HUMANIDAD
Hay un lugar llamado humanidad
un bosque húmedo después de la tormenta
donde abandona el sol los ruidosos colores del combate
una fuente un arroyo una mañana abierta desde el pueblo
que va al campo montada en borrico
hay un amor distinto un rostro que nos mira de cerca
pregunta por la época nueva de la siembra
e inventa una estación distinta para el canto
una necesidad de hacer todas las cosas nuevamente
hasta las más sencillas
lavarse en las mañanas mecer al niño cuando llora
o clavetear la caja del abuelo
sonreír cuando alguien nos pregunta
el porqué de la pobreza del verano y sin hablar
marchar al bosque por leña para avivar el fuego
hay un lugar sereno un recobrado y dulce lugar llamado
humanidad
ABRIRSE LAS CONSTELACIONES
No los reduzcas al espacio
demasiado estrecho de tu verso
(tu árbol es un árbol
alzado en mitad de la sabana
contra la el que se cierne
la apretada soledad de la noche)
No los encierres en tu casa
(tu casa es un refugio
y sólido
pero en su hondura
persistentes resuenan
ecos de pasos y voces ancestrales)
No los reduzcas tampoco a la ciudad
(el verso la casa la ciudad son límites
muros que será preciso violentar
para escapar al aire más vasto de la Isla)
La Isla es el compendio en fin
de tu verso tu casa y tu ciudad
pero no los restrinjas a la Isla
ellos se asomaron mucho más allá
ellos vieron del otro lado del horizonte
abrirse las constelaciones
TODA LA LUZ DE ABRIL ENTRE TUS OJOS
Edifiqué sobre tu cuerpo
torres levanté desde allí bajo la luz de abril
fue nuestro mes: el más alto premio para mí
que había extraviado los senderos de la dicha
y la encontraba ahora
entre la gente tu cabeza era más bella
que mi más bello sueño
te había buscado a través del asedio de los otros
y te encontré contra mi cuerpo
mi piel se sobrecogió junto a la tuya
pero los espléndidos días se han apagado entre nosotros
la plenitud de un momento está llena de dolorosa sombra
no hablaré ahora de esa plenitud
nunca existieron los lechos los cuerpos desnudos
el vino la música desesperada
Amigo mío qué difícil olvidar ese gozo
y dejar que se extinga
toda la luz de abril entre tus ojos
PERO EN EL VIENTO SU RUMOR LLEGABA
Ámalo, pero ámalo
como si todo hubiese concluido y pasado
como si desde el futuro más remoto
recordaras el vino de tus mejores años
el verano de mil novecientos ochenta
el catorce de abril
cuando fue tuyo
en un hotel cercano al mar
cuyas ventanas no daban al mar
pero en el viento su rumor llegaba
y él venía a ti como una ola
muriendo a las orillas de tu cuerpo
Prensa desde 1900
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19 de noviembre de 2009
La literatura puede ayudar al hombre a mejorarse a sí mismo. (entrevista con el poeta Delfín Prats)
Por: Y.P Fernández
De andar nervioso y hablar apresurado Delfín Prats es uno de los poetas holguineros más famosos. Premio Nacional de Poesía David en 1968 por su cuaderno Lenguaje de mudos y Premio de la Crítica en 1987 con Para festejar el ascenso de Ícaro, Delfín ha publicado además los poemarios El esplendor y el caos, Abrirse las constelaciones y Lírica amatoria. Ampliamente reconocido en su ciudad natal, entrevistar a Delfín, sobre todo en estos días de efervescentes Romerías, es arriesgarse a ser interrumpido constantemente por una multitud de seguidores de su lírica que le saludan y le llaman maestro. Aún así, con tal de entrevistar a quien por muchas razones es una especie de mito en la provincia, vale la pena seguir el ritmo de su conversación entrecortada y adentrarse en los vericuetos de sus reflexiones sobre su tema favorito: la poesía.
Usted ha dicho que tiene una fe inquebrantable en la literatura como modo de mejoramiento humano…
La literatura no solo es algo bonito, también es algo útil y necesario, la literatura puede ayudar al hombre a mejorarse a sí mismo. Eso es un criterio martiano, no es solamente mío, la literatura tiene una función social, humana y es también un vehículo para transmitir belleza creadora.
Muchas veces se acusa a los creadores de vivir en una especie de torre de marfil, a pesar de eso, ¿cree usted que la literatura pueda ser un elemento real de transformación?
El concepto de literatura como torre de marfil ya es obsoleto. Hubo momentos a finales del siglo XIX donde ese concepto de literatura primó, pero en este momento —aunque puede ser que en algún lugar del mundo algún escritor sostenga el concepto del arte por el arte y quiera prescindir de los compromisos sociales, las relaciones familiares, para hacer una literatura puramente esteticista, de búsqueda de la belleza del discurso— por lo general la literatura en la actualidad es, o bien comercial, o bien está en función de defender lo mejor que ha producido la humanidad, los mejores derechos humanos y la identidad nacional.
De su poesía se ha dicho que tiene un cierto aliento conversacional, y si bien la literatura conversacional un momento determinado tuvo mucho auge, luego en muchos casos fue muy criticada, ¿cómo ha hecho para mantener pese a todo ese espíritu vertebral?
Mi escritura a pesar de todo no rehúye el conversacionalismo, aunque no puede insertarse dentro del conversacionalismo más puro sino que creo que esa corriente literaria influye en algunos giros de mi poesía pero como bien decía Lina (de Feria) ayer en una conversación privada, nosotros fuimos los primeros en apartarnos del canon exteriorista o conversacionalista para hacer una poesía de la existencia, es decir, una poesía que planteara la realidad del hombre viviendo íntimamente su vida en el seno de la sociedad a partir de la perspectiva del Yo. Diría que sí, que habiendo nacido en el momento en que nací y habiéndome iniciado en la literatura en el momento en que lo hice, mi poesía tiene que recibir influencia de las poéticas en boga en ese momento donde efectivamente primaba el conversacionalismo, pero creo que en mí se dan también elementos de poéticas quizá anteriores como algunos elementos neorrománticos, cierto intimismo.
Usted decía también que no concebía escribir alejado de la solidaridad humana, ¿tiene que ver esa afirmación con que gran parte de su obra se haya hecho en Holguín?
Cuando dije eso quise expresar que en nuestro país se dan todas las condiciones para que la persona que haga poesía, narrativa o cualquier otro arte no se sienta sola y no tenga que hacer una obra desde la poética de la soledad, de la reclusión, sino una escritura abierta a esos contemporáneos que también están luchando por mejorar el mundo. Por ejemplo, en esta misma fiesta de las Romerías y en muchas otras que nosotros hacemos, todos los factores colaboran y entonces el creador se siente parte integrante de un conjunto donde su obra es valorada desde una perspectiva del colectivo.
Amén de esa relación, la calidad misma de la poesía, ¿cómo es?
Eso es difícil de valorar. Creo en la calidad de la mayoría de los poetas holguineros, ahora, en cuestiones literarias, sobre todo en poesía, la propia historia del desarrollo poético es quien te pasa la cuenta y muchas obras que en estos momentos nos parecen muy logradas al final envejecen. En estas cosas el tiempo es quien dice la última palabra. Podría afirmar, sin temor a equivocarme, que la poesía que se escribe en Holguín está al mismo nivel o disfruta de un estatus de calidad igual a lo que se escribe en otras partes del país. De manera general me parece saludable que tanta gente se acerque a la creación literaria y que haya esta especie de revolución en el campo de las letras.
De andar nervioso y hablar apresurado Delfín Prats es uno de los poetas holguineros más famosos. Premio Nacional de Poesía David en 1968 por su cuaderno Lenguaje de mudos y Premio de la Crítica en 1987 con Para festejar el ascenso de Ícaro, Delfín ha publicado además los poemarios El esplendor y el caos, Abrirse las constelaciones y Lírica amatoria. Ampliamente reconocido en su ciudad natal, entrevistar a Delfín, sobre todo en estos días de efervescentes Romerías, es arriesgarse a ser interrumpido constantemente por una multitud de seguidores de su lírica que le saludan y le llaman maestro. Aún así, con tal de entrevistar a quien por muchas razones es una especie de mito en la provincia, vale la pena seguir el ritmo de su conversación entrecortada y adentrarse en los vericuetos de sus reflexiones sobre su tema favorito: la poesía.
Usted ha dicho que tiene una fe inquebrantable en la literatura como modo de mejoramiento humano…
La literatura no solo es algo bonito, también es algo útil y necesario, la literatura puede ayudar al hombre a mejorarse a sí mismo. Eso es un criterio martiano, no es solamente mío, la literatura tiene una función social, humana y es también un vehículo para transmitir belleza creadora.
Muchas veces se acusa a los creadores de vivir en una especie de torre de marfil, a pesar de eso, ¿cree usted que la literatura pueda ser un elemento real de transformación?
El concepto de literatura como torre de marfil ya es obsoleto. Hubo momentos a finales del siglo XIX donde ese concepto de literatura primó, pero en este momento —aunque puede ser que en algún lugar del mundo algún escritor sostenga el concepto del arte por el arte y quiera prescindir de los compromisos sociales, las relaciones familiares, para hacer una literatura puramente esteticista, de búsqueda de la belleza del discurso— por lo general la literatura en la actualidad es, o bien comercial, o bien está en función de defender lo mejor que ha producido la humanidad, los mejores derechos humanos y la identidad nacional.
De su poesía se ha dicho que tiene un cierto aliento conversacional, y si bien la literatura conversacional un momento determinado tuvo mucho auge, luego en muchos casos fue muy criticada, ¿cómo ha hecho para mantener pese a todo ese espíritu vertebral?
Mi escritura a pesar de todo no rehúye el conversacionalismo, aunque no puede insertarse dentro del conversacionalismo más puro sino que creo que esa corriente literaria influye en algunos giros de mi poesía pero como bien decía Lina (de Feria) ayer en una conversación privada, nosotros fuimos los primeros en apartarnos del canon exteriorista o conversacionalista para hacer una poesía de la existencia, es decir, una poesía que planteara la realidad del hombre viviendo íntimamente su vida en el seno de la sociedad a partir de la perspectiva del Yo. Diría que sí, que habiendo nacido en el momento en que nací y habiéndome iniciado en la literatura en el momento en que lo hice, mi poesía tiene que recibir influencia de las poéticas en boga en ese momento donde efectivamente primaba el conversacionalismo, pero creo que en mí se dan también elementos de poéticas quizá anteriores como algunos elementos neorrománticos, cierto intimismo.
Usted decía también que no concebía escribir alejado de la solidaridad humana, ¿tiene que ver esa afirmación con que gran parte de su obra se haya hecho en Holguín?
Cuando dije eso quise expresar que en nuestro país se dan todas las condiciones para que la persona que haga poesía, narrativa o cualquier otro arte no se sienta sola y no tenga que hacer una obra desde la poética de la soledad, de la reclusión, sino una escritura abierta a esos contemporáneos que también están luchando por mejorar el mundo. Por ejemplo, en esta misma fiesta de las Romerías y en muchas otras que nosotros hacemos, todos los factores colaboran y entonces el creador se siente parte integrante de un conjunto donde su obra es valorada desde una perspectiva del colectivo.
Amén de esa relación, la calidad misma de la poesía, ¿cómo es?
Eso es difícil de valorar. Creo en la calidad de la mayoría de los poetas holguineros, ahora, en cuestiones literarias, sobre todo en poesía, la propia historia del desarrollo poético es quien te pasa la cuenta y muchas obras que en estos momentos nos parecen muy logradas al final envejecen. En estas cosas el tiempo es quien dice la última palabra. Podría afirmar, sin temor a equivocarme, que la poesía que se escribe en Holguín está al mismo nivel o disfruta de un estatus de calidad igual a lo que se escribe en otras partes del país. De manera general me parece saludable que tanta gente se acerque a la creación literaria y que haya esta especie de revolución en el campo de las letras.
Y su propia poesía, ¿en qué estado está?
Ahora ya casi no escribo. Soy una persona que empezó a escribir relativamente joven y no pierdo la esperanza de escribir poesía otra vez. No escribo continuamente, sino de una manera muy calmada, porque creo que no es necesario hacer una obra extensa, sino que es mejor tener 20, 30 ó 40 poemas un poquito más logrados. De cualquier manera ya te digo que no eludo la posibilidad de publicar otro libro de poemas.
Delfín Prats: Yo tengo un mal karma*
Por Leandro Estupiñán
La casa de Delfín Prats es ruidosa, penúltimo sitio en el cual se refugiaría un poeta. Construcción moderna de cemento y placa con el interior pintado de azul, enlosado el suelo, enrejadas puertas y ventanas, de pequeño espacio, escueta.
Pocos muebles utilizables dentro: tres sillas de bagazo y un sillón defectuoso. Desde el otro lado de la pared, en su cuarto-cocina, asoma una cama de hierro. Lo demás no logra verse pero él lo ha dicho: “Tengo un radio junto a la cama.” Y posee más, una bicicleta cubana, una hornilla eléctrica criolla, y un gato. Libros no tiene; ni siquiera los suyos.
Su casa se encuentra en una esquina del reparto Pueblo Nuevo de Holguín. De las calles que la limitan la más ruidosas es la de al lado, y eso a Delfín lo fastidia muchísimo: “El problema es que hay mucho ruido”, se queja. “A mi molesta mucho vivir frente al ruido porque no puedo ni leer ni escuchar música”.
Oyéndole, uno empieza a entender lo que de él se dice: extraño, escurridizo, humilde. ¿Por eso prefiere el campo? -“Es un problema rusoniano, no de ruso, si no de Rousseau. Es mi necesidad de buscar paz, sosiego. Me gusta la naturaleza. En un lugar donde no haya ruido disfruto más la lectura, quizás hasta se me ocurre una idea para escribir.” Y hace mucho tiempo que no escribe. Tanto silencio por parte del poeta ha dejado una traza de inquietudes a lo largo de este país. Unos se preguntan: ¿Se habrá muerto?, y el poeta duda pensativo: “¡Se habrá muerto!”. Otros quieren saber: ¿Se habrá ido del país?, y aún más pensativo, subraya: “¡Sí señor! Se habrá ido del país.”
Equívocos como en un vodevil. Si allí está, o por ahí va, o aquí estuvo. Lo más fácil del difícil mundo de Delfín Prats es encontrarle, verle, hablarle en los últimos tiempos. “Ahora mismo estoy tratando de empezar a trabajar en la promotora literaria Pedro Ortiz. Intento realizar una labor más relacionada con la literatura.”, afirma. Uno duda, ¿cómo es posible que un poeta como él se haya apartado de las palabras, de la creación? -“Yo a veces quisiera estar escribiendo porque sería una válvula de escape; pero…tengo mucho miedo. Como considero logrados algunos de mis poemas, de pronto empezar a escribir… y que eso que escriba no quede al nivel de lo logrado. No quisiera escribir dentro de una retórica, tampoco volver a repetir mis viejos aciertos.” -“En los últimos años no he producido ningún libro, pero vamos a confiar que en el futuro sí se produzca algo.”, confiesa…
Delfín Prats manifiesta simpatía por la obra de Gastón Baquero. ¿Coincidieron en alguna ocasión? -“Durante el encuentro de poesía La Isla entera coordinado por el Instituto de Cooperación Iberoamericana de Madrid. Era un momento en el cual estaban presentes Pablo Armando, César, Heberto, Gastón Baquero. Todo el mundo presentó una ponencia en esa reunión, que fue poética sobre todas las cosas. Entonces coincidí con Gastón en un estanquillo de revistas. Iba con Reina Maria Rodríguez en un auto, que manejaba un amigo de ella cuando dijeron ellos: Mira a Gastón. Estaba en un estanquillo de revista. Bajé para despedirme. Le dije: Maestro, ya me voy; y él me compró el diario El país y me lo regaló. No tuve una larga conversaciones con él, debí haber aprovechado el momento, pero no soy periodista…” Su admiración por Gastón Baquero le hace decir más: “Gastón se quedó sin grandes premios.” “Gastón merecía el Cervantes. Dulce Maria también era merecedora del premio porque hay una trayectoria en Dulce Maria interesante, la vida que vivió, el hecho de representar algo así como el país.”
Otro de los momentos, junto con aquella publicación de Lenguaje de mudos, más controversiales en la vida de Delfín Prats se relaciona precisamente con un antiguo amigo, el escritor holguinero Reinaldo Arenas. Arenas convirtió a Prats en personaje de alguna de sus obras, entre ellas, quizás la de mayor renombre, sus memorias, Antes que anochezca. -“Amigo es una noción excesiva cuando se habla de Arenas, sabido es que rechazaba el amor y la amistad, se jactaba de utilizar a las personas tanto para fines literarios como extraliterarios. El personaje que crea Arenas es exagerado si se compara con el muchacho que yo fui. Un muchacho mucho más inocente, mucho más ingenuo que el personaje de ficción. No es que quiera defenderme ahora, pero yo era un romántico, uno que ballaguianamente se paseaba «con el ombligo al viento» por playas y tugurios. Reinaldo es un gran fabulador y entonces, a partir de los elementos más triviales construía una cosa novelesca. Las peripecias que me atribuyó fueron tremendas. En su escritura todo está hiperbolizado. Esa es la gran virtud del libro que has citado. Como testimonio su escritura falla, como literatura de ficción no. ¡Cómo supo ficcionar todos aquellos años! Aquellos viajes en tren, donde hay cierta dosis de verdad. Es cierto que nosotros cogimos más de una vez el tren aquel en el que ibas de pie entre un tumulto de seres más que generosos, pero en ese tren no se podían hacer aquellas cosas que describe, delante de todo el mundo. Por mucho que uno quisiera, aunque tuvieses el partenaire disponible, no podía. He leído el libro muchas veces y me entretengo muchísimo.”
Pocos muebles utilizables dentro: tres sillas de bagazo y un sillón defectuoso. Desde el otro lado de la pared, en su cuarto-cocina, asoma una cama de hierro. Lo demás no logra verse pero él lo ha dicho: “Tengo un radio junto a la cama.” Y posee más, una bicicleta cubana, una hornilla eléctrica criolla, y un gato. Libros no tiene; ni siquiera los suyos.
Su casa se encuentra en una esquina del reparto Pueblo Nuevo de Holguín. De las calles que la limitan la más ruidosas es la de al lado, y eso a Delfín lo fastidia muchísimo: “El problema es que hay mucho ruido”, se queja. “A mi molesta mucho vivir frente al ruido porque no puedo ni leer ni escuchar música”.
Oyéndole, uno empieza a entender lo que de él se dice: extraño, escurridizo, humilde. ¿Por eso prefiere el campo? -“Es un problema rusoniano, no de ruso, si no de Rousseau. Es mi necesidad de buscar paz, sosiego. Me gusta la naturaleza. En un lugar donde no haya ruido disfruto más la lectura, quizás hasta se me ocurre una idea para escribir.” Y hace mucho tiempo que no escribe. Tanto silencio por parte del poeta ha dejado una traza de inquietudes a lo largo de este país. Unos se preguntan: ¿Se habrá muerto?, y el poeta duda pensativo: “¡Se habrá muerto!”. Otros quieren saber: ¿Se habrá ido del país?, y aún más pensativo, subraya: “¡Sí señor! Se habrá ido del país.”
Equívocos como en un vodevil. Si allí está, o por ahí va, o aquí estuvo. Lo más fácil del difícil mundo de Delfín Prats es encontrarle, verle, hablarle en los últimos tiempos. “Ahora mismo estoy tratando de empezar a trabajar en la promotora literaria Pedro Ortiz. Intento realizar una labor más relacionada con la literatura.”, afirma. Uno duda, ¿cómo es posible que un poeta como él se haya apartado de las palabras, de la creación? -“Yo a veces quisiera estar escribiendo porque sería una válvula de escape; pero…tengo mucho miedo. Como considero logrados algunos de mis poemas, de pronto empezar a escribir… y que eso que escriba no quede al nivel de lo logrado. No quisiera escribir dentro de una retórica, tampoco volver a repetir mis viejos aciertos.” -“En los últimos años no he producido ningún libro, pero vamos a confiar que en el futuro sí se produzca algo.”, confiesa…
Delfín Prats manifiesta simpatía por la obra de Gastón Baquero. ¿Coincidieron en alguna ocasión? -“Durante el encuentro de poesía La Isla entera coordinado por el Instituto de Cooperación Iberoamericana de Madrid. Era un momento en el cual estaban presentes Pablo Armando, César, Heberto, Gastón Baquero. Todo el mundo presentó una ponencia en esa reunión, que fue poética sobre todas las cosas. Entonces coincidí con Gastón en un estanquillo de revistas. Iba con Reina Maria Rodríguez en un auto, que manejaba un amigo de ella cuando dijeron ellos: Mira a Gastón. Estaba en un estanquillo de revista. Bajé para despedirme. Le dije: Maestro, ya me voy; y él me compró el diario El país y me lo regaló. No tuve una larga conversaciones con él, debí haber aprovechado el momento, pero no soy periodista…” Su admiración por Gastón Baquero le hace decir más: “Gastón se quedó sin grandes premios.” “Gastón merecía el Cervantes. Dulce Maria también era merecedora del premio porque hay una trayectoria en Dulce Maria interesante, la vida que vivió, el hecho de representar algo así como el país.”
Otro de los momentos, junto con aquella publicación de Lenguaje de mudos, más controversiales en la vida de Delfín Prats se relaciona precisamente con un antiguo amigo, el escritor holguinero Reinaldo Arenas. Arenas convirtió a Prats en personaje de alguna de sus obras, entre ellas, quizás la de mayor renombre, sus memorias, Antes que anochezca. -“Amigo es una noción excesiva cuando se habla de Arenas, sabido es que rechazaba el amor y la amistad, se jactaba de utilizar a las personas tanto para fines literarios como extraliterarios. El personaje que crea Arenas es exagerado si se compara con el muchacho que yo fui. Un muchacho mucho más inocente, mucho más ingenuo que el personaje de ficción. No es que quiera defenderme ahora, pero yo era un romántico, uno que ballaguianamente se paseaba «con el ombligo al viento» por playas y tugurios. Reinaldo es un gran fabulador y entonces, a partir de los elementos más triviales construía una cosa novelesca. Las peripecias que me atribuyó fueron tremendas. En su escritura todo está hiperbolizado. Esa es la gran virtud del libro que has citado. Como testimonio su escritura falla, como literatura de ficción no. ¡Cómo supo ficcionar todos aquellos años! Aquellos viajes en tren, donde hay cierta dosis de verdad. Es cierto que nosotros cogimos más de una vez el tren aquel en el que ibas de pie entre un tumulto de seres más que generosos, pero en ese tren no se podían hacer aquellas cosas que describe, delante de todo el mundo. Por mucho que uno quisiera, aunque tuvieses el partenaire disponible, no podía. He leído el libro muchas veces y me entretengo muchísimo.”
*Fragmento de la entrevista publicada en la revista cubana La gaceta de Cuba. No 3. Mayo-junio. 2006 Fotos: Kaloian Santos Cabrera
Poeta holguinero Delfín Prats: Maestro de Juventudes
Por Leandro Estupiñán
Delfín Prats parece ajeno a los acontecimientos. Sin embargo, este domingo llegó a La Habana para recoger el máximo premio que entrega la Asociación Hermanos Saíz (AHS): Maestro de juventudes, a propósito de la Jornada por el día de la Cultura Nacional que han preparado las distintas asociaciones de escritores y artistas, juntos al Ministerio de Cultura.
Dicen que Abel Prieto, Ministro de Cultura, se entusiasmó al ver el nombre del poeta en una nómina donde, también, se encuentran prestigiosos intelectuales como Luis Carbonell, Teresita Fernández, Rogelio Martínez Furé, Antonia Luisa Cabal y Fernando Pérez. El reconocimiento al holguinero es un acto de justicia con el autor de “Lenguaje de Mudos”, poemario ganador del David, en 1968.
Prats (Holguín, 1945) es un hombre sencillo, tercamente metido en un mundo del que se encarga de volver constantemente. Vive en el reparto Pueblo Nuevo, labora en el Centro de Promoción Literaria Pedro Ortiz y. aunque es autor de unos cuatro libros de poesía, dos de cuento e igual número de antologías, su calidad poética ha merecido la atención de público y crítica.
Delfín Prats parece ajeno a los acontecimientos. Sin embargo, este domingo llegó a La Habana para recoger el máximo premio que entrega la Asociación Hermanos Saíz (AHS): Maestro de juventudes, a propósito de la Jornada por el día de la Cultura Nacional que han preparado las distintas asociaciones de escritores y artistas, juntos al Ministerio de Cultura.
Dicen que Abel Prieto, Ministro de Cultura, se entusiasmó al ver el nombre del poeta en una nómina donde, también, se encuentran prestigiosos intelectuales como Luis Carbonell, Teresita Fernández, Rogelio Martínez Furé, Antonia Luisa Cabal y Fernando Pérez. El reconocimiento al holguinero es un acto de justicia con el autor de “Lenguaje de Mudos”, poemario ganador del David, en 1968.
Luis Morlote, presidente de la Asociación Hermanos Saíz entrega a Delfín Prats el título que lo designa Maestro de Juventudes
Prats (Holguín, 1945) es un hombre sencillo, tercamente metido en un mundo del que se encarga de volver constantemente. Vive en el reparto Pueblo Nuevo, labora en el Centro de Promoción Literaria Pedro Ortiz y. aunque es autor de unos cuatro libros de poesía, dos de cuento e igual número de antologías, su calidad poética ha merecido la atención de público y crítica.
Su carrera literaria comenzó después de licenciarse en Idioma Ruso por la Universidad de Moscú. Para entonces, laboraba como traductor en diferentes instituciones habaneras y, luego, de su ciudad natal.
Durante su estancia en la capital cubana publicó sus primeros poemas en la revista La Gaceta de Cuba, dirigida por Nicolás Guillén y comenzó a relacionarse con grupos de escritores y poetas que tenían su refugio en la noche habanera de los sesenta.
Al volver a Holguín comienzan sus relaciones con el movimiento cultural en ascenso de la ciudad oriental con nombres de valía como Pedro Ortiz, Carlos Jesús García, Alejandro Querejeta, Lourdes González y Lalita Curbelo, entre otros.
Entre los premios que ostenta por su obra se destacan el David, el Premio de la Ciudad de Holguín (1991) y el de la crítica (1987), sin contar homenajes y estudios que ha merecido su obra. El escritor Ronel González mantiene inédito su libro-ensayo: “Delfín Prats en su temida polisemia”.
El premio Maestro de Juventudes, también entregado a personalidades como Alfredo Guevara, es sin dudas un acto de justicia. No sólo por soporíferos días que le tocaron décadas atrás, sino porque él mismo necesita electrochoques de este tipo de vez en cuando.
Sin dudas, su fuerza poética y su propia sencillez le han convertido en una figura vital en el auge experimentado por la literatura en holguinera en los últimos tiempos.
Tan cardinal ha sido su influencia que se especula con la realización de un mural, en uno de los dos edificios más altos de la ciudad, para su poema “Humanidad”, el más conocido de todos los suyos, quizás, y el que revela del poeta la esencia más comprometida con su especie.
La poesía y el ser en un instante exacto
Fotorreportaje de Kaloian Santos Cabrera
A sus sesenta años, el poeta Delfín Prats pasa sus días inmerso en una pequeña casa de la ciudad de Holguín, rodeado de tres sillas, una cama personal, un tocadiscos para escuchar la radio, una bicicleta cubana, unos mapas pegados a las paredes de color azul y su gato Amarillo. También conforman ahora su espacio la promotora literaria Pedro Ortiz y algunas presentaciones de libros.
Gracias a las inquietudes literarias del buen amigo y periodista Leandro Estupiñán, llegué hasta Pueblo Nuevo (así se llama el reparto donde vive Delfín) para hacerle fotos al bardo para una entrevista --o mejor una plática afable.
Delfín, aún desde un barrio periférico donde reina el ruido que "me molesta mucho porque me aburro", y donde no conserva libros (ni los suyos propios) al no ser el de turno que este leyendo, es cosmopolita. Menudo contraste con la escena donde actúa.
Su definición de sí mismo: "Yo nunca he cultivado la literatura profesionalmente, por lo tanto no hay razón para considerarme un escritor. Cuando han venido los poemas, los he escrito. Cuando me los han pedido para su publicación, los he entregado. Cuando los he visto aparecer en antologías, me he sentido satisfecho. Nunca he cultivado la poesía, no he aprendido a rimar ni a medir, ni a valerme de recursos retóricos propios de este arte. Si he dado en el clavo ha sido de chiripa. Por lo tanto no hay razón para considerarme un poeta. Y como no soy miembro de cofradía literaria alguna, ni estoy insertado en los medios culturales de Madrid, Roma, Perú, Londres o Ciudad México, no hay razón para encasquetarme el sombrerito de intelectual. En realidad convendría aplicarme el calificativo de 'vate', si la palabra no tuviera connotaciones de una brutalidad y una vanidad desconcertante. O de 'nabí', pero es regla que nadie lo es en su tiempo y espacio."
Más, en una reciente antología publicada en Cuba Literaria nombrada Cien poetas cubanos, encontré sobre Prats: "Su poesía participa del aliento testimonial de su tiempo, del tono conversacional común a su promoción, pero agrega la problematicidad biográfica, la mirada transida del mundo, cierto temor que no llega al tono elegíaco, la duda más que la afirmación rotunda. Su sinceridad no es, sin embargo, expresividad descarnada del acontecimiento vital, porque prefiere usar la gasa estética que cubre la realidad."
No es de extrañar que muchas voces autorizadas en el tema consideren a Prats como uno de los más talentosos de su época en la nación cubana. Tampoco debe caber la menor duda de lo anterior, hasta para quienes no están al tanto de la historia de los versos en esta Isla con solo leer:
NO VUELVAS A LOS LUGARES DONDE FUISTE FELIZ
No vuelvas a los lugares donde fuiste feliz.
Ese mar de las arenas negras
donde sus ojos se abrieron al asombro
fue sólo una invención de la nostalgia.
Extraviado en medio de la noche
no puedes recordar;
has perdido los senderos del sueño
y despiertas buscándolo en el ocio
y el juego de los soldados y su lengua,
extraña a tus oídos, había sido para él
un descubrimiento en este día hecho
para creer en la memoria de ambos
como las montañas que entonces los rodearon.
Di adiós a los paisajes donde fuiste feliz.
Vive la plenitud de la soledad
en el primer instante
en que asumes la separación,
como si ya su estatua
en ti elevada por el amor,
para la eternidad fuera esculpida
contra el cielo de aquella isla,
contra sus ojos, más grandes
y más pavorosos que el silencio.
Y es que poder conversar con él e intuir que fluye una amalgama universal de culturas es una sensación inusitada.
Con los que comentamos que habíamos estado entrevistando a Delfín y le conocían, nos miraban como si hubiésemos alcanzado el Olimpo.
Se lee en la entrevista ya referida, a publicarse próximamente en La Gaceta de Cuba: "Hace mucho tiempo que no escribe. Tanto silencio ha dejado una traza de inquietudes a lo largo de este país. Unos se preguntan, ¿Se habrá muerto?, y el poeta repite pensativo, '¡Se habrá muerto!'. Otros quieren saber, '¿Se habrá ido del país?', y el poeta aún más pensativo, subraya, '¡Sí señor! Se habrá ido del país '. Equívocos como en un vodevil. Si allí está, o por ahí va, o aquí estuvo. Lo más fácil del difícil mundo de Delfín Prats es encontrarle, verle, hablarle en los últimos tiempos."
Y uno duda, ¿cómo es posible que un poeta como él se haya apartado de las palabras, de la creación?
"Yo a veces quisiera estar escribiendo porque sería una válvula de escape; pero tengo mucho miedo. Como considero logrados algunos de mis poemas, de pronto empezar a escribir, y que eso que escriba no sirva. No quisiera escribir dentro de una retórica, tampoco volver a repetir mis mismos logros."
Habla de trece poemas nacidos al fragor de la bohemia habanera de los años sesenta del siglo pasado, contenidos en un libro bajo el título Lenguaje de Mudos (Ediciones Unión, La Habana, 1968), ganador del premio David.
También los recopilados en Para festejar el ascenso de Ícaro (Ediciones Unión, La Habana, 1987), premio de la Crítica, otorgado por las editoriales y el Ministerio de Cultura a las diez obras más representativas del año 1988.
Ahora queda el poeta a merced de las instantáneas. Trato de que fluya un encuentro donde se funden en un instante exacto la poesía y el ser.
14 de noviembre de 2009
La ruta del Chan Chan.
Tomado de http://cubavistaalasseis.blogspot.com/2009/11/una-ruta-surrealista-la-ruta-del-son.html
foto:lázaro wilson
Una canción despertó en algunos holguineros la iniciativa. Si el legendario Compay Segundo había inmortalizado un camino por el que los bardos y bohemios se desplazaban para enriquecer su acervo mediante el intercambio, ¿por qué no hacerle un homenaje y, a la vez, aprovechar el camino ya conocido en el mundo para abrir una ruta que muestre idiosincrasia, y una Cuba menos folclórica?
Creo, que le escuché la idea por primera vez a Richard Ronda, en medio de unas Romerías de Mayo, cuando trabajaba en su organización junto a Alexis Triana. Pero, fue este, el sábado 7, quien dio el primer paso para la materialización de un proyecto ambicioso, porque engarza varias tradiciones culturales desde un nombre genérico: La Ruta del Son. “Puede parecer utópico”, dijo Triana frente al Edificio de La Periquera, “el kilómetro cero”, según una arenga al universo para exhortarle a emprender este camino que iniciaríamos. Inmediatamente la caravana inició el periplo de cientos de kilómetros. Pretendía revivir mitos, casi mágicos, como los de la Virgen del Cobre, atestiguar costumbres de los cubanos asentados en los campos y ser partícipes de un itinerario peculiar.
Tres guaguas, un par de autos ligeros, un camión y una manada de motos antiguas, trazaron la ruta de lo que, luego, podrá convertirse en un derrotero marcado en mapas de turistas, aventureros o seguidores de una tradición casi extinta hoy: la bohemia y ese valorar la cultura desde lo cotidiano, desde lo que nos rodea, desde las cosas que por común nos parecen ordinarias, auque en verdad son poseedoras de una carga de tremendo valor, subrayado por la novedad y la nostalgia.
Las motos (Harley-Davinson, BCA-500, 300, Triunfo, MZ, de 1944 la más antigua) eran conducidas por hombres del Club LAMA (Asociación Internacional de Motociclistas Latinoamericanos), una sociedad que tiene como objetivo primordial el amor a este tipo de vehículo y la disciplina. Así, un puñado de motocicletas rugientes y motoristas campechanos, con chalecos negros y pañoletas en la cabeza, fueron la punta de la manada.
El primer alto ocurrió en Santa Lucía, debajo de una Ceiba, en el parque “de los creadores”, como le dicen a un paseo hecho con piezas de lo que fuera el Central Rafael Freire. Allí, el cuarteto Sueño Real interpretó un tema repetido luego pueblo tras pueblo: “El Chan Chan”, porque La Ruta del Son incluye la Ruta del Chan Chan, pero esa llegó un poco después. Antes, la caravana, desafiando campos pintados con el espléndido color de noviembre, haría unas cinco paradas más. En el Chorro de Maíta, fue la siguiente, el Museo y la Aldea Taina, que recrea la vida de los primeros moradores de estas tierras, nos recibió dadivosamente. Allí, alcancé una replica de la deidad Yucaho Bagua Morocote, una especie de dios de la yuca y el mar.
Alexis Triana, director provincial de Cultura, habla en todos los lugares. Explica el objetivo de la ruta y su importancia cultural. Entre los caravanistas hay un italiano que ha promovido un disco, inspirado en la ciudad de Holguín. Una pareja de mexicanos aprovecha las paradas para tomarse fotografías y mezclarse con los músicos o grupos folclóricos, como el Proyecto Cultural Guateque La Parranda y el grupo musical Rechiva del son que, en Banes, escenificó una escena con pelea de gallos incluida.
Mientras transcurre el espectáculo, en las puertas del Museo indo-cubano Baní, “el único de su tipo del Caribe” (dice una trabajadora) converso con Yurisay Pérez Nakao, investigadora con quien compartí una estancia en La Habana durante la pasada Feria del Libro. Ambos presentábamos libro. El de ella: Inmigración española, jamaiquina y árabe a Banes: historia, cultura y tradiciones. A la carrera, le vuelvo a entregar mi teléfono. Ella me regala una tarjeta con sus datos. “Vaya”, le dijo: “Ya tienes tarjeta”. Ríe. A su lado, un animalejo conservado en formol resulta la atracción para muchos.
Sobre el mediodía, estábamos en Antilla, “tierra de leyendas”, dijeron por unos bafles situados frente al mar, junto a la ermita donde estuvo la Virgen de la Caridad, hoy del Cobre. Hubo toque de tambor. Un vecino miraba extrañado la concentración y se quejó en mi oreja: “Uno no se entera de nada. Ni en su cuadra”. Lo dijo porque la representación cultural ocurría en la esquina opuesta a su vivienda. Ante sus ojos, bailó la rueda de casino Holguín Forever y a la moto que había llegado la noche anterior desde Camagüey le colocaron una bandera.
En todas las paradas lo hacían: Una bandera para cada motocicleta y, después, las banderas repicaban el aire y daban una imagen multicolor a nuestro viaje. La siguiente parada fue en Báguano: pleno carnaval, multitudes en las calles, el central López-Peña con su chimenea gigante, parado, cerrado, como Gulliver tumbado en la tierra de los enanos. Aquí estuvo por primera vez la Virgen del Cobre, dijo un hombre. Estábamos ya en Barajagua. Recto, la carretera lleva a Mayarí, pero antes debimos desviarnos para visitar Alto Cedro.
Ahora sí: La Ruta del Chan Chan, la que inmortalizó Campay Segundo. En el pueblo, atravesado por una línea ferroviaria, el septeto Aire cubano tocaba. Todo el mundo se había reunido en la Terminal. Había tanta gente, tan entusiasta, que de haber colocado un video en YouTube cualquiera habría creído presenciar la resucitación de Michael Jacson, pero no: era un hombre del lugar quien, simulando a Compay Segundo, era comprimido por una multitud que coreaba cadenciosamente: “Compay, Compay”.
Una viejita de 86 años me confesó que el acontecimiento parecía el más grande, en años. Alto Cedro es tan lejano, tan olvidado que, sin dudas, la visita fue gratificante para los vecinos. La Ruta, para el pueblo puede ser volver a vivir, existir, y con orgullo. La intención cultural intenta hacerlo seriamente. Por eso, la tarja colocada dice: “Aquí comienza la Ruta del Chan Chan”. Lo sabemos, sigue en Marcané, Cueto y, finalmente: Mayarí.
Ya de noche, hubo representación artística y jolgorio: baile, tragafuegos, claves, repentistas y hasta una banda municipal en el Boulevard de Cueto. En Mayarí, casi a las once de la noche, la gente estaba revuelta. Vivía la XX edición del Festival del Son, un encuentro de Agrupaciones Soneras que reúne orquestas de primera línea junto a los anfitriones: Los Tainos de Mayarí. El final del recorrido fue allí, a pocos metros de la Plaza Central donde a esa hora la muchedumbre se divertía.
De vuelta, la cosa fue menos divertida. El cansancio golpeaba como un boxeador profesional. La caravana iba en silencio. Los policías de la motorizada, que nos acompañaron durante la jornada, se retiraban en silencio. Los motoristas de las Harley-Davinson, BCA-500…esperaron unos minutos antes de salir. Quien nos vio regresar no nos hubiera conocido. Horas antes, éramos una culebra que amplificaba sones sin parar, gracias a un altavoz amarrado en el techo de un auto. A media noche éramos reflexión, como la caballería que vuelve de las cruzadas con la mente puesta en lo que ha hecho.
foto:lázaro wilson
Una canción despertó en algunos holguineros la iniciativa. Si el legendario Compay Segundo había inmortalizado un camino por el que los bardos y bohemios se desplazaban para enriquecer su acervo mediante el intercambio, ¿por qué no hacerle un homenaje y, a la vez, aprovechar el camino ya conocido en el mundo para abrir una ruta que muestre idiosincrasia, y una Cuba menos folclórica?
Creo, que le escuché la idea por primera vez a Richard Ronda, en medio de unas Romerías de Mayo, cuando trabajaba en su organización junto a Alexis Triana. Pero, fue este, el sábado 7, quien dio el primer paso para la materialización de un proyecto ambicioso, porque engarza varias tradiciones culturales desde un nombre genérico: La Ruta del Son. “Puede parecer utópico”, dijo Triana frente al Edificio de La Periquera, “el kilómetro cero”, según una arenga al universo para exhortarle a emprender este camino que iniciaríamos. Inmediatamente la caravana inició el periplo de cientos de kilómetros. Pretendía revivir mitos, casi mágicos, como los de la Virgen del Cobre, atestiguar costumbres de los cubanos asentados en los campos y ser partícipes de un itinerario peculiar.
Tres guaguas, un par de autos ligeros, un camión y una manada de motos antiguas, trazaron la ruta de lo que, luego, podrá convertirse en un derrotero marcado en mapas de turistas, aventureros o seguidores de una tradición casi extinta hoy: la bohemia y ese valorar la cultura desde lo cotidiano, desde lo que nos rodea, desde las cosas que por común nos parecen ordinarias, auque en verdad son poseedoras de una carga de tremendo valor, subrayado por la novedad y la nostalgia.
Las motos (Harley-Davinson, BCA-500, 300, Triunfo, MZ, de 1944 la más antigua) eran conducidas por hombres del Club LAMA (Asociación Internacional de Motociclistas Latinoamericanos), una sociedad que tiene como objetivo primordial el amor a este tipo de vehículo y la disciplina. Así, un puñado de motocicletas rugientes y motoristas campechanos, con chalecos negros y pañoletas en la cabeza, fueron la punta de la manada.
El primer alto ocurrió en Santa Lucía, debajo de una Ceiba, en el parque “de los creadores”, como le dicen a un paseo hecho con piezas de lo que fuera el Central Rafael Freire. Allí, el cuarteto Sueño Real interpretó un tema repetido luego pueblo tras pueblo: “El Chan Chan”, porque La Ruta del Son incluye la Ruta del Chan Chan, pero esa llegó un poco después. Antes, la caravana, desafiando campos pintados con el espléndido color de noviembre, haría unas cinco paradas más. En el Chorro de Maíta, fue la siguiente, el Museo y la Aldea Taina, que recrea la vida de los primeros moradores de estas tierras, nos recibió dadivosamente. Allí, alcancé una replica de la deidad Yucaho Bagua Morocote, una especie de dios de la yuca y el mar.
Alexis Triana, director provincial de Cultura, habla en todos los lugares. Explica el objetivo de la ruta y su importancia cultural. Entre los caravanistas hay un italiano que ha promovido un disco, inspirado en la ciudad de Holguín. Una pareja de mexicanos aprovecha las paradas para tomarse fotografías y mezclarse con los músicos o grupos folclóricos, como el Proyecto Cultural Guateque La Parranda y el grupo musical Rechiva del son que, en Banes, escenificó una escena con pelea de gallos incluida.
Mientras transcurre el espectáculo, en las puertas del Museo indo-cubano Baní, “el único de su tipo del Caribe” (dice una trabajadora) converso con Yurisay Pérez Nakao, investigadora con quien compartí una estancia en La Habana durante la pasada Feria del Libro. Ambos presentábamos libro. El de ella: Inmigración española, jamaiquina y árabe a Banes: historia, cultura y tradiciones. A la carrera, le vuelvo a entregar mi teléfono. Ella me regala una tarjeta con sus datos. “Vaya”, le dijo: “Ya tienes tarjeta”. Ríe. A su lado, un animalejo conservado en formol resulta la atracción para muchos.
Sobre el mediodía, estábamos en Antilla, “tierra de leyendas”, dijeron por unos bafles situados frente al mar, junto a la ermita donde estuvo la Virgen de la Caridad, hoy del Cobre. Hubo toque de tambor. Un vecino miraba extrañado la concentración y se quejó en mi oreja: “Uno no se entera de nada. Ni en su cuadra”. Lo dijo porque la representación cultural ocurría en la esquina opuesta a su vivienda. Ante sus ojos, bailó la rueda de casino Holguín Forever y a la moto que había llegado la noche anterior desde Camagüey le colocaron una bandera.
En todas las paradas lo hacían: Una bandera para cada motocicleta y, después, las banderas repicaban el aire y daban una imagen multicolor a nuestro viaje. La siguiente parada fue en Báguano: pleno carnaval, multitudes en las calles, el central López-Peña con su chimenea gigante, parado, cerrado, como Gulliver tumbado en la tierra de los enanos. Aquí estuvo por primera vez la Virgen del Cobre, dijo un hombre. Estábamos ya en Barajagua. Recto, la carretera lleva a Mayarí, pero antes debimos desviarnos para visitar Alto Cedro.
Ahora sí: La Ruta del Chan Chan, la que inmortalizó Campay Segundo. En el pueblo, atravesado por una línea ferroviaria, el septeto Aire cubano tocaba. Todo el mundo se había reunido en la Terminal. Había tanta gente, tan entusiasta, que de haber colocado un video en YouTube cualquiera habría creído presenciar la resucitación de Michael Jacson, pero no: era un hombre del lugar quien, simulando a Compay Segundo, era comprimido por una multitud que coreaba cadenciosamente: “Compay, Compay”.
Una viejita de 86 años me confesó que el acontecimiento parecía el más grande, en años. Alto Cedro es tan lejano, tan olvidado que, sin dudas, la visita fue gratificante para los vecinos. La Ruta, para el pueblo puede ser volver a vivir, existir, y con orgullo. La intención cultural intenta hacerlo seriamente. Por eso, la tarja colocada dice: “Aquí comienza la Ruta del Chan Chan”. Lo sabemos, sigue en Marcané, Cueto y, finalmente: Mayarí.
Ya de noche, hubo representación artística y jolgorio: baile, tragafuegos, claves, repentistas y hasta una banda municipal en el Boulevard de Cueto. En Mayarí, casi a las once de la noche, la gente estaba revuelta. Vivía la XX edición del Festival del Son, un encuentro de Agrupaciones Soneras que reúne orquestas de primera línea junto a los anfitriones: Los Tainos de Mayarí. El final del recorrido fue allí, a pocos metros de la Plaza Central donde a esa hora la muchedumbre se divertía.
De vuelta, la cosa fue menos divertida. El cansancio golpeaba como un boxeador profesional. La caravana iba en silencio. Los policías de la motorizada, que nos acompañaron durante la jornada, se retiraban en silencio. Los motoristas de las Harley-Davinson, BCA-500…esperaron unos minutos antes de salir. Quien nos vio regresar no nos hubiera conocido. Horas antes, éramos una culebra que amplificaba sones sin parar, gracias a un altavoz amarrado en el techo de un auto. A media noche éramos reflexión, como la caballería que vuelve de las cruzadas con la mente puesta en lo que ha hecho.
LETRA DEL CHAN CHAN.
Autor: Compay Segundo
De alto cedro voy para marcané
llego a cueto, voy para mayarí
El cariño que te tengo
no te lo puedo negar
se me sale la babita
yo no lo puedo evitar
Cuando juanica y chan chan
en el mar cernían arena
como sacudía el jibe
a chan chan le daba pena
Limpia el camino de paja
que yo me quiero sentar
en aquél tronco que veo
y así no puedo llegar
De alto cedro voy para marcané
llegó a cueto voy para mayarí