En la historiografía cubana son escasos los estudios sobre unidades de combate
mambisas. El asunto es más reducido sobre la guerra de 1868. Aunque si bien se
han realizado monografías sobre la contienda en algunas regiones, ninguna de
ellas es propiamente la historia de una división, una brigada
o un batallón.
Veamos un caso poco común: En febrero de 1869 el general Julio Grave de Peralta dispuso la formación de una plantilla de la división de Holguín. Esta quedaría estructurada por compañías. De cada una de estas unidades se haría un listado donde se incluiría toda una serie de datos de sus integrantes. La información enviada por cada compañía al estado mayor del jefe de la división se fue anotando en una libreta. Por desgracia tan solo se transcribieron los datos de tres compañías, de las demás solo se anotaron los nombres de sus integrantes y se omitieron otros valiosos detalles. Claro que para el investigador esto dicho es una desgracia mayor: de ser diferente hoy tendríamos una caracterización social de toda la división de Holguín.
Pero
aunque parezca contradictorio fue
gracias a la omisión de detalles que el documento logró salvarse y llegar
hasta hoy. En la parte del papel que no fue utilizada para hacer la nómina de
la división, Julio Grave de Peralta escribió un diario personal durante sus
últimos meses en Cuba antes de embarcarse hacia el exterior en busca de una
expedición. Incluido entre sus papeles
personales la familia del general lo conservó. Es muy probable que si se llegan
a utilizar todas sus hojas y no sobra lo suficiente para que Julio escribiera
su diario aquel habría quedado como un documento oficial de la División Holguín
y no habría sido tan celosamente guardado.
Veamos
la Compañía
número dos, a la que designaron con un nombre: Cazadores. Dice el documento[1]
que dicha compañía estaba integrada por 101 individuos y acto seguido informa
del lugar de nacimiento de ellos:
En Holguín 78 En Santiago de Cuba 1 En Canarias 15 En África 4 En Estados Unidos 1 En Asturias 1 En Galicia 1
Los
15 canarios debieron provenir de los muchos de esas islas que se dedican al
cultivo del tabaco en las inmediaciones. Los africanos seguramente eran
esclavos trasladados a la zona para que trabajaran en los ingenios azucareros.
El norteamericano muy bien pudiera ser uno de los técnicos de ese origen que
trabajan en las fábricas de azucar.
Asimismo
como dice su origen, dice dónde estaba avecindado cada uno de ellos:
En Bocas 72 En Candelaria 15 En el Ingenio Victoria 6 En Velasco 1 En San Andrés 2 En Uñas 1 En Santa María 1 En Yabazón 2 En Arroyo Blanco 1
Por lo que todos son gente que viven relativamente cerca: Bocas, Candelaria y Arroyo Blanco son barrios pequeños en extensión y limítrofes. Velasco está a unos 8 kilómetros de Bocas. Uñas y Yabazón a menos de 10 kilómetros. El ingenio Victoria, Maniabón y San Andrés a menos de 15 kilómetros.
La elite
de este grupo la integraban un capitán, dos tenientes, tres alférez, tres
sargentos, cuatro cabos. Con la excepción de un cabo que es vecino de
Candelaria todos los demás son de Bocas.
Quiere decir que al inicio de
la guerra los vecinos de la comarca se sumaron a las tropas independentistas.
Pero la situación varió cuando esas fuerzas libertadoras comenzaron a
incursionar en el territorio y a saquear y destruir las propiedades de los
campesinos canarios. Esta
acción de pillaje de las fuerzas libertadoras tendrá una enérgica respuesta por
parte del estado español pero en especial por la población de inmigrantes
españoles y canarios.
Más, el rechazo casi colectivo al independentismo cubano
por parte de los inmigrantes canarios no
era producto de su incondicionalidad a la “madre patria” sino por una respuesta
a sus intereses materiales.
Muy pronto los
canarios quedaron a merced de la reacción de los revolucionarios. El general insurrecto Calixto García
jefe del departamento oriental en una
proclama a los canarios les dice: “¿Qué hacen ustedes permaneciendo extraños a la Revolución? Yo, en
nombre del Gobierno, ofrezco la vida siempre que no os mostréis contrarios a
ella”[2].
La visión
de los canarios sobre el independentismo cubano fue captada por la poetisa
Dulce María Loynaz. Su esposo, Pablo Álvarez de Caña, era canario. El padre de
Pablo residía en Cuba en los años de la guerra de 1895 y perdió sus propiedades
a manos de los mambises. Dejo escrito Dulce María que su “suegra no podía pronunciar estos nombres, (Martí y
Maceo) que lo arrasaron todo, y fue preciso empezar de nuevo”[3].
Aníbal
Escalante Beatón participó en la guerra de 1895 y luego escribió un extenso
texto sobre la campaña dirigida por el general insurrecto Calixto García. En él
hace referencia a una incursión a la
zona de Gibara: “Poblada como estaba la comarca por una mayoría notables de
inmigrantes canarios, cuyos sentimientos reaccionarios eran de todos conocidos,
los cubanos progresistas la consideraron siempre como una zona enemiga de la revolución, tildándola, al efecto de
España Chiquita, con cuyo mote deprimente era conocida por los patriotas”[4].
El
historiador José Luciano Franco, en su estudio sobre Antonio Maceo, hace
referencia a otro territorio de la provincia de Pinar del Río de importante
población canaria:
“Era la
Palma una población formada por inmigrantes de Canarias y sus
descendientes. Enemigos de la libertad cubana, feroces en su odio y
persecuciones contra cual quiera que manifestara la más leve simpatía por la
causa de Cuba”[5].
Los criterios expresados por la
poetisa, el oficial mambí y el famoso historiador se repiten con frecuencia en
testimonios y textos sobre las guerras de independencia cubana. Y en verdad fue
esa una realidad que determinó la actitud de tantos
inmigrantes canarios y de muchos españoles ante el independentismo.
Que el Ejército Libertador cubano
carecía de logística o esta era muy irregular lo que los obligaba a vivir del
país es una definición muy válida para un análisis historiográfico pero para
los canarios simbolizaba la ruina y el saqueo de sus propiedades, muchas veces
la muerte de muchos de ellos. En ocasiones pequeñas partidas insurrectas
actuaban en las inmediaciones de los poblados y al detener a un canario que
había salido de la protección del poblado casi siempre se apoderaban de todo lo
que tenía: cabalgadura, la ropa etc. Incluso, se dieron casos de que el canario
fue ultimado. Aquella actitud podía ser resultado de una acción individual
tomada por iniciativa del jefe de la partida, pero en ocasiones era respaldada
por las leyes de cubanas que decretaban la guerra a muerte, para responder a
igual actitud hispana.
A este saqueo a muerte de las tropas insurrectas,
el estado español respondió creando las llamadas zonas de cultivo, integradas
por campesinos y comerciantes de origen español. Algunas de dichas zonas o regiones
alcanzaron fama por su integrismo, Gibara y gran parte de Pinar del Río, por
ejemplo. Recordemos además, que una buen parte de los vecinos que residían en
esos poblados, antes habían militado activamente en el campo insurrecto y que
luego fueron hechas prisioneras o se habían presentado.
En el caso de los canarios y españoles, ellos
crearon una enérgica reacción de rechazo al independentismo creando zonas donde
sus vecinos organizaron unidades de voluntarios, contraguerrillas y hasta construyeron
fuertes y otras defensas para proteger sus propiedades.
Muchos
canarios que formaron parte del cuerpo de voluntarios o las contraguerrillas
fueron muertos por los insurrectos durante la guerra. La tradición oral y los
documentos recogen diversos ejemplos. El canario Pedro Reyes, vecino de
Cupeicillo, en el norte del
oriente, fue muerto en 1877. Otros los nombres han sido olvidados
como el del alfarero del ingenio La
Caridad que fue ultimado por los mambises. Aunque hoy no
tenemos su nombre, su origen aparece registrado en un documento[6].
En otras ocasiones se dieron verdaderos dramas,
como la venganza terrible del mambí Juan Ventura Cardet contra cuatro canarios
que asesinaron su hermano Samuel. Samuel Cardet pertenecía a una tropa
insurrecta pero tenía un defecto en un brazo y en un pie producto de un antiguo
accidente y era miembro de una vieja
familia de insurrectos. Uno de sus
hermanos era el coronel Guillermo Cardet y otro era el capitán Juan Ventura
Cardet. En una escaramuza por sus limitaciones físicas Samuel se vio
imposibilitado a montar su caballo. Esto
provocó que una tropa de voluntarios, en que la mayoría eran canarios, lo
asesinaron después de ser sometido a torturas, entonces su hermano mayor, Juan
Ventura, decidió tomarse la justicia por su manos, localizando y matando a los
cuatro canarios. La venganza fue tan horrible que cuando encontró a uno de los
voluntarios canarios en su casa, también asesinó a un adolescente hijo de aquel[7].
Al terminar la guerra de 1895 Juan Ventura se alcoholizó[8].
En los registros de defunciones y los archivos
eclesiásticos hay diversas anotaciones que nos revelan otras terribles tragedias.
De los documentos que se conservan en la iglesia de Gibara hemos tomado información
sobre gran cantidad de muertos durante la guerra. Uno de ellos era Don Alonso
Brito, natural de Canarias, quien murió asesinado el 6 de septiembre de 1876
por los mambises. Su cadáver lo encontraron seis días después en avanzado
estado de descomposición. El mismo día que el asesinato anterior, los mambises
ultiman a tres individuos más, dos cubanos, uno de ellos que tan solo tenía 15
años de su edad, y un canario.
El 29 de noviembre de 1876 se anoto en el libro de
defunciones de la misma iglesia que Pedro Pérez Hernández, de 31 años de edad,
canario y vecino de Cupeicillo, casado
con Antonia Pérez también canaria fue: “Asesinado por el enemigo en la noche
del día de ayer”[9].
Junto a él también fue ultimado el canario Antonio Cordobés, soltero, de 27
años y también vecino de Cupeicillo. (Es ese un barrio situado en plena Sierra
de Candelaria). Este territorio se vio sometido al constante asedio mambí. Los
canarios construyeron varios fuertes y trincheras, lo que hizo prácticamente
inexpugnable el poblado pero los mambises aprovechaban las salidas de los
vecinos para matarlos. Intentaban de esta forma crear el terror para obligarlos
a abandonar el poblado.
El 12 de septiembre de 1876 fueron asesinados por
los mambises en la Sierra
de Gibara los canarios José Antonio Brito y Alonso Brito junto a tres cubanos que
tenían ascendencia canaria[10].
El 27 abril de 1877 el canario José a de la Cruz “… murió a consecuencia
de heridas provocadas por el enemigo”[11].
Por su parte, dicen los documentos que el canario Cosme
Lorenzo Torres, teniente voluntario de Santa Rosalía fue “asesinado por los
insurrectos”[12]
y dicen que el 30 julio de 1875 el canario Agustín Sánchez, alfarero del
ingenio La Caridad,
fue muerto por los mambises. El cadáver fue abandonado en la cercanía del
ingenio y posteriormente descubierto por los vecinos que lo sepultaron en el
cementerio de los negros del ingenio[13].
En el barrio de Demajagua, del municipio de Gibara, en 1875
las fuerzas insurrectas sorprendieron al destacamento de voluntarios de la
comarca. Siete de sus integrantes fueron ultimados al machete, dicen que la
matanza fue atroz y para peor, ocurrió a la vista de parientes y amigos. De los
ultimados 5 eran canarios. El canario Juan Arenas que formaba parte del grupo,
logró fugarse por “un milagro” según contó a inicios del siglo XXI una nieta: “En
medio del terror que le causó correr sintiendo el silbar de las balas y las
voces de sus perseguidores reclamando su cuerpo para el filo de sus machetes,
Juan hizo la promesa de encenderle una vela todos los días a la virgen de la Candelaria si lo
protegía. Él cumplió su palabra con tanta fuerza que la trasmitió a la familia.
Hoy una nieta cumple con la promesa”[14], solo que
por los cambios que trajeron los nuevos tiempos, hoy nada más encienden las
velas los sábados y no se la ofrendan a La Candelaria, sino a la Caridad del Cobre. Otro
voluntario hijo de canarios, llamado Trino Hernández, también salvó la vida en
esa misma acción.
De forma general, la zona de la Sierra y todos los otros lugares
cercanos, que se ubican entre Holguín y Gibara, se mantuvieron como un coto
cerrado a la insurrección durante la guerra de 1868. Por ese motivo los
insurrectos atacaron el lugar innumerables veces: Calixto García en abril de 1873,
que tomo el poblado de Auras, Vicente García en 1875, consiguiendo destruir un
ingenio ubicado en la parte llana y de Antonio Maceo en 1875 atacó el poblado
de Yabazón. En la guerra de 1895 los mambises tuvieron más suerte durante sus
incursiones en la zona, sobre todo porque las tropas coloniales fueron
trasladadas al occidente de la
Isla: en junio de 1896 Calixto García incursionó en el
territorio incendiando y saqueando gran cantidad de fincas de canarios y sus
descendientes. Y en agosto de ese año realizó una nueva incursión capturando un
fuerte y afectando a las fincas que habían sobrevivido a la incursión anterior.
Entonces los canarios y otros vecinos recurrieron a
incrementar las fortificaciones, las unidades de voluntarios y contraguerrillero.
Esta situación se mantuvo hasta que el mando militar hispano retiró todas sus
fuerzas hacia Holguín y el territorio quedó desguarnecido.
[1] Museo
Provincial de Holguín, Fondo Julio Grave de Peralta. Libreta con relación de
las compañías y diario personal de Julio Grave de Peralta mientras gestionaba
su traslado al exterior.
[2] Juan J. E.
Casasús, “Calixto García (El Estratega)”
Oficina del Historiador de La
Habana La Habana 1962 p. 97.
[3] Dulce Maria Loynaz
“Fe de Vida”. Editorial Letras Cubanas La Habana 1995 p. 27
[4] Aníbal Escalante
Beatón, “Calixto García: Su campaña de 1895”,
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, p 29.
[5] José Luciano Franco,
Antonio Maceo: Apuntes para una historia de su vida. Editorial de Ciencias
Sociales. La Habana,
1975. tomo III. p 45.
[6] Museo La Periquera, Fondo Julio
Grave de Peralta, Informe sobre acciones al general Manuel de Quesada.
[7] Testimonio oral
recogido por el historiador Enrique Doimeadios Cuenca.
[8] Testimonio de
Margarita Méndez Carballo.
[9] Libro de defunciones
de Blancos de la iglesia de San Fulgencio de Gibara, Libro 4, folio 5195.
[10] Libro de defunciones
de blancos de la iglesia San Fulgencio de Gibara, Libro número 4, folio 5155 y
5156.
[11] Iglesia de San Fulgencio de Gibara Libro de
defunciones de los años 1875, 1876, 1877 y 1895.
[12] Iglesia
de San Fulgencio de Gibara Libro de defunciones, Tomo 7, Folio 5, inscripción
9.
[13] Iglesia
de San Fulgencio de Gibara Libro de defunciones, Folio 149, inscripción 5156
del 12 septiembre de 1876.
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