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21 de enero de 2015

Calixto García. Sus amores, sus gustos.


Tomado de: “Así fue Calixto” de Nicolás de la Peña Rubio.
Desde Madrid, donde vivió desterrado después del fracaso de la Guerra Chiquita, en carta a su amigo Ernesto Bavastro reclama el General la presencia de su familia para que lo acompañe en el doloroso destierro: “(...) Me he determinado traerla para acá, pues sabe lo doloroso que es estar separado de las personas que se quieren, y además, aquí, trabajando mucho, podré educar a mis hijos, a lo cual están reducidos hoy todas mis aspiraciones"[1].

Le gustaba en la mesa y aprovecha que vive en Madrid para darse ciertos gustos: “…los vinos borgoñeses, que siempre buscaba en las bodegas durante su obligada estancia en España. Y cuando no los hallaba embotellados, los compraba en pipa para disfrutarlo en la mesa con la familia (...) Y también era adicto a la leche de cabra recién ordeñada"[2].

Carlos, su hijo, también dejó escrito con énfasis y cariño que cuando volvía a casa, el General casi siempre traía dulces, frutas y otros fiambres para la familia, y cuando su hija Leonor recibe en la casa a un enamorado, Calixto los cuida, y tiene la picardía de aumentar una hora al reloj para que la visita se marche pronto.

El historiador Gerardo Castellanos reconoce que: 
“No es que el general fuese completamente hermético, huraño y agresivo siempre, porque es sabido (...) que era tierno en el regazo familiar, [pero es] que además de no poseer magnetismo personal exterior, el hábito de mando de largos años de guerra (...) le habían casi malcriado. (...)
En su hogar su carácter es distinto (...) sin que desapareciese su carácter serio y ordenado, era todo dulzura, amor y tolerancia (...) Era el padre que había heredado la ternura y el amor de la madre que lo trajo al mundo y que lo amó tanto (...) [Sus] explosiones de cólera y la casi manía de regañar y sermonear, obedecían al hábito de mandar y la de ser obedecido sin observaciones”[3].
En su diario relató su hijo, el general Carlos García Vélez, quien acompañó a Calixto en calidad de Ayudante cuando este se dirigía a Cuba en la expedición del Hawkin, que:

“...cuando el barco comenzó a hundirse, se les aproximó una de las naves que vino auxiliarlos en medio de la tempestad y un mocetón alto y fuerte que estaba en el bote salvavidas, cuando se acercó a los náufragos, aprovechaba las gigantescas olas provocadas por la tormenta, y cuando aquellas estaban en su cresta, extendía sus largos brazos y tomaba a los tripulantes del salvavidas del Hawkin por los fondillos del pantalón y el cuello dé la chaqueta y los pasaba a su lado; y cuando rescató a mi padre este pensó yo aún quedaba en el barco que estaba por desaparecer, y entonces gritó: "Se queda mi hijo(...). Fue un grito desgarrador que me llegó al alma, dándome cuenta del dolor que experimentó al creer que yo había sido abandonado a mi suerte”[4].

Además de patriota ejemplar, guerrero victorioso, estratega reconocido y hombre, en fin de profundas convicciones y sólidos prestigios en nuestra historia patria, Calixto García Iñiguez fue un amante esposo, siempre preocupado por su familia. Con su esposa Isabel Vélez Cabrera procreó siete hijos que recibieron, respectivamente, los nombres de Leonor, Matilde, Calixto, Carlos, Mario, Mercedes y Justo. Este último, nació en plena manigua cubana, a orillas de una laguna cercana a Cacocum. Carlos alcanzaría en la epopeya del 95 el grado de General de Brigada del Ejército Libertador.

De poco tiempo dispuso Calixto para darle a su hogar el necesario calor de padre, pues su compromiso con la patria le absorbió toda su vida. Solo una esposa comprensiva y amorosa como Isabel sería capaz de sortear los tantos escollos y compensar la ausencia del esposo guerrero.

En 1896, en los momentos en que Calixto se decide a partir hacia los campos de batalla en Cuba, pide a sus amigos y allegados que le cuiden a su esposa y a sus hijos, especialmente a Mercedes, que ya empieza a padecer de tuberculosis. Y el 5 de diciembre de 1898, cuando termina la guerra y marcha en comisión a Washington para discutir las relaciones futuras entre el gobierno norteamericano y la futura república de Cuba, escribe a su esposa e hijos: “Mi alma está destruida. Mi pobre Mercedes, la única esperanza de mi hogar, se me muere. En medio de tantas fiestas sólo tengo ganas de llorar y huir de la multitud con mi hijita para ver si la salvo, pues sin ella la vida me vale muy poco. ¡Para qué he trabajado y he sufrido tanto!, si mi única hija ni siquiera podrá llegar a la tierra por la que he luchado tanto para que descanse allí para siempre"[5].

El 20 de junio de 1874, desde Calabazar de Jiguaní, escribe Calixto una bella carta cuyo texto denota la nostalgia que padecía por el calor del hogar; en ella el curioso puede ver con claridad el alma romántica de Calixto. Luego de darle algunas noticias sobre la marcha de la guerra, en las que se descubre el optimismo del General por el curso de las operaciones militares, habituado a las rudezas de la contienda y al lenguaje áspero y enérgico del campamento, asume su condición de esposo y amante compañero, y le escribe a su compañera:

“Pensé dejar esta carta para mañana, pero al salir de mi tienda se ha presentado ante mi vista tan bella perspectiva que no puedo resistir el deseo de "pintarte" el campamento. Son las doce de la noche, una luna bellísima esparce su dulce claridad y un cielo tachonado de estrellas se extiende por mi cabeza. Al frente se distingue una larga hilera de pequeños ranchos cobijados de yaguas. Es el campamento del Regimiento Yara. A mi izquierda y derecha las tiendas de mis Ayudantes, y a mi espalda otra larga hilera de ranchos ocupados por mi escolta y batallón Baire. La tienda más próxima a la mía es la de mi amigo Félix Figueredo que ha dejado la Secretaría de la Guerra y hoy es otra vez jefe de la Sanidad de Oriente (...) En mi misma tienda tengo a Benjamín Ramírez, Jefe del Regimiento Baire que ha venido a verme atravesando 18 leguas de loma, entre ellas, La Maestra, pues está destacado en la costa sur (…)
Una extensa calle de palmas rodea el campamento y una empinada loma se ve a mi espalda, llena de farallones blancos que parecen grandes edificios. A cien pasos del campamento hay un pequeño arroyo de una agua deliciosa, que nace en los farallones que te he descrito.


Detrás de mi tienda duerme mi asistente (...) A los costados de mi hamaca la vela de cera alumbra mi habitación que, como en todas las mías se ven revueltos, zapatos, revólveres, carteras, machetes, chaquetas, etc. A la entrada de mi tienda hay un banco formado por cuatro horquetas y una vara. Este banco es para las visitas. Por doquier se ven sacos (...)
Esta noche, a prima, estuvo tocando la orquesta, bien que esto no es una novedad, pues lo hacen casi todas las noches. Tanto hemos luchado que hasta hemos conseguido música. El jefe de ella es Pedro Estrada, el clarinetista que residía en Contramaestre. Más allá de los ranchos del Regimiento Yara, y separado por una calle de 20 varas de ancho se encuentran los del Regimiento Bayamo, y más adelante y en el mismo orden las del primer batallón de Jiguaní.
Delante de todos y en un potrero de guinea, lleno también de palmas, acampa la caballería. Por todos los ranchos se ven varas de tasajo y montones de boniato, mangos, cañas y hasta zapotes, y si algún curioso escarba algunos montones que sobresalen de la tierra encontrara nísperos puestos a madurar con el calor del sol. Esto es, en fin, un campamento encantador, lo que no es de extrañar en nuestra bella Cuba.

En estos momentos todos duermen y nadie diría que acampan en este lugar los mismos hombres que, antes del toque a silencio, aturdían los oídos con sus cantos y chistes, que no olvidan ni en me dio de los mayores peligros ni aún cuando el hambre agobia sus estómagos"[6].

A pocos metros del Mausoleo donde descanzan los restos del General Calixto García en Holguín, están los restos de su madre, Doña Lucía Iñiguez


Para su madre Lucía, Mamá Cía, como él la llamaba, guardaba los más puros sentimientos; ella significó para él en momentos críticos y decisivos de su vida incierta durante los treinta años de guerra vividos, incluyendo la dura etapa de sus destierros y prisiones en España, además de la madre abnegada, la amiga de confianza que le guardaba sus más íntimos secretos, incluyendo los de sus amores fuera del matrimonio y los hijos que le nacieron por ellos, y asimismo el apoyo infalible en circunstancias cruciales, el lenitivo para sus desventuras sentimentales y políticas, el aliento que solo la palabra cariñosa de una madre comprensiva y a la vez enérgica puede dar al hijo.

La vida andariega a la que le obligó su condición de combatiente guerrillero, en constante marchar y contramarchar por los campos orientales, y su carácter apasionado y sensual, le inclinaron a amoríos extramatrimoniales en los cuales, en ocasiones, quedó la profunda huella de hijos cuya paternidad no negó.

Fuera de su matrimonio tuvo tres hijos: con la manzanillera Leonela Enamorado, a Calixto Leonel que alcanzó el grado de General de Brigada; con Paula Ruiz, monja española que lo atendía mientras el General convalecía en una prisión española, a Raimundo Domínguez Eguarás, (Raimundo murió de tifus cerca de Cacocum el 27 de marzo de 1898, había llegado a ser comandante con solo 19 años de edad); y con Teresa Camejo Pérez, a Teres. A todos el padre los acogió con cariño y como se ha visto, todos fueron fieles seguidores de las ideas independentistas del padre.

A su condición de patriota y guerrero Calixto une la de hombre amante de sus camaradas de armas, "cariñoso con sus compañeros, comprensivo con los vencidos y amoroso en su trato firme en el mantenimiento de la disciplina militar. Resignado y fuerte en la adversidad. Amoroso de su familia, apasionado de la causa de la patria y respetuoso de la ley y el derecho"[7].

Entre otros trabajos docentes que desempeñó durante su estancia en Madrid, Calixto ocupó la cátedra de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer. Y Antes, cuando prepara la Guerra Chiquita, funda en Nueva York el Club de Hijas de la Libertad, integrado y dirigido por mujeres, y con ellas organiza delegaciones en distintos países de América con el objeto de recaudar fondos para la campaña bélica, dirigiéndoles un mensaje en el cual se lamenta de no haber contado suficientemente con las mujeres para asumir mayores responsabilidades durante la Guerra Grande, sobre todo para reunir recursos morales y materiales, pues, dice, la mujer, sin fronteras sociales, de edad o cualquier otra índole, a pesar de haber sido subestimada en sus capacidades físicas, y organizativas y políticas demostró ser capaz de compartir con los soldados del Ejército Libertador las penalidades de todo tipo que este afrontó mientras duró la contienda. Este criterio del general revela la admiración y el reconocimiento y gratitud hacia el sexo femenino.

El 5 de abril de 1875 una patriota cubana exiliada en Nueva York, Emilia Casanova de Villaverde, fundadora de la Liga de las Hijas de Cuba, le demuestra su admiración cuando le envía en calidad de obsequio un revólver, como reconocimiento a los servicios prestados a la patria. 

Leer además, de la serie: ASI ES CALIXTO:


[1]Museo Casa Natal de Calixto García. Centro de Información sobre las Guerras de Independencia.. Fondo Calixto García.

[2] Carlos García Vélez. Apuntes del Diario del General Carlos García Vélez (Inédito, copia hecha por Vaillant Luna), Museo Casa Natal del Mayor General "Calixto García Iñiguez". Centro Información y Documentación de las Guerras de Independencias.

[3] Gerardo Castellanos. “Tierras y Glorias de Oriente”, Editorial Hermes, La Habana, 1927. p. 22.

[4] Carlos García Vélez. Ob. Cit.

[5] Museo Casa Natal de Calixto García. Centro de Información sobre las Guerras de Independencia. Fondo Calixto García.

[6] Museo Casa Natal de Calixto García. Centro de Información sobre las Guerras de Independencia.. Fondo Calixto García.


[7] Biblioteca provincial de Holguín. Fondos Raros y Valiosos. Juan Albanés Martínez. Recortes, libro 7. folio 137.

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