(Rosita Fornés, vedette cubana)
Me unía a Raúl Camayd una gran amistad. Una amistad
basada en mi admiración por su persona de excepcionales virtudes y en mi
admiración por el artista, porque era un gran cantante, muy musical, con un
perfecto dominio de su voz; un director estupendo, con una preparación
extraordinaria, capaz de emprender. De ejecutar grades cosas; un hombre que
nunca decaía, por muy agotado que estuviera por exceso de trabajo y de compromisos,
que siempre los tenía y muchos; una gente muy receptiva; un hombre, en fin, al
que nunca se le apagó la llama del creador. En él se unían todas esas virtudes
pero, sobre todo, era mi amigo. Hablo de él como compañera y amiga que fui, y
también de su familia. Estuve en la casa de ellos en Holguín, comí con ellos. A
todos los admiraba mucho.
Rosa Fornés con el Teatro Lírico Rodrigo Prats, de Holguín. |
Era Raúl quien se encargaba de todo los artistas que
llegaban a Holguín, y nos solo de las condiciones para hacer las
presentaciones, sino del hotel y de las atenciones en el hotel, del transporte,
de todo. Yo le decía que él era el Ministro de Cultura en Holguín.
En el momento en que se enfermó yo jamás pensé que se iba
a morir. En aquellos días yo formaba parte de una comisión de evaluación de
artistas de teatro musical, de “comediantes musicales”, que era el título que
se les daba a esos compañeros que tenían que evaluarse desde el punto de vista
de cantantes, de bailarines, de actores, de todo; y la comisión tenía que estar
conformada por expertos en todas esas facetas, por eso Raúl era uno de los
miembros de la comisión y nos fuimos por casi todo el país en un proceso largo
y agotador. Él no dejó de asistir y eso que estaba enfermo, cosa que sentí
mucho, pero tenía la seguridad de que iba a mejorar. Y sin embargo esa fue la
última vez que lo vi.
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