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29 de septiembre de 2014

Carlos García Vélez, el hijo del General Calixto García

Por Ronald Sintes Guethón.

Fue el tercer hijo del matrimonio del General Calixto García Iñiguez con Isabel Vélez Cabrera, se llamó Carlos Gabriel y nació el 29 de abril de 1867 en la finca “El Tejar”, en Santa Rita, lugar intermedio entre Bayamo y Jiguaní, aunque mucho más próximo al segundo.

Un año después de que de Carlos vino al mundo, comenzó la Guerra Grande de independencia en Cuba (10 de octubre de 1868). El padre, entonces virtualmente desconocido, pocos meses después se convertiría en uno de los dos alumnos más brillantes de Máximo Gómez y un estratega militar excepcional. Ido Calixto a la guerra, la familia le sigue, como fue común.

En 1870 son hechos prisioneros. Doña Isabel Vélez acompañada por doña Lucía Iñiguez, madre de Calixto, y los niños son trasladados a La Habana, no sin antes hacer algunas escalas durante el camino. Muchos años después Carlos escribió: “…fuimos recluidos en la prisión de Las Recogidas que se destinaba a mujeres públicas y delincuentes, dormíamos en el piso y con escasos alimentos…”[1]

Por las muchas gestiones que hace doña Lucía Iñiguez, la familia es liberada a cambio de que parta hacia el exilio inmediatamente. Los García-Vélez van a Key West, en los Estados Unidos, los atienden diversas familias de emigrados cubanos, especialmente los Martínez-Ibor, que fueron la cabeza del emporio de torcedores de tabacos que sufragaron gran parte de la guerra del 95. Ya adulto, Carlos García Vélez contrajo matrimonio con una hija de dicha familia.

También los poderosos Aldama ayudan a los García-Vélez. La mismísima Rosa de Aldama, esposa de Miguel de Aldama, hizo las gestiones y consiguió que Carlos matricule en el colegio interno “New York Foundling Asylum” de la orden religiosa Hermanas San Vicente Paul. En las notas que dejó escritas, Carlos aseguró que guardaba recuerdos adversos de dicho colegio, principalmente de sus padecimientos de enfermedades eruptivas en la piel y de la tiña epidémica.

En 1878 concluye la guerra. Calixto García viaja a los Estados Unidos, la familia se reencuentra y van a vivir a un edificio en 300  West entre 45 y 44 en la Novena Avenida de Nuew York. Las condiciones de vida mejoran ostensiblemente y Carlos sale del internado. Comienza a asistir a una escuela pública y trabaja como mensajero en la Telegraf Company, más tarde en el Comercio  de Zell y Po.

Es en esta época cuando se manifestó en Carlos un latente interés por las artes, la música especialmente, para la que tenía una particular sensibilidad. Da clases de solfeo y piano y asiste a conciertos en diversos teatros a los que logra entrar gracias a los boletos que ganaba por su trabajo como mensajero.

Y a la vez de sus descubrimientos del piano, durante 1878 y 1879 Carlos conoce a numerosos patriotas cubanos que visitan su casa para entrevistarse con su padre, el General. Antonio Maceo entre ellos, de quien Carlos escribió después de muchos años: “… la impresión que me causó el General nunca la olvidé, si no hubiera ido a la Guerra con mi padre habría ido con Maceo y habría estado a sus órdenes…”[2]

Menos de un año está la familia García-Vélez reunida en Nueva York. Comienza una nueva guerra en Cuba, la que pasó a la historia de la Isla como Guerra Chiquita, por su brevedad. Calixto García es el Jefe principal. Carlos tiene que redoblar su trabajo para ayudar al sostén de la madre y de sus hermanos, pero asimismo se cumple con tareas independentistas: el traslado de armamentos. Un día lo detienen. Por ser menor de edad queda exonerado de responder a un proceso judicial que lo habría llevado a la cárcel si su edad hubiera sido otra.

Cuando finaliza la Guerra Chiquita, Calixto García es deportado a España donde guarda prisión. Cuando lo liberan le prohíben abandonar el país y como el padre no puede ir donde sus hijos y la esposa, ellos viajan donde él. Se reunifican por segunda vez en 1882 y viven en Madrid. Carlos prosigue sus estudios en el Instituto de Libre Enseñanza y luego en el Instituto Cardenal Cisneros. Acerca de esta etapa escribió el periodista R. Rodríguez Altunaga, el 13 de Noviembre de 1950 en el Periódico Alerta:

“Los estudios de García Vélez fueron hechos a la usanza antigua,  cuando las materias eran cuidadosamente graduadas y no se adelantaba en unas sin dejar dominadas las precedentes, debidamente metodizadas, no hechas a trompicones, ni con forros de papel.

“En el instituto Cardenal Cisneros tuvo de maestro de literatura a don Narciso Campillo; cuyo texto sencillo aún discurre, con provecho, por las manos de los incipientes bachilleres, y posteriormente en el de la Enseñanza Libre le impartieron las materias los maestros don Francisco Cossio, a Pi Margall, Azcárate, Giner de los Ríos y otros mentores no menos célebres”[3].

Era el deseo del General Calixto García que su hijo Carlos estudiara derecho, pero él se decidió por una carrera más corta que le permitiera ayudar económicamente a la familia en un período más breve. Por tal matriculó en la Facultad de Medicina de San Carlos para cursar la carrera de Estomatología. Entonces la enseñanza de la estomatología no era oficial (presencial se diría ahora), y consistían los exámenes en demostraciones de suficiencia que los alumnos hacían ante un tribunal formado por médicos, todos catedráticos de la Facultad de Medicina o dentistas en ejercicio.

Graduado de Cirujano Dentista en 1887, Carlos García Vélez se traslada a Francia y ejerce en el Hospital San Juan de la Luz, en los Bajos Pirineos. Cuando ha reunido el dinero necesario, retorna a Madrid y funda un Gabinete Dental propio. Pero su estancia en Francia fue mucho más allá que lo narrado hasta aquí. En Francia el Dr. Carlos García Vélez estableció relaciones con facultades médicas de varios países y con especialistas reconocidos, especialmente, con el Dr. Emilio Magitot, fundador de la revista “L’Stomatologie”, de París. De esta forma el hijo del General logra especializarse en patologías bucales como la estomatitis, la piorrea alveolar y otras afecciones muy comunes en la época, a la vez que realiza las comunes extracciones y obturaciones ayudándose de una novedad: el cloroformo y trimetileno como anestesia.

El desempeño profesional de Carlos García Vélez y sus amplios conocimientos de las enfermedades bucales, lo llevaron a fundar en 1894 una “Revista Estomatológica”, la primera en España y la segunda a nivel mundial en su  tema. Posteriormente Carlos García Vélez hizo tratamientos a su padre, que desde el famoso disparo que se había hecho bajo la barbilla para evitarcaer en manos de sus enemigos, durante la Guerra Grande de Cuba, tenía padecimientos crónicos. La inserción de una prótesis de caucho, muy popular en la época, sirvió para que el viejo general se sintiera aliviado.

No porque la estomatología le consumiera gran parte de su tiempo, Carlos García Vélez se desentendió de la música, sino todo lo contrario. El cada vez más célebre médico siguió tocando el piano y codeándose con otras personas que, como él, tenían intereses por las artes en general y también por la ciencia. Dicen las crónicas que a menudo se le veía en el Círculo de Bellas Artes y que se hizo muy cercano al Ateneo de Madrid, esta última una institución cultural privada creada en 1835 que desarrollaba actividades en todos los órdenes culturales y científicos. Tampoco mermaron en Carlos los ideales libertarios que su madre y especialmente su padre les habían inculcado a todos sus muchachos. 1895 estaba cada más cerca cada día.

Máximo Gómez y José Martí firman el Manifiesto de Montecristi, que fue la plataforma política para la nueva guerra de independencia de Cuba. De manos de Ana Betacourt llega el documento a manos de Calixto y con el viejo General, lo leen sus hijos. Deciden que deben ayudar a la preparación de la guerra. Carlos aprovecha sus comunes visitas a lugares públicos y allí arroja furtivamente numerosos ejemplares del Manifiesto, además de repartir proclamas incendiarias entre la colonia de emigrados cubanos en Madrid.

Un día les llega la noticia, Cuba se levantó en armas. José Martí, Máximo Gómez, Antonio Maceo y otras principales figuras del independentismo cubano, obligadas a vivir en los más diversos confines del mundo, están llegando a la Isla. Calixto García decide venir a como diera lugar, Carlos lo acompañará si el padre lo permite. Más que permitirlo, el padre lo exige: es la hora de Cuba y todos sus hombres deben acompañarla.

Pero las autoridades españolas vigilan día y noche al General Calixto García, a lo que se suma que Carlos es dentista de una selecta clientela, si el faltara por unas horas, todos se percatarían. Calixto prepara el plan.

Para  no llamar la atención con el abandono de sus deberes profesionales llega de Málaga un cuñado de Carlos, esposo de su hermana, el Dr. Witsmarsh que se encarga de los pacientes del futuro insurrecto. El nombre de Witsmarsh también es utilizado para separar un reservado en el Sur-Express que utilizarán el general y su hijo para llegar a París.

Si los detuvieran al subir al tren o durante el viaje, padre e hijo deberán informar que viajan a Villalba a participar de una cacería en un Club situado en aquella villa fronteriza. Pero en realidad no se detendrán, el objeto es viajar a París. Lo consiguieron.

Los Clubes Patrióticos integrados por cubanos emigrados en París saben que la presencia del General Calixto García en la guerra de Cuba es estratégica y con toda la urgencia que es posible, lo envían a Nueva York para que de allá lo embarquen hacia la Isla.

El 26 de enero de 1896 el General García, su hijo y otros muchos patriotas cubanos suben a bordo del vapor “Hawkins”, pero no avanzan más que unas pocas millas, las malas condiciones de la embarcación hacen que esta zozobre. Regresan a tierra y antes que transcurran dos meses, exactamente el 24 de marzo, desembarcan en tierras cubanas en una zona cercana a Baracoa.





[1] Torres Guerrero, Maricelis y varios colaboradores: Aproximación al estudio de la Familia García Iñiguez. Fondo Guerra de Independencia, Museo Casa Natal Calixto García Iñiguez, 2003. (Inédito)

[2] Ídem


[3] Archivo Nacional de Cuba. Fondo Academia de la Historia. Legajo 575, No. Orden 2

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