Kaloian Santos Cabreras
Tomado de Internet
Ahora
mismo, en algún lugar, don Faustino debe estar dándole dolores de cabeza a «la
pelona». Seguro que la muerte, muy señorona ella, debió venerarse ante él
cuando vino a buscarlo. Créame, usted, que si había alguien que propinaba a
cada rato a la «Parca» un... ¡golpe directo al mentón...! ese era Faustino
Orama.
Una
vez dijo: «Es la filosofía de la vida. Nadie se escapa. Cuando el tren para en
tu puerta, no vale aquello de llévate a mi hermano que está más viejo, o déjame
vestirme, a ver si me pelo... Ahí no hay escapatoria. Viene de golpe y
porrazo». Así de versado era el hombre. Claro, si sigo enunciando a Faustino
Orama de seguro es conocido por pocos; pero si digo «El Guayabero, rey del
doble sentido», es aclamado por muchos. ¿Por qué el rey del doble sen-
tido?
Marieta a mí me pidió
tres pesos con disimulo
Y me dijo que me pagaba
con el tiempo y... sin apuros.
O
esta que no es tan famosa.
Dos mujeres el otro día,
formaron una gran disputa
Y una le dijo a la otra,
te van a matar por... bruta.
Entonces
entre las carcajadas de los presentes El Guayabero le decía al público: «Los
mal pensados son ustedes. Santa palabra».
Como
parece ser tradición en la mayoría de nuestros trovadores, las canciones
salidas de sus liras son poco grabadas. A pesar de contar con cierta fama
añeja, Faustino no fue la excepción.
Grabó
muy pocos discos, dentro de los que resaltan una recopilación de su obra titulada
El Guayabero y El tren de la vida, su última producción. Picando sus ochenta es
que algunos sellos, sobre todo EGREM, se empeñan en registrarlo en sus
catálogos.
Así
quedó fonográficamente en más de una docena de discos de diferentes artistas.
Es quizá el legendario Buena Vista Social Club la producción más importante
donde se encuentra un tema suyo, «Ay, candela», interpretado por Ibrahím
Ferrer: «Faustino Orama y sus compañeros, / necesitan que me apaguen el fuego».
También quedó su obra en antologías, entre las que se destacan El gran tesoro
de la música cubana. Vol. IV y V; Grandes voces del son cubano. Vol. II; Pacho
Alonso y El Guayabero, Cuida’o con el perro y un homenaje de artistas
orientales pertenecientes al sello Areíto.
En
nuestro Holguín estaba, vivito y todavía algo coleando la última vez que lo vi.
Fue hace unos meses, acababa de cumplir los 96 años con que se fue. Se notaba
la carga de casi un siglo, pero mantenía su estampa elegante, presidida siempre
por su sombrero de pajilla. Para ser sincero más que verlo y visitarlo fue una
intrusión de mi parte en una de sus últimas tardes. Luego supe que su estado de
salud declinaba y vinieron los ingresos intermitentes hasta que escuché en
Radio Reloj: «el emblemático trovador cubano Faustino Oramas falleció a las 06:30
horas de hoy martes 27 de marzo, luego de más de 30 días ingresado en la Sala de Cuidados Intermedios
del Hospital Vladímir Ilich Lenin, de su natal Holguín».
Otro
intruso fue el que me llevó ante el autor de Como baila Marieta. Era su vecino
Leandro Estupiñán, posiblemente uno de los últimos periodistas que lo
entrevistó. Curiosa entrevista esa. El periodista llevó bien estudiado su
cuestionario y el entrevistado respondió apenas algunos puntos con oraciones
cortas, y a otras preguntas a la vez que lanzaba a la desbandada frases
incoherentes, pero llenas de humor. Hay un pasaje ya casi famoso sobre
Internet.
Mi
motivo primero era poder hacerle fotos sin molestarlo mucho. Si se podía, hablaría
con él. Porque, vamos, que El Guayabero es de esos bardos que de a poco van
quedando. La sesión de fotos pasó sin problemas y las palabras se tradujeron en
sus sonrisas. Nos mostró su guitarra nueva, pero rayó su vieja caja con
cuerdas, esa llena de pegatinas, la que debe tener tantos años como él. «Ya no
quiso cantar y si usted le ponía —así de literal— una guitarra entre las manos,
solo lograba del viejo unos pocos acordes. Y que murmurara o, mejor, que
cantara dentro de su cerebro la emblemática Marieta», escribe Leo sobre ese
día.
También
hizo los acordes inspirados en aquella escapada de un pueblo del oriente cubano
llamado Guayabero (hoy con el nombre de Mella). Y todo debido a sus ínfulas de
Don Juan. Solo que en esa ocasión se atrevió a conquistar a la mujer del cabo
de la guardia rural: Trigueñita del alma no me niegues tu amor, / trigueñita
del alma dame tu corazón, / nunca pienses que un día/ pueda yo olvidarte. / ¡En
Guayabero, mamá, me quieren dar!/ ¡En Guayabero, mamá, me quieren dar!
Se
dice que no fue su única conquista, tampoco fue su única canción ni el único
romance con una comprometida. Se dice más, tanto que hasta se han llegado a
fabular leyendas en su nombre.
Ahora,
con su descenso, especulan que eso de los 96 años es solo en el carné de
identidad, que en la vida real, el viejo trovador pasó de largo por el siglo y
ya le había robado tres años al nuevo. Una muerte nunca es bienvenida pero
óigame, El Guayabero las tenía reclaras con ese refrán popular de «vive la vida
que es una sola».
Ya
lo avizora otro bardo, lo que más joven: «Como dice El Guayabero filósofo
popular:/ Oiga, la vida es un pasaje de ida a la eternidad».
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