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14 de mayo de 2014

Camino holguinero de la Virgen de la Caridad



Por José Novoa Betacourt

En el excelente prólogo al libro de la Dra. Olga Portuondo Zúñiga, “La virgen de le Caridad del Cobre: símbolo de cubanía”, el Dr. Jorge Ibarra llamó la atención sobre el proceso histórico de expansión de su culto.


“La extensión del culto de la virgen a otras regiones del país, ha dicho Ibarra, testimoniaría el lento proceso de insularización, así en 1717 se construía una ermita dedicada a su culto en Sancti Spíritus; en 1734 se levantaría otra en Puerto Príncipe; en 1747 se erigiría una en Quemado, y en 1831 una en la Iglesia de Guadalupe en la Habana”


Dentro de esta línea, cuándo tomó fuerza el culto a la virgen de la Caridad del Cobre en Holguín, y quiénes lo expresaban. Este breve artículo tiene el objetivo de llamar la atención sobre esta cuestión para la localidad.

De la organización y actividad de la Iglesia en el territorio no se tiene noticia directa hasta el año 1692. Por lo tanto de los años anteriores sólo podremos suponer.

Entre 1513 y 1540, período de las Encomiendas, la arqueología ha definido  hasta el momento restos de unas probables nueve dentro de los límites de la actual Provincia, ubicadas en Banes, Alcalá Holguín y Barajagua. Estas Encomiendas funcionaron como las primeras protocélulas integradoras y definidoras de la nueva cultura colonial, siendo posible suponer un importante sincretismo mágico religioso entorno a la imposición cristiana.

Además de la labor evangélica formal de los encomenderos, fue posible la actividad de algún fraile o sacerdote ocasionalmente. Siguiendo al padre Las Casas, la Virgen María fue el principal centro de la iconografía propagada.

Esa expansión del nuevo culto no debió ser fácil por la resistencia aborigen a la explotación colonial de lo cual puede ser ejemplo la Encomienda de Alcalá en 1538, en la que los indios por el día trabajaban como pacíficos labradores y en la noche asaltaban a los estancieros españoles. 

De todas maneras para la población indígena sobreviviente el culto transculturizado debió contribuir activamente en el plano espiritual a la conformación de una nueva identidad.

En 1689, bajo los ecos del Concilio Diocesano del Obispo Tres Palacios, su continuador el obispo Compostela autorizó la creación de la primera Ermita en el Partido bayamés de Holguín, a partir de los intereses de la familia Ávila González de Rivera.

Han contado los historiadores Don Diego de Ávila y Delmonte y Juan Albanés que el 5 de octubre de 1692 se inauguró la ermita bajo la advocación de la Virgen del Rosario, una de las advocaciones marianas, en reconocimiento a María del Rosario de Ávila, esposa de Juan González de Rivera y Oveda, hateros promotores del acontecimiento.

En 1709 la ermita se trasladó del hato de Managuaco al de Las Cuevas, al paraje de Las Guásumas y se transformó en Iglesia en 1712, siendo su primer sacerdote Juan González de Herrera, quien mantuvo el culto a la Virgen del Rosario.

Entre 1716 y 1719 se mudó la Iglesia para el viejo bramadero del Hato fundado por García Holguín en 1545. Exactamente ese fue el lugar escogido para construir el Pueblo de Holguín, entonces en proceso de demarcación y construcción. La Iglesia se inauguró el 4 de abril de 1720 bajo las advocaciones de San Isidoro y la Virgen del Rosario.

En 1756 el Obispo Morell de Santa Cruz, que bien merece un monumento en Holguín, visitó la ciudad. La imagen de la Iglesia y el culto que nos dejó por escrito el Obispo fueron las de un local de “veinte varas de largo, siete de ancho y cinco de alto”, mientras el pueblo era: “poco instruido en las verdades eternas”.

Las imágenes de los altares los conocemos por un inventario adjunto al Libro de bautizos de 1775. Eran estas: San José, San Antonio, San Isidoro, Jesús de Nazareno, La Dolorosa, la Virgen del Rosario y San José de Nacianceno. ¿Y la Caridad del Cobre?. 

Nuestra Señora, la Virgen de la Caridad. Obra del pintor holguinero Cosme Proenza

De la imagen de la Virgen de la Caridad, a la que el propio Morell definiera como “la más milagrosa efigie” de las veneradas en el santuario de la Isla “más rico, frecuentado y devoto” (en El Cobre), en el Holguín de entonces, no se tienen noticias de una similar en su templo.

No obstante en sectores del pueblo ya se vislumbra el culto a la señora de la Caridad. En el año de 1775 uno de los nuevos Hatos ubicado en la zona de Cacocum se nombraba “La Caridad”, (Su propietario eran Gabriel Batista y Juana Corral).

En 1789 Juan José de Proenza, natural de Bayamo y uno de los propietarios de el hato de Almirante, declaró que debía una mula a “nuestra señora de la Caridad del Cobre” y una de sus hijas se nombraba María de la Caridad, hecho nada sorprendente si se tiene en cuenta que desde los finales del siglo XVII era presente “la participación de la población de Bayamo en la milagrería” alrededor de la imagen.

Debió ser Bayamo el lugar desde donde principalmente irradió el culto a la Caridad del Cobre a Holguín.

El 19 de marzo de 1791 el cabildo reportó la ausencia del Regidor Antonio de Peña “por hallarse de Romería en el santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre.” En ese propio año el Notario hizo constar que Manuel Antonio Calderón declaraba deberle a nuestra Señora de la Caridad del Cobre ocho pesos y a la Merced seis.

Para inicios del siglo XIX en el Hato de Bariay otro paraje recibió la denominación de La Caridad.

Y finalmente en una de las primeras décadas del siglo XIX la imagen de La Caridad ocupó un sitial en los altares de la Parroquial Mayor holguinera. Ahora no sabemos la fecha. Sólo lo que informa el inventario de los años 1862 – 1868, que en la nave, a la derecha del altar mayor, existía un altar sencillo con una imagen “de mala escultura y propiedad de la familia Garayalde”. Se conoce por la misma fuente que en 1866 la Iglesia compró en 42 pesos y 50 reales una imagen de la Caridad en Santiago de Cuba, que, suponemos, reemplazó a la tenida hasta entonces.

¿Por qué razones el fervor popular entorno a esta imagen es tardío en la región holguinera? ¿Por qué la patrona demoró tanto en lograr un lugar en los altares locales?

La respuesta a estas preguntas merecen un estudio que desborda mis posibilidades aunque, sospecho, alberga razones profundas, vinculadas al proceso de formación de lo cubano en la localidad.


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