Por: José Abreu
Cardet
Dispersos y pocos
son los datos que han quedado del canario Juan Monzón: que años antes del
inicio de la guerra de 1868 emigró a Cuba y que se estableció en la parte sur
del oriente de la isla.
En octubre de 1868
se incorporó a las fuerzas insurrectas que se habían levantado en armas para
lograr la independencia de Cuba. Se supone que Monzón era hombre de arraigo y
prestigio entre sus vecinos, o de lo contrario no lo habrían ascendido a
General de Brigada apenas iniciada la guerra; ese grado estaba reservado para
personas que gozaran de prestigio y simpatía y que, por tanto, fueran capaces
de arrastrar a la vorágine de la revolución a amigos y vecinos. Entre los
soldados de Juan Monzón se encontraban Antonio y José
Maceo. Fue el canario
quien guió a aquellos, dos de los más valerosos soldados de Cuba en los
primeros combates y asimismo fue él quien primero reconoce el valor de los
Maceo en el combate. A Antonio lo ascendió al grado de teniente y luego de
capitán.
Juan Monzón estaba subordinado
al general Donato Mármol jefe del alzamiento en Jiguaní y Santiago de Cuba. Al
frente de sus hombres el brigadier canario combate en Santiago de Cuba, Jiguaní
y Holguín, y asimismo se sabe que participó en los combates de El Cristo, El Cobre, Jiguaní,
Copeyales y Samá.
La victoria parece
estar muy cerca; al concluir el año 1868 los revolucionarios habían conquistado
casi todo el departamento oriental. Pero
el estado español no estaba dispuesto a perder su más rica y codiciada colonia, por lo que
moviliza fuerzas y armas hacia la mayor de las Antillas. Los acontecimientos se
precipitan vertiginosamente y cambia el estado de cosas. Ahora avanzan poderosas
columnas hispanas hacia el territorio controlado por los insurrectos. La
superioridad española en hombres y armas es imponente, los revolucionarios
tienen que ceder. Antes de entregar
Bayamo, ciudad del centro de oriente que habían convertido en improvisada
capital rebelde, la incendian, sus habitantes parten a la manigua, los
españoles no dan cuartel para los vencidos. Cada prisionero que capturan es
ejecutado de inmediato, mujeres y niños quedan a merced de la crueldad de la
tropa. Son escenas dantescas de destrucción y muerte las que están acaeciendo.
En medio de aquel
baño de sangre Donato Mármol ordena al canario Juan Monzón que avance y capture
la población de Mayarí. Situada en el norte del oriente de Cuba la plaza había
caído en poder de los revolucionarios al inicio de la guerra pero,
posteriormente una columna enemiga la había recuperado con el apoyo de un grupo
de comerciantes españoles establecidos en la localidad.
Juan Monzón cumple
la orden, al frente de sus hombres ocupa Mayarí. Y, acostumbrado como estaba a
las muchas crueldades de aquella guerra, ordena que fusilen a 18 españoles
vecinos de Mayarí a los que culpa de apoyar a las fuerzas coloniales en sus
operaciones en la comarca. Entre ellos está incluido el sacerdote de Mayarí y a
otro cura que estaba de paso por el lugar.
La noticia corrió
como reguero de pólvora alegrando a los enemigos de la revolución y
desconcertando a los emigrados españoles que habían quedado en territorio
controlado por los revolucionarios y a quienes, desde los primeros momentos del
alzamiento, se les habían ofrecido el más absoluto respeto.
La matanza de Juan
Monzón fue resumida por el general insurrecto Máximo Gómez en su diario de
campaña como “los hechos horrorosos de Mayarí”.
Apenas sabida la noticia desde Holguín parte, presuroso hacia Mayarí el
general cubano Julio Grave de Peralta quien, al llegar, ordena que detengan al
bravo y cruel canario, a la vez que se inician las pesquisas. Una a una se va
rebelando la crueldad de Monzón, lo que iba en contra del exquisito cuidado con
que se había cuidado de no manchar con sangre la magna obra de la independencia.
El General Peralta organizó un Jurado que juzgó y condenó a muerte al brigadier
Juan Monzón. Se le ejecutó de inmediato.
Otros muchos
canarios también habían tomado el camino de la insurrección, no pocos de ellos
alcanzaron altos grados militares y responsabilidades importantes en las filas
de la revolución, Juan Monzón quedó como lo que nunca debió de acontecer entre aquella
gente generosa que llegó a Cuba desde las islas canarias sin retorno posible y
que en esta otra Isla pusieron lo suyo en el horno común donde se cocinaba a
fuego muy lento la nueva nacionalidad.
La crueldad de
Monzón no es posible justificarla y su ejecución, aunque sea una drástica
decisión es comprensible. Pero aún así, quedó al duda rondando la vida de aquel
hombre terrible y tan útil en todas sus anteriores acciones y actitudes: ¿Que
injusticia gigantesca cometida contra él o sus familiares y amigos en Canarias
o en Cuba lo llevó a esa sed de sangre y venganza?
Juan Monzón el
brigadier mambí del 68, guarda muchos misterios que parecen rodear su figura de
una extraña nube donde se mezclan y ocultan a las miradas simples. Para algunos
su nombre era un seudónimo, el verdadero, dicen, era Bruno Vicente Báez. Y también hay dudas sobre el
grado militar que alcanzo, uno de sus biógrafos dice que no era brigadier,
sino, nada más coronel.
Fuentes
José Abreu Cardet y
Elia Sintes Gómez. Julio Grave de Peralta: Documentos de la Guerra de Cuba. Editorial
de Ciencias Sociales, La Habana,
1985
José Luciano Franco.
Antonio Maceo Apuntes para una Historia de su Vida. Editorial de Ciencias
Sociales. La Habana,
1975, Tomo I
Casto Díaz.
Compilación de los ejecutados en Mayarí. Inédito
Colectivo de
autores Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba Primera parte,
Tomo 1, Biografías, Ediciones Verde
Olivo, Ciudad de La Habana,
2001, pp. 261 262
Fuentes
documentales:
Templo Católico de
Mayarí. Archivo Parroquial. Libro de defunciones año 1869.
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