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21 de abril de 2017

El inicio de la guerra grande por la independencia de Cuba en 1868. Un misterioso telegrama que nadie ha visto jamás llevó a los manzanilleros a comenzarla. Respuesta de Holguín. Julio Grave de Peralta es designado máximo líder local



En octubre de 1868 un entarimado de familias, regiones y caudillos de la cuenca del Cauto habían logrado un acuerdo muy práctico, levantarse en armas contra el gobierno colonial español en Cuba. Para hacer efectiva su intentona, fueron entretejiendo un complejo movimiento conspirativo con gente de Santiago de Cuba, Puerto Príncipe y Las Villas.    
Los comprometidos llegaron al consenso general de que era necesario sublevarse y se iniciaron las gestiones para materializar ese propósito, pero los líderes del Cauto presentaron limitaciones para encabezar un movimiento de carácter nacional y tampoco nació un líder nacional en Camaguey o en Las Villas: Esa fue la principal limitación de la sedición cubana de 1867: no se llegó a crear una dirección única. De ahí que cada grupo regional caudillista trataba de imponer sus criterios. No llegaron a un acuerdo sobre la fecha para iniciar la sublevación; en cada reunión los intereses regionales estaban por encima de los intereses del país y el ejemplo más elocuente es, precisamente, el levantamiento el día 10 de octubre de 1868.
Escultura de Carlos Manuel de Céspedes hecha en cera
La decisión de levantarse en armas ese día fue tomada por el grupo manzanillero. Su líder, Carlos Manuel de Céspedes se sublevó sin contar con la opinión de los demás.
En su tantas veces citado libro LA FURIA DE LOS NIETOS, dice el holguinero Abreu Cardet que es verdad que los manzanilleros habían llegado a una comprensión muy cabal y  pragmática de la situación nacional y que fueron ellos quienes alcanzaron una visión y una amplitud en sus criterios que no poseía la mayoría de los otros líderes locales. Por eso es que intuyeron la necesidad de irse a las armas lo más rápido posible o la conspiración fracasaría. (Que el grupo de manzanilleros poseían una visión y una amplitud en sus criterios que no tenían la mayoría de los otros líderes locales se puede probar con un ejemplo elocuente: esa región aportó cuatro presidentes a la República de Cuba en Armas durante el proceso independentista cubano).
Por demás el grupo de conspiradores manzanilleros en vísperas del 68, encabezado por Céspedes, fueron los primeros que comprendieron la necesidad de un mando centralizado, la elaboración de un programa político antes de ir a la guerra y se encargaron de elaborar el programa de la  revolución.
Pero a pesar de su visión, no pudieron librarse del regionalismo y caudillismo propios de su época. Comprendiendo la necesidad de un mando centralizado, no dudaron en escoger a su líder natural para que lo ostentara. Y definitivamente no contaron con los grupos de otras regiones en su plan de levantarse en armas el 14 de octubre. Y cuando lo hicieron el 10, en muy pocas regiones se enteraron. Más, La Aldea no los está culpando por nada. Cómo hacerlo si era esa la misma forma de actuar de los otros grupos caudillistas, porque era ese el pensamiento de su tiempo. Los manzanilleros precipitaron la guerra y eso es en verdad la mejor muestra de su genialidad. Pocos grupos locales con mayor cohesión de pensamiento que ese grupo con Céspedes al frente.
Lo que sí quiere La Aldea es, con el historiador Abreu Cardet como guía, desmentir un hecho que por muchos años hemos tenido como una verdad: el famoso telegrama enviado por el Capitán General ordenando el apresamiento de Céspedes y los principales líderes de la zona. El telegrama que ya es leyenda, fue la forma que ellos encontraron para justificar ante los demás grupos su apresuramiento en comenzar la guerra. Veamos.
El mito del telegrama, dice Abreu Cardet, está acorde a la forma de pensar de los hijos de la cuenca del Cauto en aquella época. Así se narra: Una esposa ingenua, instigada por un sacerdote perverso denunció a su esposo ante el Capitán General. Un sobrino telegrafista de  Carlos Manuel de  Céspedes intercepta el mensaje donde el Capitán  General le ordenaba al Gobernador de Bayamo la detención del líder de Manzanillo. El sobrino lo comunica al que sería su futuro suegro, y este, también comprometido en la conspiración, le avisa a Céspedes.
¿Qué quiere decir Abreu Cardet cuando hace ver que la historia que supone inventada, está acorde a la forma de pensar de los habitantes de la cuenca del Cauto de esa época?: Una esposa ingenua en confesión confiesa que su marido es un conspirador a favor de la independencia de Cuba. El cura la convence de que debe decirlo a las autoridades: (La mujer es débil, dice la sociedad machista: solo una mujer podía ser la delatora). Y por otra parte, no hay que olvidar que los conspiradores eran masones: El papel satánico del cura seguramente que les agradaba.
Y luego los valores de la familia patriarcal de la época: El asunto se resuelve gracias a un sobrino y un suegro juega un papel destacado: Cualquier hacendado o campesino del Cauto hubiera considerado muy lógico que sobrino y suegro se arriesgaran por ayudar a un miembro de la familia y lo era Céspedes, que estaba en peligro.
Por último el mensaje desde Bayamo hasta Manzanillo se lo envían a Céspedes con un esclavo, lo que hace ver la diferencia entre los esclavistas orientales y los occidentales. Un terrateniente occidental no se hubiera arriesgado a utilizar a un esclavo en una misión tan delicada, pero uno oriental sí. Y eso fue lo que dice la leyenda que ocurrió: un esclavo fue desde Bayamo hasta Manzanillo portando una noticia en extremo confidencial.
Pero, ¿solo una suposición, por más lógica que sea, sirve a un historiador para desmentir algo que se da como una verdad de la historia por más de un siglo? No, eso sería una irresponsabilidad. José Abreu Cardet tiene otras pruebas. Él logró consultar todos los telegramas que cursó el Capitán General al Gobernador de Bayamo entre el 10 y el 20 de octubre de 1868. No hay ninguna referencia al telegrama que, según los manzanilleros, ordenaba la captura de Céspedes y que provocó el levantamiento en armas, y sí hay en que se responsabiliza al Gobernador de Bayamo con la situación creada por el alzamiento. Igual existen muchos escritos que dan cuentas de las tantas críticas que las autoridades españolas hicieron al Gobernador bayamés por no actuar con mano dura contra los sediciosos y en ninguna de ellas se habla nada del telegrama. Como es lógico suponer, si el Capitán General hubiera ordenado al de Bayamo que apresara a Céspedes y si aquel no lo hubiera hecho con la rapidez y tomando las medidas de precaución necesarias, las críticas hubieran hecho referencia a ello y habrían sido mucho más agrias.
El telegrama es un mito, y, dice sonriente Abreu Cardet, los mitos son casi imposibles de desmentir… y tampoco hace falta. Lo que si debe tenerse en cuenta es que las figuras históricas deben estudiarse con visiones mucho más profundas para demostrar que los hombres y mujeres del 68 no eran ni dioses ni santos, solo, maravillosamente, hombres y mujeres.
Creyendo lo del telegrama o sin creerlo, los demás líderes locales respondieron a la acción iniciada por los manzanilleros y se fueron a las armas, con la sola excepción de uno de ellos, que por cierto era primo de Céspedes, el holguinero Belisario Álvarez y Céspedes. Pero un hombre no es todo Holguín. Los vecinos de la comarca se fueron a las armas el día 14 de octubre en dos levantamientos casi al unísono. Uno se produjo en Yareyal con el maestro de escuela Manuel Hernández Perdomo al frente, otro en Guayacán del Naranjo con Julio Grave de Peralta con 200 hombres: eran dos jefes distintos en una misma comarca. Céspedes resolvió este asunto enviando a un militar de experiencia como jefe de Holguín: Luis Marcano.
Mientras duró la estancia de Céspedes en Bayamo, los holguineros acataron aquella decisión. Pero cuando la fuerza arrasadora del Conde de Balmaceda expulsa a los que tenían a Bayamo en su poder, los holguineros consideraron que un manzanillero no tenía que tomar medidas en Holguín, sustituyeron al jefe impuesto por el gobierno central cespediano, se separaron de ese gobierno y crearon un comité revolucionario para organizar las elecciones que seleccionaría a los hombres que participaron en la constitución del gobierno federal de la comarca. Ese dicho Comité Revolucionario de Holguín nombró a Julio Grave de Peralta: Mayor General y máximo jefe militar de la jurisdicción.
Para la fecha que ocurrieron los sucesos antes narrados, ya las fuerzas independentistas holguineras habían participado en algunos combates y a diferencia de la inteligencia militar de Vicente García en Las Tunas, Julio Grave de Peralta no dio muestras de ser un gran estratega y tampoco lo fue posteriormente. Los holguineros tuvieron que esperar muchos años hasta que surgieron figuras realmente relevantes en el orden militar. Lo anterior  es, según el criterio del historiador José Abreu Cardet, un factor que hizo que el grupo regionalista caudillista tunero tuviera un papel importante en  la historia holguinera durante la guerra.
De todas formas los Grave de Peralta y sus parientes colaterales mantuvieron un papel significativo durante toda la contienda, destacándose, especialmente, Belisario y Francisco Grave de Peralta y Guillermo Cardet primo de estos. Por eso ellos tuvieron un destino destacado en las confrontaciones caudillistas regionalistas que ocurrieron durante los últimos años de la guerra de 1868. Belisario, por su parte, peleó en la guerra del 68 hasta el final, estuvo con Antonio Maceo en Baraguá y fue quien inició la guerra chiquita en Holguín.

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