En este sitio se asentaron en sus orígenes familias procedentes de Norteamérica, como los Driggs y los Clark. También la austriaca Henrietta Seassures, casada con el norteamericano José Eysing; y otros anglosajones, pero la mayoría de ellos habían abandonado el lugar antes de iniciarse la guerra de 1868 y el terreno que ocupaban había pasado a manos de canarios peninsulares. Para 1877 existía una población de 491 personas, de ellas 6 esclavos.
Escuche al historiador de Gibara Enrique Doimeadiós contando la historia de don Felipe Munilla
Precisamente su rancio españolismo fue una de las razones de que el poblado fuera uno de los más atacados del territorio, lo llegaron a quemar tres veces, de ellas una durante la Guerra del 68, y dos en la de 1895. El primero en atacar fue el General Julio Grave de Peralta, quien ordenó quemarlo. Esta acción ocurrió en la noche del 16 para el 17 de agosto de 1869. En la Guerra de 1895 fue incendiado por tropas de Calixto García, el 11 de junio del año 1896, y un año más tarde, en 1897, por el capitán Lico Balán.
El poblado se preparó para la defensa desde el año 1868 con cinco fortines más la sólida casa de Felipe Munilla que también fue fortificada. Alrededor del caserío se construyeron alambradas de púas y trincheras. De los fortines solo se conserva una ruina, en la que aún se aprecia su planta rectangular de 16 m de largo por 4.60 m de ancho, con muros de mampuesto de 0.65 m de grosor. Este se localiza en el patio de la casa del señor Vicente Calderón, y se conoce la ubicación de otros tres (uno frente a la escuela, otro frente a la actual tienda de víveres y el otro en una de las lomas que rodean el actual poblado, del que puede observarse la trinchera).
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