13.- Procuraron las Autoridades de Holguín mantener en alto el nivel sanitario de la Municipalidad y la conservación de la salud pública, siendo por ello frecuentes los Bandos dictados sobre esa materia. Así están el de mantener limpias las calles, las que debían barrerse por los vecinos todos los días y regarlas con agua limpia una hora antes del amanecer; sobre la prohibición de arrojar basura a las calles, así como las aguas pestilentes; sobre la limpieza de los solares yermos; sobre la higiene en los hogares; el entierro de los animales muertos fuera de la Ciudad; el no poder lavarse la ropa sucia en los ríos “Jigüe” y “Marañón”, lo que tenía que hacerse en bateas, procurando que el agua sucia no llegase de nuevo a los ríos: el de no poder bañar los caballos en los ríos “Jigüe” y “Marañón” en los meses de verano que era cuando estaban destinados a los baños de caballeros y de las damas…
Igual, prohibieron ejercer el arte de la medicina a los que no tuvieran título y la previa autorización del Gobierno y también prohibieron ejercer la medicina a los facultativos viciosos o que tuvieran tendencia a la bebida, recomendando al público que no llevasen sus enfermos ante ellos. Y lo mismo prohibieron con los boticarios, fijando sanciones a tales facultativos por los yerros cometidos en tales condiciones (borrachos) con los enfermos o con las medicinas vendidas.
Daban a conocer al público el nombre de los facultativos autorizados para ejercer la medicina en la Ciudad y su Jurisdicción, uno de ellos, don Luis Jomarrón fue designado Vocal de la Junta de Sanidad por su buen nombre. Otro, el Licenciado Juan Buch Rodríguez, que llegó a ser una prestigiosa figura en la municipalidad, fue nombrado Vacunador Oficial Gratuito. Y asimismo otros nombres fueron los de Juan Fernández Proenza, Antonio María Valenzuelas de Venegas, José Grimani Borbota, Francisco Liborio Montero Angulo, este un bayamés de cuatro pies y dos pulgadas de altura, pelo y cejas muy negras, ojos pardos, lunar en el carrillo derecho, poca barba, color de piel rosado y católico, y como él y los otros, Domingo Vázquez y Manuel Castellanos, e incluso, un tal Mateo Maldonado, que carecía de título pero gozaba del favor del público y del apoyo de las autoridades por sus múltiples aciertos. Favor el anterior que no pudo lograr un tal José Ramírez, no obstante tener sus papeles que probaban haber ejercido la medicina en la Habana con aciertos conocidos.
Los médicos, al extender sus recetas, tenían que verificarlo en castellano y sin abreviaturas, y caso de no ser así, los Boticarios podían negarse a despacharlas y entregar la receta a las autoridades.
Las recetas despachadas eran archivadas por las Autoridades, y las Boticas eran inspeccionadas cada cuatro meses “o cuando hubiere recelo”. Solo las Boticas autorizadas podían vender al público los productos venenosos y las medicinas peligrosas, y asimismo las Autoridades dieron a conocer que podían abrir Botica en Holguín don Lorenzo de la Sera, don José Ramón Rosabal y don Miguel Ángel Serrano, los que mensualmente y de acuerdo con el Cabildo, despacharían medicinas a los indigentes y a los presos de la Real Cárcel, y así sería por Acuerdo tomado por el Cabildo a petición del boticario Miguel Ángel Serrano, tocándole a partir de ese acuerdo el mes de noviembre de 1833 a Serrano, el mes de diciembre de 1833 a Rosabal y el mes de enero de 1834 a de Sera.
Para el historiador holguinero Juan Albanés Martínez, el primero en tener Botica en Holguín lo fue Nazario de Mendoza, quien abrió su negocio en 3 de abril de 1803. Y el segundo lo fue don Manuel Carvajal, fallecido en 1811, y, según la misma fuente, está entre los tres primeros don Tadeo Maldonado.
En el año de 1834 presentó al Cabildo su nombramiento de Visitador de farmacias y de Subdelegado de la Junta de Farmacias, don Miguel Lorenzo Serrano, constando en Acta del cabildo que todas las Boticas de Holguín estaban bien surtidas, destacándose entre ellas la de Miguel Lorenzo Serrano por “el aseo, surtido, esmero, laboratorio químico y demás necesarios”.
Tuvieron las Autoridades de Holguín conocimiento de la Vacuna introducida en Santiago de Cuba por el francés Vignaud, la que trajeron a la ciudad de Holguín, y designando el Cabildo como vacunador Oficial al Licenciado Juan Buch Rodríguez. Incluso a Buch le cupo el honor de haber podido enviar a la Ciudad de Santiago de Cuba vidrios cargados de vacunas, tal como consta en Actas de aquel Cabildo y así igual el agradecimiento de esa Ciudad por la vacuna recibida de la “cual dependía la salud pública”. También (y está recogido en Actas de Santiago de Cuba), Buch llevó a aquella ciudad dos niños de Holguín que habían sido vacunados y que sirvieron para propagar lo bueno que era vacunarse.
El Cabildo de Holguín luchó por evitar los estragos del Cólera Morbo Asiático en la Municipalidad, estableciendo un cordón sanitario con puestos fijos al mando de los militares y casas de cuarentena en los que se ponían en observación los llegados de zonas infestadas, una de ella, según consta, en el Puerto de Banes “por lo concurrido que era por el comercio clandestino que por esa bahía se hacía”. Las cuarentenas establecidas eran sumamente rigurosas, tanto para las personas como para las embarcaciones, siendo muchos los Bandos dictados, unos para evitar su introducción en Holguín, otros su propagación. Eran las Cuarentenas a base del aislamiento, ventilación, fumigación del “espurgo” (sic) de los cargamentos, que realizaban de acuerdo con las orientaciones de la Junta de Sanidad, que eran de todos conocidas y en especial el método de Juan Francisco Calcagño, publicado en el “Noticiero Comercial de Santiago de Cuba” en 13 de abril de 1833. La aplicación de tales métodos y la energía desplegada por el Cabildo holguinero hizo posible que en la Municipalidad Holguinera no se propagase el Cólera, y, en especial, en la Ciudad de Holguín, al ordenar sus Autoridades una limpieza total de los solares yermos, así como de las casas, quemando los matorrales y basureros… y, según el historiador Albanés, para evitarla hicieron fogatas en las cimas de las lomas que rodean a la Ciudad de Holguín y obligando a las personas que mantuvieran colgado del cuello y saquito conteniendo alcanfor y beber un preparado a base de alcohol de cuarenta grados en cantidad de seis onzas por una de alcanfor, que todas las mañanas se tomaba en gotas, de una a cinco, en ayunas.
Según el Cabildo, los síntomas de la enfermedad eran los siguientes: “ojos hundidos, fisonomía descompuesta, gran angustia, mucha sed, vómitos y evacuaciones blanquecinas, pulso perdido, postración completa y sudor frío en la frente”.
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