1883
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El
General recibe carta de Fernando Figueredo, donde le dice que va a escribir
una historia de la guerra. Calixto responde: “No tema Vd., acusarnos y pintarnos como fuimos, con nuestros grandes
defectos y nuestras pequeñas virtudes. La posteridad dispensará los primeros
y solo recordará las segundas, teniendo en cuenta que hemos sufrido bastante
para merecer el perdón”.
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Calixto
era aficionado a las fiestas populares de España
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Dice
su hijo Carlos: “Mi padre era
aficionadísimo a todas las fiestas populares. En España nos llevaba a ellas
siempre. Desde la del Corpus en la de la calle de carretas, en un café, a
presenciar la procesión. De pie
sobre sillas y mesas los niños nos pasábamos las horas. El calor en esos días
era insufrible. El regreso a casa, caminando, era tedioso pero no había
escapatoria para no ir.
“Mi madre y los niños [pequeños] regresaban en tranvía pero los demás
trepábamos por la calle de la
Montera y Fuencarral hasta el número 90 y cuando nos
mudamos algunas cuadras más arriba [veíamos la procesión] en la glorieta de Bilbao”.
Por
otra parte, dice Carlos, cualquier persona decentemente vestida que pasara
por una plaza de verduras, “seguro que
iba a ser vejada con frases soeces, “señorito de pan pringado”, “señorito con
sombrero”. Había que pasar a escape por esa plaza de San Ildefonso y entrar o
salir de la iglesia. Mi padre se reía y nos aconsejaba a los jóvenes que no
hiciéramos caso”.
Por
otra parte, (o mejor, por lo mismo), los famosos vinos españoles y franceses
tuvieron en Calixto un buen catador: “Mi
padre gustaba del POMARD entre los de Borgoña. Solía recorrer las bodegas en
busca de los borgoñones. Cierta vez le ofrecieron una partida de botellas de
Cahmberlin, que compró a peseta la botella, pues díjole el vinatero que no
había podido venderlos en 20 años porque no gustaba [el vino] ni a sus
parroquianos ni a él.
“Mi padre siguió siempre el recorrido
en busca de añejos vinos franceses y cuando no los había embotellados
compraba el vino en pipas que en casa él mismo embotellaba.
“Conmemoraba Papá los bautizos y el
cumpleaños de mi hermanita Mercedes y dos de sus nietos guardando un número
de botellas de buen vino. Para el consumo diario de casa bebíamos
generalmente el vinillo de Organda, de poco cuerpo y barato, pues su costo no
pasaba de un real vellón por botella, comprándolo por arroba que en mayor
cantidad el costo en los pueblos cercanos era mucho menor”.
El
General gozaba de otras costumbres de Madrid, como tomar leche de cabra
recién ordeñada
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Calixto
además, dice Carlos, gozaba de otras costumbres del Madrid decimonono, como
por ejemplo, tomar leche de cabra recién ordeñada: “En un solar se situaba con sus cabras en un redil el pastor, con
mesas rústicas donde, se tomaba leche recién ordeñada o a vista de quien lo
pidiera así. Era eso algo así como una cana al aire no permitiendo el
presupuesto prodigarla”.
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El
General dibuja el escudo de su familia
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Allá
en España, Mario, que era uno de los hijos más pequeños y que estudiaba en un
colegio al que asistían niños de la aristocracia, sintiéndose disminuido
porque las familias de sus compañeros tenían escudos, él se dibuja uno para
que apareciera a la cabeza del papel que ha de utilizar en el colegio. Un
pliego cae en poder del General. Llama este al hijo y en su presencia tacha
el escudo y le hace otro, en el que se ve un buey y un arado: “Ese es su escudo, el del trabajo
dignificador y constructivo”, le dice.
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1884,
Abril 15
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Nace
la última hija legítima del general, María Herminia.
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