Prensa desde 1900

12 de junio de 2011

Las Balsas, Gibara

Después de recorrer más de 30 kilómetros el río Cacoyuguín divide la comarca en dos y desemboca en la bahía de Gibara. Cruzando el Cacoyuguín la distancia a Santa Lucía es solamente de 18 kilómetros, pero si el viajero no consigue el cruce  las distancias hacia el Este se duplican.

De ahí que desde los lejanos años del siglo XIX el talento de los gibareños creó una “balsas”, o sea, una almadía o armazón de madera que flotaba y mediante un sistema de cables fijos se desplazaba desde una orilla a otra del río mientras trasladaba personas, caballos, y coches o carretas. E incluso, entrado el siglo XX transportaron también automóviles y camiones. (Ampliando la fotografía que sigue podrá observar los cables y las guías que permitían el movimiento).



Llamaban los vecinos a la balsa del Cacoqyuguín  “Boreal 1”. (“Boreal 2” llamaban a una segunda balsa sobre el río Gibara). En el siglo XIX el propietario fue el comerciante español Ramón López del Vallado (El mismo que le dio su nombre a la playita  porque vivía frente a ella en la casa que posteriormente fue sede de la Sociedad de Educación Patriótico y Militar, SEPMI). Más tarde fue dueño de las balsas Félix Calero, pariente político de Vallado.
Como el traslado de automóviles usando las balsas resultaba algo engorroso, sobre todo por el cambio de altura que producía el flujo y reflujo de las mareas, desde principios de la década de 1920 el ayuntamiento del municipio de Gibara luchó por sustituirlas por puentes fijos estatales. 

Una hija de Ramón López del Vallado enviudó al morir su esposo en el hundimiento del Titanic. Para otros datos de la casona hacer clic aquí.

La construcción del puente se materializó en la década de 1930, a raíz de la visita del ministro de la agricultura a Gibara, quien prometió, y cumplió, costear el trabajo de dos operarios para que se dedicaran hincar los pilotes y levantar la estructura de los mismos. Estos hombres recibieron la ayuda de vecinos de Gibara, Potrerillo, Fray Benito y Santa Lucía, interesados en que se mejoraran las comunicaciones entre esos poblados y la cabecera municipal.

Tan pronto estuvo construidos el puente circularon por él numerosos camiones y más tarde una ruta de ómnibus que iba desde Gibara hasta Santa Lucía. Era esa, además, la vía mas expedita para llegar hasta Los Bajos. 

Sin embargo, por la fuerza de la costumbre, aunque ya eran puentes, se les siguió llamando balsas.

En el verano de 1948 una gran crecida el puente que se llamaba Las Balsas y también por donde cruzaba el ferrocarril, pero, felizmente, antes de finalizar ese año fueron reconstruidos.

Postal Turística de Gibara (El tren cruza el puente)
Foto antigua del puente del ferrocarril
 De aquella época datan las fotos donde se ven rotos. Hay también varias fotos de la reconstrucción. En estas últimas puede verse con bastante claridad el método que emplearon para poner los pilotes (un simple martinete).

Los pilotes originales eran de madera de jatía y júcaro. En el puente del río Cacoyugüín  se emplearon 55 de estos pilotes distribuidos en once grupos de a cinco cada uno, mientras que en el del río Gibara se utilizaron 65, formando 13 grupos de a cinco   cada uno.

Las Balsas (Puente)
Las Balsas destruido
Se reconstruye Las Balsas
Al triunfo de la Revolución, los viejos puentes fueron sustituidos por otros, también de madera, pero más altos. Como los puentes eran altos y tenían una gran cantidad de crucetas de madera, la gran crecida de los ríos durante el ciclón Flora los destruyó  parcialmente y nunca fueron reconstruidos.

Las Balsas, hoy

7 de junio de 2011

Holguín, entre mitos y leyendas

Por Michel Manuel Hechavarría Rojas / tomado de Revista Ambito

La primera leyenda que se conserva de estos parajes, se refiere a la llegada de los colonizadores españoles, allá por el año 1545, cuando ascendieron por el Cerro Bayado, hoy Loma de la Cruz, y observaron la fertilidad del valle marcado por los ríos Jigüe y Marañón. Todo esto se recrea en la corta pero intensa leyenda publicada en la Revista Ámbito, en marzo de 1993:

“Lento, monótono pero firme, fue el ascenso de los primeros pobladores de estas tierras, el jefe del grupo no quería equivocarse, sintió la expresión de suavidad que produce el roce del viento, los alisios tropicales le hicieron exclamar: ¡Este es el valle de las delicias! Y entonces decidieron quedarse”.

Mapa antiguo de Holguín
Transcurría el cuarto día del mes de abril de 1545. El jefe del grupo de colonizadores era el capitán García Holguín, quien bautizó el valle con uno de sus apellidos, sin saber que, en un pasado remoto, el significado de la palabra holguín era la de “cautivador o hechicero”. Nadie sabe si desde entonces, el encanto y el misticismo del Hato de San Isidoro sean los mismos que aún le acompañan.

La mezcolanza de mitologías provenientes, en mayor o menor grado, de varias partes del mundo, unido a los que nuestros antecesores precolombinos nos legaron, dio como resultado la mitología criolla.

Desde entonces, en el naciente pueblito de Holguín, comenzaron a florecer personajes mitológicos de origen canario, debido al gran asentamiento de isleños en nuestra región, donde llegó a concentrarse más del 87 por de los emigrantes esa zona en todo el oriente de nuestro país.

Así, “la bruja” se convirtió en la protagonista de diversos tipos de relatos dentro de la comunidad asentada en el Hato, donde sobresales leyendas como la que aparece en la investigación Entre brujas, pícaros y concejos de Maria del Carmen Victori:

“Yo tenía una vecina que tenía un esposo que se llamaba Julián Concepción, ella había dado a luz y su familia se encontraba en las Islas Canarias. Una noche, recién parida, miró para la cuna y vio junto a ella a dos muchachas jóvenes y bonitas que miraban al niño y sonreían, las dos muchachas vestían de negro, Carmen las miró pero no les dijo nada porque tenía miedo. Entonces, cuando el esposo llegó del trabajo al amanecer, le comentó lo sucedido y él le contestó: esas son hermanas mías que viven en Canarias, son brujas y vinieron a ver al niño”.

El crecimiento demográfico, así como el desarrollo comercial del territorio, propiciaron que Holguín recibiera el título de ciudad en 1752. En aquella ocasión, visitó el lugar, el entonces gobernador del Departamento de Oriente en nuestro país, el Mariscal de Campo Alonso de Arco y Moreno, quien, para congratularse con los holguineros, ciñó la testa del patrón San Isidoro con una corona de oro. La noticia corrió por el territorio y llegó a oídos de Francisco Caro, un terrible malhechor que tenía en su cuenta más de un crimen y robos a mano armada. Fue la noche del jueves 27 (Leer +)

Existen otras leyendas que le han dado nombre a algunos de nuestros accidentes geográficos, las cuales se unen a las historias originarias de la Loma de la Cruz. Una de las que ha trascendido de generación en generación mediante el legado de la tradición oral, es la perteneciente a la loma del Fraile.

El origen del nombre del cerro del Fraile es anterior a 1848, cuando un fraile franciscano que oficiaba en Holguín perdió sus facultades mentales y le dio por trepar a las faldas de esta elevación y pronunciar largas peroratas amenazantes. Al mismo tiempo, comenzó a expandirse la creencia de que en la cúspide anidaba un ave agorera.

Tomándole gusto al lugar, el religioso pernoctaba allí con asiduidad. En tanto, los holguineros, temiendo sus amenazas, lo alimentaron y le cubrieron del frío y la intemperie.

Cuenta la leyenda que un día, mientras el fraile lanzaba un sermón de injurias, rodó por accidente loma abajo y murió. Desde entonces, más de una persona aseguró haber visto al fantasma del fraile deambular por el cerro en noches de luna llena. (Leer +)

Por otra parte, el historiador local Juan Albanés recogió, de los labios de Mercedes Losada, la última leyenda del jigüe en Holguín. Ella contó:

“Pues sí, mi?jo, a Don Emiliano Espinosa, que vivía frente a la plaza de San Isidoro, le cocinaba una negra muy trabajadora, madre de unos cuantos vejigos, uno de ellos muy sobresalío, era chirriquitico, cabezón, hocicú, villaya y gandío.

“El negrito se juyía, iba a hartarse de guayaba al pie del río del cementerio, hasta que su madre se cansó del juyuyo, juró ponerlo a raya y se buscó un cuero de vaca, medicina buena para enderezar al cabezón.

“Ese día el negrito se juyó. Ya era media noche y andaba por ahí, por allá, de pata de perro. La madre, que lo esperaba, se cansa, coge el cuero de vaca y se va a la orilla del río, el cielo estaba apagaíto y por la calle ni un alma.

“Llegó al río y vio un bultito como de cristiano, en pelota, en cuero, durmiendo bocabajo entre las cañas bravas, el itamorreal y la yerba liza. La negra se lanzó chiflando de rabia sobre el dormilón, lo cogió por la quilla y metió mano al cuero. Y venga pela y pela, y el vejigo mugía como ternero. Ella se paró para secarse el sudor; el negrito, de aprovechao, se escapó y chaqueteó y chaqueteó, se tiró al agua y cayó como un carey, lo cubrió el agua y bururú barará, no aparece más… Después vinieron los gritos de la mamá, porque el negrito se había ahogao.

“Llegó a la casa desmoñinga gritando, más aquí, ¡asómbrese hijo!, el muchachito, el muy cari vaqueta estaba durmiendo tranquilito, tranquilito como un panzú…entonces, ella calló en cuenta de que le había dado un componente del cará, y por eso, cuando le tocó el ombligo, no había na. “El jigüe, después de la cajeada brava, no apareció más, cortó yaguas, cogió pena, dios sabe, se fue el jigüe, se quedó Holguín sin jigüe”.

A estos personajes de leyendas, se les unieron el accionar de otros que radicaron en la Ciudad Cubana de los Parques en diferentes épocas. Es por eso que hasta nuestros días han llegado historias de Pancho el Pescador, Tina Neco, Concha la loca, Frank el Chino y Jorge el loco, entre muchos otros que enriquecieron, sin duda alguna, la mitología urbana de Holguín.

Holguín vista a través de las letras

Por: MSc. María Luisa Pérez López de Queralta.

Acuñada tradicionalmente dentro de los preceptos teóricos de la arquitectura, el vocablo ciudad queda limitado generalmente al aspecto físico; sin embargo esta conclusión ignora los aspectos disimiles que serán insertados en el mismo y que entroncan no sólo con lo material, sino que se dirige, además, a lo espiritual. La Literatura , ha tomado la palabra ciudad como elemento temático y en ocasiones llega a distribuirla o diferenciarla dentro de categorías propias de la técnica literaria o recursos conformantes de la estilística del lenguaje. 

Este planteamiento hace solícita la presencia del investigador. Tomando como punto de arranque un rasgo pionero de la aplicación de la Política Cultural de la Revolución en este caso, la profundización en lo propio, discrepo con este planteamiento: aludir a la ciudad es un fenómeno privativo de los textos de historia locales: en Holguín la prensa plana escrita y en específico la página dedicada a la literatura, toma la delantera con respecto a los investigadores de la historia local. Paso a ejemplificar.

En el año 1862, aparece el primer periódico holguinero denominado “La Luz”. Era su dueño el tunero aplatanado en Holguín, Antonio José Nápoles Fajardo (hermano del notabilísimo poeta siboneyista El Cucalambé). La evocación inicial a Holguín, dentro de la evolución literaria de esta localidad, nace La Luz:
Once años, tiempo tan largo
llegué Holguín a tu ribera…
Influido por el tono, el ritmo y la cadencia de su hermano Juan Cristóbal Nápoles Fajardo,  Antonio José, alias: Manuel (Sanlope), hizo nacer la evocación a la ciudad holguinera con el acento del agradecimiento. 

Y después de él, los demás cantores de la ciudad van llegando a Holguín. Corre la década antepenúltima del siglo XIX y es la décima la estrofa heráldica. El agradecimiento de quienes le cantan a Holguín no se limita al hecho de haber llegado a la ciudad y que esta urbe los acogiera. 

La Aldea se detiene, antes que en los otros, en El Cucalambé. El célebre decimista  evidencia su apego a las leyendas locales y ese es otro modo de hacer justicia con esta, su otra patria chica. 

La lectura de los versos cucalambeanos dedicados a la Loma del Fraile atestiguan lo explicado hasta aquí. 

Risueña como un festín,
Como la noche de un Baile
Se eleva frente de Holguín
Loma esbelta como el güin,
Llamada el “Cerro del Fraile”.

Mil antiguos peralejos
Se mecen sobre su cumbre
Y sus puntas a lo lejos
Muestran del sol a la lumbre
Tornasolados reflejos

Sábese bien  de su nombre,
El origen verdadero
Pues refiere el pueblo entero
Que allí alborotaba un hombre
Que era loco o embustero.

Con el supuesto y extraño
Apodo de “Fray Bragazas”,
Se dio a conocer ese año
Y dijo en sus amenazas
Verdades de gran tamaño.

Nunca el pueblo tuvo en poco
Su fuerte voz de cencerro,
Ni sospechaba tampoco
Que el habitante del Cerro
Era, en vez de un Fraile, un loco.
Y los pobres holguineses,
Temiendo sus amenazas,
Le regalaron hogazas
Y sufrieron mil reveses,
A la voz de “Fray Bragazas”.

Más, he aquí que una ocasión
En que estaba húmedo el piso,
Al decir una expresión
En que era bufar preciso
Dio tan fuerte resbalón;

Que rodando como un bolo
Y dando horrorosos gritos,
Refieren todos, toditos,
Que no cayó un hombre solo,
Sino muchos pedacitos.

Y desde entonces aquella
Loma alegre como un baile,
Cuya cumbre verde y bella,
El pié del mortal no huella
Se llama el “Cerro del Fraile”.

Al fondo, Cerro del Fraile
Quienes leen esta entrada también lo hacen a
Cerro del Fraile, joya florística de Holguín

Una décima poco conocida y escrita en Holguín, la cita Antonio José Nápoles Fajardo en su libro El sitio de Holguín publicado en 1869. Al decir del tunero cuando el incendio de La Periquera, (La gran casona estaba sitiada por los independentistas cubanos. En ella se habían guarecido los seguidores de España en la ciudad), entonces uno de los presentes escribió la espinela siguiente:
El ángel del exterminio
Sentó sobre Holguín su planta,
Levanta, Señor, levanta
Tu desastroso desinio (sic).
¿Es moro o es abisinio
quien trajo la guerra a Holguín
y de Cuba este confía
Incendia, tala y devasta?
No sigamos que ya basta,
Lo hacen tus hijos Holguín.

En la obra costumbrista El Becerro de Oro, del poeta y dramaturgo Joaquín Lorenzo Luaces deja muy mal parada a Holguín (que no sabe la Aldea si aquel la había visitado y tampoco donde supo lo que dice uno de los personajes). Ya abundamos: en este drama decimonónico el personaje del dinero al hablar de la moda del momento, dice en jocoso tono ,y hace reir a los demás a mandíbulas batientes, que el mal gusto al vestir llegaba a todas partes de la Isla desde Holguín... 

Con la llegada del siglo XX, otra vez se menciona a esta ciudad o aparece Holguín como fuente de inspiración. 

En la década inicial de la centuria un gallego aquí enraisado propone una obra teatral que no se quedó en papeles, sino que fue aquí escenificada.  Habla la Aldea de Nicasio Vidal Pita y su drama Por los alrededores de Holguín o en busca del tesoro perdido, verdadero aporte a la literatura holguinera. La obra narra la búsqueda de un tesoro destinado a construir una biblioteca pública. Dolorosamente la obra se extravió lo que es un suceso nefasto para el patrimonio cultural de Holguín. Se sabe, sí, que Vidal Pita, cambió la jocosidad de Luaces y otra vez regresa el acento del hombre agradecido tal y como lo habían hecho los Nápoles Fajardo. 

En “Canto a Holguín”, también de Nicasio Vidal, el autor dice:

Hace mucho tiempo que vivo en tu suelo
que aspiro tu aire, que miro tu suelo,
años que pasaron en grato vivir;

Llegué como un ave de extraña ribera,
y aún sobre tu heroica feudal Periquera
la enseña no estaba que hoy miro lucir.

Tiene el hermoso “Canto a Holguín” un hondísimo patriotismo, que será, dicen los estudiosos, un directo antecedente de la lírica que se escribiría en  este pueblo y en los barrios adyacentes hacia los años veinte. Lo que sigue es una colección de algunas de las lexías de Vidal Pita donde la urbe Holguín es el centro: hijos con noble arrogancia; heroicos patriotas; fue en ti donde supe lo que es el Derecho; ese culto que ardiente en el pecho/ lo llena de noble patriótico ardor.

Esa línea de patriotismo al escribir del terruño donde se ha nacido o en el que se vive (acabado de leer en Nicasio Vidal Pita), no es nuevo en el Holguín de principios de la República Burguesa. Ya la generación que había visto frustrado el ideal de la independencia la ha empleado. Antonio Luciano Torres, por ejemplo, tiene como Vidal Pita su “Canto a Holguín”, es Torres el primero de los líricos locales donde se unen lo patriótico y el amor del hijo por la tierra madre:

Holguín, mi pueblo natal,
¿cómo no cantarte un día
si encierras la poesía
del jardín universal?


Pueblo de héroes, yo te canto
mas… como soy holguinero
no debía hacerlo, pero…
Holguín, te quiero tanto...


En una inmensa llanura
reclinada dulcemente
como virgen inocente,
en el seno de natura,
está Holguín, cuya hermosura
es de una gran población.
El fecundo Marañón
hace más pura la brisa
la libertad, su divisa,
el valor, su inspiración…

El ”Canto… de Antonio Luciano Torres  es un extenso recorrido cronológico, apoyado en importantes inmuebles de esta ciudad y sus plazas. Así concluye:

Holguín, mi pueblo querido,
cuán dichosa me he sentido
pudiéndote bosquejar.
Yo no sabré cantar,
las grandezas que atesoras,
pero en las plácidas horas
que se expande el corazón
cantaré tu Marañón
donde placentero moras.

Las dos décadas iniciales del siglo pasado fueron fértiles en el canto de los hijos de esta comarca a la ciudad. Y, como todo es geografía antes que historia, los nuevos líricos , como antes El Cucalambé, cantan a la geografía. El mismísimo Antonio Luciano Torres  escribe versos “Al Cerro de la Cruz ”:

Pirámide cuya meta
por la brisa acariciada
de la inspiración preciada
tan necesaria al poeta.
El huracán te respeta
dejándote con asombro,
yo también cuando te nombro
o contemplo tu belleza
piensa que toda grandeza
a tus pies es un escombro.

Y como es es claro que ocurra, la narración en versos de las leyendas del pueblo.

Hubo un tiempo que salía
teniendo al pueblo contrito
una luz, cual arbolito
que por tus faldas corría
la multitud te decía
eran óleos derramados
vivían tan equivocado
que pensaban que eran gases
por el tiempo acumulados… 
(autor: Antonio Luciano Torres)

Aquella generación inicial de poetas del siglo XX holguinero, aporta a la hasta entonces visión de la ciudad casi fronteriza con la literatura oral y junto al agradecimiento, el verdadero amor filial. Manuel de Jesús Lastre Manduley en su “Himno Holguinero”, escribió: “La bandera de nuestros soldados/ Que en la lucha subieron ¡tan alta! /la bandera de Julio Peralta. /El estoico y viril luchador/…:/
Holguineros la gloria del día/ Resplandece en la hermosa bandera/Le dio un beso de luz Primavera /Y en el cielo semeja una flor.

Ahora, el sujeto lírico queda en plural y se le canta a la ciudad y en especial a sus héroes mayores: Julio Peralta, el estoico y viril luchador…] ...] La bandera del noble García / El guerrero gentil y valiente /Que selló con el plomo su frente/ Por no ver mancillado su honor.

Pero la lírica local no quedó restringida a accidentes geográficos, héroes de las gestas independentistas o leyendas; también se hallaron elementos de la arquitectura de Holguín; José Oberto Caissé en “Oh, los viejitos mendigos”, dirá en acertado discurso de crítica social :

Oh, los viejitos mendigos... Tal vez un tiempo fueron
muy apuestos galanes que en momentos dijeron
al oído de las damas de amor madrigales…

Y van por las calles –andrajos de la suerte–

Sin saber –oh, cielo– si encontrarán la muerte
en una noche triste, delante de los portales.

También se dirige a Holguín Guarina Rivero:

Eres la flor prisionera
entre verdosas montañas
donde se alzaron cabañas
de aquella plaza guerrera.
¡Si cantarte yo pudiera
de aquellos duras campañas,
las heroicas hazañas
que libraste en lucha fiera…

Al triunfar la Revolución e instaurarse en la prensa plana escrita una sección destinada a la promoción de las letras, Holguín se convierte en escenario obligado. En los sesenta, y ante la necesidad del reflejo inmediato de la situación social de nuestro país, en la creación artística y literaria, las localidades son absorbidas por las grandes urbes. Sin embargo, ello no impide de que en el relato “Juego con las manos”, el entonces bisoño narrador Pedro Ortiz, hable de la Loma de la Cruz. Por cierto es este el relato que abre el velo al tema de la ciudad de Holguín en la narrativa local de la época revolucionaria.

En los ochenta, otra vez regresa Holguín a lo temático. Pedro Ortiz en, “Pasen muchachos, mis audaces”, recrea figuras de esta ciudad desde la mirada costumbrista; mientras que en “La hora tercia”, su personaje Juan Nepomuceno mira tristemente hacia la Catedral de San Isidoro en cuya construcción había trabajado. 

Si los años ochenta fueron de gran valía para la diversificación del tema de Holguín en la literatura debe anotarse, además, que la lírica volvió a enseñorearse aunque ahora la cuentistica está asumiendo el tema por vez primera. Y después de esta etapa la ciudad fue dejando de ser un foco inspirador en las letras locales. ;

Bibliografía:

Hart Dávalos, Armando: Política Cultural de la Revolución Cubana (Documentos).
Editora Pólítica, La Habana , 1982, 58 p.

González, Lourdes et al: Catálogo Literario Holguinero (Siglo XX). Ediciones
Holguín, Holguín, 2000, p.105.

González, Ronel et al: Selva interior (Estudio crítico de la poesía en Holguín)
(1862-1930). Ediciones Holguín, Holguín, 2002, p.107.

González, Ronel: La noche octosilábica. Ediciones Holguín, Holguín, 2004, p.133.

Infante, María Elena y Maricela Messeguer Mercadé: Los senderos de la luz.
Ediciones Holguín, Holguín, 2000, p.134.

2 de junio de 2011

Casona de la Playa Vallado

En el fondo de la fotografía se puede ver la Casona de la Playa Vallado.
Los orígenes de la edificación existente hoy día en la calle Ronda de La Marina esquina Justo Aguilera conocida como Casa de Vallado se remontan a 1885, momento en que el terreno donde hoy está edificada pertenecía al Municipio de Gibara.

El 13 de agosto de 1885 se presentó ante el Ayuntamiento haciendo solicitud del mismo Don Francisco Piferrer Valdés, natural de Matanzas, y vecino de Matanzas en aquel momento, mayor de edad, casado y de oficio carpintero. Al día siguiente,  14 de agosto, se realizó la mercedación siendo el encargado de ejecutarla por el Cuerpo Capitular Don Casimiro de la Torre y Torriente, lo que se efectuó con la situación y medidas siguientes:

Frente a la calle de La Marina, Fondo a la calle Hernán Cortés (hoy J. Peralta), Derecha a la calle Jovellar (hoy Justo Aguilera) e izquierda con solar de Don José Burrow. Dicho solar mide 22,18m de frente, 21,76m de ancho por el fondo, 41,58m de altura por la derecha y 39,90m de altura por la izquierda. Por este solar Piferrer pagó 53 pesos por la mercedación al municipio y 1,59 por Derechos Reales. El mismo fue inscripto al folio 120 del tomo 4 del Registro de la Propiedad de Gibara. Piferrer construyó una casa sobre el solar.

Posteriormente Don Francisco Piferrer y Valdés vendió la propiedad a don Joaquín de los mismos apellidos el 4 de diciembre de 1889. La venta se hizo por 200 pesos mediante escritura pública no.311 ante el notario Carlos José de Aguilera. Don Joaquín era también carpintero.

El 24 de abril de 1894, ante el notario Carlos de Aguilera, Don Joaquín Piferrer vendió esta casa con su solar a Don  Ramón López del Vallado y Fernández, comerciante, casado y natural de Santander. La venta se realizó por 250 pesos.

Don Ramón López del Vallado y Fernández falleció sin formalizar testamento el 13 de enero de 1920. Su viuda doña Concepción Riverón y Hernández tramitó juicio de herencia ab intestato en unión de los seis hijos de ambos, nombrados Eva Matilde, Maria de la Concepción, Noé, Sem, Fe y Luz López del Vallado y Riverón, y una vez concluido éste la inscribieron como herencia intestada, según Declaratoria de Herederos expedida el 12 de de agosto de 1925, por Vicente Tapia Torres, secretario del Juzgado de Gibara.

Doña Concepción Riverón Hernández, viuda de López del Vallado,
Natural de Camaguey y vecina para entonces de La Habana, vendió a Félix Remón Calero los derechos correspondientes de su parte
Pro-indivisa de la referida casa. Félix Remón Calero era natural
de Canarias, vecino de Gibara, comerciante. La venta se hizo por
1800 pesos y se asentó a las ocho de la mañana del 17 de abril de 1928 en el Registro de la propiedad de Gibara. En ese mismo día se asentaron las ventas que le hicieron los otros herederos al mismo señor Calero. Noé vendió su parte en 350 pesos y los restantes vendieron conjuntamente por 900 pesos, por lo que Calero pagó en total 3050 pesos por la casa.


Curiosidades:
Para la época en que Francisco Piferrer adquirió el solar, la zona cercana al mismo recibía el nombre de "El Salado" (Fuente: Planos de la época y Registro de la Propiedad)

Eva López del Vallado y Riverón, hija de don Ramón López del Vallado fue la gibareña que enviudó al morir su esposo en el desastre de El Titanic. (Fuente: Protocolos notariales)

Ramón López del Vallado fue la persona escogida por el comercio gibareño para ir a Inglaterra a tratar la adquisición de un barco de gran tonelaje. Este barco navegó primero con el nombre de "GIBARA", pero fue vendido luego a la compañía Sobrinos de Herrera.

Precios Las Balsas

Balsas de Gibara

1 persona……………………………………...…$0.10
1niño de 5 a12 años………………………….......$0.05
1 niño menor de 5 años, en familia…………......…$0.00
1 caballo, yegua, mulo o mula, con carga o sin ella. $0.10
1 res vacuna…………………………………..…$0.10
1 cerdo hasta 4 arrobas……………………….....$0.05
1 cerdo de más de 4 arrobas……………….....…$0.10
Ganado lanar o cabrio, uno………………….......$0.05
Una carreta con dos o más yuntas de bueyes,
con carga……………………………....……….$0.70
Una carreta con dos o más yuntas de bueyes,
sin carga …………………………………....….$0.50
Una carreta con una yunta de bueyes o
 vacas con carga……………………………......$0.50
Una carreta con una yunta de bueyes o
vacas sin carga………………………………....$0.30
Un carretón de caballo, mulo o buey, con carga.. $0.30
Un carretón de caballo, mulo o buey, sin carga... $0.20
Un coche o volanta, con pasajeros......................$0.50
Un coche o volanta, sin pasajeros.......................$0.30
En cada uno de los vehículos antes citados, se admitirán hasta dos gañanes, cocheros sin pagar fletes.

El servicio empezara a las 5 de la mañana hasta las 7 de la noche

Desde el 1 de abril al 30 de septiembre inclusive, y desde el 1 de octubre al 31 de marzo, de 6 de la mañana a 6 de la tarde.

Servicio de la noche: 

De 6 o7 de la tarde, según la época, hasta las 10 de noche, dobles precios, y de 10 de la noche a 5 o 6 de la mañana: precios triples.Los pagos se verificaran al entrar la balsa situada en “Cacoyoguin”.Para  los caballos  de carga y sus jinetes habrán fichas  o contraseñas de tránsito, las cuales pueden adquirir obteniendo las siguientes rebajas: Tomando $2.00 se le rebajara el 20% .Tomando $5.00 se le rebajara el 25%
NOTA:Los pasajeros en cualquiera de las dos balsas en que primero entren, se proveerán de las fichas o contraseñas que sean menester, los cuales entregarán en la otra balsa, sin cuyo requisito no los pasara el balsero. La tarifa para automóviles deberá ser equipada a la de coche o volanta con pasajeros o sin ellos
Firmado en Gibara, marzo de 1891. 

1 de junio de 2011

Desde el primer reporte de plantas cubanas hasta el descubrimiento del cactus enano

Tomado de: La Historia de una especie del patrimonio holguinero: Escobaria cubensis (Cactaceae) “el Cactus enano”. Revista Ciencias Holguín
Lic. Alena Reyes Fornet
DraC. Elena Fornet Hernández

El primer reporte sobre plantas cubanas, sus nombres y usos es de Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557), y es esa su obra “Historia General y Natural de las Indias”. 
Pero en verdad las exploraciones botánicas con colectas de especies comienzan en 1729 por el escocés William Houston, (y, obvio, son estas muy rudimentarias). Más, a partir de ese momento, llegan a Cuba naturalistas de toda Europa con el fin de conocer la flora cubana y recolectar todo el material posible. Hecho el trabajo todas las colectas fueron trasladadas fuera de Cuba a Jardines Botánicos y colecciones personales, entre ellos los herbarios “De Candolle” y “Delessert” en Ginebra y el “British Museum”. 


Tomando como base las exploraciones y colectas se publicaron libros y artículos como: “Mémoire sur la Flore de l´ île de Cuba”, en París, 1782 por Gaston L. Thibaudin;
Discurso sobre los medios de connaturalizar y propagar en España los cedros de la Habana y otros árboles, así de construcción, como de maderas curiosas y frutales”, en Madrid, 1799 por D. Antonio de la Parra.

No obstante estos antecedentes para el botánico  según León (1918) la Edad de Oro para la Botánica en Cuba comienza cuando el intendente D. Alejandro Ramírez, a la solicitud de D. Mariano Espinosa, inaugura el 30 de mayo de 1817 el Jardín Botánico de la Habana y nombra director a D. José Antonio de La Ossa, a quien el botánico Agustín Piramus de Candolle le dedicara el Género Ossaea de la Familia Melastomataceae, por sus notables contribuciones enviadas a Ginebra.


 Tomado de: La botánica y los botánicos de la Península Hispano-Lusitana Estudios bibliográficos y biográficos, de don Miguel Colmeiro Madrid 1858
Imagen del Jardín Botánico de La Habana

D. Ramón de la Sagra
Siete años dirigió Ossa el Jardín Botánico de La Habana. Al cabo de ese tiempo tuvo que ceder su puesto a Ramón de la Sagra. Entonces el Jardín se convirtió en Escuela de Botánica, teniendo numerosos contribuyentes como: D. Antonio Reinoso y José María Valenzuela. 



Desde el instante que de la Sagra toma la dirección del Jardín Botánico de La Habana comenzaron los botánicos cubanos a hacer exploraciones de campo, a la vez que  se mantuvieron  en contacto con botánicos en el mundo y a los que enviaban sus colectas. 

Poco después La Sagra marcha a Europa con materiales y en 1845 realiza su sueño de publicar el tomo “Botánica (Criptogamia) de la Historia Física, Política y Natural de la Isla de Cuba”.




De 1856 a 1867 explora a Cuba el norteamericano Charles Wright, quien contó con alguna ayuda de Francisco A. Sauvalle y realizó numerosas colectas y observaciones, que más tarde le servirían para revisar a “Grisebach Catalogus Plantarum Cubensium” y describir tres géneros nuevos y 178 especies nuevas, enviándole a Sauvalle el manuscrito de la obra que más tarde publicara Sauvalle en los Anales de la Academia de Ciencias, bajo el título de Flora Cubana.

En esa época algunos cubanos se hacían notar: Juan Antonio Fabré (quien enviaba sus materiales a Madrid), Sebastián Alfredo de Morales y José I. Torralbás.

A partir de 1900, aunque existía poca tranquilidad en los campos cubanos, continuaban las exploraciones “y empezaron, otra vez, los sabios cubanos y extranjeros a arrancar a nuestra rica naturaleza, los tesoros todavía escondidos en su seno” (León, 1918).
 
Charles Fuller Baker
En 1904 llega a Cuba el Profesor C. F. Baker, sabio botánico y entomólogo norteamericano quien organiza importantes exploraciones y en cuatro años forma el Herbario de la Estación Central Agronómica de Santiago de las Vegas y monta otra vez y envenena los ejemplares de Wright, preservándolos de la destrucción de los insectos. En esta época se realizaron numerosas contribuciones, entre ellas las más importantes por el Dr. Manuel Gómez de la Maza y Jiménez, quien según León (1918) era “más bien un buen bibliógrafo que explorador” y por el Dr. Juan Tomás Roig, quien realizara en 1912 el primer “Estudio de las cactáceas cubanas” en su tesis para obtener el grado de Doctor en Ciencias Naturales. 

Juan Tomás Roig Mesa


Desde 1903 comienza la colaboración del Jardín Botánico de La Habana con el Jardín Botánico de Nueva York, inicialmente a través de su director en jefe: El Dr. Nathaniel Lord Britton, (Miembro de Honor de la Sociedad Cubana de Historia Natural Felipe Poey desde el 26 de mayo de 1917), quien envió a Cuba algunos contribuyentes, entre ellos los más destacados Mr. Percy Wilson y Dr. John Adolph Shafer. Sus exploraciones servirían para la publicación de un Nuevo Catálogo de la Flora Cubana.

Mr. Percy Wilson fue Ayudante de Botánica del profesor Baker y exploró fundamentalmente los alrededores de la Habana y Pinar del Río, relacionando los datos de su exploración en “Journal of the New York Botanical Garden” y varios artículos en la Revista Torreya.
 
John Adolph Shafer
El Dr. John Adolph Shafer comienza sus exploraciones en 1903 en las Provincias Pinar del Río, La Habana y Matanzas. En enero de 1909 hace exploraciones en el norte de Camagüey y cayos adyacentes. Vuelve en octubre encargado por el Dr. Britton a los cayos de la costa norte y terminado ese programa realiza de diciembre de 1909 a abril de 1910 una exploración a la región de Oriente, específicamente entre Holguín y Baracoa.
La estancia del Dr Shafer en Holguín  fue corta, pero productiva, lo suficiente para encontrar algunas especies nuevas, entre ellas una diminuta especie de cactus: Coryphanta cubensis Britton & Rose (1912), el ahora conocido cactus enano de Holguín.

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