Además
de la traición del jefe de la conspiración en Holguín, otro factor que influyó
decididamente en el éxito de los conspiradores de Cacocum lo constituye el
hecho de que a las tropas insurrectas sobre las armas se incorporó el capitán
pedáneo de esa comarca, que como se sabe, era el principal jefe militar español
en cada territorio.
Unos
pocos datos sobre el capitán pedáneo de Cacocum: Se nombraba Eduardo Cordón,
era natural de Málaga, en España y estaba casado con Leonela de Feria
Garayalde.
La
finca y residencia de Cordón y la de Julio y Belisario Peralta estaban una al
lado de la otra. Los dos Peralta eran bailadores empedernidos, buenos jinetes y
gente solvente, por lo que inspiraban simpatías y seguro que eso influyó en
ganar para la causa de Cuba a Cordón. Desde entonces ellos y otras personas
conspiraban públicamente y el capitán pedáneo informaba a sus superiores que la
situación en el territorio se encontraba bajo su control.
Hay
otro asunto interesante sobre Eduardo Cordón y el reconocimiento de Julio Grave
de Peralta como el líder de los holguineros sobre las armas: el capitán pedáneo
y su esposa Leonela debieron servir de vínculo entre los Grave de Peralta y los
Feria y Garayalde, familias esas que resultaron fundamentales en los primeros
momentos del alzamiento, pero que vivían separados por casi cincuenta
kilómetros de bosques y malos caminos. Cuando comenzó la guerra los Feria y
Garayalde acataron el liderazgo de Julio y siempre le fueron fieles. Julio los
premió con altos grados militares… y cuando salió del país para organizar una
expedición que trajera armas y municiones a la guerra, se hizo acompañar por un
Feria y Garayalde.
LEONELA
DE FERIA Y GARAYALDE
Mayor General Luis de Feria Garayalde |
En
su libro LA FURIA DE LOS NIETOS, el historiador José Abreu Cardet insiste una y
otra vez sobre la importante participación de las matronas residentes en la
cuenca del Cauto en la organización y posterior desarrollo de la guerra de los
Diez Años. Leonela fue una de esas grandes señoras que en Holguín sirvió de principal
sostén a sus varones en la guerra. Ella y todas las otras que ya no tienen
nombre porque la historia las olvidó, tras bambalinas durante la organización, jugó
un papel en ocasiones determinante sirviendo de enlace entre las diferentes
familias de las jurisdicciones del oriente de la isla. Pero, lamentablemente, la
historiografía cubana siempre muestra la guerra como cosa de hombres y no
destaca la función elemental e insustituible de la mujer mambisa.
Estudiada
a profundidad por Abreu Cardet, en la zona de Holguín durante la guerra grande
de los Diez Años, sin la participación de la mujer la vida cotidiana hubiera
sido un infierno insoportable para los mambises. Ellas, dice el historiador, antes
de que la guerra estallara pintaron sus hogares con los muy misteriosos colores
de la conspiración, y cuando llegó la fecha señalada marcharon con sus familias
a la cegadora e implacable luz de la independencia. Como ejemplo de lo
anteriormente expuesto, dígase otra vez el nombre de Leonela de Feria y
Garayalde, esposa de la máxima autoridad militar y civil española en Cacocum.
Ella lo convenció en las ideas de su familia y cuando comenzó la guerra, lo
acompañó al campo de batalla donde vio morir a casi la totalidad de los suyos
sin sentirse jamás ni vencida ni compañía: ella era otro soldado más aunque
cumpliera misiones diferentes a las de los hombres de la tropa.
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