Prensa desde 1900

21 de enero de 2015

Calixto García. Su temperamento.


Tomado de: “Así fue Calixto” de Nicolás de la Peña Rubio.
Son numerosas las anécdotas que de han escrito sobre el carácter explosivo del General Calixto García. Su hijo Carlos en el prólogo que escribió para el libro titulado “Calixto García y su campaña del 95”, escrito por Aníbal Escalante Beatón, habla de tales explosiones dirigidas a él mismo y cómo "pude notar en los rostros allí presentes, señales inequívocas de aprobación al ver cómo el general reprendía con aspereza al oficial, olvidándose de que era su hijo o acaso por serlo"[1]


Este proceder del General le provocó no pocos contratiempos, sin embargo, él casi siempre salía airoso por su vena humorística y su carácter franco y sincero.

En su libro “Calixto García. El Estratega” relata Casasús una anécdota oída al coronel León Primelles Agramonte, quien fuera ayudante de Máximo Gómez. Resulta que acampados los dos generales a poca distancia uno del otro, desde donde se hallaba el Generalísimo se escuchaba la voz alterada y de Calixto, por lo que comentó Gómez: "Ya está Calixto tocando diana...."[2].

Conocedor de su carácter temperamental, el propio Calixto expresó en una ocasión: "Soy García y soy Íñiguez; García cuando me incomodo y se me sube lo de García; Íñiguez cuando estoy normal". Y en carta que dirigió a su amigo Ernesto Bavastro con fecha 19 de enero de 1880, dísele: "Dispénseme si algunas veces, con la cabeza caliente, le digo algo que pueda causarle sentimiento; crea que lo hago sin esa intención. Yo lo quiero a Ud. mucho y tal vez por eso es que armo esas peloteras con Ud."[3].

En otro momento, al rendir informe a Máximo Gómez sobre la exitosa captura de una columna española en el poblado de Minas, Camagüey, pidió el generalísimo la relación de los oficiales propuestos para ascenso por méritos de guerra. El general García remite dicha relación y Gómez advierte que no aparece en ella el nombre del capitán Carlos García Vélez. Entonces Gómez pregunta a Calixto el porqué de esta omisión a lo que éste responde secamente: “¡Porque yo no asciendo a mi hijo!”[4].

Con motivo de una información intrigante y tendenciosa publicada sobre él en un periódico de los Estados Unidos, Calixto se dirigió al agente diplomático de Cuba en ese país expresándole: “Su carta particular contestando a mi comunicación oficial no me satisface. Recibir  satisfacciones en periódico de Filadelfia que nadie lee en New York, es harto ridículo. La injuria debe rectificarse en el mismo periódico que la ha hecho. Por lo tanto, y viendo que el representante del gobierno en el extranjero no puede defender la honra de un general de la República, le participo que yo soy muy bastante para defenderla contra todos”[5].

Otro episodio de su vida donde demuestra su modo de ser es cuando llega muy mal herido a su campamento el teniente coronel Rafael Izquierdo y el Consejo de Gobierno lo autoriza a marchar al extranjero para atender su restablecimiento, pero sin darle ni un céntimo. Tenía el coronel que viajar a su propia costa. Calixto lo supo y dolido e irritado, le escribe el 24 de septiembre de 1897 a Estrada Palma, Delegado del Partido Revolucionario Cubano y residente en el exterior:

“Verdadera tristeza he sentido al ver las heridas que tiene el citado oficial. ¿Habré por desgracia visto en él nuestro porvenir? El Consejo de Gobierno que ha podido mandar en comisión a (...) estafador[es] (...) joven[es] sin prestigio, que no han oído un solo tiro, y que no volverán (...) [y a los que yo] no puedo calificar sino como a desertores. A esos se les ha dado comisiones. Y al teniente coronel Izquierdo, inutilizado en campaña, que ha derramado su sangre cumpliendo con su deber de patriota, se le concede pase, pero sufragando él sus gastos (…) Ese Consejo de Gobierno ha tenido el descaro de insultar a un oficial del Ejercito Libertador, concediendo un permiso en esa forma, digno de los que forman un gobierno de chanchulleros y porquerías”[6].

De Calixto cuenta Gerardo Castellanos, que:

“Sus exabruptos eran terribles y peligrosos y ya, montado en cólera, no cedía ni un ápice (...) Se encrespaba como un mar huracanado y estallaba en una formidable agresión de palabras. Y si la víctima era (...) un holguinero entonces el primer dicterio era huevi-blanco (...) y acto seguido agregaba: ¡pendejo! (...)

Aunque la dureza de su carácter es notoria y pública, también lo es que una vez ocurrida una cólera a seguida advertía su error, llamaba al injuriado y con jovialidad y gentileza procuraba curar la herida (...)

Cierta vez Calixto estuvo demasiado violento con un oficial da su tropa, y pasado aquel mal momento consultó el caso con su secretario y Jefe de Despacho del Ejército del Departamento Oriental, el entonces Teniente Coronel Manuel Rodríguez Fuentes a quien Calixto estimaba mucho (...) para conocer si se había portado muy violento y había sido injusto con el oficial reprendido y si lo había injuriado; como Rodríguez Puentes asintió la el general, arrepentido de su comportamiento, le respondió que debió habérselo dicho en el momento. Entonces el y Rodríguez Fuentes acordaron que de repetirse esas violentas expresiones de enojo y pasara de la represión correcta al insulto personal y grosero, éste Rodríguez Fuentes de forma discreta se acercara a Calixto y exclamara en voz baja; "¡Ave María Purísima, general!" De esta forma Calixto se daría cuenta que se estaba excediendo en su lenguaje y tono”[7].

Sobre los arrebatos de Calixto, José Maceo comentó cierta vez con unos compañeros de su campamento: "Dicen que yo soy bruto, pero yo no le miento la madre a nadie, como hace Calixto"[8]. Lo anterior ocurrió al conocerse un incidente entre Calixto y el prefecto de Cayo Rey o Bariguá, en 1896.

Cuando Calixto fue electo Diputado a la Asamblea de Santa Cruz, a ruego de sus compañeros Juan Gualberto Gómez, Cosme de la Torriente y de su propio hijo Carlos, quienes lo llevan ante el presidente Bartolomé Masó, quien lo atiende cortésmente, aunque, como es lógico suponer, resentido por las declaraciones del holguinero aparecidas en el Herald, atribuidas al prócer. La sesión comienza, y Masó constituye la Asamblea y le da posesión al presidente de la misma, el mayor general Calixto García Iñiguez, delegado de mayor edad entre todos.

Al asumir el cargo dice el General García: "Me veo en la precisión de ocupar este puesto, no por mis méritos, que no tengo ninguno, sino por mis años, la peor recomendación que se puede tener en la vida"[9].

El general Masó, una vez libre de su investidura como presidente de la República, envía sus padrinos a Calixto retándolo a duelo por las supuestas ofensas inferidas en la prensa. Media Juan Gualberto Gómez y a él se queja Masó recordando que Calixto había dicho "que no soy hombre de pelea; que jamás entre en acción de guerra; en suma, que soy un cobarde". A lo que Calixto le responde a través del mismo Juan Gualberto: “No soy responsable de lo que escriba un periodista; además, yo nunca podía haber dicho que Masó era un cobarde, puesto que, precisamente, sobre el campo de batalla, por su valor, lo ascendí a coronel… Es triste con que dos viejos, como Masó y yo, estemos peleados, después de estar juntos tanto tiempo. Y creo que el culpable soy yo; yo soy el que debe ir a darle una satisfacción”[10].

Relata Juan Gualberto Gómez que cuando, poco después, se encuentran los dos patriotas, estos se abrazaron, dejando liquidada la difícil situación. Y cuando Calixto, muy poco tiempo después, se dispone a viajar a los Estados Unidos para cumplir la delicada misión encomendada por la Asamblea, (viaje del que no regresará con vida), se despide de Bartolomé Masó con estas palabras: “Venga un abrazo, Masó; dejemos en el olvido lo pasado”[11]. Fue el último abrazo de ambos.

La grandeza de alma del heroico general holguinero queda expuesta en la escena anterior. Con la misma entereza con que enfrentó situaciones que estimó injustas y expresó con fuerza su criterio, da satisfacciones al compañero y amigo que se siente ofendido.

Contrario a aquellos malos momentos, propios de todo ser humano, el General tenía un humorismo innato que bien vale la pena destacar, pues las vicisitudes de la guerra en las más difíciles condiciones en que la hacían los mambises dejaban muy poco tiempo para la broma.

Austero y rígido en la práctica de la disciplina, Calixto sabía imponer el respeto a la jerarquía y a las normas militares, aunque usaba chistes hasta con sus subalternos. Las anécdotas abundan. En 1880 le escribió a Ernesto Bavastro quien se encontraba en Jamaica: "Yo tengo tanta fe en mi estrella que creo que no me he de morir hasta que no me de la gana"[12].

El 22 de octubre de 1897 escribe al coronel Francisco Sánchez: "Procure que cuando yo llegue haya comida, pues de lo contrario tu grado de Brigadier corre peligro"[13].

Y en otra carta, que esta vez dirige a Estrada Palma se refiere Calixto al general Roloff en tono jocoso: "A Roloff que si no está para cuando me ofreció, lo ahorco cuando lo coja”[14]

En una oportunidad el General le envía a uno de sus subordinados esta nota: "Dime si todavía le tienes miedo a Jiguaní, para mandarte un par de perros. Si te han herido algunos hombres en la operación, no me eches la culpa a mí, sino a las balas que, en vez de ser de algodón son de plomo”[15].  Y días después, en otro escrito le dice al mismo asistente: “Veo que le has perdido el miedo a los soldados de Jiguaní. Sigue de este modo y dentro de 15 o 20 años serás general de División”[16].

En carta a Estrada Palma le dijo: "De aquellos 70 conspiradores que usted conoció, unos, como usted, se han quedado de majases, los otros han cometido la gran tontería de morirse"[17]. Estas frases intencionadas y llenas de humor criollo, las dice el mismo hombre que fustigó duramente y con acritud a oficiales y subalternos, y aún a personas de mayor jerarquía, como el Consejo de Gobierno de la República en Armas.

En 1887 Calixto García residía deportado en Madrid luego del fracaso de la Guerra Chiquita. Allá gozaba del respeto y la simpatía de vecinos y amigos que apreciaban sus dotes de caballerosidad y la afabilidad de su carácter. Cuando llegan los diputados cubanos a las Cortes, con el propósito de solicitar del Gobierno español la autonomía para Cuba, Calixto, que no cree en las promesas de España, discute la situación con ellos. Sobre este tema le escribe al doctor Félix Figueredo, su amigo y compañero en la guerra, y le informa sobre el debate que sostuvo, entre otros, con Rafael Montoro:

“Aquí tienes a nuestros diputados muy satisfechos. Es verdad que no les han dejado hablar, con lo cual les han hecho un gran favor, pues no han gastado su tiempo. En cambio, les han ofrecido, si continúan calladitos, darles la reforma electoral. Y si siguen calladitos y no hacen ruido, como se les dice a los muchachos, cuando los grandes están echando una siesta, sabe Dios todo lo que les darán. Lo malo que tienen estos procedimientos infantiles es que el que premia tiene derecho a castigar. Así es que si no se portan bien les suprimirán los postres, les harán acostar temprano y hasta les darán algunas nalgaditas”[18].

El 4 de enero de 1894 el periódico La Lucha, de La Habana publica la noticia de la muerte de Calixto García por suicidio; la información, falsa, se la acredita a su corresponsal en la Península. Lógicamente la noticia causa la natural alarma y consternación entre la colonia cubana en los Estados Unidos y España. Por su parte, el periódico Patria comenta el infausto “suceso”, que luego desmiente, al comprobar su falsedad. Guando Calixto conoce de "la novedad", escribe a José Dolores Poyo, residente en Cayo Hueso: “Hoy me he pasado el día contestando cartas de pésame por mi fallecimiento ocurrido, según me dicen de La Habana, por mi suicidio, y le juro que no me había apercibido de ello”[19].

Muchas son las anécdotas que se conocen y que demuestran el sentido del humor del General. Una de ellas la refiere uno de sus biógrafos,  Casasús. Dicen que un día un joven cubano deseaba ganarse las simpatías del General y blasonar de su amistad con él, para ello lo invitó a almorzar. Calixto, aceptó gustoso, y rápidamente el joven lo comunicó a sus amigos para que lo vieran en compañía de tan ilustre figura. El día previsto Calixto acudió a la cita y almorzó con el joven. Éste muy orondo, extrajo de su bolsillo un billete de alto valor, pero el General, muy serio y en tono severo le dijo: “Un oficial subalterno no puede pagar donde esta un mayor general; entrégueme en calidad de préstamo ese billete"[20]. El joven se lo entregó y Calixto pagó con él la cuenta del almuerzo y el resto se lo hizo llegar a los mambises necesitados.

En 1897 Calixto escribe a Mario García Menocal, a quien el enemigo le habían inutilizado una pierna en la toma de Las Tunas, por lo que se encontraba fuera de servicio: “Si emprendo algo lo llamaré para que cargue en Bolondrón como lo hizo en Tunas (...) A ver si le emparejan la otra pata”[21]. Y el 2 de junio del mismo año le vuelve a escribir, ahora desde el campamento de Mala Noche: “Usted me hace falta; venga a reunirse conmigo y tráigame la escolta, pues ando solo. Voy por el norte de Tunas y veré cómo lo espero por Potosí, para que sigamos a Camaguey, donde hay mucho quehacer. A Vega lo han vuelto a ripiar.Haciendo la guerra al uso del siglo dieciséis no conseguirá otro resultado”[22].

Los más cercanos a Calixto durante la guerra del 95 dicen que el General les contaba la siguiente anécdota de la guerra grande: los cubanos, necesitados de artillería para batir con mayor eficacia al enemigo, habían construido cañones con troncos de madera dura, reforzados con cueros crudos y con alambres: “Un día el Prefecto, que me cuidaba el parque de la artillería, llega alarmado y me dice: ¡General, las ratas se están comiendo suartillería! Vuelva usted enseguida al almacén, repliqué, y establezca una guardia de gatos”[23].

Fechada el 28 de Julio de 1896, Calixto dirige desde Peladeros, Guantánamo, carta a Estrada palma y le dice: “Mucho me ha hecho reír lo que dicen por ahí, de que yo trato de sustituir al marqués[24], visión que Ud. tratará de demostrar. ¡Yo presidente! ¡Y con las facultades que éste tiene! ¡Primero quiero ser Prefecto de Vijagual! Mientras dure la guerra sólo seré soldado, y el día que esta acabe, quiera Dios que no me dé la chifladura por pretender presidencias”[25].

En julio del mismo año el General escribe otra vez a Estrada Palma; la carta está fechada en Tranqueras: “Estoy empeñado en cerrar el Cauto y lo consigo (...) y entro en Bayamo bajo palio y hago que me canten un Te Deum para que Ud. rabie de envidia”[26].

La siguiente nota, cargada de buen humor la envía a su coterráneo, el general Mariano Torres, el 4 de julio de 1897:

“Querido Mariano: Estoy más satisfechos de las operaciones que se llevan a cabo allá, sobre todo con Remedios. Felicítele y dígale que apriete. Me pongo orgulloso de mis Holguineros cuando los veo que pegan, aunque yo les llame "huevi-blancos", cuando me incomodo, es porque yo quisiera que fueran los que mas hicieran, que no en vano he nacido entre el Marañón y el Jigüe, y ahora que soy viejo voy queriendo más a mi pueblo”[27].

Gerardo Castellanos en su libro “Tierras y Glorias de Oriente”, dice que Calixto, además de su condición de patriota y guerrero: "...tenía aficiones poéticas y solía reunir a su Estado Mayor y entablar entretenidas charlas en las que no tal faltaban improvisaciones, regularmente, de décimas con pie forzado"[28]. Y Casasús cuenta que  una noche de jolgorio en su campamento, al recordar la belleza de la parienta de un compañero de su Estado Mayor, Calixto improvisó esta cuarteta que cantó como mejor pudo:

Tres cosas hay en mi Cuba

Que las tengo en mi memoria:

El boniato, el tasajo

Y los ojazos de Gloria[29]




Leer además, de la serie: ASI ES CALIXTO:





 



[1] Aníbal Escalante Beatón. “Calixto García. Su campaña del 95”, Ciudad de la Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1978. p. 586.

[2] Juan J. E. Casasús. “Calixto García, El Estratega”, Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, 1962. 2da Edición p. 27.

[3] Ibídem. p. 209.

[4] Ibídem. p.212.

[5] Ídem.

[6] Museo Casa Natal de Calixto García. Centro de Información sobre las Guerras de Independencia.. Fondo Calixto García.

[7] Gerardo Castellanos. “Tierras y Glorias de Oriente”, Editorial Hermes, La Habana, 1927. p. 132.

[8] Ibídem. p. 129.

[9] Juan J. E. Casasús. Ob. Cit. p. 312.

[10] Ibídem. p. 315.

[11] Ibídem. p. 316.

[12] Ibídem. p. 31.

[13] Ibídem. p. 32.

[14] Ibídem. p. 32.

[15] Ídem.

[16] Ídem.

[17] Ídem.

[18] Ibídem. p. 134.

[19] Gerardo Castellanos. Ob. Cit. p. 119.

[20] Juan J. E. Casasús. Ob. Cit. p. 142.

[21] Ibídem. p. 144.

[22] Ibídem. p. 219.

[23] Ibídem.

[24] Se refiere a Salvador Cisneros Betancourt, Marqués de Santa Lucía, quien en esos momentos era el Presidente de Cuba en Armas.

[25] Museo Casa Natal de Calixto García. Centro de Información sobre las Guerras de Independencia.. Fondo Calixto García.

[26] Gerardo Castellanos. Ob. Cit. p. 271.

[27] Juan J. E. Casasús. Ob. Cit. p. 142.

[28] Gerardo Castellanos. Ob. Cit. p. 271.


[29] Juan J. E. Casasús. Ob. Cit. p. 219.

No hay comentarios:

Publicar un comentario