales con que fueron enterrados los difuntos, no se encontró otro tipo de objetos.
Además de esa (cementerio propiamente), se excavaron otras tres áreas que los arqueólogos llamaron Unidad Uno, Dos y Cinco. Con la excepción del entierro 41, encontrado en el área cinco, en las otras no se encontraron restos humanos.
 
En la Unidad Uno se colectaron restos de diversas especies de animales locales, tanto terrestres como marinos, y  restos de cerdo (Sus scrofa) hallados a muy poca profundidad (Rodríguez Arce 1987a). Los artefactos indígenas o sus partes, especialmente fragmentos de cerámica, se concentraban entre 0.30 y 0.50 m. También aparecieron algunos ornamentos, todos muy simples: dos pequeños pendientes hechos de conchas de Oliva reticularis sin grabar, un pendiente tabular de concha y una microcuenta de piedra. Entre los elementos utilitarios también aparecieron tres fragmentos de coral con huellas de desgaste, 5 valvas de Codakia orbicularis usadas como raspadores y un guijarro usado como percutor. En piedra tallada aparecieron un buril, dos restos de taller retocados, una lasca con muesca y 19 restos de taller (Jardines 1986). Asimismo se localizó cerámica europea en diversos estratos artificiales.
Objetos encontrados en la Unidad 1. El Chorro de Maíta. 1986
En la Unidad Dos se encontraron objetos hasta los 0.50-0.60 metros de profundidad. El material colectado en ella incluye restos de diversas especies terrestres y marinas. No hay evidencias de cerdo. Los artefactos indígenas o sus partes aparecen principalmente hasta los 0.40 m de profundidad. Los elementos ornamentales encontrados allí son muy escasos, sólo un pendiente tabular de concha. En esa área se colectó, además, parte de un coral con huellas de desgaste, valvas de Codakia orbicularis usadas como raspadores, un fragmento de concha trabajado y parte de un guijarro usado como percutor. También una lasca irregular y restos de talla de material silicificado (Jardines 1986). Asimismo en ella solo aparecieron cuatro fragmentos de cerámica europea, ambos en los primeros 0.10 m de excavación.
En la parte central de esta área de excavación, apareció a una profundidad de 0.20 y 0.50 metros una estructura semicircular de piedras superpuestas, de unos 45 cm de largo por 35 cm de ancho que contenía cenizas, carbón, restos de fauna y cerámica indígena, por lo que los arqueólogos la identificaron como un fogón.
Fogón encontrado en la Unidad No. 2 de El Chorro de Maíta. 1986. Fotografía tomada de los archivos del Departamento Centro Oriental de Arqueología, Holguín.
Objetos encontrados en la Unidad 2. El Chorro de Maíta. 1986
La Unidad 5 está ubicada a 30 metros al sureste del cementerio. En ella se encontró material hasta los 0.50-0.60 m en los escaques 2 y 3, y hasta los 0.30-0.40 metros en el escaque 4. El escaque 1 no se excavó.
En los escaques 2 y 3, a unos 0.50 m de profundidad, apareció un enterramiento vertical que llegaba hasta los 0.80 metros de profundidad. Ese fue identificado como el No. 41. El entierro se hallaba rodeado de un bolsón de restos que constituyen la mayor parte de las evidencias colectadas en esa Unidad, todos entre 0.50 y 0.80 metros de profundidad. En opinión de Rodríguez Arce (2004) en el lugar existió un fogón y una concentración de desechos que fue impactada al realizarse el entierro, por tal razón los restos humanos entraron en contacto con huesos de animales, conchas, y elementos culturales.
Los artefactos indígenas encontrados en esa área se distinguen por su variedad. Los restos de vasijas de barro y burenes fueron abundantes. Asimismo se localizaron tres fragmentos de coral con huellas de desgaste generadas aparentemente por su uso como limas, cuatro valvas de Codakia orbicularis usadas como raspadores, un hacha petaloide, dos percutores y un pulidor de piedra. También una microcuenta de piedra y un pendiente en valva de Pinctada radiata, una lasca de piedra, un resto de taller retocado y cuatro restos de talla sin retoques (Jardines 1987).
Igualmente se hallaron restos de distintos animales así como huesos de cerdo (Sus scrofa) en todos los escaques y en cada uno de los tres primeros niveles de profundidad. Estos huesos de cerdo pertenecían a dos ejemplares juveniles (Rodríguez Arce 1987a). El reporte de cerámica europea encontrada en los dos primeros niveles de profundidad, fue alto (20 fragmentos).
En el año 2000 gracias a la Dra. Betty J. Meggers (Smithsonian Institution) se realizaron análisis de datación radiocarbónica de muestras de hueso de dos entierros, localizados en la Unidad 3, y de una muestra de carbón vegetal obtenida en la Unidad 5, nivel artificial 0.30-0.50 m. La medición se ejecutó en los laboratorios Beta Analitic Inc. El resultado sugiere que ese espacio (Unidad 5 de Chorro de Maíta) estaba en uso en períodos anteriores a la llegada de Cristóbal de Colón, exactamente en algún momento ubicado entre los años 1200-1320 después de Cristo.
Objetos encontrados en la Unidad 5. El Chorro de Maíta. 1986
Guarch Delmonte, Rodríguez Arce y Pedroso (1987:25-28) describen la cerámica indígena hallada en las unidades 1 y 2 como de colores pardo oscuro y pardo claro, dura, con superficies pulidas y paredes gruesas. Entre ellas identificaron vasijas con diámetros de entre 20 y 30 cm, levantadas por acordelado y con bordes en su mayoría semicirculares. Las asas resultaron el elemento decorativo más usado si bien no fueron muy variadas o complejas; las decoraciones consistían en incisiones lineales oblicuos o paralelos al borde, (Solamente el 34 por ciento de las vasijas o fragmentos de ellas que se encontraron tenían elementos decorativos). Asimismo estos autores dijeron que los fragmentos de burenes fueron abundantes.
En el material de concha destacan los raspadores de Codakia orbicularis, y en el caso de materiales hechos de piedra, los objetos más singulares fueron los percutores y cuentas de collar, por lo que los autores estimaron poco importante la fabricación de útiles a partir de la talla de piedras.
Consideran los estudiosos que por los objetos encontrados puede considerarse a los habitantes aborígenes de El Chorro de Maíta, poseedores de un fuerte desarrollo tecnológico, aunque la cerámica indígena encontrada tenía un perfil moderado en términos decorativos, si se la compara con sitios similares de Cuba (Guarch Delmonte, Rodríguez Arce y Pedroso 1987:38).
El estudio arqueozoológico (Rodríguez Arce 1987a) de las tres unidades demostró que allí se comían moluscos terrestres y marinos, pero menos los terrestres. Los restos de quelonios terrestres y marinos son muy escasos, al igual que los de Iguana (Cyclura nubila).
De entre todos los restos animales, los peces fueron el grupo de mayor representatividad en todas las unidades, en especial en la No. 5, identificándose las especies Sparisoma sp, Lachnolaimus maximus, Scarus sp., Sphyraena barracuda y Calamus bajonao.
Los mamíferos (Capromys pilorides, Boromyis offella, Boromys torrei y Mysateles melanurus) también aparecieron cantidades apreciables, siguiendo en importancia a los peces y constituyendo, junto a estos, el núcleo de la alimentación de base animal.
En la Unidad No. 5 se consiguieron restos significativos de cerdo. En la Unidad 1 se localizaron restos de almiquí (Solenodon cubanus), mamífero poco usual en contextos arqueológicos indígenas.
Lo anterior llevó a la conclusión que los aborígenes del lugar adquirían sus alimentos, sobre todo, a partir de la pesca y le seguía la caza. La captura y la recolección debió tener un carácter complementario.
Dada la presencia de burenes y considerando la información etnohistórica sobre estas comunidades, se asumió a la agricultura como una de las actividades económicas básicas (Rodríguez Arce 1987b).
La presencia de cerdo, (especie introducida por los conquistadores), no fue objeto de un análisis particular aunque se consideró evidencia de una situación de contacto con los europeos, posterior a 1514 o 1515 según Rodríguez Arce (1987b). Un aspecto interesante fue la identificación, entre los restos de cerdo, de posibles jabalíes (Rojas 1988).
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Por la amplia concentración de restos encontrados, el lugar fue asumido como una gran aldea de indígenas agricultores emplazada alrededor del espacio con entierros (Guarch Delmonte, Rodríguez Arce y Pedroso 1987:25)
Un hecho significativo fue encontrar en un espacio de no más de 4 m² (Unidad 6) una significativa concentración de elementos de carácter ornamental y ritual. Guarch Delmonte (1994:35-38) estima ese espacio como lugar de habitación de un behíque o chamán porque, a su entender no se trataba de una acumulación accidental sino de una disposición asociada con la función de ese lugar. Entre esos dichos objetos, el mismo arqueólogo mencionó un colgante antropomorfo de hueso, pendientes y cuentas en Oliva reticularis, cuentas de piedra, un pedazo de latón con una perforación, un cascabel europeo de latón y una espátula vómica de hueso.
Materiales encontrados en la Unidad 6 de El Chorro de Maíta, que Guarch Delmonte consideró propiedades de un behíque o chamán.
Izquierda, espátula vómica de hueso, 83 mm de largo; Derecha, ídolo pendiente de hueso, 30.4 mm de largo.
En el espacio de esta Unidad, sin relación con los objetos mencionados, se halló un cántaro de cerámica, en opinión de Guarch Delmonte fabricado en la villa española de Concepción de la Vega, República Dominicana, a inicios del siglo XVI.
Objetos europeo encontrado en la Unidad No. de El Chorro de Maíta. Vasija de cerámica de 30 cm de alto.
Guarch Delmonte incluyó la Unidad 6 en el espacio funerario, pero no hay indicios de que reportara restos humanos.

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