Prensa desde 1900

5 de junio de 2010

Donde se dan noticias de los amores a prueba de cualquier incidente de don Paco y la Pepa, la elevación de él a la más alta dignidad militar y política para concluir como en una telenovela sin relevar un secreto

Reescrito por César Hidalgo Torres a partir del texto "La furia de los nietos", del historiador José Abreu Cardet. (Y que conste que la semejanza de su apellido con los personajes de esta crónica no es pura coincidencia)

A Karín, que los ama y defiende junto conmigo.

UN TENIENTE DE PROVINCIA OLVIDADO

No nos quedó constancia del rostro de don Paco, hoy casi ningún holguinero menciona su nombre y a él le debemos la ciudad


En la burocracia militar española Francisco de Zayas era un caso corriente. Frisaba los cuarenta años y tan solo había llegado a Teniente Agregado de la plaza de Santiago de Cuba, donde nació. Pero otra cosa no podía. Luego de la toma de La Habana por los ingleses la historia militar de la isla se presenta sin oportunidades de combate donde probar las cualidades de un militar de carrera. Y peor resultaba el asunto si, como Zayas, el aspirate era criollo, gente considerada en la nómina social española como de segunda categoría. Sin embargo, ojo, no se trataba de alguien más. El santiaguero de cuna de quien hablo poseía cualidades singulares que sólo esperaban por una oportunidad para mostrarse.

Y si las condiciones no se crean, hombres como don Francisco, o mejor, don Paco, que era como lo llamaban sus cercanos, contribuye a generarlas. Año 1812: lo designan Comandante de las Milicias de Holguín. A primera vista el cargo no parecía nada halagüeño. Holguín era a los ojos de los funcionarios españoles una pobre comarca perdida en la costa norte del oriente de Cuba con un presupuesto reducido. Y, por demás, era el vecindario tan mediocre en lo económico que ninguna era la perspectiva para enriquecerse con el latrocinio público, (y esa era la práctica común en los funcionarios hispanos en el Nuevo Mundo). Pero algo es más que nada y don Paco tenía anhelos... vino sin saber que aquí le esperaba un destino intenso, aunque, (es solo una de las tantas intuciones que este ser me preovoca), don Paco lo esperaba. Más para iniciar su rumbo tenía que conocer a la Pepa Cardet y ella demoró un poco. Mientras don Paco se vio en la necesidad de establecer una fábrica de carruajes para solventar sus necesidades económicas y las de su hijo. Porque es hora de decirlo: la esposa de don Paco se quedó en Santiago y él trajo al muchacho. Suposiciones sí, pero dicen los historiadores más habladores que, parece, ella le puso los cuernos y, para alejarse del "lugar de los hechos" don Paco aceptó el entierro en vida que era para los de su especie venir a esta polvorienta ciudad.

Ah, como me hubiera gustado mirar aquellos ojos de hombre llegado a la media rueda, sin curriculum ninguno y  sin oportuidades ahora que, naufrago, estaba absolutamente alejado de todos los centros de poder. En Holguín, Santiago de Cuba, donde radicaban las autoridades superiores del departamento oriental, era como una especie de neblina mañanera siempre lejana e inalcanzable. El colmo holguinero era que no había, siquiera, un puerto que permitiera un tráfico regular de cabotaje. Ir a Santiago, con luna o sin ella, era más trabajoso que cargar cruces: el camino real era una verguenza que lo llamaran así.

Don Paco era un burócrata, fuerza ya que lo digamos, y para un burócrata de carrera acostumbrado a guiarse por las órdenes de sus superiores la distancia insalvable a la que se había autocondenado provoca ansiedades y para colmo la Pepa Cardet demoraba en encontrarse con él en una cayejuela cualquiera...

Pero, el destino y la enclenque geografía de Holguín ya trabajaban. Los dos estaban citados en cualquier lugar de la jurisdicción y ninguno lo sabía, aunque, sí, sí, sí, no lo nieguen aunque no haya documento que lo atestigue: los dos se esperaban y se presentía. Y sucedió. Ella y él estuvieron frente a frente y se enamoraron tempestuosamente. Aquella vez. él tenía usaba una mirada torva, la Pepa se vistió con sus 18 años.

Ella era una criolla impresionante, dicen. Y además cargaba con más de cinco kilogramos de apellidos ilustres y poderosos. El, lo adivinó ella, era el hombre con quien soñaba. La Pepa, lo adivino, no aspiraba príncipes y otras blandenguerías: a un hombre, eso sí, que tuviera la fuerza y la inteligencia de hacer suyas las cartas de navegación que ella previó durante el sueño y la fiebre. Ahora que se encontraron bien valía caminar por caminos poco transitados. Ella presentó el pecho al primer gran combate y aceptó ser la amante de un hombre casado. Decidida y fogosa, una ceja levantada como señal que a todo el opositor lo iba a enfrenar, ella estuvo despierta hasta las madrugadas, la ventana sin cerrar. El tampoco dormía. A la sequía peremne achacó el malestar. Y cuando al fin consiguió desamarrar todos sus tabúes fue y la raptó. Dice la tradición o las leyendas urbanas que fue un viernes santo.

Un anónimo enviado a las autoridades superiores refería, con todo el peso de la grosería de una aldea, que Francisco de Zayas destrozó la ventana de su cuarto y le rompió la virginidad a Josefa.(1) Fue alguna comadre quien lo escribió. Esta, como todas las aldeas, está(ba) poblada de deseos reprimidos y eso obliga a reprimir a los demás. No era la Pepa una campesina de pobre e incierto futuro, decía y era una verdad sólida; por tanto no tenía necesidad de terminar como concubina de un hombre importante. (Ah machista cegatos, era don Paco quien necesitaba terminar como concubino de una mujer importante). Pero todavía ella no era importante, para serlo lo necesitaba a él. Por eso, ahora que lo encontró la Pepa mandó al carajo a cuanto párroco encontró a su pasó y esos acostumbran a maldecir a los prójimos así.

El mejor espectáculo público es el rictus bajo el que se esconde un defensor de la moral ajena cuando el juez al que apelan responde dándole una dolorosa patada por el culo. Y esa fue la respuesta del Gobernador de Santiago de Cuba a los holguinenes que le escribieron. Después, para cortar el mal por la raíz, el Gobernador escribió a sus superiores e hizo constar las muchas cualidades de Zayas.(2)

Victorias como la anteriormente narrada hay que disfrutarla porque no son comunes. Permítanme amables lectores: cada vez que lo recuerdo no puedo impedir el impulso de cerrar los ojos y reírme. Por aquellos dos, vencedores, y por mí y por tí, pobres víctimas de las comadres, me río y después vuelvo.

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La iglesia San José es una de las deudas que tenemos con don Paco. La torre aún es la original.

Es indudable que don Paco era miembro de una familia de mucha valía en Santiago de Cuba, aunque venida a menos cuando se les acabó el dinero. Y a gente así siempre le queda alguien que les debe favores: A Don Paco, o sea, don Francisco de Zayas de los Reyes y Armijo lo designaron en 1816 teniente gobernador de Holguín, que era en esta época, cuando la isla de Cuba formaba una capitanía general y a su vez se estructurada en departamentos y jurisdicciones, el cargo de más relevancia. Por tanto el críticado ahora gozaba de un poder casi absoluto. La Pepa no se extrañó cuando lo supo, ella adivinó que así sería tres años antes.
Nombrados al compás de las ambiciones de la burocracia colonial, sin tener en cuenta cualidades y capacidades, era frecuente que prevaleciera la mediocridad entre los Tenientes Gobernadores. Pero don Francisco estaba formado de una madera muy diferente a las de los tradicionales funcionarios españoles en las colonias. El, que además fue el primer criollo en obstentar tan alto rango en Holguín, supo pulsar el sentir de los nacidos en la comarca, en especial de los terratenientes locales. Tras aquella aparente modorra pueblerina el nuevo Teniente Gobernador descubrió fuerzas e intereses capaces de producir grandes cambios. O a lo mejor fue la Pepa quien se lo dijo... don Francisco decidió canalizarlos.

Realizó importantes obras como la construcción de un edificio de dos plantas donde se instalaron la cárcel y la casa de gobierno. Estableció el primer alumbrado público de la ciudad, obligando a sus vecinos a colocar un farol frente a sus casas. Construyó o mejoró caminos importantes. Creo una filial de la Sociedad Económica de Amigos del País. Publicó y en la revista de esa asociación publicó una compilación de documentos sobre la fundación del cabildo holguinero, convirtiéndose en el primer historiador local. Introdujo el cultivo del café en la jurisdicción. Incrementó el de la caña de azúcar. Y para esto aceleró la introducción de esclavos africanos.(3)


Es indiscutible que don Paco era un hombre progresista y así lo vieron los terratenientes holguineros que de contrarios pasaron a amigos y socios. Lógicamente, los esclavos tenían otros criterios sobre el Teniente Gobernador, pero nadie los tomó en cuenta.
No obstante, la gran obra de Francisco de Zayas, la que lo inmortalizó, fue la construcción del primer puerto de la jurisdicción. Para hacerlo seleccionó la rivera de más fácil acceso desde Holguín: Gibara. Situada a unos 30 kilómetros de la capital de la jurisdicción Gibara posee una bahía de bolsa nada recomendable para la navegación por su poco calado. Poco calado que cada vez es menor por los dos ríos que alivian sus aguas en ella. Más pese a aquellos inconvenientes Gibara fue puerto por la voluntad y el empeño de don Paco de Zayas.

La idea de hacer el puerto encontró absoluta acogida en el cabildo y en los terratenientes locales en general. Ya el comercio de contrabando no satisfacía las necesidades de los vecinos. Y si conseguían el incremento de la producción que al calor de don Paco esperaban, era necesario crear nuevas estructuras económicas que le dieran salida al comercio internacional a los productos locales. Se se iniciaron las obras de la superestructura del puerto con la construcción de un fortín, un muelle y las primeras casas del futuro poblado. Y luego hicieron todo lo demás en un proceso complejo y largo. La construcción del puerto de Gibara fue en esencia la gran hazaña de la élite criolla holguinera antes del inicio de la guerra de 1868.  
Gibara, la gran obra de don paco

 Y mientras tal proeza hacía don Paco, la Pepa Cardet se convertió para su varón en algo más que la simple concubina que casi por tradición tenía cada hombre de alguna importancia en la comarca. Entre ellos se fueron creando lazos cada vez más estrechos. Lazos que iban más allá de los cinco hijos fruto de la relación. La Pepa acabó subordinando todo a su relación con Francisco y su éxito en la sociedad holguinera, incluso su amor maternal. A familias conocidas para que se encargaran de su crianza entregó cada uno de los muchachos, porque estos le estorbaban en sus otras labores, o sea, apoyar a su amante e incrementar el peculio personal. Llegó a poseer varias propiedades importantes, entre ellas un establecimiento azucarero de relevancia. 

Vean las noticia que da el historiador Herminio Leyva sobre las principales industrias azucareras de Holguín en 1837: Don Manuel Trinidad Ochoa, natural de Cuba (Santiago de Cuba), era propietario de un ingenio con 80 esclavos, José Ramón Zayas, (natural de Cuba e hijo de don Paco con su ¿infiel? Primer esposa), era dueño de un ingenio con 42 esclavos, Tomás Ramón Ochoa, cubano, era dueño de un ingenio con 35 esclavos; Agustín Ochoa, cubano, poseyó un ingenio con 20 esclavos, Santiago Patterson, escocés, dueño de un ingenio con 91 esclavos, Samuell Chapman, inglés, un ingenio con 47 esclavos, doña Rita Ballerby, inglesa, un ingenio con 84 esclavos; María Josefa Cardet, un trapiche con 26 esclavos y Mister Warren Gookin, angloamericano, un ingenio con 22 esclavos.(4)

La Pepa era la única mujer criolla holguinense propietaria de ese tipo de instalación productiva. Era así, porque ella era la amante del Teniente Gobernador y por eso lo necesitaba y lo complacía a Francisco, al extremo que inició un largo, complicado y costoso proceso de divorcio que le devolviera a la soltería para entonces legalizar sus relaciones.(5)

Parque Calixto García (Libertad, esquina Frexes), al fondo, de color verde, la tienda La Moda Cubana, que es el edificio que ahora está donde fue la casa de don Paco y La Pepa. Todavía se conservan los arcos interiores originales.


Aproximadamente así debió ser la vista que se tenía del parque en los tiempos que don Paco y La Pepa vivían en una de sus esquinas.


Dicen, aunque no está probada su veracidad (ni tampoco que sea incierto), que los poderosos don Paco y La Pepa se comunicaron con la Reina y que le dieron tanto dinero que Su Majestad intercedió por ellos ante el Papa y que Su Santidad los divorció. Otros, más terrenales, dicen que la primer esposa de don Paco murió y que por eso se pudieron casar. Para entonces ya él había construido una nueva iglesia en la ciudad.

Casados él reconoció oficialmente a los cinco hijos que había tenido con La Pepa y por tanto los muchachos llevaron su apellido. En 1833 don Francisco solicita lo liberen de su cargo; tiene 61 años de su edad. Desde la Capitanía General de la Isla le insisten para que continúe, pero él responde diciendo que su esposa está enferma y quieren ir a vivir al campo. Don Paco fue el Teniente Gobernador de Holguín que más tiempo ostentó el cargo, 17 años. El 11 de mayo de 1837 falleció en la ciudad de Holguín. Sobre su muerte se tejió una extraña leyenda… que contaremos en otra entrega de estas crónicas. 
 


NOTAS
1. PEDRO MONTALVÁN: El Origen de la familia Cardet. (Inédito).
2. Archivo Particular de Luis Orlando La Calle. Bayamo.
3. Ídem.
4. HERMINIO LEYVA: Gibara y su jurisdicción. Apuntes históricos y estadísticos, p. 219.