(María Dolores Rodríguez. Soprano. Actual
Directora del Teatro Lírico Rodrigo Prats).
Yo conocí a Raúl Camayd en uno de los estudios de Tele
Cristal, en Holguín; yo integraba el grupo “Tallacán” del Instituto Superior
Pedagógico, que hacía música latinoamericana y fuimos a presentarnos en el
programa del que Camayd era jurado, “Todo el Mundo Canta”, lo acompañaba Héctor
Convida, repertorista del espacio. Esa noche estaban haciendo captaciones.
Nosotros comenzamos a ensayar y él a escucharnos. Cuando terminamos me llama y
me dice que me preparara para que esa misma noche me presentara como solista;
eran las cinco de la tarde. Mi respuesta fue preguntarle a él y a Convida si
ellos estaban locos, pero pequé en oírlos y me convencieron. Me presenté en la
eliminatoria semanal y gané esa noche y todas las otras hasta la final donde
obtuve el segundo premio.
Camayd en la sala de su casa |
Yo no había estudiado música y la primera clase me la dio
Camayd en la sala de su casa; el tema nunca se me olvida: la respiración en el
canto. Me puso un disco de María Callas interpretando “Ombra Leggiera” de
Meyerber, (el mismo que luego yo canté en el Primer Concurso Nacional Rodrigo
Prats, para Jóvenes Cantantes Líricos). El día de la clase Camayd puso el disco
y sentó en un sillón grande que tenía frente al tocadiscos, a mi no me dijo que
me sentara ni nada y yo pensé que era un mal educado. Oí, oímos dos veces el
número, y entonces él me preguntó su yo creía que quien no supiera utilizar
bien el aire que tenía en sus pulmones podía cantar como aquella mujer, “párate
correctamente que te voy a enseñar a respirar”, dijo.
Al principio yo le tenía pánico, pero cuando le cogí
confianza lo molestaba diciéndole que estaba barrigón, y él que no era barriga,
sino diafragma, y yo: “Compay, usted sí que tiene el diafragma grande”.
Después fue Náyade quien continuó dando las clases, en la
misma casa y con la misma exigencia, pero Raúl siempre de supervisor. Como yo
no hacía los ejercicios de respiratorios, él me regañaba: “Mariloles, tan
haragana”. Yo le puse Arthur Rubinstein, porque él se ponía a tocar el piano
con dos dedos y aquello era muy divertido, pero así me enseñó cantidad de
cosas. No se me olvida cuando el cuarto de repertorio del Teatro Lírico estaba
al lado de su oficina y la repertorista era la maestra Graciela Morales,
también muy exigente. Tenía que aprendérmelo todo de memoria y, lógicamente,
llegaba un momento en que Graciela perdía la paciencia conmigo, que no daba pie
con bolas, y enseguida Raúl aparecía allí y con su voz de barítono me cantaba
la obra aunque fuera para soprano, eso me daba risa a mi, y más mal genio a
Graciela.
Luego llegó el momento en que las actividades del
movimiento de aficionados por un lado y las clases de canto por el otro
provocaron mi inestabilidad en el pedagógico, y tuve que abandonar mis estudios
en aquel centro. Cuando Raúl se enteró se puso frenético, me decía que todas
formas yo iba a ser cantante, pero que tenía que terminar mi carrera.
Al abandonar el pedagógico perdí la beca, es decir, el
lugar de Holguín donde vivía, porque yo soy de Puerto Padre, que es un pueblo
que está como a cincuenta kilómetros. Entonces Raúl, que es el papá de mucha
gente, me llevó para su casa y allí estuve viviendo un año.
Yo le hacía más caso a él que a mi verdadero padre. Me
acuerdo que no me podía ver triste; enseguida se daba cuenta y me llamaba,
“¿qué pasa Mariloles?”, y se ponía a pintarme monerías o inventaba un versito,
siempre en jodedera, claro, y hacía que me riera. Hubo un tiempo en que cada
vez que yo iba a comer hamburguesas me lo encontraba, y entonces él me escribió
esto que dice:
No me coge de sorpresapasar por los corredoresy ver a María Doloressaboreando una hamburguesa;Me parece una marquesade la corte de Versalles,caminando por las calles,comiéndose una hamburguesa.Y si no fuera por eso,maravilla, tierno fiambre,puedo imaginar el hambreque pasara esa belleza.Yo le digo dulcementea la tierna “Mariloles”,que para dar tiernos bemolestiene que comer caliente.
Él me criticaba a mí porque soy golosa, pero él era
tremendo goloso también y le encantaba la cocina, cocinar digo, inventar platos
y, sobre todo, preparar aquellas exquisitas comidas árabes. Él fue el que me
enseñó a cocinar “malfuf”. De verdad que Raúl era un bárbaro en la cocina,
aunque formaba un embarro tremendo.
Raúl en su auto, lo acompaña su hija Nadia |
Una vez me invitó a comer al Hotel Pernik, y como él era
amigo de todo el mundo, también era amigo del parqueador. El hombre le dijo:
“Oiga, Camayd, usted siempre con la juventud”… Raúl no le respondió, dejamos el
carro y entramos al Hotel, pero en el mismo vestíbulo nos encontramos con
carmen, una funcionaria de Cultura de cierta edad que necesitaba trasladarse a la Ciudad. Raúl vuelve al parqueo
a sacar el carro para llevar a la mujer y de nuevo le dice bajito el
parqueador: “Camayd, pero esa no es la misma de ahorita”, y él, que siempre
tenía una salida ingeniosa para todo, le contesta: “Sí, es la misma, lo que
pasa es que la metieron en una lavadora y se me arrugó”.
Era Raúl un hombre de muy buen humor, un “Conde Danilo”
querido por todos, galán, elegante, de cuna noble, admirado por las mujeres y
leal a los amigos; siempre dispuesto a resolverle cualquier problema de trabajo
o personal a cualquiera, alguien en quien se podía confiar sabiendo de antemano
que jamás te iba a defraudar o a traicionar.
Su nobleza se refleja también en que era ajeno a las
envidias, a los celos. Su talento era como una fortaleza que lo alejaba de
cualquier miseria de ese tipo, y algo muy importante es que como no sentía esos
feos sentimientos, contribuyó en alguna medida a eliminarlos del grupo. Era el
barítono que disfrutaba mucho las interpretaciones de otro barítono, que se
emocionaba hasta las lágrimas oyendo cantar, por ejemplo, a Ramón Calzadilla y
gritaba “Bravo” con sincera admiración, y que se entusiasmaba con la gente
joven, con las nuevas voces. Él fue quien descubrió a Nelson Martínez y se
volvió loco con su voz, me acuerdo que decía: “Es un barítono hecho con
dieciocho años que nada más tiene”, y comenzó él mismo a darle clases, le
preparaba los conciertos, le cedía parte de su repertorio: si Raúl iba a cantar
cinco números, cantaba dos y le daba tres a Nelson. El siempre sacrificó cosas
personales por su colectivo, que es, en definitiva, por la sociedad.
Algo que me conmovió mucho fue el día en que le hicieron
las últimas pruebas en el Hospital Hermanos Ameijeiras, en La Habana. Coincidió
que ese día en La Habana
se iban a hacer las eliminatorias para el Concurso de Canto María Teresa
Carreño, convocado por Venezuela. Yo estaba muy nerviosa, insegura, hasta que
lo vi llegar, su presencia me llenó de serenidad, de confianza. Fui
seleccionada y meses después, durante el Concurso en Caracas, gané el segundo
premio.
Ya desde 1986 yo lo oía hablar del que era un viejo sueño
suyo, el Concurso Nacional para Jóvenes Cantantes Líricos. En 1988 lo logró.
¿Quién puede olvidar las finales de cada uno de esos encuentros? Un verdadero acontecimiento
social. Las voces que salieron de esos concursos hoy están cantando en los
mejores y más importantes grupos del país y del mundo.
La unidad docente de canto en Holguín, anexa al Instituto
Superior de Arte también fue una idea que él acarició mucho. Y finalmente en
1989 se logró fundar. La dirección recayó en Náyade Proenza, pero Raúl siempre
fue una suerte de “sobredirector”, como decía el tecladista Luís Mariano
Cancañón. Raúl siempre fue “sobredirector” de todo y todavía lo sigue siendo porque
la gente dice: “Raúl Camayd decía esto” y lo hacen como él lo decía, así que
las cosas se continúan haciendo como él orientó.
El aseguraba que en La Habana había una escuela de canto que es una
mezcla de la italiana y la eslava, pero que en Holguín había otra manera de
cantar que no era esa. Entre otras cosas él pasará a la historia por fundar la Escuela de Canto de
Holguín, ese estilo distinguible en el panorama del país; y pasará a la
historia por todo lo que hizo por los jóvenes, que más que por los jóvenes del
Lírico de Holguín es por la juventud del género lírico en Cuba, para que no
envejezca y no muera. Y lo logró.
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