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6 de agosto de 2023

EL DIRECTOR DEL ORIENTAL VA A ISLA DE PINOS A RECOMPONER SU SALUD

 En El Oriental, periódico de su propiedad y dirección y del que es el redactor, don Antonio José Nápoles Fajardo publica el viernes 08 de abril de 1864, (Año II No. 135), esta despedida: 

AL PÚBLICO

Los achaques de salud que hace tiempo me atormentan, me obligan a ausentarme de esta ciudad, quedando la responsabilidad literaria de este periódico a cargo del Ldo. Don Manuel Álvarez y Céspedes y la responsabilidad tipográfica a la del Sr. Don Eduardo Salas y Jiménez, regente de este establecimiento y persona bajo todos conceptos apreciable.

Al separarme esta vez de Holguín, (quien sabe si por poco tiempo),  en donde dejo dos pedazos de mi corazón, donde dejo, quizás para no encontrarlo más, a mi segundo padre, y en donde, por último, quedan tantos amigos como personas he tratado, no puede menos mi alma que afectarse entre pesarosa y satisfecha: lo primero porque me ausento de tantos objetos queridos y lo segundo por lo que envanece a los hombres de buena voluntad la idea de no tener enemigos.

Ahora, pues, solo deseo recobrar la salud para tener la honra de volver a hallarme entre mis amigos y al frente de esta publicación; más, si la suerte me niega este placer y Dios en sus altos juicios dispone de mi existencia, os ruego que viváis como hasta  aquí, unidos, que propendáis a la división y subdivisión de los terrenos, que es la verdadera y única palanca de Arquímedes que podrá remover las causas que detienen el progreso de esta jurisdicción, y el único medio de que se lleven a cabo proyectos que por más que vivan en buenas cabezas, no podrán salir de la esfera de las utopías.

Os pide siempre un recuerdo de amistad vuestro consecuente amigo:

                                                                                   Antonio José Nápoles y Fajardo.

...

En el mismo número, el director suplente y redactor, también da la noticia de que el periodista ha marchado a recobrar su salud.

DESPEDIDA. En otra parte verán nuestros lectores la sentida despedida que hace nuestro amigo Don Antonio José Nápoles, cuyos achaques le impulsan a ir a apartados climas en busca de la salud, que de todo corazón le deseamos. Mientras dure su ausencia se esforzará el nuevo Director del Oriental en dar a este periódico todo el interés y amenidad que reclama esta clase de publicaciones en la que tan inteligente, digno y complaciente se ha mostrado siempre el Sr. Nápoles. Le deseamos un pronto y feliz regreso. 

...

Y el 05 de junio de ese año, desde Isla de Pinos, llegan cartas de Antonio José, que sigue periodista hasta en los momentos en que atiende su salud:

CARTAS

AL BELLO SEXO DE HOLGUÍN.

Aquí me tenéis, bellísimas lectoras, en la isla de los pinitos, como la llama el buen amigo Sr. Montaos. Aquí estoy, en Gerona la nueva, sin poderos decir en que pueda parecerse esta población a la antigua ciudad catalana con cuyo nombre la han bautizado, por la sencilla razón de que no conozco a la última, aunque presumo que el llamarla Gerona habrá sido pensamiento de algún patricio de aquella ciudad que ha querido pagar a su pueblo con ese rasgo perpetuo y delicado de reconocimiento.

Nueva Gerona es una preciosa población de ciento y pico de casas construidas en calles tiradas a cordel; la mayor parte de ellas son de mampostería y tejas, teniendo todas, aunque sean de guano, portal a la calle, sistema de construcción utilísimo bajo todo conceptos y que debe o debió adoptarse en Cuba por todas las poblaciones. Las calles son de tal anchura que cuatro carruajes pueden correr en ellas en todos sentidos y el piso de un terreno rojo que tira a morado es de tal consistencia por el  perdigón que contiene, por mucho que llueva, jamás se humedece la suela del zapato. Hay en la ciudad o pueblo un bonito templo, un cuartel y entre el embarcadero y el poblado, un paseo de reciente construcción.

En toda esta isla se vive patriarcalmente, ni se pagan derechos por los establecimientos, excepto los reales derechos para apertura, ni se pagan impuestos ni arbitrios municipales, ni se conocen el diezmo y las primicias, todo lo cual hace el Gobierno deseoso de contribuir al fomento de la población de esto que debe mirarse como una colonia de Cuba.

La población de la isla puede calificarse del modo siguiente: empleados, propietarios (que son pocos), enfermos y deportados.

Sobre los últimos se nos ocurren muchas cosas que decir, pero nos concretaremos por hoy circunscribiéndonos a las exigencias de esta clase de escritos y solo diremos que no se logra el laudable objeto que se propone el Gobierno con la deportación de esos viciosos a Nueva Gerona y Santa Fe, porque esos infelices que no hayan acogido bajo el techo de las personas honradas, vagan por las calles y el campo y por más vigilancia que ejerzan las autoridades locales, es claro que ellos no han d morirse de hambre y cuando no se mueren algo comen y cuando comen, de algún modo lo consiguen.

La isla de Pinos tiene hoy la suerte de ser por una Autoridad digna del aprecio de las personas que contemplan en los gobernantes la base de la sociedad. El Sr. Don José Rodríguez, comandante de infantería, reúne a las amables dotes de un hombre de buena sociedad, la previsión, celo, probidad y firmeza de carácter que son las dotes que deben adornar a los hombres a quienes se confía el espinoso encargo de regir los pueblos.

En Gerona existe un gran hotel que yo llamaría casa de pupilos: ocupa media manzana y tiene ventiladas habitaciones al patio y a la calle, pero, sobre todo, lo hace muy aceptable la urbanidad de su dueño, Don Pedro Fargas y el excelente trato de algunas personas ilustradas y sensatas como el Sr. Don Andrés de la Peña.

Aquí hay una sociedad de Beneficencia domiciliaria y entre los ramos con que cuenta para allegar fondos tiene un baño público en cuyas aguas predominan la magnesia y el hierro.

Los alrededores de Gerona no tienen nada que admirar aunque entre el pueblo y la Sierra de Casas hay un valle que me recuerda el llano de Holguín. Los patios de las casas están llenos de frutales cuyo sabor es superior al de la que se comen en la Habana; pero sobre todos abunda y sobresale el guanábano, que suele producir frutos hasta de catorce libras de peso.

En ésta recibo con mucha exactitud “El Oriental” y las cartas de mis amigos, lo cual testifica el buen cumplimiento de los funcionarios de correo en Holguín, la Habana y Nueva Gerona.

Hoy, mis lectoras, es día de mi santo porque el almanaque dice Sábado. San Bonifacio mártir, de suerte que en este día y cuando concluya esta carta, voy a tratar de echar la casa, no por la ventana sino por el ojo de la llave: después que tome un baño en el termal y me trague tres copas de agua del manantial de hierro, volveré a pensar en mi Holguín, en mis hijos, en mis amigos y en vosotras y tratando de inspirarme, daré principio a la celebración de mi santo con unos versos que habrán de empezar así:

En una tabla bailando

Estoy como cirivilla,

Y digo de cuando en cuando

Si no caigo es maravilla.

Después que termine la festividad de mi día, entraré a considerar que pasado mañana lunes, es SAN JUAN NEPOMUCENO, día del santo de la primera autoridad de Holguín, no solo por la posición que ocupa, sino por los beneficios que ha hecho a la jurisdicción, persiguiendo y exterminando los malhechores, haciendo componer y cuidar calles, caminos y sobre todo estableciendo con laudable celo, institutos de educación, porque él dice “que al pueblo se debe instruir para que distinga el bien del mal”, santa máxima que hace honor al gobernante y por lo mismo saludadle en mi nombre y decidle que en él, en vosotras y en Holguín está siempre pensando vuestro amigo.

      Bonifacio.

...

El domingo 14 de agosto de 1864 “El Oriental” (Año 3. No. 32) insertó lo que seguidamente reproducimos: 

Sr. Director del Oriental

Holguín 10 de agosto de 1864

Muy Sr, mío: he de merecer de la atención de V., se sirva insertar en las columnas del “Oriental” el siguiente remitido a cuyo favor quedará reconocido su atento s. s. q. b. s. m.

                                                                                    Lcdo. Manuel Álvarez

“Cumplido ya el compromiso que contraje con el Sr. Propietario del periódico “El Oriental” de dirigir y administrar dicha publicación durante el viaje que emprendiera a la Isla de Pinos, pongo en conocimiento del público que desde el 1º del actual entregué la dirección y administración de dicho periódico, no perteneciendo desde aquella fecha ni directa ni indirectamente a la redacción de “El oriental”.

En los cuatro meses que ha estado bajo mi dirección, me es altamente satisfactorio creer que no solo he procurado dar al Oriental toda la originalidad e interés posible, sino también que he logrado mantener su crédito en medio de una de esas competencias que ponen a prueba la estabilidad de las publicaciones periódicas.

Igualmente manifiesto al público que por ahora me abstengo de ocupar su atención con ningún género de escritos, reservándome para más tarde (si las circunstancias me lo permiten), fundar una nueva publicación periódica que con el título de “Semanario holguinero” verá la luz pública todos los domingos. Es cuanto tengo que manifestar al público.

                                                                               Manuel Álvarez

UNA VISITA A FRAY BENITO

 Periódico “El Oriental”, Holguín, domingo 19 de junio de 1864, (Año III. No. 9)


UNA VISITA A FRAY BENITO

Digna de llamar la atención por más de un concepto es la visita que el Sr. Teniente de Gobernador [entonces lo era Don Juan Huerta y Sostre] giró al caserío de Fray Benito, acompañado de una comisión del Ilustre Ayuntamiento, con el objeto de informar a la Ilustre Corporación sobre el estado de la escuela establecida bajo la dirección de Don Lucas A. Beltrán. La importancia que en sí tienen semejantes actos por las beneficiosas consecuencias que de ellos resultan a la enseñanza y la circunstancia de que proporcionan a la primera autoridad de la jurisdicción conocer y estudiar otras necesidades apremiantes para la vida de los partidos rurales, hacen que se desee con frecuencia su repetición.

El domingo doce del corriente, a las cuatro de la tarde encontrábanse reunidos en la casa que ocupa el profesor Beltrán los señores Teniente de Gobernador, Alcalde Municipal, Teniente de Alcalde Don Manuel Tamayo, concejales Don Manuel Eulogio Fernández, comisionado por el Ilustre Ayuntamiento, Sr. Cura párroco Don Ramón Boseau, Don Eloy González Romero, capitán del partido, Don Pablo Puig, miembros de la junta local de instrucción y varias personas notables de Holguín y Gibara que, animadas del mayor deseo, quisieron contribuir con su presencia a la mayor solemnidad del acto. El Sr. Teniente de Gobernador con la facilidad de estilo, que le distingue, tomó la palabra manifestando que el objeto de encontrarse allí congregados no era otro que formar pensamiento exacto del estado de la escuela respecto al adelanto de los alumnos, para con su visita tomar providencias oportunas de acuerdo con el Ilustre Ayuntamiento, por ser nada favorables los informes que se tenían. Un religioso silencio acogió esa manifestación, y habiendo procedido el Profesor citado al examen de las diferentes asignaturas, que abraza la instrucción primaria, vino en conocimiento la Comisión de que era muy fundada la razón, que moverá a nuestro Municipio para enviar un comisionado de su seno con aquel fin, pues los niños estaban en lamentable atraso.

Aflictivo es que el desvelo del Ayuntamiento por la enseñanza pública no haya producido aún en Fray Benito los apetecibles resultados que tenían derecho a esperarse. Pero el mal serán pronto remediado y nos consta que inmediatamente de concluido el examen, se constituyó la Junta en sesión y acordaron los particulares conducentes, sometiéndolos al Ilustre Ayuntamiento con el informe del Concejal comisionado, para que con esos antecedentes resuelva lo que corresponde y puedan los niños aprovecharse de las ventajas de la educación, lo que no dudamos practicará con la actividad y celo que tan peculiares le son.

Las vías de comunicación, reconocimiento del puente hecho por Don pablo Puig y de varios malos pasos, fueron, así mismo, objeto de la especial atención del Sr. Teniente Gobernador, incansable promovedor de cuantas mejoras son convenientes al vecindario por donde transita, de manera que el Partido de Fray Benito quedará satisfecho de esta visita, que tantos beneficios inmediatos le ha de reportar.

La presencia de la primera autoridad en este punto y de los señores que le acompañaban, fue motivo de que sus vecinos y particularmente Don Pablo Puig, en cuya casa estaban alojados, se esmerasen en  obsequiarlos con todo género de manifestaciones. Las noches del sábado y domingo (una línea deteriorada) por la numerosa y escogida concurrencia que a ellos asistió. Allí tuvimos el placer de ver a las Sras. Doña Teresa y Doña Emiliana Landaeta, esposa y hermana política de Don Enrique C. Bautista, Comandante de Armas de Gibara; la preciosa Panchita Gurri y a la no menos bella Caridad Puig, todas muy conocidas entre la buena sociedad de Holguín y Gibara, sintiendo no recordar el nombre de las otras señoritas que con sus encantos adornaban el salón. El Sr. Don Pablo Puig y su señora esposa Doña Ana Proenza se mostraron magníficamente espléndidos con sus huéspedes, quienes, de seguro, jamás olvidarán los buenos ratos de solaz que les proporcionaron con su exquisita galantería.

Un incidente aconteció al final de la comida del domingo, que no debo pasar desapercibido, porque juzgo que, cual a mí, al público interesa todo lo que roza con la prensa periódica. Refiérome a que habiéndose recibido a aquella hora el correo de Holguín, uno de los concurrentes tuvo la amabilidad, a invitación de varios señores, de leer “El Oriental” de ese día, para que todos gozasen a la vez de las noticias que pudiera contener; y la atención, pendiente de los labios del lector, se fijó, desde luego, en el notable artículo titulado el “Testaferro”, debido a la galana pluma del Director del Oriental, bajo el seudónimo de Santa-Luz. Calurosamente fue aplaudido por su elegante estilo y verdad en el chiste, sin descender a la amarga sátira que luego aminora el mérito de este género de composiciones. Sírvale pues de satisfacción el hecho anotado, como también puede serlo para los nuevos suscriptores de este periódico.

El Sr. Cura Párroco, Pbro. D. Boxeu también contribuyó a que nada se echase de menos, pues las fiestas religiosas celebradas en la Iglesia de Santa Florentina del retrete fueron muy notables. La salve a la virgen del amor hermoso, en la mañana del sábado, la fiesta del domingo por la mañana y la procesión que por la tarde se verificó, formarán época en Fray Benito. El templo, bastante espacioso, se vio siempre lleno de un pueblo ávido de tributar a la Divinidad sus homenajes de veneración. A entrambos lados de la nave principal se colocaron sillas, presidiendo las funciones el Sr. Teniente Gobernador, a quien seguían por su orden jerárquico las demás personas que hemos nombrado, viéndose entre ellas al Sr. Alcalde Mayor, Don Rafael Casanova, que de regreso de Guantánamo y a su paso para Holguín, accedió a la invitación que se le dirigiera para mayor realce de aquellas, demostrando con su condescendencia esa afable cortesía que tanto le distingue y que tantas simpatías le ha granjeado entre todas las clases de nuestra sociedad.

La procesión fue digna en todo de la veneranda (Sic.) imagen que la motivaba. El acompañamiento tan lucido como numeroso: Panchita Gurri, Caridad Puig y Emilia Landaeta llevaban, relevándose de trecho en trecho, el estandarte de la virgen y las simpáticas Srtas. Baldomera, Josefita, María del Rosario y teresita Proenza descansaban sobre sus delicados hombros la sagrada imagen, cuyo tamaño y peso no podía abrumarlas, al contrario, sus graciosos semblantes demostraban la infantil alegría de que estaban poseídas al verse honradas con tan preciosa carga. Cerraban la marcha el Sr. Cura, acompañado delos Sres. Teniente de Gobernador, Alcalde Mayor, Alcalde Municipal, primer Teniente de Alcalde Don Manuel Tamayo y Concejales Don Manuel E. Fernández y Don Manuel S. Argudín.

El orden era, por demás, admirable y encantador el golpe de vista que presentaba la procesión, atravesando en las primeras horas de la noche el hermoso radio del caserío de Fray Benito por medio de orgullosas palmas reales que iluminadas por la pálida luz de la luna, ostentaban su gallardía, inclinando, sin embargo, sus dilatadas y uniformes ramas ante la Divinidad. El espectáculo que llegó a ofrecerse cuando, pasando el puente, iba la procesión por la suave cuesta en cuya meseta está fabricada la Iglesia, era verdaderamente mágico: centenares de luces mezclaban sus irradiaciones, reflejándose en los semblantes de la numerosa y compacta concurrencia, el profundo respeto que embargaba el ánimo ante la Majestad de la inmaculada madre del Señor. Los acompasados acordes de la orquesta y los cánticos religiosos completaban aquel bello cuadro que cual todas las cosas humanas, hubo de desaparecer al entrar en la Iglesia la procesión, no sin dejar un perpetuo recuerdo en el alma de los asistentes.

El día trece, a la invitación de Don Miguel Manresa, administrador del Ingenio Guabajaney, propiedad del acaudalado capitalista Don Rafael Lucas Sánchez, se dirigió la comitiva a esa finca, donde se le sirvió un suculento almuerzo después de haber visitado minuciosamente todas sus dependencias, dando la vuelta a esta ciudad a las tres de la tarde; pero como la distancia de once leguas y el camino bastante pesado, se determinó hacer noche en el Sao Arriba, casa del Sr. Don Manuel E. Fernández, quien en esta ocasión, como al ir para Fray Benito, se mostró el hombre y amigo que todos conocemos, tan fino como espléndido.

A las seis de la mañana del catorce regresaba a esta ciudad el Sr. Teniente de Gobernador y demás Sres., nombrados, y como el que estas líneas escribe para “El Oriental” fue testigo presencial de lo referido, deber suyo es consignar que la visita girada a Fray Benito ha sido sumamente agradable y beneficiosa a sus vecinos y francamente desearíamos que nuestra primera autoridad la hiciese extensiva a otros Partidos que tal vez requieran igual celo por su arte, en remediar abusos y proveer a necesidades que solo palpándolas, se conocen. 

Bertoldo. 

En la misma edición inserta esta GACETILLA

FRAY BENITO. Retiramos gustosos el artículo editorial para dar cabida al escrito del Sr. Bertoldo, por tratar de asuntos de actualidad. En él verán los lectores la revista que hace uno de los testigos presenciales acerca de la visita hecha por el Sr. Teniente Gobernador y comisión del Ilustre Ayuntamiento a la escuela Municipal de Fray Benito. En nada se necesita encomiar lo útil y provechoso de semejante visitas de inspección, pues la sociedad entera está interesada en que sean una verdad los esfuerzos y solícitos afanes del Gobierno por la perfección de la educación. De desear sería que en persona o por delegación especial se hiciese por nuestra autoridad gubernativa, visitas iguales a las escuelas de los otros partidos.

UNA EXCURSIÓN A MANIABÓN (San Andrés)

 Del periódico “El Oriental”, Holguín, en domingo 6 de marzo de 1864 (Año II No. 121)

(Aunque aparece firmado por una Trinidad, es de suponer que el escrito lo hizo Don Antonio José Nápoles Fajardo, director, dueño y redactor del periódico)


FOLLETIN

UNA EXCURSIÓN A MANIABON (San Andrés).

Quedó nuestra trinidad, es decir, Juan, Pedro y Francisco, cómodamente alojada en la casa de comercio de los señores García y Hermanos y mientras el amable dueño de la casa disponía que se nos diese de comer, salimos al corredor a tomar el fresco, que es el recurso de toda la gente haragana del país, entre las cuales tenemos el honor y la satisfacción de contarnos. 

El corredor de Cayetano es hermoso y desde él se goza un punto de vista encantador, como que se despliega ante los ojos del curioso el magnífico panorama que envuelve, con su rica vegetación y pintorescos accesorios, el caserío de San Andrés, con sus festivas casas, sus fértiles vegas, sus abundosos potreros y otras mil cosas buenas, aunque no tan buenas como la comida que nos estaba preparando el famoso maestro culinario de la tienda grande, es decir, el cocinero.

Juan el rubianco, amigo decidido de los cuadrúpedos, quería a toda costa empezar la visita de inspección por las caballerizas; Pedro no hacía más que dar miradas de lascivia y de gula a las azuladas espirales de humo que se desprendían de la chimenea de la cocina que se veía desde el corredor (perdónese la verdad topográfica), y yo, Francisco, Panchito, Paquito o Panchón, como quiera llamárseme, yo pensaba… pensaba, ¿lo creeréis?, pues pensaba en la época dichosa en que los vecinos de San Andrés harán un llamamiento a sus sentimientos religiosos y después a sus profundos bolsillos, llamamiento que dará por resultado la construcción de una iglesia decente, como deben ser todas las casas del Señor Supremo.

Absorto seguía en mis meditaciones, (cosa que sucede a menudo), a pesar de la charla de Juan y Pedro, cuando me distrajo, mejor dicho, cuando me hirió desagradablemente el tímpano, un ruido extraño, una especie de chirrido, término medio entre el armonioso sonido de un cencerro roto y el de un almirez(1) desvencijado… La sorpresa me hizo brincar y caer perpendicularmente sobre un magnifico callo que cultiva Juan en el dedo pequeño de su pedestal izquierdo… tal fue la impresión que causara en las delicadas fibras de mi sistema nervioso aquel ruido, porque, chirrido o campanillazo, que por nada me produce una conmoción cerebral, según era de áspero y desagradable el tal… el tal campanazo, pues al fin el buen Cayetano tuvo compasión de mi susto y para quitarlo me dijo clara y terminantemente que la causa de toda aquella algarabía era la campana de la iglesia, que estaba muy enferma y daba ayes muy lastimeros.

Como la compasión es natural hasta en los curanderos, me acordé que yo había estudiado algo de medicina en unos librotes que trataban sobre cerrajería y sobre la manera “segura y eficaz de curar las mataduras de los burros” y le improvisé a Cayetano la famosa receta siguiente para curar la campana de la iglesia de San Andrés, que está casi desahuciada. He aquí la famosa receta

Récipe:

Hierro y bronce buenos... Quantum súficit.

Oro y plata……………………  Cantidad bastante.

“Mézclese todo perfectamente y mediante la dosis necesaria de plata acuñada constante y sonante, désele la forma y dimensiones convenientes de una buena campana: hágase, además, en una olla o almirez, una recolección de pesos fuertes de San Andrés y cuando estén juntos, constrúyase una iglesia nueva y un campanario.”

No es por alabarme (porque yo estudié algo más en aquellos librotes), pero la receta pareció tan buena a Cayetano, a los dependientes y a todos los que allí estaban, que convinieron en que era un remedio heroico. 

Desde el mismo corredor y tendiendo la vista se descubren, en no mucha lontananza, la bonita casa que construyó el Pedáneo(2) Herrero y que hoy vive con su apreciable familia Don Agapito García; a la izquierda se destacan de las profundidades de un barranco los techos de la tienda chica, antigua propiedad de nuestro buen amigo Don Juan Coll; al frente una casita nueva del amigo Sartorius, más allá o más acá, (no lo recuerdo bien), un ranchujo inmundo con exiguo batey en que a sol, agua y sombra se componen las reses y por último aquí y allá, más lejos o más cerca, se ven una porción de cosas que para saber cuáles son no hay más que ir a verlas.

Pero dejemos ya las pinturas y vamos a lo positivo: Juan y Pedro me llaman con gritos descomunales desde la mesa, sobre cuya superficie campean humeantes e incitativos los manjares que en obsequio de nuestro estómago mandara el buen Cayetano a preparar. Juan y Pedro se mueren de hambre, sus miradas devoran, sus lenguas chasquean de placer y sus fauces se abren descomunalmente para dar paso a sendos bolos alimenticios, remojados con más sendos tragos de lo tinto, pues ambos dos detestan, aborrecen y desprecian cordialmente el agua.

En honor de la verdad debo decir que yo Francisquito, comí también perfectamente, sacando mi tarea con honor; si a esto se añade una conversación alegre y amable, tendrán los lectores una idea de lo agradable de nuestra comida-cena. 

Pero hora es de acabar y de dormir para continuar mañana por la madrugada el viaje a Maniabón, pasando por San Agustín, donde hemos de llegar a saludar a nuestro querido y simpático amigo Don Andrés Rodríguez Rebelgo; pero no dejaré la pluma sin dar las gracias más expresivas a Cayetano por la cordial hospitalidad, que nos proporcionó, cuando molidos, asendereados y hambrientos, llegamos a su casa los tres (no olvidarlo)

                                               Juan, Pedro y Francisco.

[El periódico anuncia que la crónica del viaje continuara, y seguro que lo hicieron, pero, lamentablemente, el ejemplar en el que ocurrió no ha llegado hasta nosotros.]


…….. 

(1) Se refiere a un mortero de metal, pequeño y portátil, que sirve para machacar y triturar sustancias.

(2) El adjetivo se aplica a determinados alcaldes o jueces de aldeas o barrios.

HISTORIA COMPENSADA DE UNA PESETA. COSA QUE PARECE CUENTO

 Periódico “El Oriental”, Holguín, domingo 19 de junio de 1864 (Año 3. No. 9)


HISTORIA COMPENDIADA DE UNA PESETA

COSA QUE PARECE CUENTO

Yo, señores, me llamo Canina y soy hija legítima de la fábrica de Sevilla, con lo que está dicho todo acerca de la buena calidad de la plata que entra en mi composición. Mi ascendencia, sin embargo, proviene de las minas del Estado de Sonora en México, pues de sus entrañas se extrajo el cacho e metal que llevado a España en tiempos de Carlos IV y dividido en fragmentos, dio más tarde origen a mi individualidad pesetuna, en el año de gracia de 1821. Ostento, por consiguiente, en una de mis fasces, el bulto del real prisionero de Valancey y en la otra, el escudo real de España amparado por las dos fuertes columnas de ordenanza. 

Jamás he podido comprender por qué mi primer dueño me llamó Canina, cuando tal nombre inspira, desde luego, la idea de hambre y miseria, siendo yo dinero; pero eso no importa. Un peso duro conozco yo que se llama león y un real que se apela yorye. Pero fuera digresiones y vamos al caso. Desde la casa de moneda donde viuda encerrada en una ferrada arca de hierro pasé al desvencijado arcón de la madre de un quinto, donde estuve envuelta en un papel de estraza hasta que llegada la hora del embarque del bisoño, me sepultó la buena vieja, entre lágrimas y suspiros, en la cartuchera del discípulo de Marte, que pronto se consoló en la navegación de los dolores de la ausencia.

Cuando a los tres días de navegación ancló el vapor que nos conducía a Tanta Cruz de Tenerife, el quinto, mi dueño, saltó a tierra y en casa de unas madamas del arrabal me perdió al juego, despidiéndose de mí entre lágrimas y suspiros. El siguió viaje y yo quedé en poder de una muchachita de quince años que furiosa por viajar y por mejorar, se asoció íntimamente con un capitán de un bergantín, que cargó con ella y conmigo y nos depositó amorosamente en Gibara, donde a ambos nos dejó.

Viéndose mi dueña en el más completo aislamiento, se arrendó en clase de criada de servicio en un figón o fonducho gibareño donde fui testigo de las científicas transformaciones del aguardiente de caña y de las papas y de otras cosas non santas, hasta que un barbero, a quien fui prestada en confianza, abusó de mi inocencia y me trajo, engañada, a Holguín, donde me depositó en casa de un retirado de Valancey. Aquí fueron mis apuros. ¡Dios santo y fuerte!, pues el tal retirado, enemigo de la circulación monetaria, me zampó en una bolsa de cuero, donde creí morirme de inanición.

Yo, peseta bonita y bien hecha, graciosa y coqueta, me moría de pesadumbre, aprisionada en compañía de seis onzas de Perú, de unas pesetas roñosas y unos medios tan sucios y asquerosos como cicatero era mi dueño, que por no gastar en comer, se moría de hambre; pero como la codicia rompe el saco, fui sustituida fraudulentamente de la bolsa en cuestión y dada por mi etiópico raptor a una lavandera negra, planchadora al por mayor. En mis borrascas plancheriles tuve oportunidad de hacer grandes estudios sobre los mil y un secretos que guardan para sí las ropas lavadas y planchadas; pero como parar cerrar el pico me pinto sola, callaré las angustias de mi situación y diré solamente que fui dada en cambio de un durillo, importe del lavado y planchado de ocho enaguas no muy finas, algo desflecadas, pero admirablemente zurcidas.

Las tales enaguas pertenecían a una viuda, que cansada de llorar al difunto, determinó ponerse nuevamente en estado con un bodeguero, como así sucedió antes de que cantara el galo, entrando yo, por consiguiente, a sufrir las miserias del encierro en el cajón de un mostrador, en medio y contacto de otras monedas llenas de grasa, de jabón, de manteca y de gas. Mansión tan reducida y tan infecta atacaba mis nervios, no siendo tampoco conveniente a mis humos aristocráticos; así es que yo languidecía de pesar y sentía morirme en aquel cajón-calabozo.

Afortunadamente fui entregada para satisfacer una deuda de un pariente de un primo de la madre de un elegantón, tan arrancado como presumido, el cual me introdujo en un portamoneda de pellejo de sapo que le había regalado su padrino. En casa de mi nuevo amo fui testigo de todos los secretos del tocador de un facistor almibarado: le vi… diente, lengua!, bañarse con ceniza, cascarilla, jabón y aguardiente, untarse después manteca de coco en el rostro para suavizarlo y en la cabeza grasa de chipojo blanco. Aprendí de él a ensayar sonrisas y cortesías en el espejo, estirarse el pulpejo de las orejas, a bailar no con una silla, (como hacen muchos), sino con una escoba y finalmente aprendí a suspirar y poner los ojos en babia.   

En esto y cuando más divertida estaba, tuvo un aprieto el galán y me traspasó, junto con medio Durandarte, a manos de un deudor, viejo sanguijuela, que me regaló a su hija, vetusto pimpollo de veinticinco abriles. Aquí me relacioné directamente con el duque de Malakoff, con Luvin, Dubois, Farina, Mompelas y otros grandes talentos, que he admirado siempre. En aquel destino presencié también escenas interesantes, diálogos animados entre mi ama y su confidente. ¿Por qué salí de allí?

Sin embargo mi suerte lo quiso así y fui ndada de limosna para la Junta de Beneficencia domiciliaria, que me encajó a su vez en poder de una pobre inválida del monte; pero yo, enemiga de todo lo verde, hice por perderme en el camino y me oculté junto a unas piedras en medio de un espartillo. ¡Infeliz! Allí me encontró un ganadero y me llevó consigo siguiendo una piara de novillos que traían para el Concejo, novillos que muertos, compuestos y arreglados en debida forma, producían en la Marqueta un cincuenta por ciento de su valor, sin contar los cuernos y el cuero.

Aquel teatro de sangre me repugnó horriblemente, pero, por mi ventura, el ganadero me entregó para pagar la suscripción del “Oriental” y fui de cabeza depositada en un cajón. Allí presencié a mi sabor lo que es una redacción y el mare magnum que hay siempre en ella: el uno que se borra, el otro que se suscribe; que corrija V., esta prueba; que el anuncio tal, que el remitido cual, que fulano está bravo, que zutana se quiere borrar y Má Catana suscribir… y por este estilo he sido y sigo siendo testigo de las mil peripecias que ocurren diariamente en el despacho de una imprenta y esto sin decir que mi amo ha de escribir para el periódico mudando de nombre a cada paso, sin contar tampoco lo de tomar el pulso, ser secretario de aquí, vocal de allá y otros trabajos que callo.

Aquí estoy, cumpliendo con destino pesetero, hasta que mi amo tenga a bien dejarme descansar… ¿Dónde iré a parar?

Santa-Luz (Seudónimo de Manuel Álvarez y Céspedes)

LOS REVENDEDORES. TIPOS HOLGUINEROS

 Periódico “El Oriental”, Holguín, domingo 19 de junio de 1864, (Año III. No. 9)


TIPOS HOLGUINEROS

LOS REVENDEDORES

Dedicado a Don José del Rosal, del Comercio de Gibara.


Muchos son, Pepe, los apuros por los que hasta la fecha ha pasado mi humanidad estudiantil, aunque ninguno tan grande que me haya aplastado bajo su peso; te confieso sin embargo, que más que apurado me encuentro para entrar de lleno en la descripción del tipo de los “revendedores” por lo poco que tal asunto ofrece; pero bien o mal, con auxilio o sin él, cumpliré lo prometido preguntando lo que no sepa acerca del particular, porque por mis barbas juro que no son mi fuerte los artículos de venduta. Hecha esta salvedad para la mejor inteligencia de los lectores y encomendando mi alma a las oraciones de todos los venduteros habidos y por haber, empezaré la reseña historia vendutil de

“LOS REVENDEDORES”

El comerciante vende y el vendutero revende, así como el médico cura y el curandero procura; pero me anticipo más de la cuenta y falto deplorablemente al orden cronológico en tan importante asunto, lanzándome de lleno en medio de las dificultades del asunto, sin abordar antes la cuestión de la ascendencia, es decir, del origen.

La etimología de los revendedores se pierde, como otras muchas cosas, en la oscurísima noche en que los tiempos dormían cómodamente en sus catres a pierna suelta y sin pesadillas; pero para mí, historiador en ciernes, tengo por averiguado que desde que en este pícaro mundo se empezó a vender, principiose también la caritativa tarea de chupar al prójimo, averiguación que me hace suponer alguna semejanza entre el revendedor y el vampiro; pero concretémonos a la localidad y dejemos de investigaciones que producen a veces claros-oscuros que no convienen. 

En nuestra ciudad, que entre otros méritos posee el muy eminente de ser bañada por el inmortal Marañón y por el fantástico Jigüe, se conoce generalmente con el nombre de venduta todo aquel local en que se expenden al por menor y sin aparatos de tienda: frutas, viandas y otros adminículos del país, circunstancia que no deja de imprimir a los dueños, es decir, a los venduteros, un sabor de nacionalidad altamente recomendable, sabor agridulce como el de la guanábana.

Es cierto: nadie gana al vendutero a ser amigo de las glorias nacionales, razón por la que en sus cajones y en los serones que tiene en el piso de su establecimiento nada veréis exótico, nada que no sea altamente indigno… allí la caña criolla, la leña, los corojos y las piñas cimarronas se confunden en dulce fraternidad, con los cocos, los melones, los plátanos pintones, los boniatos sopanvinos y los ñames de Guinea. En el rincón de la derecha, casi a oscuras, notarás un montón de leña, conteniendo en su cúspide. Macutos y pencas de yarey; en el de la izquierda veréis, a tres varas del suelo y pendiente del techo con su correspondiente cucurucho de yagua, una escusa que contiene pedazos de queso, un plato de chicharrones, dos mazos de raspadura y quintal y medio de polvo y telarañas.  

El paisaje es, pues, altamente nacional, superlativamente nacional, guarapero… más que guarapero, joyuyo y abacanado o como e diría más tierra adentro: atayuyado. 

El dueño o la dueña, blanca o negra, está regularente sentado casi siempre en un taburete recostado y en sus ratos de ocio (que no son pocos), se entretiene si es él, en despalillar tabaco y es ella, en hacer dulces de la Santa-alianza, llamados así porque en el fondo de la paila se cuecen perfectamente aliados las raspaduras de piñas, de corojos, de cocos y de millo, que mezclados con partes iguales de pinol, bollo prieto y polvos de bacán y de ajonjolí, constituyen más tarde los dulces en forma de cuadritos que nos enjaretan por esas calles ciertas bozales de carita rayada, contemporáneas de Matusalén.   

A lo mejor se ve la vendutera distraída de su importante tarea, por algún marchante que entra y dice 

Medio de huevos; un cuartillo de raspadura; un chico de plátanos y otro chico de dulce de almendra.

Aquí no se conoce esa porquería, se vende solo bollo prieto, pinol, dulce de alcatraz o miel de purga.

¿A cómo el maíz?, pregunta otro. ¿A tres el serón? Pero si por las calles los venden a doce reales…

Pues vaya V. a comprarlo. ¿Para eso lo pregunta?

La vendutera, es decir, la mujer del revendedor, es generalmente seria, gasta pocas palabras, fuma mascando y escupe de medio lado: una reina en su trono no tiene ni se atribuye tanta majestad como la dueña de tantas producciones naturales colocadas a montón, en el suelo.

La revendedora, es decir, la hembra revendedotriz, si es negra, (como lo son la mayor parte), va también a la Marqueta con su tablero y, sentadita al pie de su farol, grita de cuando en cuando: ¡Caracas! ¡Empanadillas! ¡Maíz pelado! ¡Palmiche en almíbar!

A veces sale también el revendedor a los confines del pueblo y allí atraviesa por bajo precio los serenes de vianda, que traen los montunos, para revenderlos después concienzudamente.

 Pero tiempo es de acabar, Pepe, amigo, pues si no me equivoco creo que hoy son cuatro los escriticos que en un solo parto ha librado mi pluma; natural es, pues, que los entuertos me obliguen a parar, prometiéndote para el domingo siguiente la descripción del tipo de los “Barberos”. 

Tuyo hasta Josafat

CUPEICITO DEL MUCARAL

LOS DEPENDIENTES DE COMERCIO, TIPOS HOLGUINEROS

Periódico “El Oriental”, Holguín, domingo 05 de junio de 1864 (Año III. No. 3) hace esta relación o retrato de los Dependientes de Comercio.


LOS DEPENDIENTES DE COMERCIO, TIPOS HOLGUINEROS

Dedicado a Don José del Rosal, del comercio de Gibara.

Pues Señor, heme aquí, metido de pies y de cabeza en la imprenta del Oriental en la que entré como Don Pedro por su calle, sin previo aviso y con un desenfado que aun ahora me hace honor, a pesar de la faz adusta y de los bigotes borguiñones del Sr. Director, a quien Dios libre de asechanzas y de endriagos, brujas y babujales.

Mi empresa es ardua, Pepe amigo y casi estoy arrepentido de mi pretensión; pero ¡Qué diantre! Mi tío el sacristán de Santa Tomasa me repetía en mi niñez, a cada momento, aquello de audaces fortuna juvat; y yo, que jamás he sido sordo, me aproveché del consejo y temerario y cabezudo me he entrado de rondón por todas las puertas y a veces he salido por mi cuenta descolgándome por las ventanas.

Me propuse describir los tipos que más sobresalen en esta ciudad del Marañón y, bien o mal, a derecha o a torcidas, en estilo campando o calderesco, acometo, bajo tu protección, tan difícil empresa, encomendándola (si no gusta), a los tiburones y tintoreras de ese real puerto para que la despedacen, (la empresa), en el caso de que no gustare a su mercé el público, que es el cuco de todos nosotros los emborronadores de papel.

Empezaré describiendo como primer tipo el de los “dependientes de comercio” y suplico a estos señores por vía suyita y por el alma de mi agüelita, que no se ofendan conmigo, pues mi escrito no se personaliza con ninguno y desde antemano ofrezco satisfacción pública y muy cumplida a todos ellos. Amén, amén, amén.

“LOS DEPENDIENTES DE COMERCIO”

Muchos, muchísimos hay en Holguín, donde poder estudiar el tipo y hacer las deducciones competentes: no hay más que echar una ojeada a cada una de las cuatro esquinas de nuestras calles principales y en todas veréis, sino cuatro, por lo menos tres tiendas, es decir, tres ejemplos del Dios Mercurio en que se le rinde a este Señor, culto perpetuo desde que apunta el sol hasta las diez de la noche, en que un armonioso ruido de trancas y puertas anuncia al mundo que se clausuran las entradas de los establecimientos mercantiles. Pero tomemos la cosa por la punta del rabo, es decir, desde por la mañanita; desde esa hora en que toma posesión de su vasto dominio el rubicundo Apolo, como diría algún poeta cabelludo, de los que pinta tan bien Gerónimo Paturot.

Pasemos una hora después por las calles en que abundan las tiendas y reparemos hacia su interior, pero rápida, muy rápidamente: en lontananza y metido entre rejas de madera y medio oculto entre un montón de libros y cuadernos veremos el dependiente mayor, recostado sobre la mesa y asentando las cuentas de la casa. Su fisonomía es grave, seria, como la de Minos, y sus palabras secas y entre cortadas, porque todo eso se necesita para darse a respetar del resto de los dependientes. Ese es el tenedor de libros, el dependiente mayor, en una palabra: el amo en ausencia del amo, o mejor dicho, el principal en ausencia del principal.    

Echemos una mirada al resto del personal, consistente en dos dependientes más: el uno limpia con el plumero las vidrieras y coloca en mejor y más vistosa posición los artículos de la tienda; y el otro, párvulo de doce años, envuelve agujas en papelitos, doblas las piezas, pellizca de vez en cuando al gato o garabatea con lápiz sobre alguna caja. Todos son peninsulares, sanitos, alegres, activos y eficaces; pidieron muy niños la bendición a sus taiticas y como verdaderos héroes atravesaron el Océano, procedentes de Santander y de las poblaciones de Asturias, para dedicarse al comercio.

Estos que llevo descritos son los dependientes de tiendas de ropa; pasemos ahora revista a los de pulpería, a quienes es necesario visitar más de mañana: parémonos delante de esa tienda en que hay tantos caballos en las puertas y tantos negros y compradores delante del mostrador. Detrás de él veremos a cuatro, cinco o seis dependientes que con las mangas arremangadas andan, vienen y van: a este entregan un cartucho, a aquel una libra de arroz, al de más allá un trozo de jamón, a este un real de jabón y a muy pocos, ñapas; y todo esto a la carrera, al vapor, en medio de idas y venidas asombrosas y bajo la silenciosa presencia del dueño que con las manos en la espalda se anda dando paseítos en el adjunto almacén.

Yo no sé en qué diantre consistirá que los dependientes de pulperías son, por regla general, más gorditos y más coloraditos que los dependientes de tienda de ropa. Cierto panadero me dijo que consistía en que aquellos se peinaban con agua y estos con aceite, pero yo para mí tengo que eso será una anomalía como cualquiera otra.

Convidémonos a almorzar en cualquier tienda pues en todas, por regla general, se come bien. En la cabecera veremos siempre, invariablemente, al dueño o al dependiente principal presidiendo el enjuague gastronómico, cuyo puesto no cede aunque se sienta a la mesa el Arcipreste de las Indias. En la mesa hablan poco por lo regular los dependientes; comen y comen bien, bastante, mucho, porque para eso están trabajando desde que se muestra por los dorados balcones de Oriente el rubicundo… ¿Me querré yo meter también a poeta cabelludo? ¡Va de retro…!

Durmamos la siesta, comamos y al anochecer vayamos a pasar nueva revista a nuestras tiendas, iluminadas ya: la transformación es completa… ahora el movimiento mayor se nota en las de ropas: la actividad se ha trasladado desde los artículos de cocina a los circunfusa de la higiene, es decir, a las ropas. Señoras y caballeros llena y rodean el mostrador: los dependientes corren, se cruzan, vuelan y hacen prodigios de actividad…

¡Dos varas de estopilla! ¡Vaso de agua! ¡Hilo de oro! ¿Tiene Vd. alfombras? ¿A cómo los garibaldinos? ¡Es muy caro! ¿Quiere Vd. tanto? ¡Manuel, Vicente, Alarico, Salomón, despácheme Vd. pronto, que estoy de prisa!

Y por este tenor se suceden las preguntas, las respuestas, las exclamaciones y todo lo demás de ordenanza; pero examinemos, en medio de esta amable confusión, a los dependientes de tiendas de ropa. Son las siete y media de la noche, la tienda está perfectamente iluminada, los dependientes están todos vestidos de gran gala, es decir, de la manera que sigue: pantalón blanco, ancho, perfectamente almidonado, chaleco blanco muy escotado de cintura, corbata de color, camisa bordada y peinados todos a la última, con la raya perfectamente abierta.

En esta disposición y con la más amable sonrisa en los labios, cumplen religiosamente con su deber hasta las diez de la noche, hora a cuya primera campanada cierran sin compasión los dependientes menores para acostarse y el dependiente principal para salir a tomar el fresco de la noche o quién sabe para qué. ¿Será para amar?

He concluido, pepe amigo, el primer cuadro de los tipos holguineros, poniendo en el lugar preferente, el de la respetable clase de los dependientes de comercio, entre los que cuento buenos amigos. Así, pues, con tu permiso y con el del Sr. Santa-Luz, con quien me he injertado, dejaré la pluma hasta el siguiente domingo en que describiré el tipo de “Los Malojeros”.

Así pues con ésta y un vizcocho

Hasta mañana a las ocho.

      Cupeicito del Mucaral.

Doña Victoriana de Ávila, la benefactora de Gibara y Holguin.

 “El Oriental”, periódico de Holguín publica en su edición del miércoles 20 de enero de 1864, en su apartado de GACETILLAS, la nota siguiente que reproducimos con interés por dar cuenta de la muerte de la Gran Benefactora de Holguín y Gibara. 

GACETILLA

CON MUCHO GUSTO. En esta sección del periódico vamos a insertar una comunicación que se nos dirige desde Gibara y a la cual damos lugar preferente a pesar de que no estamos muy seguros sobre la autenticidad de las iniciales con que viene suscrita. Pero, ¿qué importa? El artículo no está mal escrito y él propende a condensar el mérito de una virtuosa Señora a quien la iglesia y la humanidad deben mucho.

Dice así la citada comunicación:

Sr. Redactor del Oriental.

Muy Sr. mío: ¿Tendrá Vd. La bondad de dar cabida en las columnas de su periódico al siguiente comunicado? Seguro que sí, porque Vd. es muy amante de las virtudes, y mi artículo solo tiene por objeto publicar las de Doña Victoriana de Ávila Romero (Q. E. P. D.)

Esta Señora, que en sus primeros años y mientras fue casada, solo se la conocía por su respetable apellido y porque siempre fue caritativa con el indigente, ha hecho su nombre inmortal con los actos de caridad y beneficio público que después de viuda ha consignado a la posteridad.

Al fallecimiento de su esposo se hizo cargo de un capital con el que socorrió a muchos pobres con sumas considerables. Con ese capital hizo construir la bonita Iglesia que hoy es el más hermoso adorno de Gibara. Para esta Iglesia hizo traer ornamentos de lujo, entre ellos un palio y un guión, que no pudiendo usarse aquí, los regaló al Hospital de Caridad de Holguín para que con su producido se cubriesen las necesidades de aquel asilo. 

En las calamidades públicas, en las suscripciones de todas clases y a la voz del mendigo, siempre fue generosa y su alma angélica nunca se encontró saciada, a pesar de tantos beneficios.

El trece en la madrugada se elevó a la mansión de los justos, dejando a su inconsolable familia con el profundo pesar de que participan todos los que la conocieron.

Se le hizo por la tarde el lucido entierro que merecía, acompañándola a su última morada un numeroso cortejo que se despidió en el cementerio deseándole que la tierra le sea leve.

                                                                                                                                       M. B.C.

 Si le interesó y desea abundar puede leer:

Concierto en la Filarmónica de Holguin en el que actúan dos hermanas del general Calixto Garcia

 “El Oriental”, periódico holguinero del que era propietario y redactor Antonio José Nápoles Fajardo, de 21 de enero de 1863, (Año I, No. 51) da la crónica de un concierto en la Filarmónica local en el que actuaron Concepción y Elvira García Iñiguez, hermanas del Mayor General Calixto García.


FOLLETIN

CONCIERTO EN LA SOCIEDAD


Firmado con el seudónimo de Bonifacio, que es como aparecían en El Oriental los escritos de Manuel Agustín Nápoles Fajardo.

A la hora anunciada en el programa se suspendió el telón y el escenario de nuestra Sociedad parecía enorgullecido al contener en sí una fragante rosa de Bengala, un delicado clavel de la China y una cándida violeta, que no parecían otra cosa las Srtas., que con tanta amabilidad se dignaron contribuir con sus talentos al buen éxito del espectáculo.

Tocada por la orquesta, que con tanto acierto dirige D. Miguel Pascual, el aria del Trovador, “Deschi la spira”, se presentó el beneficiado y con una limpieza, dulzura, brillantez, sentimiento y facilidad admirables ejecutó la interesantísima Melancolía de Prunme.

Seguidamente el Sr. Varela con su potente, flexible y sonora voz, cantó la brillante cavatina “Cruda funesta manía” de la ópera Lucía de Lamenmor.

La Srta. Doña Concepción García sentose luego al piano y cediendo las teclas a la dulce presión de sus delicados dedos, produjeron los dulces, melodiosos y tiernos sonidos de la embelesante romanza con que Verdi quiere que el padre de Alfredo procure separarle del amor que le profesa a la infeliz Traviata.

La ejecución de esta pieza no puede llevarse más allá en cuanto a su ejecución, cuya dificultad estriba en su sencillez; pero es necesario poseer un alma de artista para poder comunicar a los demás, como lo hizo esta Señorita, el sentimiento de que el autor se hallaba poseído al escribirla.

La gran Obertura de la “Norma”, ejecutada al piano y el violín, obtuvo el éxito que podía esperarse de dos profesores, resultando en las pulsaciones la fuerza, vigor, brillantez y dulzura que requiere y la facilidad para vencer las dificultades de que está sembrada. 

La romanza de la moribunda Traviata “Addio del passato”, cantada por la Srta. Elvira García, es romanza en que la cantante tiene que ejecutar siempre, contrarrestando la fuerza de su voz, cuando, como sucede con esta Srta., es de un volumen grande. Esa romanza, en que la nota más alta en lo agudo, ha de ser “un filo di voce”, y en la que ha de expresarse el sentimiento causado por los recuerdos del amado, el temor por la pérdida del amor de Alfredo y el destructor presentimiento de lo que ha de suceder después de su muerte, es, a no dudarlo, una pieza que califica de sobresaliente en el divino arte, a la que, como la simpática Elvira, le ejecuta con la perfección, buen gusto y facilidad que requiere.

La romanza de tiple en la zarzuela “Jugar con fuego”, cantada por la Srta. Doña Amalia de Quesada nos patentizó las relevantes dotes que posee dicha Srta., para el arte de Euterpe, porque siendo una obra maestra en su clase, para ejecutarla siquiera medianamente, se necesitan bien aquellas dotes sin las cuales se estrellaría en sus dificultades una medianía.

Finalmente el “Divertissement de Concert” tocado en el violín por el joven Betancourt, nos patentizó una vez más que la Habana, Matanzas, Trinidad y otros puntos de la Isla le han hecho rigurosa justicia al calificarle de sobresaliente en el divino arte que profesa.

La selecta concurrencia que presenció la función, creemos que habrá quedado complacida, como lo habíamos pronosticado, aunque no podemos menos que deplorar no haber visto el lleno que esperábamos, aunque la modestia del beneficiado consintió en rebajar el precio de la entrada a la mitad, por las exigencias del público, para que estuviera al alcance de todos el goce de tan gratas sensaciones, que nosotros y con nosotros muchos de la población, desean que se repitan y así lo esperamos, porque algunas persona se han interesado para ello.

                                                                                                                             Bonifacio


A las amables señoritas que tomaron parte en el concierto verificado en la noche del 18 del mes actual.


Ven a mis manos olvidada lira

Hoy que a tus cuerdas pido un solo acento

Para cantar un noble pensamiento

Que al triste corazón, feliz inspira.


Por Concepción, Amalia y por Elvira

Mi voz recorra osada el firmamento,

Llegue de Dios al soberano asiento

Y consuele a la patria que suspira.


Si al pobre Bonifacio que os adora

Porque de Holguín la gloria le engrandece

Le prestáis atención consoladora;


Seguid, niñas, la senda que enaltece

A los pueblos, cuando era protectora

Al umbral de la patria se aparece.


                      Bonifacio.

Dice el investigador Zenovio Hernández que como mismo en esa velada, en otras varias En esa y otras veladas se destacaron valiosos vocalistas de la ciudad, entre ellos las tres hermanas del Mayor General independentista Calixto García; especialmente Concepción García por su excelente voz de soprano y porque se destacó como pianista, profesora de música y directora del coro de la iglesia San Isidoro en el que nucleó a las mejores voces de la ciudad, entre ellas María Manuela Aguilera, Micaela de la Torre, Loreto Pérez y Braulia Oberto.

 

Comadres y compadres.

 Tomado del único ejemplar que nos queda de “LA LUZ”, Periódico literario, científico, económico y de noticias,  (el primero que tuvo Holguín), edición del domingo 20 de julio de 1862. (Año I. No. 16)


FOLLETIN

COMPADRES Y COMADRES

Firmado por: SANTA-LUZ (seudónimo de Antonio José Nápoles y Fajardo)


…la pluma del crítico, que a nadie en particular ataca, a nadie se dirige, llevando tan solo por objeto de que se espiritualice un poco más el compadrazgo…


Dificilillo de tratar es el asunto porque los tales y las tales es grano que abunda en esta tierra de gracia y temo que venga a requerirme por momentos alguno o alguna de ellas; pero como dije en profesión de fe ánimo longo et exeltiore y por consiguiente, adelante… Quemaré mis naves como hace cuatro siglos lo verificó en el país de Moctezuma, el héroe hispano de Medellín y así no tendré más remedio que dar libertad a la pluma y prepararme a la defensa de los mil y un pellizcos que me darían de buena gana, si pudiesen, los espiritualmente emparentados mediante el grito quejumbroso de un infante o la gritería descompasada de alguna futura plañidera. 

Los compadres con el mero hecho de serlo, son hombres graves, acompasados, matemáticos, disfrutan algo de la exactitud del compás y de la invariabilidad de puntos de la línea recta, por cuyas poderosas razones acostumbran a tener entre sí toda clase de miramientos y cumplidos, faltando nada más que algunas veces a la exactitud y un poco, aunque no siempre, a la amistad que debe haber inter ipsos por razón del santo vínculo que los une…  Sin embargo, como según los pesimistas (y en este pueblo hay muchos), todo en el mundo degenera, empezando por las afecciones del alma; no faltan compadres partidarios decididos de Prudhon y de Louis Blanc, que se dejan correr y tratan de taparse con la capa del compadre… algunos se envuelven tan bien en ella que pillan bajo los undosos pliegues de su esclavina al ahijado, a la bolsa y hasta a… la misma comadre, si se descuida, viniendo en estos casos a parar el compadrazgo en lo del rosario de la aurora. Pero no es esto lo común y sí que se trabe estrechísima amistad entre el padre y el padrino hasta el punto de dejar a un lado el nombre de pila y hasta el dulce título de hermano para cambiarlo por el más retumbante y campanudo de compadre.  

Sin embargo, las mujeres son las que hacen más abuso del comadrazgo, pues lo toman con anticipación, comadreándose desde antes que salga a luz el nuevo hijo de Adán; la cofaina [se refiere a la jofaina o palangana]de la parturienta, el lavatorio del niño, el atol, el caldo, la jigüera y el chocolate son cosas que indispensablemente le corresponden por ley a la elegida para madrina, que ufana con su misión y rebosando de contento, se multiplica hasta lo infinito en obsequio de la que ha tenido la suerte de hacer efectiva su libranza. Pero tantos apuros, tantos servicios, tantos desvelos, son después pagados con usura por las mil incomodidades y exigencias de las comadres entre sí… no hay batea, güiro, anafe, escalera, leche, carbón, hilo, mondongo y otras mil menudencias, que no se pidan recíprocamente como servicio mutuo. Ahí va un ejemplo:                 

“–Negrita, anda ve y dile a mi comadre que me preste una cofaina, jabón y un paño de manos, que tengo alojado en casa a mi compadre Don Caín… y que me envíe, además, un poco de café en polvo, orégano, el trapo de la cocina y el almirez y que si me puede mandar las dos pesetas que le presté el año pasado”.   

Sin embargo, donde las comadres depositan todos los tesoros de su intimidad es en el trato familiar, en sus conversaciones entre ellas. Ahí dejan de ser comadres para convertirse en comadrejas del prójimo y de sí mismas si se las aprieta mucho: 

“–¿Es verdad, comadre Malvas, lo que dicen, que la vecina está en relaciones con el tendero de la esquina, aprovechando la ausencia de su marido? 

“–Yo no lo sé, pero así se dice y también que Zutanita, la del frente, sale a pasear a media noche por noche con Teófilo y que la mojigata de Ambarina se casó por interés con Don Basilio; pero todo esto a mí no me consta, lo digo porque así lo dicen y así se dice”. 

En fin, sería el cuento de nunca acabar si se tratara de continuar desentrañando el carácter de ciertas comadres y también de ciertos compadres; pero se cansa ya la pluma de correr por entre el lodo y el cieno de tanto abuso y trata [y] pugna por cambiar de escena, haciendo en conclusión y a fuer de imparcial, el merecido elogio de los que comprendiendo el verdadero significado del parentesco espiritual que contraen entre sí, se dispensan mutuamente toda clase de servicios, pero desinteresados y puros, como el sacramento del bautismo, que constituye el lazo de unión entre ellos. 

La religión del divino Siervo del Señor, que ha hermanado en la gran familia cristiana a la mayor parte del mundo civilizado, pródiga siempre en unir y estrechar con sagrados vínculos a los hombres, instituyó por medio del bautismo el padrinazgo, que como se ve, no puede tener un origen más santo ni un fin más en armonía con la caridad evangélica. En defecto del padre, está obligado el padrino a tender su protección sobre el ahijado, y el que así lo hace, el que lleno de abnegación, de desinterés y de celo por la causa de la humanidad, así lo ejecuta, se merece bien a los ojos de Dios, que desde las alturas contempla la conciencia de todos y merece también el justo elogio de sus semejantes, sin temor de que (una línea deteriorada) alguna; pues que ésta solo se encamina a corregir los abusos y por consiguiente a los que abusan. 

En la elección de los compadres es donde está el quid de la dificultad. Escójanse pues, para serlo, personas dotadas de buen sentido, de sanos principios y de moralidad reconocida y no se experimentarán más de cuatro decepciones, que son la deshonra del divino sacramento. Y con este concluyo el artículo, pidiendo indulgencia para la pluma del crítico, que a nadie en particular ataca, a nadie se dirige, llevando tan solo por objeto de que se espiritualice un poco más el compadrazgo, oponiéndose los interesados a que degenere en el sensual y chocarrero materialismo a que ha llegado en algunas ocasiones.  

                                                              




Manuel Agustín Nápoles Fajardo, periodista en Holguín

Anuncia LA LUZ un REFUERZO a su empresa, la primera en el campo periodístico, que tuvo Holguín.

Dice en la edición del domingo 20 de julio de 1862, Año I. No. 16, que:

“En este número aparece una composición del Sr. D. Manuel Nápoles Fajardo, cuyo primer eco poético resonó en su infantil edad en los salones de nuestra Filarmónica. El joven escritor, actual Director del Hórmigo, ha sido llamado por nosotros y tal vez fije residencia en Holguín, porque intentamos una innovación en nuestro periódico, cuyo secreto nos reservamos, pero para efectuarlo necesitamos constituir una Redacción en forma. Veremos”.

Primero vamos a copiar la “composición” de Manuel publicada por La Luz:


SALUDO A HOLGUIN

¡Once años! Tiempo tan largo

Hace que por vez primera

Llegué Holguín a tu ribera

Sumido en triste letargo.


Y recuerdo, era yo un niño,

Que de él logré despertar

Al sonoro vibrar

De las voces el cariño.


Por una pena horrorosa

Llegué con el alma herida, 

Considerando la vida

Como una carga enojosa.


Y recuerdo que en tu seno

Hermosísima ciudad,

Encontré felicidad

Y vi el porvenir sereno.


¡Cuántos recuerdos! Aún viven

En mi corazón escritos,

Pues recuerdos tan benditos

Del alma no se proscriben.


¡Ay! –¿Por  qué no me detuve

Y allí dilaté mis días

Colmándose de alegrías

De la esperanza el querube?


¿Por qué? Porque el hombre nunca

Con su suerte se contenta

Y la ambición que alimenta

Su brillante historia trunca.


Porque huye de donde brilla

Para él la luz venturosa,

Quizá tiniebla luctuosa

Hallando en la opuesta orilla.


Porque de dichas ansioso

Una ilusión lo entusiasma

Y corre tras un fantasma

Tan mentido como hermoso.


Por eso aunque allí encontré

Bálsamo para mi herida,

Por eso, ciudad querida,

Por eso te abandoné.


Y corrí y corrí sediento

En pos de dicha y de gloria

Y desgarré de mi historia

La hoja de más valimiento.


De tus favores en pago

Ingratitud te otorgué,

Y desde entonces, sin fe

Y sin esperanza vago.


Desde  entonces la aflicción

Siempre en mis versos resalta

Pues si grande fue la falta

Inmensa fue la expiación…!


Volver a tu seno pienso

Y si este sueño realizo,

Creeré probar el hechizo

Del deleite más inmenso.


Volveré a ti como vuelven

Los náufragos desgraciados

(faltan dos versos de esta cuarteta)


Quizás vibraré el laúd

Al cielo alzando la frente

Con el entusiasmo ardiente

De mi extinta juventud.


Y quien sabe, Holguín, si alcanzas

A consolarme en mis cuitas,

Y eres tú quien resucitas

Mis ya muertas esperanzas.


Y aunque en mi dolor profundo

Lance un clamor triste y vago

Como el que a orillas de un lago

Lanza un cisne moribundo.


Viviendo allí entre tus flores,

Bajo tu cielo precioso,

Quizás me parezca hermoso

El más cruel de los dolores.


Con viva fe te saludo

Y aunque mi emoción es tal

Que es de esas en que el mortal

Dice más estando mudo.


Mi primer canto te envío;

Acógelo si te place,

Como el vínculo que enlace

Tu destino con el mío.


Manuel Nápoles Fajardo.

Tunas, 18 de Julio de 1862


Don Manuel Agustín Nápoles Fajardo era el hermano mayor de los Nápoles Fajardo, entre los que se incluyen Antonio José (dueño de La Luz) y el célebre Juan Cristóbal, (El Cucalambé).

Era un joven maestro de primeras letras con veintidós años cuando se hace cargo del primer periódico que hubo en Las Tunas, “El Hórmigo”. Es muy difícil asegurar la fecha de la circulación del primer número del periódico, porque la colección del mismo desapareció durante los incendios de la ciudad durante las guerras por la independencia. No obstante se sabe que en el periódico de Santiago de Cuba “El Redactor”, de noviembre de 1859, se publicó un artículo titulado: “Periódico en Las Tunas”, en que se refiere la aparición de “El Hómigo”, a la vez que hace una reseña del contenido de ese primer ejemplar.

Según fuentes oficiales ese primer número circuló el domingo 6 de noviembre de 1859.

En diciembre de 1860 y a causa de un litigio vinculado a su familia, Don Manuel hizo traspaso de la Imprenta y el Periódico a su hermano Antonio José, quien continuó como editor responsable y redactor hasta el 24 de mayo de 1862, cuando Don Manuel volvió a encargarse de la dirección.  

Fue el autor del primer libro tunero, “Flores del Alma”, publicado en agosto de 1860, y tuvo el mérito histórico de ser el primer editor de José Martí, tal como lo sostiene el investigador tunero Carlos Tamayo Rodríguez. “Es cuando Martí era un niño. Entonces Manuel Agustín se fue a vivir a Guanabacoa y allá funda un periódico nombrado El Álbum. El él se publicaban versos. Y como resultado de la casualidad, la esposa de Rafael María de Mendive, que era el maestro del niño José Martí, era de Guanabacoa. Cuando fallece la esposa de Mendive, (Micaela Ning), Martí se conmociona y escribe los versos que titula Micaela.

“El poema apareció en el periódico de Manuel, por lo que a este ha de considerársele el primer editor de José Martí”. 

Usaba el seudónimo de Sanlope. (En el presente la editorial de Las Tunas lleva ese nombre).  

25 de julio de 2023

¡A LOS CUBANOS DE HOLGUIN! La proclama escrita por Martí dirigida a los holguineros.

 

En 1976 apareció en el Museo Provincial de Camaguey una proclama suscrita por el brigadier del Ejército Libertador Ángel Guerra y dirigida a Los Cubanos de Holguín, que fue redactada por José Martí, como lo prueban los rasgos caligráficos, el estilo y el pensamiento político del héroe de Dos Ríos.

La autentificación la hizo el doctor Juan Marinello Vidaurreta, reconocida autoridad sobre la obra martiana, a la que hizo notables aportes.


LA HISTORIA DE LA PROCLAMA

Días mambises han transcurrido para los expedicionarios de Playitas de Cajobabo desde su encuentro con la guerrilla baracoana del comandante Félix Ruenes en Vega Batea.

Tramontando lomas empinadas y ásperas, río arriba y río abajo, con el enemigo al rastro y el tiro mordiéndoles, entran en la jurisdicción de Guantánamo, rumbo a la inaplazable entrevista con el general Antonio Maceo. 

El 5 de mayo almuerzan en La Mejorana. Se discuten planes de guerra, perspectivas para las operaciones militares y también sobre la organización del poder político de la Revolución y de las instituciones republicanas en campaña.

Máximo Gómez apuntó en su Diario que esa noche pernoctaron en Jagua y al día siguiente, (7 de mayo), en Hato del Medio. Pero miremos un poco más de ese día.  Gómez con Martí y su pequeña y bisoña tropa son recibidos en el campamento del general Quintín Bandera bajo copioso aguacero y a los toques de corneta. 

Seguidamente dice Gómez: “El mismo día salió Ángel Guerra para Holguín, como Jefe nombrado para aquella comarca”.

Los motivos para la designación del brigadier Guerra como jefe de operaciones en Holguín las da José Martí en anotaciones que hace en el diario en días sucesivos.

Miró es hombre de ideas más que de guerra. En Holguín creó el periódico “La Doctrina”, que fue centro de los conspiradores. Y cuando comienza la guerra es Miró quien encabeza a los holguineros, sin embargo, dice Martí, Miró “ha paseado, sin mucha pelea, su caballería de buena gente por la comarca”.

Lo que necesita la Revolución en Holguín es levantar los ánimos, atraer partidarios y soldados a la Revolución y eso solo lo puede lograr un jefe veterano, de arraigo y prestigio; un jefe conocido, respetado, preferiblemente oriundo de la comarca. Y ese jefe, probado en durante la primera campaña, la del 68, luego en la emigración, era Ángel Guerra. (Guerra fue de los fundadores del Partido Revolucionario Cubano, aunque también fue opositor y a veces adversario de Martí en los años de la organización de la guerra, como se puede leer dando click aquí)…

En fin, que era Ángel Guerra un peregrino incansable entre una y otra Antilla, conspirador habilísimo, que ha evadido el espionaje español una y otra vez y burlado sus precauciones en toda el área caribeña y en los Estados Unidos, (lo que es misión harto peligrosa), y también era hombre de toda confianza del General Máximo Gómez y por tano, de la confianza absoluta de la Revolución cubana. Esas son las causas por las que se nombra a Ángel Guerra, Jefe de Operaciones en Holguín.

Con Guerra manda Martí carta a Miró. El objeto de ella, dice, es: “con el fin de que, sin desnudarle el pensamiento, vea la conveniencia y justicia de aceptar y ayudar a Guerra. Miró hace de árbitro de la comarca como coronel, Guerra sirvió en la anterior de los diez años y no le obedecería. (También Martí manda) Cartas a prominentes(1) de Holguín y circulares…”

En la dicha carta a Miró, Martí se lamenta que no ha podido saludarlo personalmente y le reconoce su valor personal y su actitud en la participación de una lucha que no es por su tierra, España(2), sino por Cuba.

Tan pronto recibe la carta y toda vez en ella dice Martí que no se podrán ver en esa ocasión, pues se aleja de las tierras holguineras, Miró decidió salir a su encuentro y delante envió a Pancho Díaz, para que lo alcanzara en el camino hacia Altagracia y le avisara de su próxima llegada. 

En su Diario Martí nos describe y da sus impresiones de la llegada de los holguineros que han ido a alcanzarlos y sobre Miró:

“Miró llega, cortes en su buen caballo: le veo el cariño cuando me saluda: él tiene fuerte habla catalana; tipo fino, barba en punta y calva; ojos vivaces. Dio a Guerra su gente, y con su escolta de mocetones subió a encontrarnos (…) Miró, a gesto animado y verba bullente; alude a su campaña de 7 años en La Doctrina de Holguín, y luego en El Liberal de Manzanillo (…) donde les sacó las raíces a los “cuadrilongos”, a los “astures”, a la “malla integrista”. Dejó hija y mujer y ha paseado, sin mucha pelea, su caballería de buena gente por la comarca”.

Y más adelante dice que “Aún vienen Miró y (Rafael) Manduley henchidos de su política local”.

El 11 de mayo en el lugar conocido por La Travesía, se separa Miró de Martí y se pone a disposición de Maceo.

En el Diario dice Martí: “Miró vuelve a Holguín, de coronel; no se opondrá a (Ángel) Guerra, lo acatará. Hablamos de la necesidad de una persecución activa, de sacar al enemigo de las ciudades, de picarlo por el campo, de cortarles todas las proveedurías, de seguirle los convoyes… (Rafael) Manduley vuelve también, no muy a gusto, a influir en la comarca que lo conoce, a ponérsele a Guerra de buen consejero, a amalgamar las fuerzas de Holguín e impedir sus choques, a mantener el acuerdo de Guerra, Miró y Feria”.


ÁNGEL GUERRA HACIA SU DESTINO

El 6 de mayo, esto es, cinco días antes del encuentro de Martí con Miró, parte Ángel Guerra a hacerse cargo de su destino en su tierra natal. Es soldado, hombre de espada, no de pluma, como nos dice en su diario el mismísimo brigadier. Lo que significa que su mano es poco hábil en el manejo de las letras.

Esa anterior realidad es prueba inobjetable que no fue él quien escribió la proclama manuscrita a dos caras, encontrada en el Museo Ignacio Agramonte de Camagüey, para llamar a sus coterráneos al cambo de combate. 

El documento original tiene la caligrafía particular de Martí y rebosa de su pensamiento. Escrito de prisa, con pasión febril, se corresponde con el acento apasionado y enérgico del pensamiento martiano.

Sobre la fecha en que fue escrita. Es posible ubicarla en la noche del 6 de mayo, que fue cuando pernoctaron en Jagua de Bocuey, “en un rancho fangoso, abierto al ataque”. 

Al día siguiente marchan por las sabanas mojadas de Hato del Medio. El único que no va es Ángel Guerra, quien de Jagua, enrumbó a Holguín. 

Pero la prueba completa del día y lugar en que se redacta la proclama nos la da una carta inédita que Máximo Gómez dirigió a Ángel Guerra, comunicándole su nombramiento y la consiguiente orden de marcha inmediata. Dice:

Cuartel General del Ejército Libertador.

Jagua de Bocuey.

6 de mayo de 1895

Al Ciudadano Brigadier Ángel Guerra.

Ciudadano Brigadier:

"Además de las órdenes e instrucciones que ha recibido ya del Cuartel General del Primer Cuerpo de Ejército, esta jefatura general ordena a Ud., en el acto, que Ud., entre en la comarca de Holguín y proceda a la organización formal de dos brigadas, colocando en primer término, al frente de ellas, a los principales jefes y oficiales que se encuentren en el campo, para lo cual autorizo a Ud., a darle el destino o el grado inmediato a aquel con el que han vuelto a empuñar las armas. Además, puede también y queda autorizado, a proponer grados y recompensas según servicios y méritos contraídos.

“Es de sino interés para los intereses de la Revolución y de provecho para la campaña que vamos a emprender, que no solamente tenga Ud., al corriente al Cuartel General del cuerpo al que Ud., pertenece, de todo lo que puede y deba interesarle saber, sino que debe hacerlo también con esta jefatura general.

“Para ayudar a Ud., en la colocación en las fuerzas que Ud., debe organizar, va a continuación una nota de jefes, que aquí puedo recordar y que son, a mi juicio, salvo la situación, bien a propósito para cubrir los destinos más importantes.

“Esa jefatura queda confiada en que desempeñará sin pérdida de tiempo y con buen tino el importante cargo confiado a su pericia y buen tacto. En la esperanza y aún diré de esta jefatura, de que el nombre de Ud., le llegará pronto al pie de partes de operaciones militares que den fama y renombre al destino que Ud., va a desempeñar y con la guerra enérgica en esa región, contribuya Ud., a convencer al país y al enemigo de que la Revolución se ha levantado en el concepto y las fuerzas necesarias para vencer y que no aceptará más transacción y fin que la independencia absoluta de la Patria. De esta determinación revolucionaria ha de dar Ud., conocimiento continuo en todos sus actos y palabras desde el instante de su llegada a la región. Y el mejor modo de notificar esta resolución invencible será la rapidez de sus movimientos, la frecuencia de sus ataques y el eco de sus victorias.

“Patria y Libertad

“El General en Jefe. Máximo Gómez”

Hay una nota de posdata escrita de mano del propio Gómez que relaciona los jefes militares que están en Holguín, según sus informes.

Tenientes Coroneles, Remigio Marrero y Luis de Feria Garayalde.

Comandantes, Irene Muñoz y Ricardo Sartorio, que, dice Gómez, se encuentran dentro y pueden salir con derecho a grados conforme a los hombres y elementos que arrastren a la Revolución.

Luego añade los nombres de Cornelio Rojas, Octavio Silva y Rafael Manduley.

(Esta carta se encuentra en el Archivo del Museo Provincial Ignacio Agramonte de la ciudad de Camagüey, junto a un conjunto de documentos de Ángel Guerra)


A LOS CUBANOS DE HOLGUÍN.

A continuación reproducimos íntegramente la proclama.

“La Revolución ordenada y potente que otra vez ha estallado en Cuba para no acabar más que con la Independencia absoluta de nuestro país, me manda venir a servirla a esta comarca llena de glorias. Vengo de ver los campos de Oriente, en todas partes victoriosos. Vengo de pasear en seguridad, con las fuerzas libertadoras, las entradas mismas de las sociedades orientales, que han mandado su juventud mejor a los combates. Vengo de asistir al triunfo de nuestras armas, a la confianza y amor de nuestros pueblos, al desorden y aislamiento de nuestros enemigos, y a la unanimidad del pueblo cubano, que adentro peleará hasta vencer, y afuera nos auxiliará hasta que triunfemos. No hay derrota para esta revolución. Los sentimos así todos en nuestras entrañas. Es la voz del pueblo. Los caminos están llenos de hombres que se nos unen, con fe y alegría, de mujeres que nos alientan y bendicen y dan a la patria sus maridos y sus hijos.

“Los hombres de pensamiento comprenden que un enemigo desorganizado, empobrecido, que pelea sin fe y sin voluntad, será impotente contra la revolución bien pensada y bien dirigida, con un ejército de pelea adentro y otro de auxilio afuera; en que se alza, determinada a no rendirse, la dignidad cansada de un pueblo de veteranos, que al morir legan, sonriendo, su bandera a los hijos que combaten a su pié.

“Para la paz hacemos esta guerra, que será a la vez enérgica y generosa. Para asegurar un país libre al mérito cubano, a la industria legítima de todos los habitantes de Cuba, cubanos y españoles. Para salvar a Cuba del abuso y de la corrupción, y para abrir a Cuba al mundo. Yo, por mi parte, no quiero saber de descanso. Mi deber es vencer todos los días, hasta que hayamos conquistado el honor. Ya está armado, y en gran parte con las armas tomadas al enemigo, el Ejército Libertador. Ya tiene a su cabeza al general amado, a Máximo Gómez. Ya las fuerzas de los Maceo triunfan por todo Oriente. Ya está encendida la Isla y se junta en nuestras filas el joven poderoso de la ciudad al hermano de los campos, y el abogado brillante al jornalero. Ya se nos muestra respeto y admiración en los primeros pueblos del mundo. ¡Hombres del Consejo, ayudadme sin timidez a que se entienda y se ame la Revolución! ¡Hombres de corazón, venid todos, pronto, a que Holguín pelee como se pelea en todas partes, y renueve sus glorias! Por la guerra, a la honra. Os espera en el campo el brigadier Ángel Guerra”.

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(1) Los holguineros siempre han esperado encontrar esas cartas “a prominentes de Holguín”, sin que hoy se tenga ninguna noticia de a quiénes se refiere Martí.

(2) José Miró Argenter era catalán.