1898,
Agosto 18
Gómez
acepta la renuncia de Calixto
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En
la mañana marchó a Holguín una comisión compuesta por el Teniente Coronel
Alfredo Arango del Ejército Libertador, un oficial norteamericano del buque
Nashville y un oficial español del Infanta Isabel, para comunicar
oficialmente a Luque el tratado que ponía fin a la guerra.
A
poco le llega Le llega al General una comunicación del General en Jefe Máximo
Gómez, firmada el 8 en la que le dice que “acepta la renuncia del cargo,
salvándolo de la desairada situación en que, en su concepto, lo han colocado
los sucesos de Santiago y se la acepta, complaciéndolo en la súplica que hace
con tal fin”.
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1898,
Agosto 22
De
Calixto a su esposa Isabel Vélez
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Carta
de Calixto a su esposa Isabel:
Gibara, 22 de agosto de 1898.
Mi querida Isabel:
Al fin he tenido el grandísimo placer
de recibir carta tuya, de quien no sabía desde la anterior de 18 de Julio y
veo que mi Mercedes querida ha mejorado bastante. También veo que piensas
venir a Tampa a pasar el invierno. Si no hay alguna dificultad para principio
de noviembre debe estar evacuada ya la isla, y en ese caso yo iría a reunirme
con Uds. y convenir el lugar mejor para llevarla a pasar el invierno. Aquí
he consultado con varios médicos y todos me dicen que el mejor lugar es el
Valle de Orotava en Canarias, pero que hay también otro lugar en México casi
tan bueno como Orotava si por algún motivo yo no pudiera ir todavía o fuera
preciso ir antes, mandaré a Carlos para que se ponga de acuerdo conmigo.
Todos me dicen que el clima de Cuba es muy malo para ella: Consúltalo y caso
que digan lo contrario ven para La
Habana tan pronto la abandonen los españoles, que yo iré
enseguida a reunirme contigo. Yo tengo hoy, por fortuna poco que hacer aquí,
pues el General en Jefe me ha admitido mi renuncia de Jefe del Departamento
de Oriente, y como Lugarteniente que soy, poco trabajo tendré; pero la época
es tan difícil y me creo hoy más obligado que nunca a estar aquí. Las
cuestiones que se presentan hoy tienen que estar resueltas de manera que no
dañen el porvenir de Cuba, y hay también que pensar en el porvenir de
nuestros hijos, yo, por mi parte, nada quiero, ni a nada aspiro que a vivir
tranquilo en mi casa, pues cada día me gusta menos la política. Ya Carlos
está mejor de las fiebres y ahora es Justo el que las tiene. Justo hace unos
ocho días que se fue para Jiguaní a casa de Escalante donde dice él que lo
cuidan mucho y que tienen leche y huevos, cosa que aquí escaseaba. Tengo
conmigo a Carlos yo pienso que como se ha acabado la guerra no nos separemos
más. Mucho he tenido que trabajar por este pueblo que, como tu sabes es muy
español. Por fortuna he podido resolver todas las cuestiones que se han presentado
con tanta suerte que la mayoría de los españoles están ya mansos y amigos. Todo ha sido respetado. Se vende en
las tiendas sin que nadie pida nada y ni siquiera ha habido que meter uno en
la cárcel. Había bastante escasez pero ya ha llegado un vapor con víveres y
nada falta. Figúrate mi situación al llegar aquí el 30 pasado y encontrarme
con un pueblo lleno de viruelas, un hospital con 600 soldados españoles y el
disgusto general por algunas pequeñas faltas cometidas antes de mi llegada.
Además, tenía al General Luque con 12 mil hombres a cinco leguas y yo apenas
tenía mil que oponerle. Como era preciso mostrar a esta gente que no temíamos
a Luque, me quedé solo en el pueblo con 30 hombres y con ellos estuve como 15
días. Hice venir fuerzas desde Tunas y ya pude reunir unos 2 mil hombres; lo
que vino bien, pues el 16 parece que le avisaron a Luque de mi posición y se
me echó encima atacando a Auras. Por pronto que anduvimos no pude
concentrarles más de 800 hombres los que sostuvieron un combate que duró seis
horas y dio tiempo a acercar todas mis fuerzas impidiéndole que llegara a
Gibara, como él se proponía. Ahí se quedó en Auras y no ha podido pasar de
allí ni pasará pues ya se acabó la Guerra. Ahora, estamos amigos, me escribe
cartas muy cariñosas y da banquetes a mis ayudantes cuando van con alguna
comisión a verle. La situación de Luque es lastimosa pues tanto los
americanos como los españoles se han convencido de que con solo 2 mil hombres
lo he tenido cerrado. He sido el último que ha peleado por Cuba, pues ya
firmada la suspensión de hostilidades el 12 no creo que dejarán de saberlo en
Occidente. En ese combate he tenido como 50 bajas que son los que más siento
pues esos pobres ya habían llegado al fin de la guerra. Esta te la lleva
Pepito Martí al que mando a reunir con su madre, pues nada hay que hacer aquí
para él y quiero que la pobre Carmen tenga su hijo único a su lado, también
mandé a Bernardo el hijo de Femando Figueredo. Los dos muchachos son de
primera, Pepito es capitán y se lo ha ganado como bueno y Bernardo Teniente.
Yo desearía también mandar a Justo ó a Carlos. Pero ellos no quieren irse
porque piensan con razón que su situación allí con nuestra falta de recursos
no será muy agradable. Por una goleta te mando a Key West un retrato mío y
otro de Justo. Este está como vaca espantada con los ojos muy abiertos. Tengo
a Giberga de Secretario particular, me ayuda mucho. Ahora estaba empeñado en
representar aquí unas piececitas pero no ha tenido tiempo de ensayarlas, pues
creo saldremos pasado mañana para Bayamo y de allí iré a Tunas y luego
volveré a aquí donde quiero estar para cuando los españoles abandonen a
Holguín, meterme allí y ver mi casa vieja. Cuídame mucho a mi Mercedes de mi
vida a quien tanto deseo ver. Dámele mil besos a nuestros hijos y tú
recíbelos de tú.
CALIXTO
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Prensa desde 1900
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