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6 de octubre de 2014

El 57-A o La Gran dama enjoyada en el cementerio Chorro de Maíta.

Toda la información ha sido tomada de la Tesis Doctoral de Roberto Valcárcel Rojas.



Es el entierro 57A, una mujer que debió tener entre 26 y 35 años de origen local, fue rebautizado por la prensa como la Gran Dama Enjoyada. Ella es quien más ha dado de qué hablar a los curiosos y a los arqueólogos, aunque estos últimos tratan de no dejarse llevar por los misterios novelescos de tal individuo para concentrarse en otros resultados que quizás son más importantes.

Enterrada de forma vertical, lo que prueba que murió después de la llegada cristiana a la zona, tiene a su lado otro esqueleto, un hombre igualmente adornado con joyas, aunque menos que ella. Y a los pies de la mujer están los restos de un niño también enjoyado y el único niño del cementerio que está enterrado de forma extendida. Estos detalles han sido tomados como indicio de una posición social destacada y de un enterramiento conjunto, quizás, relacionado con  prácticas de suteísmo o entierro familiar.

De las joyas hablaremos más en esta misma nota, pero ahora es urgente decir que entre otras varias, portan cuentas de coral que es un tipo de ornamento sólo hallado en ellos y en el esqueleto No. 84. Igual el 57A tenía a su alrededor piezas de oro, cobre y cuentas diversas. Para el Dr Guarch del Monte, el arqueólogo que hizo el descubrimiento, este impresionante conjunto constituía parte de un mismo collar. 

Cuentas de collar y otras joyas del 57A

Al respecto escribió: “(…) se localizaron tres perlas, con sus perforaciones para servir de cuentas, sus formas irregulares son comunes en Las Antillas, y además, dieciocho cuentas de coral rosado, de forma cilíndrica, algunas husiformes parecidas a un pequeño barril, no mayores de 5 mm de longitud, objetos que se hallan por primera vez en Cuba. Además se rescataron veintitrés microcuentas de concha de forma discoidal, muy finas y pequeñas, llegando hasta 1.6 mm de diámetro, cuatro cuentas de calcita de las llamadas de “carretel” y una microcuenta de piedra negra, así como cuatro del mismo material, pero blancas, siendo por tanto el collar más complejo de los encontrados en Cuba hasta el presente.” 

Fragmento de la tela encontrada en el esqueleto 57A

Y como si todavía no fuera suficiente, la Gran Dama tenía en la mandíbula y en el interior de la boca dos fragmentos de tela. Guarch dijo que posiblemente ambos fragmentos fueran de una misma pieza situada en la parte superior del cuello a modo de pañuelo y la describe como “tela de algodón de color blanco amarillento, un tejido sencillo; uno de los fragmentos muestra una costura hecha con hilo mucho más grueso y burdo, logrado con dos cabos torcidos con poca tensión, lo que puede indicar su confección manual rústica”. (Solamente en otros dos entierros se encontró tela).

Estudios posteriores a los fragmentos de tela encontrados en la Dama Enjoyada, se descubrió que unido al textil había elementos metálicos de plata que aún no han sido identificados completamente, pero, dicen los arqueólogos, pudieran ser hilos que, quizás, originalmente eran un bordado. Esto indica que era esa una tela de alta calidad, incluso, dentro de los criterios europeos de entonces. Considerando la pobreza común de los tejidos empleados para la ropa entregada a los indios, y los otros objetos con que la dama se adornaba, es de creer que la tela fue un presente que a ella le hicieron los conquistadores o, posiblemente, ella la compró a los españoles. Sea como haya sido los conquistadores tenían una relación muy especial con la dama. ¿Quién era ella?.

Joyas de metal precioso del 57A, incluye los pendientes de los que se habla más adelante

Es difícil establecer su posición social exacta pero sin dudas fue importante, quizás con el rango de cacica. ¿Una cacica que se casó con un español, quizás?. Las joyas y la tela que tenía sin dudas que se las dieron los españoles, que no hacían regalos tan valiosos a una india cualquiera. Dos motivos para hacer aquellos regalos son los que vienen a nuestro entendimiento, uno, atendiendo a un servicio especial y dos, debido a una relación muy cercana, como el matrimonio o el amancebamiento. ¿Un regalo o pago?.

Pagó Gonzalo de Guzmán a sus indios de Bocas de Bani en 1528 50 camisas y herramientas por la ayuda que le brindaron en el rescate de mercancías de un barco naufragado. Y en el mismo sentido, estaba regulado el pago de los conquistadores a los indios por servicios, la llamada cacona.  

Igual está probado que se casaban los españoles o se amancebaban con indias que tuvieran altos status. Hechos así se hallan bien

documentados en La Española y Puerto Rico y ocurrieron también en Cuba donde, incluso, se casaron mujeres europeas con indios importantes. Un caso así lo recogió el arqueólogo e historiador Oswaldo Morales Patiño: Se trata del indio Juan de Argote a quien  Vasco Porcallo de Figueroa casó con una hija suya, la mestiza María de Figueroa. Se cree que Juan de Argote debió ser hijo de un cacique, cacique él mismo y que Porcallo lo casó con su hija para adquirir derecho legítimo a sus tierras y mayor autoridad entre los indios. En 1562 Juan de Argote declaró tener más de 90 años, y entonces seguía siendo respetado y considerado “hombre principal” por los miembros del Cabildo de Puerto Príncipe. Por la edad declarada el indio debió haber nacido hacia 1472, por lo que ya era un hombre maduro al momento de la conquista.

Otra pregunta más. Suponiendo que era una cacica, ¿cómo es que la enterraron con las joyas si la costumbre aborigen era que objetos así de valiosos pasaran a mano de los herederos o que se compartieran con los caciques vecinos como símbolos de mando y poder?. Quizá porque la llegada española había cambiado el contexto. Para entonces ya no había caciques vecinos o aliados, entonces la solución fue que los valiosos objetos fueran llevados por la reina a Coaybay, el espacio de los muertos, o tal vez, en el lugar prometido a los cristianos pero al viejo modo indígena.

Otras joyas de la misteriosa dama son cuatro pendientes en forma de lámina trapezoidal y perforados en un extremo, un cascabel, una cuenta esférica hueca, dos cuentas cilíndricas de metal y una figura en forma de cabeza de pájaro. La cabeza de ave mide 22.2 mm de largo, y el grueso de la lámina es de unos 0.1 mm. Ella fue descrita por Guarch Delmonte de la siguiente forma: “(…) la pieza es muy elaborada; en el tope de la cabeza se advierte un tocado consistente en arcos, situados en tres filas paralelas de delante atrás con tres anillos cada una. Los ojos están logrados mediante dos hilos de oro yuxtapuestos que en cada uno forman un semicírculo, continuándose sobre la frente como diadema; el iris de cada ojo se resuelve mediante una pequeña semiesfera. El pico es trapezoidal en el plano horizontal, muy deprimido, de punta truncada, con dos perforaciones en el extremo y dos líneas incisas en ambos lados que independizan el pico superior del inferior. En la parte superior e inferior del cuello se aprecian sendas gargantillas constituidas por dos hilos de oro paralelos entre los cuales se advierten un apretado entorchado también de dos hilos; ambos resaltos cruzan de lado a lado del cuello por la parte delantera y laterales, por detrás la cara es plana, mostrando una perforación rectangular que ocupa casi todo el espacio, dejando solamente un marco en rededor. La base de la pieza es semicircular y, como ya se ha expresado, hueca”.

Al momento de su hallazgo la cuenta esférica, según Guarch Delmonte, “tenía soldado en uno de sus extremos, un delgado tubito de 5 mm de longitud, muy fino, el que se deshizo al ser extraída; por el lado contrario se advierte el inicio de lo que debió ser un apéndice similar, destruido con anterioridad. La esfera tiene un diámetro de 3 mm y en sus interior se observa con el microscopio un fragmento de hilo”. En su opinión fue elaborada en oro bajo. Existe sólo un dibujo de la pieza, ahora fragmentada en varias partes.

A solicitud de Guarch algunas de estas piezas fueron analizadas en el Centro Nacional de Conservación y Restauración de Monumentos (CENCREM), en La Habana, usando un microscopio electrónico de barrido. Las láminas y el cascabel muestran presencia dominante de oro y cobre, con cierta cantidad de plata y niveles muy bajos de silicio. La cabeza de pájaro está hecha de una aleación de oro, cobre y plata. Asimismo este enterramiento tenía a su alrededor fragmentos de latón.

La misteriosa dama 57A del cementerio Chorro de Maíta

¿Cómo es posible que este individuo fuera enterrado con joyas de oro tan valiosas y que los españoles lo hayan permitido?. El arqueólogo Dr. Roberto Valcárcel considera que el entierro se produjo en un momento en que los españoles no estaban en el Chorro.

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