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18 de julio de 2018

José Francisco Martí y Zayas Bazán y los holguineros



Por: María Julia Guerra y Edith Santos

Porque es necesario que ese hijo mío, sobre todas las cosas de la tierra, y a par de las del cielo, y ¡sobre las del cielo!, amado; -ese hijo mío a quien no hemos de llamar José sino Ismael –no sufra lo que yo he sufrido.
                                                                                   José Martí
Martí y su hijo, 1881
Las relaciones de José Martí con Holguín y los holguineros se prolongaron  más allá de su muerte. Su hijo José Francisco Martí y Zayas Bazán sostuvo estrechos lazos con gente de ese lugar y más que con otro, con el Mayor General Calixto García Iñiguez.
Calixto conoció a Pepito Martí en Nueva York con cuando el niño tenía poco más de un año de su edad y siendo la una criaturita que el padre describió “(…) Tiene ojos profundos y frente ancha. Pero es, blando y sencillo, como a sus meses toca”[1]. 
En marzo de 1897 se encontraba el general García en Las Canoas, cerca de Baire, cuando recibe el aviso de que el general Carlos Roloff ha llegado a Cuba por la zona de Banes con una expedición. Sin perder tiempo el Jefe Militar de Oriente durante la guerra organizada por Martí ordena marchar hacia el lugar. Al llegar encuentra que con Roloff habían llegado a la guerra el capitán de artillería Alfonso Migaux, de nacionalidad francesa, y otros especialistas en el manejo de cañones, el doctor habanero Enrique Núñez de Villavicencio, quien desde entonces sería el médico personal de Calixto, y José Francisco Martí y Zayas Bazán, (el Ismaelillo), el hijo de Martí.
JOSÉ FRANCISCO MARTÍ Y ZAYAS-BAZÁN
El brigadier Carlos García Vélez, hijo de Calixto asegura que a su llegada, Pepito Martí traía una carta dirigida a su padre por Carmen Zayas Bazán “a mi padre que cita ningún historiador, le decía: le mando todo lo que tengo y que más amo, mi hijo. Hágamelo un hombre”[2].
Al joven lo nombró Calixto su ayudante de campo y siempre lo tuvo cerca, y como mismo a sus hijos hizo de él un gran combatiente. Bajo sus órdenes el Ismaelillo participó en el asalto y toma de Las Tunas (28-8-1897), donde operó un cañón de dinamita que le afectó seriamente los oídos, y asimismo en la toma de Guisa (29, 30-11-1897), en las acciones de Loma de Rejondón (1-2-1898) y en otras varias más.
Durante el tiempo que estuvo en la guerra el hijo de Martí tuvo relación directa con el territorio que ahora pertenece a la provincia de Holguín; por sus costas desembarcó y en su geografía estuvo en más de una ocasión: Mejías, Bijarú, Tacajó, Mala Noche, San Francisco, Las Mantecas, Guairajal, La Jerónima, La Caridad, Tacámara, Barajagua, Pontezuelo…Al terminar la guerra había alcanzado el grado de Capitán.
Cuando terminó la guerra, desde Gibara donde estaba, Calixto le escribe a su esposa. En la misiva le narra los últimos combates y al final le dice: “Esta te la lleva Pepito Martí al que mando a reunir con su madre, pues nada hay que hacer aquí para él y quiero que la pobre Carmen tenga su hijo único a su lado, también mandé a Bernardo el hijo de Femando Figueredo. Los dos muchachos son de primera, Pepito es capitán y se lo ha ganado como bueno y Bernardo Teniente”.
A pesar de que peleó en los campos holguineros, el hijo de Martí nunca estuvo en la ciudad de Holguín hasta el 10 de abril de 1916 a participar en los actos de inauguración de las estatuas del general Calixto García en el parque que lleva su nombre, la del general Julio Grave de Peralta, en el que hasta entonces se llamó Martí y que en lo adelante llevó el nombre del holguinero, y el Monumento a los fusilados en las guerras de independencia, en el Carlos Manuel de Céspedes.En esa ocasión, José Francisco Martí y Zayas Bazán, con el grado de general, formó parte de la comitiva del presidente de la república y Mayor General del Ejército Libertador Mario García Menocal, en la que, además, estaban los generales Demetrio Castillo Duany, Carlos González Clavel, Enrique Collazo, Calixto García Enamorado, Remigio Marrero Álvarez, Mariano Torres Mora, Pedro Vázquez Hidalgo, Agustín Cebreco, Eusebio Hernández, Mariano Lora, Manuel Rodríguez Fuentes y Manuel Sanguily.
Datos biográficos de José Francisco Martí Zayas Bazán.
El hijo de José Martí en 1930
Nació en La Habana el 22 de noviembre de 1878. Su niñez transcurrió en Puerto Príncipe (Camagüey), junto a su madre Carmen Zayas Bazán. Cuando estalló la guerra organizada por su padre en 1895 estudiaba Leyes en la Universidad de La Habana.
Tras conocer la muerte de Martí el Ismaelillo va a los Estados Unidos en compañía de su madre. Se establecen en la localidad de FarRockaway, estado de Nueva Jersey.
Carmen Zayas Bazán confió la custodia del hijo al doctor Corruellas, con el deseo de que continuara sus estudios, pero lo que el joven hizo fue ir a Nueva York y enrolarse en la expedición que lo trajo a Cuba para pelear por la libertad de la Isla.
Concluida la guerra, José Francisco regresa a donde su madre, en norte américa de donde inmediatamente regresan y se establecen en La Habana. A la par que trabaja en laAduana y luego en una Biblioteca, continúa sus estudios.
Durante la segunda intervención norteamericana (septiembre de 1906-enero 1909) fue ayudante de campo del general estadounidense Taft y del Gobernador Provisional.
Luego ingresa en las Fuerzas Armadas. Ascendido a brigadier lo nombran jefe del Estado Mayor del Ejército. Durante la presidencia del general José Miguel Gómez se desempeña como jefe interino del ejército y en el gobierno del general Mario García Menocal, Secretario [Ministro] de Guerra y Marina.
Debido a su precaria salud cesa en el ejército y ya casado con María Teresa Bances y Fernández Criado, viaja al exterior por sugerencia de sus médicos.
En mayo de 1927 escribe una carta abierta a Ramón Vasconcelos, redactor de El País, aclarando y rectificando el artículo que este periodista escribió con el título “Valores actuales”, donde se le enjuiciaba.
“[…] debido a mi precaria salud me he visto obligado a ausentarme de mi país todos los años por prescripción facultativa, en época que ha coincidido siempre con el desarrollo de nuestras luchas políticas.
Si saca usted la cuenta verá que no me han quedado muchos años de mi vida disponibles para actuar en la vida pública de mi país.
No quiere esto decir que siempre, y desde que cesé en el servicio activo de las armas, y como cubano, haya dejado de interesarme profundamente en los sucesos políticos de mi país; que no haya sufrido con los errores, las ambiciones, las obcecaciones de unos y la indiferencia y egoísmo de otros que tantas horas de angustia, de dolor y luto han marcado las páginas de nuestra historia republicana, y que nos ha envuelto en el torbellino de pasiones que han puesto en peligro hasta nuestra vida como país independiente. Precisamente para mí no hay otro remedio a nuestros males que la depuración de nuestra vida política en todos los aspectos, y la educación más intensa, activa y frecuente de nuestros ciudadanos en el ejercicio de sus derechos y en el cumplimiento de sus deberes.
¡Tenemos que desarraigar tanta podredumbre, tanta audacia y tanto desprecio por nuestro pueblo!, acabar con esa oligarquía entronizada y encasquillada en privilegios y prebendas, romper esa muralla de intereses creados, que impiden todo paso hacia el mejoramiento de nuestra vida nacional en todos sus aspectos, social, político y económico; que desprecia a la opinión pública, o niega su existencia, y que ha llegado al convencimiento de que ni siquiera vale la pena de hacer la farsa de unas elecciones por encontrar el procedimiento más cómodo de prorrogarse en el poder, sabe Dios hasta cuándo.
Por eso me he unido a esos compatriotas que, prescindiendo de ambiciones personales, por legítimas que sean, con un espíritu noble y elevado, han olvidado las diferencias políticas que pudieran haberlos separado en otros días, y sobreponiendo el interés nacional a toda consideración, han iniciado un movimiento que lleva en sí la aspiración legítima y digna del pueblo cubano; de ser el árbitro de sus destinos recabando su soberanía, sobre la equivocada tendencia de imponer, aunque fuera para su propio bien, los hombres y los procedimientos que han de guiar sus destinos, suponiendo a priori, que esa es su voluntad y su deseo.
Ya sabe usted, señor Vasconcelos, cómo siente Pepito Martí, pues uso el diminutivo con que me conocían y cariñosamente me llamaban mis compañeros de armas en la manigua, y el apellido que creo haber sabido llevar con el decoro y respeto que exige ese nombre que pesa tanto.
Tengo para mí, sin embargo, la satisfacción del deber cumplido; fe y esperanza en la utilidad de la virtud y en el mejoramiento humano. Sé sobreponerme a los impulsos del amor propio, y esto no me impide tratar de ganarme la buena voluntad o, por lo menos, el respeto de un conciudadano como usted que sin conocerme personalmente, ignorando hechos que por lo menos debían inspirar consideración para un compatriota, cae en el mismo error que parece criticar: el de comparaciones, que siempre son odiosas, y que en este caso resulta cruel, porque se utiliza la gloria del padre para deprimir al hijo, que por lo menos supo, como lo quiso él, ‘estar en la ceja oscura, cara a cara al enemigo”[3].

Los restos de José Martí durante su exhumación en 1907. En la fotografía aparece el hijo del Apóstol levantando el sombrero
José Francisco actuó en la escena política al lado del general Mario G. Menocal; luego participó desde la oposición al régimen de Machado, y m’as tarde se afilió al Partido ABC, del que fue vicepresidente.
Padecía de una afección crónica pulmonar que se le agravó estando en Varadero. De allí lo trasladaron con urgencia a La Habana. Durante el viaje se le produjo un colapso cardíaco.Falleció el 24 de octubre de 1945.




[1]José Martí. Epistolario. Tomo 1, pp. 182-183/Carta a Manuel Mercado, Nueva York, 6 de mayo de 1880.
[2]Libro manuscrito de apuntes de Carlos García Vélez que se conserva en el Museo Casa Natal de Calixto García Iñiguez, Holguín, Cuba.
[3]Luis García Pascual. José Martí: documentos familiares,pp.313-314.

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