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3 de octubre de 2014

Carlos García Vélez en Carteles



Revista Carteles, Año 35, Número 41. Publicada el 10 de Octubre del 1954 en La Habana, Cuba.
Tomado de: Güije.

En 1946 fue instaurado, me­diante una ley, el Día del Veterano. Pero es este año que va a celebrarse por vez primera. La festividad coincide con la conmemoración de la fe­cha patriótica del 10 de Octubre de 1868, día en que se dio el Grito de Yara.

Carteles recoge el sentir de los libertadores en su día, en el día grande de la patria. Este re­portaje quiere ser su contribución de respeto y cariño a los funda­dores.

“Estamos con el General Carlos García Vélez, junto a su silla de enfermo.

“-No puedo moverme de aquí, tengo cuatro vértebras destroza­das -nos dice de entrada el ilus­tre patriota a modo de excusa.

“-¿Qué le parece ahora la Re­pública, General? -preguntamos.

“-No me haga usted hablar, amigo. No hay República. No hay nada.

“El viejo mambí, a los 81 años de edad, es un gran desilusio­nado:

“-No creo en nada -afirma-. ­Hemos heredado todos los defec­tos de España y ninguna de sus virtudes.

“El hijo del glorioso general Ca­lixto García, toma en sus manos una caja de tabacos. Nos regala con ellos. Después, enciende uno y comienza a fumar:

“-Ustedes son jóvenes y opti­mistas -expresa en tono pater­nal-, ¿por qué no se buscan a otro libertador para entrevis­tarlo?

“-Usted es uno de los pocos generales que nos quedan -apun­tamos tímidamente.

“-Ahora -añade como si no hu­biese captado nuestras palabras- ­mi único consuelo es fumar. Y leer y escribir...

“-¿Algo para ser publicado?

“-¡No! -ataja vivamente- Na­da de eso.

“-De todas manera, general...

“-De todas maneras -interrum­pe- no hemos logrado todavía crear una patria digna. Por omi­sión, por consentimiento o por complicidad. Y no de ahora. Em­pezó la trifulca, en la guerra misma, al terminar la guerra. Los políticos depusieron a mi padre y después a Máximo Gómez, para quedarse con la República.

“-En cuanto a las elecciones, ¿qué piensa?

“-¿Qué elecciones? -pregunta a su vez el viejo libertador-. ¿Pe­ro ustedes creen en eso? -vuelve a preguntar.

“Le da una fumada a su tabaco, alza la cabeza, suelta poco a po­co el humo de la boca y habla sonriente:

“-No me explico -afirma- có­mo personas ilustradas, como us­tedes, creen en eso. Evidente­mente están tocando todavía el violón. Eso no es más que un quítate tú, para ponerme yo...

“Estapé, que ha encendido su puro, comenta:

“-¡Son muy fuertes estos ta­bacos, general!

“El glorioso anciano exclama:

“-¡Caramba, que se han vuel­to muy flojos los cubanos!

“El General García Vélez, re­husa dar consejos a sus compa­triotas:

“-Sería como predicar en el desierto -dice.

“Un comentario en torno de su residencia cambia súbitamente, el giro de la conversación.

“-La casa no es mía -aclara-. Es alquilada y no tengo propiedades. Una casa heredada de mis abuelos, en Holguín, se está derrumbando, porque no tengo di­nero para reconstruirla.

“El General ha peleado mucho más en la paz, que durante la guerra, pero a su juicio infruc­tuosamente. Fue por muchos años miembro del Servicio Exterior de la República y es aun Consejero Económico del Ministerio de Es­tado.

“-He viajado por todo el mun­do -dice- y he llegado al con­vencimiento de que no hay otro país como el nuestro sobre la tierra. ¡Ojalá nosotros fuéramos lo mismo!

“-¿Qué opina, general, del Día del Veterano?

“-Requiescat in pace- responde.

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