Convencen
al General para que asista a Santa Cruz, a la Asamblea del pueblo de Cuba
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Terminada
su visita a Santiago, el general regresa a Jiguaní.
Allí van a visitarle muchos de sus amigos
para influirlo en que asista a Santa Cruz del Sur, adonde sesionará la Asamblea de
Representantes, pero el general continúa en sus trece, negándose.
Uno
que le escribe es Juan Gualberto Gómez y Cosme de la Torriente lo visita
para insistirle. También su hijo Carlos García Vélez: “Papá, usted ha sido electo por el quinto cuerpo, Occidente lo lleva
a la Asamblea
y usted no puede desairar a ese cuerpo y a su jefe Mario García Menocal”.
“Pero… si es que no puedo ir porque no
tengo en qué”, dice Calixto refugiándose en la última
justificación que tiene. Pero Carlos se pone en contacto con el gobernador
americano de Santiago y horas después el “Reina de los Ángeles” levanta
anclas llevando por toda la costa sur de Oriente hacia el puerto de Santa
Cruz, residencia del Gobierno de Cuba, al General García.
Afirma
Gerardo Castellanos que la llegada de Calixto fue una apoteosis: Juan
Gualberto Gómez está en el muelle, para darle el primer abrazo, y allí le
aguardaban sus compañeros de armas: oficiales, generales y subalternos que a
sus órdenes se habían batido gloriosamente contra el enemigo de la Patria, y le esperaban,
también, representaciones del gobierno, ciudadanos civiles que no le conocían
y ansiaban ver de cerca al ilustre vencedor en Oriente. Las mujeres de Santa
Cruz lo esperan, adornadas con sus mejores galas y también hay bandas de
música que entonan los acordes marciales de La Bayamesa para rendir
tributo al anciano.
Luego,
cortés pero distante y frío, lo saluda el presidente Bartolomé Masó.
También
están allí, pero no saludan al general ni de él se dejan ver hasta que no
comienza la asamblea, sus enemigos más encarnizados, el general José Lacret
Morlot, Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, hijo de Carlos Manuel de
Céspedes, José N. Ferrer y Manuel Despaigne.
El
general llegó enfermo, con evidente faltas de aire constantes, por tal motivo
su hijo Carlos García Vélez no lo abandona ni un minuto.
Manuel
Despaigne escribió y sus palabras fueron publicadas en 11 de noviembre de
1898 en el periódico “El Porvenir” de Santiago de Cuba: “El general ocupa el
puesto para el cual le designó una parte del pueblo cubano en armas”.
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1898,
Octubre 24
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En
la mejor casa de Santa Cruz del Sur, adornada con los objetos de arte que
tienen los vecinos más acomodados, se reúne la Asamblea de
Representantes de Cuba Libre. En el amplio salón de la hermosa casa ocupan
sus asientos los representantes, en tanto el pueblo se arremolina en las
abiertas galerías que corren por ambos lados del salón.
De
pronto un momento de mucha expectación. Los Asambleístas se ponen en pie: Ha
llegado el Presidente de la
República, Mayor General Bartolomé Masó acompañado del
Consejo de Gobierno. Los recién llegados ocupan el estrado presidencial. Masó
saluda a la Asamblea,
presenta el mensaje del gobierno y depone todo su poder ante la Asamblea, entonces
invita al representante de mayor edad a tomar posesión de la presidencia. Ese
es el Mayor General Calixto García.
Calixto
asume la presidencia y entonces Masó declara: “Queda constituida provisionalmente la Asamblea y abierto el
tercer periodo constituyente”, e inmediatamente, seguido del Consejo de
Gobierno, abandona el salón.
El
general García, como presidente provisional, se dirige a la Asamblea: “Me veo en la precisión de ocupar este
puesto, no por mis méritos, que no tengo ninguno, sino por mis años, la peor
recomendación que se puede tener en la vida”.
Pero
la Asamblea
no puede constituirse y deliberar porque no hay quórum.
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