Andrés A. Aguilera Ricardo.
Doctor en Ciencias Jurídicas, fundador del grupo
musical Los Century.
De
las conversaciones con él guardo recuerdos gratos, pues siempre se aprendía.
Cuando se inauguró la Casa
de la Trova,
por ejemplo, invitamos a la legendaria Blanquita Becerra que por entonces
residía en Las Tunas. Concluida la actividad se produjo una discusión,
originada por la actitud de los choferes que exigían comer antes de llevar a
los invitados de regreso, luego de resolverse el asunto se me acercó y me dijo:
«Tú ves, mi tío tenía razón, él decía que en una discusión el que habla más
alto es el que está perdiendo». Esas palabras no las he olvidado nunca, incluso
ni en mi posterior vida profesional como jurista ¡qué razón tenía!
Siempre
fue un tipo pacífico pero con el que no se podía jugar. Cuando la evaluación
artística de 1980, cuya comisión provincial presidí, lo invité junto a Raúl
Camayd, Koko Leyva y otras personalidades a una reunión sobre el tema, que se
realizó en Santiago de Cuba. En el análisis de uno de los asuntos en debate,
cierto funcionario lo pone de ejemplo, refiriéndose a que el juglar esto, el juglar
lo otro, pero con cierta ironía. Él pidió la palabra y le respondió: «Yo soy un
juglar para mis amigos y el pueblo que me admira, pero para los mal
intencionados como tú, no soy un juglar sino un jaguar».
Así
era ese hombre tan original, muy noctámbulo y dueño de un humor muy agudo, del
que recuerdo muchas anécdotas, todas aparentemente simpáticas, pero siempre con
una enseñanza. Fue una persona muy caballerosa, de un hablar rápido cuando
comenzaba. Solía hacer un gesto al conversar, se viraba y parecía que se iba,
pero siempre daba un giro y regresaba. Se mostraba muy sereno y siempre te
miraba a los ojos cuando hablaba. Era muy amistoso, pero ser su amigo tenía un
precio. Y eso lo sabemos quienes nos acercamos a él y cultivamos su amistad.
Creo que el Centro Provincial de la
Música tiene el nombre de un magnífico hombre y músico, y yo
que resido al doblar de esta institución, me lo encuentro casi todos los días.
Al pasar echo una mirada al local y le digo: “Hasta luego, mi amigo” (creo que
puedo llamarlo así).
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