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15 de marzo de 2017

Calixto García. Biografía. 108



1898, Agosto 18
Gómez acepta la renuncia de Calixto
En la mañana marchó a Holguín una comisión compuesta por el Teniente Coronel Alfredo Arango del Ejército Libertador, un oficial norteamericano del buque Nashville y un oficial español del Infanta Isabel, para comunicar oficialmente a Luque el tratado que ponía fin a la guerra.
A poco le llega Le llega al General una comunicación del General en Jefe Máximo Gómez, firmada el 8 en la que le dice que “acepta la renuncia del cargo, salvándolo de la desairada situación en que, en su concepto, lo han colocado los sucesos de Santiago y se la acepta, complaciéndolo en la súplica que hace con tal fin”.

1898, Agosto 22
De Calixto a su esposa Isabel Vélez
Carta de Calixto a su esposa Isabel:
Gibara, 22 de agosto de 1898.
Mi querida Isabel:
Al fin he tenido el grandísimo placer de recibir carta tuya, de quien no sabía desde la anterior de 18 de Julio y veo que mi Mercedes querida ha mejorado bastante. También veo que piensas venir a Tampa a pasar el invierno. Si no hay alguna dificultad para principio de noviembre debe estar evacuada ya la isla, y en ese caso yo iría a reunirme con Uds. y convenir el lugar mejor para llevarla a pasar el in­vierno. Aquí he consultado con varios médicos y todos me dicen que el me­jor lugar es el Valle de Orotava en Canarias, pero que hay también otro lugar en México casi tan bueno como Orotava si por algún motivo yo no pudiera ir todavía o fuera preciso ir antes, mandaré a Carlos para que se ponga de acuerdo conmigo. Todos me dicen que el clima de Cuba es muy malo para ella: Consúltalo y caso que digan lo contrario ven para La Haba­na tan pronto la abandonen los españoles, que yo iré enseguida a reunirme contigo. Yo tengo hoy, por fortuna poco que hacer aquí, pues el General en Jefe me ha admitido mi renuncia de Jefe del Departamento de Oriente, y como Lugarteniente que soy, poco trabajo tendré; pero la época es tan difí­cil y me creo hoy más obligado que nunca a estar aquí. Las cuestiones que se presentan hoy tienen que estar resueltas de manera que no dañen el por­venir de Cuba, y hay también que pensar en el porvenir de nuestros hijos, yo, por mi parte, nada quiero, ni a nada aspiro que a vivir tranquilo en mi casa, pues cada día me gusta menos la política. Ya Carlos está mejor de las fiebres y ahora es Justo el que las tiene. Justo hace unos ocho días que se fue para Jiguaní a casa de Escalante donde dice él que lo cuidan mucho y que tienen leche y huevos, cosa que aquí escaseaba. Tengo conmigo a Car­los yo pienso que como se ha acabado la guerra no nos separemos más. Mu­cho he tenido que trabajar por este pueblo que, como tu sabes es muy español. Por fortuna he podido resolver todas las cuestiones que se han pre­sentado con tanta suerte que la mayoría de los españoles están ya mansos y  amigos. Todo ha sido respetado. Se vende en las tiendas sin que nadie pida nada y ni siquiera ha habido que meter uno en la cárcel. Había bastante es­casez pero ya ha llegado un vapor con víveres y nada falta. Figúrate mi si­tuación al llegar aquí el 30 pasado y encontrarme con un pueblo lleno de viruelas, un hospital con 600 soldados españoles y el disgusto general por algunas pequeñas faltas cometidas antes de mi llegada. Además, tenía al Ge­neral Luque con 12 mil hombres a cinco leguas y yo apenas tenía mil que oponerle. Como era preciso mostrar a esta gente que no temíamos a Luque, me quedé solo en el pueblo con 30 hombres y con ellos estuve como 15 días. Hice venir fuerzas desde Tunas y ya pude reunir unos 2 mil hombres; lo que vino bien, pues el 16 parece que le avisaron a Luque de mi posición y se me echó encima atacando a Auras. Por pronto que anduvimos no pude concentrarles más de 800 hombres los que sostuvieron un combate que duró seis horas y dio tiempo a acercar todas mis fuerzas impidiéndole que llegara a Gibara, como él se proponía. Ahí se quedó en Auras y no ha podido pasar de allí ni pasará pues ya se acabó la Guerra. Ahora, estamos amigos, me es­cribe cartas muy cariñosas y da banquetes a mis ayudantes cuando van con alguna comisión a verle. La situación de Luque es lastimosa pues tanto los americanos como los españoles se han convencido de que con solo 2 mil hombres lo he tenido cerrado. He sido el último que ha peleado por Cuba, pues ya firmada la suspensión de hostilidades el 12 no creo que dejarán de saberlo en Occidente. En ese combate he tenido como 50 bajas que son los que más siento pues esos pobres ya habían llegado al fin de la guerra. Esta te la lleva Pepito Martí al que mando a reunir con su madre, pues nada hay que hacer aquí para él y quiero que la pobre Carmen tenga su hijo único a su lado, también mandé a Bernardo el hijo de Femando Figueredo. Los dos muchachos son de primera, Pepito es capitán y se lo ha ganado como bueno y Bernardo Teniente. Yo desearía también mandar a Justo ó a Carlos. Pero ellos no quieren irse porque piensan con razón que su situación allí con nuestra falta de recursos no será muy agradable. Por una goleta te mando a Key West un retrato mío y otro de Justo. Este está como vaca espantada con los ojos muy abiertos. Tengo a Giberga de Secretario particular, me ayuda mucho. Ahora estaba empeñado en representar aquí unas piececitas pero no ha tenido tiempo de ensayarlas, pues creo saldremos pasado mañana para Bayamo y de allí iré a Tunas y luego volveré a aquí donde quiero estar para cuando los españoles abandonen a Holguín, meterme allí y ver mi casa vie­ja. Cuídame mucho a mi Mercedes de mi vida a quien tanto deseo ver. Dá­mele mil besos a nuestros hijos y tú recíbelos de tú.
CALIXTO






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