En
1979 un equipo de la Sección
de Arqueología del Instituto de Ciencias Sociales de la Academia de Ciencias de Cuba
en Holguín, dirigido por el Dr. José Manuel Guarch Delmonte, hace prospecciones
en el sitio y encuentra materiales en un área de 200 m de largo por 100 m de
ancho, dispuesta a ambos lados del camino y bajo las casas del poblado de
Chorro de Maíta (Guarch Delmonte et al. 1987).
En
esa visita no observan montículos pero en la superficie aparece cerámica
indígena, concha y piedra trabajada.
Asimismo
durante esa visita los arqueólogos fueron informados del lugar donde los vecinos
encontraron un esqueleto, y también de la extracción de otros esqueletos con
anterioridad.
Según
Juan Guarch Rodríguez, topógrafo participante en el trabajo, las evidencias se
obtenían del simple examen visual de la superficie (comunicación personal
2005). A partir de algunas calas que hicieron, los arqueólogos identificaron un
área de 22000 m² donde posiblemente encontraran la mayor cantidad de material.
Sin embargo el espacio parecía muy alterado por la construcción de las casas y
la actividad doméstica y agrícola. Por cierto, en el mapa del lugar que los
tipógrafos hicieron, pro primera vez llaman al sitio con el nombre de El Chorro
de Maíta.
En
1983 el mismo grupo de trabajo amplía las exploraciones, pero todavía no llegan
a ninguna conclusión.
En
1985 regresan excavan 5 áreas de 0.50 metros de lado, todas próximas, en una
zona alta al norte del camino. Entonces, a 0.20 m de profundidad ubican restos de
un fogón, al parecer indígena. Para Guarch Delmonte et al. (1987): “(…) el sitio parece haber tenido su centro
en el camino que lo corta, siendo la parte sur del mismo la zona donde
frecuentemente han aparecido restos humanos y pocas concentraciones del resto
de las evidencias. Hacia la parte norte del camino y a pesar de que casi toda
el área esta alterada por sembrados y tierra arada, se pueden recoger gran
cantidad de evidencias materiales y dietarias (restos de huesos de animales
usados en la alimentación).”
En
septiembre de 1986 vuelven a ejecutar excavaciones cerca del área donde habían
localizado el fogón, pero tampoco encuentran ninguna pieza sobresaliente. Pero
de todas formas exploran la zona donde los vecinos decían haber hallado los
entierros: esto es, al lado sur del camino, en el patio de varias casas, y
encuentran rápidamente restos humanos. Dos meses después habían encontrado 40
esqueletos. Y en abril de 1987 la
cantidad de restos humanos sumaba 96.
Tras
el hallazgo del Área de entierros todo el trabajo se pone en función de hacer
excavaciones en otras áreas cercanas para determinar los límites del
cementerio.
Los
restos humanos (de los que hablaremos detalladamente más adelante), aparecieron
en una zona nombrada por los arqueólogos Unidad 3. En ella, descontando los
objetos ornamentales con que fueron enterrados los difuntos, no se encontró
otro tipo de objetos.
Además
de esa (cementerio propiamente), se excavaron otras tres áreas que los
arqueólogos llamaron Unidad Uno, Dos y Cinco. Con la excepción del entierro 41,
encontrado en el área cinco, en las otras no se encontraron restos humanos.
En la Unidad Uno se
colectaron restos de diversas especies de animales locales, tanto terrestres
como marinos, y restos de cerdo (Sus
scrofa) hallados a muy poca profundidad (Rodríguez Arce 1987a). Los artefactos
indígenas o sus partes, especialmente fragmentos de cerámica, se concentraban
entre 0.30 y 0.50 m. También aparecieron algunos ornamentos, todos muy simples:
dos pequeños pendientes hechos de conchas de Oliva reticularis sin grabar, un
pendiente tabular de concha y una microcuenta de piedra. Entre los elementos
utilitarios también aparecieron tres fragmentos de coral con huellas de
desgaste, 5 valvas de Codakia orbicularis usadas como raspadores y un guijarro
usado como percutor. En piedra tallada aparecieron un buril, dos restos de
taller retocados, una lasca con muesca y 19 restos de taller (Jardines 1986). Asimismo
se localizó cerámica europea en diversos estratos artificiales.
Objetos encontrados en la Unidad 1. El Chorro de Maíta. 1986 |
En la Unidad Dos se
encontraron objetos hasta los 0.50-0.60 metros de profundidad. El material
colectado en ella incluye restos de diversas especies terrestres y marinas. No
hay evidencias de cerdo. Los artefactos indígenas o sus partes aparecen
principalmente hasta los 0.40 m de profundidad. Los elementos ornamentales encontrados
allí son muy escasos, sólo un pendiente tabular de concha. En esa área se
colectó, además, parte de un coral con huellas de desgaste, valvas de Codakia
orbicularis usadas como raspadores, un fragmento de concha trabajado y parte de
un guijarro usado como percutor. También una lasca irregular y restos de talla
de material silicificado (Jardines 1986). Asimismo en ella solo aparecieron cuatro
fragmentos de cerámica europea, ambos en los primeros 0.10 m de excavación.
En
la parte central de esta área de excavación, apareció a una profundidad de 0.20
y 0.50 metros una estructura semicircular de piedras superpuestas, de unos 45
cm de largo por 35 cm de ancho que contenía cenizas, carbón, restos de fauna y
cerámica indígena, por lo que los arqueólogos la identificaron como un fogón.
Fogón encontrado en la Unidad No. 2 de El Chorro de Maíta. 1986. Fotografía tomada de los archivos del Departamento Centro Oriental de Arqueología, Holguín. |
Objetos encontrados en la Unidad 2. El Chorro de Maíta. 1986 |
La Unidad 5 está ubicada a 30 metros al sureste del
cementerio. En ella se encontró material hasta los 0.50-0.60 m en los escaques
2 y 3, y hasta los 0.30-0.40 metros en el escaque 4. El escaque 1 no se excavó.
En
los escaques 2 y 3, a unos 0.50 m de profundidad, apareció un enterramiento vertical
que llegaba hasta los 0.80 metros de profundidad. Ese fue identificado como el
No. 41. El entierro se hallaba rodeado de un bolsón de restos que constituyen
la mayor parte de las evidencias colectadas en esa Unidad, todos entre 0.50 y
0.80 metros de profundidad. En opinión de Rodríguez Arce (2004) en el lugar
existió un fogón y una concentración de desechos que fue impactada al
realizarse el entierro, por tal razón los restos humanos entraron en contacto
con huesos de animales, conchas, y elementos culturales.
Los
artefactos indígenas encontrados en esa área se distinguen por su variedad. Los
restos de vasijas de barro y burenes fueron abundantes. Asimismo se localizaron
tres fragmentos de coral con huellas de desgaste generadas aparentemente por su
uso como limas, cuatro valvas de Codakia orbicularis usadas como raspadores, un
hacha petaloide, dos percutores y un pulidor de piedra. También una microcuenta
de piedra y un pendiente en valva de Pinctada radiata, una lasca de piedra, un
resto de taller retocado y cuatro restos de talla sin retoques (Jardines 1987).
Igualmente
se hallaron restos de distintos animales así como huesos de cerdo (Sus scrofa)
en todos los escaques y en cada uno de los tres primeros niveles de profundidad.
Estos huesos de cerdo pertenecían a dos ejemplares juveniles (Rodríguez Arce
1987a). El reporte de cerámica europea encontrada en los dos primeros niveles
de profundidad, fue alto (20 fragmentos).
En
el año 2000 gracias a la
Dra. Betty J. Meggers (Smithsonian Institution) se realizaron
análisis de datación radiocarbónica de muestras de hueso de dos entierros,
localizados en la Unidad
3, y de una muestra de carbón vegetal obtenida en la Unidad 5, nivel artificial
0.30-0.50 m. La medición se ejecutó en los laboratorios Beta Analitic Inc. El
resultado sugiere que ese espacio (Unidad 5 de Chorro de Maíta) estaba en uso
en períodos anteriores a la llegada de Cristóbal de Colón, exactamente en algún
momento ubicado entre los años 1200-1320 después de Cristo.
Objetos encontrados en la Unidad 5. El Chorro de Maíta. 1986 |
Guarch
Delmonte, Rodríguez Arce y Pedroso (1987:25-28) describen la cerámica indígena
hallada en las unidades 1 y 2 como de colores pardo oscuro y pardo claro, dura,
con superficies pulidas y paredes gruesas. Entre ellas identificaron vasijas
con diámetros de entre 20 y 30 cm, levantadas por acordelado y con bordes en su
mayoría semicirculares. Las asas resultaron el elemento decorativo más usado si
bien no fueron muy variadas o complejas; las decoraciones consistían en
incisiones lineales oblicuos o paralelos al borde, (Solamente el 34 por ciento
de las vasijas o fragmentos de ellas que se encontraron tenían elementos
decorativos). Asimismo estos autores dijeron que los fragmentos de burenes
fueron abundantes.
En
el material de concha destacan los raspadores de Codakia orbicularis, y en el
caso de materiales hechos de piedra, los objetos más singulares fueron los percutores
y cuentas de collar, por lo que los autores estimaron poco importante la
fabricación de útiles a partir de la talla de piedras.
Consideran
los estudiosos que por los objetos encontrados puede considerarse a los
habitantes aborígenes de El Chorro de Maíta, poseedores de un fuerte desarrollo
tecnológico, aunque la cerámica indígena encontrada tenía un perfil moderado en
términos decorativos, si se la compara con sitios similares de Cuba (Guarch
Delmonte, Rodríguez Arce y Pedroso 1987:38).
El
estudio arqueozoológico (Rodríguez Arce 1987a) de las tres unidades demostró
que allí se comían moluscos terrestres y marinos, pero menos los terrestres. Los
restos de quelonios terrestres y marinos son muy escasos, al igual que los de
Iguana (Cyclura nubila).
De
entre todos los restos animales, los peces fueron el grupo de mayor
representatividad en todas las unidades, en especial en la No. 5, identificándose las
especies Sparisoma sp, Lachnolaimus maximus, Scarus sp., Sphyraena barracuda y
Calamus bajonao.
Los
mamíferos (Capromys pilorides, Boromyis offella, Boromys torrei y Mysateles
melanurus) también aparecieron cantidades apreciables, siguiendo en importancia
a los peces y constituyendo, junto a estos, el núcleo de la alimentación de
base animal.
En la Unidad No. 5 se
consiguieron restos significativos de cerdo. En la Unidad 1 se localizaron
restos de almiquí (Solenodon cubanus), mamífero poco usual en contextos
arqueológicos indígenas.
Lo
anterior llevó a la conclusión que los aborígenes del lugar adquirían sus
alimentos, sobre todo, a partir de la pesca y le seguía la caza. La captura y
la recolección debió tener un carácter complementario.
Dada
la presencia de burenes y considerando la información etnohistórica sobre estas
comunidades, se asumió a la agricultura como una de las actividades económicas
básicas (Rodríguez Arce 1987b).
La
presencia de cerdo, (especie introducida por los conquistadores), no fue objeto
de un análisis particular aunque se consideró evidencia de una situación de
contacto con los europeos, posterior a 1514 o 1515 según Rodríguez Arce
(1987b). Un aspecto interesante fue la identificación, entre los restos de
cerdo, de posibles jabalíes (Rojas 1988).
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Por
la amplia concentración de restos encontrados, el lugar fue asumido como una
gran aldea de indígenas agricultores emplazada alrededor del espacio con
entierros (Guarch Delmonte, Rodríguez Arce y Pedroso 1987:25)
Un
hecho significativo fue encontrar en un espacio de no más de 4 m² (Unidad 6)
una significativa concentración de elementos de carácter ornamental y ritual. Guarch
Delmonte (1994:35-38) estima ese espacio como lugar de habitación de un behíque
o chamán porque, a su entender no se trataba de una acumulación accidental sino
de una disposición asociada con la función de ese lugar. Entre esos dichos
objetos, el mismo arqueólogo mencionó un colgante antropomorfo de hueso,
pendientes y cuentas en Oliva reticularis, cuentas de piedra, un pedazo de
latón con una perforación, un cascabel europeo de latón y una espátula vómica de
hueso.
En
el espacio de esta Unidad, sin relación con los objetos mencionados, se halló un
cántaro de cerámica, en opinión de Guarch Delmonte fabricado en la villa
española de Concepción de la Vega,
República Dominicana, a inicios del siglo XVI.
Objetos europeo encontrado en la Unidad No. de El Chorro de Maíta. Vasija de cerámica de 30 cm de alto. |
Guarch
Delmonte incluyó la Unidad
6 en el espacio funerario, pero no hay indicios de que reportara restos humanos.
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