1877,
Marzo 2
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Doña Lucía se
puede levantar de la cama donde está, enferma y escribe a Rojas Oria, “sentada al pie del brasero y dejando con
frecuencia la pluma para calentarme las manos. Cuándo querrá Dios sacarnos de
esta tierra en la cual se está peor que en el mismo presidio”
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1877,
Marzo 5
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Por los mismos
días de febrero en que la madre se ha rendido al peso del frío, Calixto
también enferma con dolores fuertes en el pecho y la espalda, padeciendo,
además, deficientes digestiones. En esta fecha escribe por carta: “Estoy con gran dolor en la espalda, que
casi no me deja escribir. Mientras no me saquen de este maldito presidio, en
que cada día estoy peor, he de estar aburrido y cansado. No tengo voluntad
para nada”.
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1877,
Abril 7
En
la prisión el General se entera de la muerte de Francisco Vicente Aguilera
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Calixto se entera
de la muerte de Francisco Vicente Aguilera. Desde sus soledades de Pamplona,
le escribe una carta a la viuda: “Ninguno
en mayor grado que yo debió al general Aguilera respeto y gratitud. Iniciado
por él en la gran empresa de la libertad de nuestra Cuba y mirándolo como el
primer patriota, le quería como debe de quererse al hombre que nos enseña el
camino de la justicia y de la gloria. Fui uno de los últimos que se honró en
estrechar su mano cuando salió de Cuba”.
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1877,
Mayo
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Al frío de
Pamplona le suceden las lluvias. El puente de acceso a la ciudadela ha sido
destruido. Para llegar a la cárcel doña Lucía tiene que caminar por aquel
tremedal que es el foso, pero ella siempre llega, aunque sea, dice, “resbalando y dando tumbos”. No
obstante los esfuerzos de la madre, el hijo queda muchos días sin comer
porque Lucía, al resbalar, cae con la comida y la pierde. “Yo, cuando voy, dice Lucía, encomiendo mi
cuerpo a Dios”.
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1877,
Julio
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Cuando el frío no
mortifica al prisionero, doña Lucía viaja a Madrid, para reanudar sus
gestiones a favor del traslado del hijo. En 18 de julio Nicolás Sterling y
Heredia le escribe a Rojas Oria: “Lucía
está aquí, veremos si se puede hacer algo por el asunto del hijo”. (En
esta carta le piden que haga todo lo que pueda a “Rojitas”, quien conoce a
influyentes políticos españoles: Salmerón, Sagasti y Pi y Margal, todos
masones que asisten a la Logia
en que Rojas Oria ocupa puestos preeminentes. Pero nada consiguen).
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