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22 de octubre de 2024

ARMANDO BLANCO FURNIEL, ESCRITOR HOLGUINERO

Por JUAN ALBANÉS 


Bien entrado el corriente siglo el matrimonio integrado por Emilio Blanco Moncada y América Furniel Jácome, dejó su terruño natal de Jesús del Monte de Auras y sentó casa en nuestra ciudad.

En Auras les nació su segundogénito, Armando, el 28 de septiembre de 1912. (El matrimonio tuvo ocho descendientes, cinco hembras y tres varones).

Con la sucesión de los años y el trabajo incesante del padre, logran montar una pequeña fábrica de tabaco torcido en la calle de Agramonte, esquina a Máximo Gómez, en el barrio norte. Los primeros años del más tarde poeta Armando Blanco Furniel, fueron los propios de un muchacho tabaquero que no escatimaba esfuerzos por ayudar a su familia a través del trabajo, que es fuente creadora de todos los bienes. Desde pequeño despuntó por poseer una poderosa imaginación, base donde se apoyan los dominios de la actividad intelectual, sobre todo en literatura.

Gustaba de leer los clásicos, hablar y escribir conforme a la gramática y cuando le asaltaba alguna duda, acudía a su ático maestro Manolo Lastre Manduley, muy bien calificado como el caballero del buen decir. Ya más afianzado en años, en Gibara, le imparte clases la doctora Esperanza Mastrapa.

Se hace periodista en la escuela profesional Márquez Sterling. En la década de los años cuarenta lo conocimos en la redacción del periódico Continente Americano, que trajo a Holguín González Barreto y que luego funcionó como Heraldo Holguinero y fue punto de arranque del periódico Norte, en la etapa de 1952 a 1961.

Ansioso de horizontes más abiertos se traslada a la Habana, trabajando un tiempo en el Capitolio, en papeles parlamentarios, junto al senador doctor Wifredo Albanés Peña, Luis A. de Arce y el doctor Alejandro Neyra Gou.

 Cabe añadir que Armando Blanco Furniel fue un adiestrado mecanógrafo, con la rapidez y estética de un Melquiades Noas. Sus hermanas guardan como reliquia preciada su máquina de escribir apareada junto a su buró de redacción. 

Fue luego inspector de abonos en el Ministerio de Agricultura y redactor y jefe de redacción de la revista Agronomía.

En 1948, en la imprenta La Milagrosa, La Habana, edita su primer libro de poesías que denominó Costumbre del Muro, que tiene mucho de autobiográfico; en 1954, en la misma imprenta habanera sacó a la luz Mundo Inoportuno. Dejó inédito un tercer libro que tituló La vigilia de más lejos.

En 1961 el poeta apoyó con su esfuerzo de maestro voluntario a la campaña de alfabetización nacional, el movimiento cultural más dinámico en nuestra historia.

En sus últimos años fue selector, controlador y chequeador de programas artísticos de CMQ-Televisión. 

Llevó a la pequeña pantalla algunos de sus propios libretos como Dos Vidas y Lamento de Amor, cuyas dos copias fueron mostradas por sus hermanas. 

Armando Blanco Foruniel formó parte de las tertulias de verso y prosa de entre bambalinas, en los estudios de CMQ-Televisión, junto a figuras de consagración en el arte como Félix B. caignet, Marta Jiménez Oropeza, Ernesto Galindo, Enriqueta Sierra, Luis y Martha Martínez Casado, Mario Barral, Juan José Castellanos, Luis Vinardel, Guillermo de Mancha, Castor Vispo, José Ángel Buesa y Félix Pita Rodríguez.

La muerte del poeta fue un acontecimiento tan imprevisto como inesperado. En su última mañana había sacado pasaje en avión con destino a Holguín para pasar en su pueblo, como siempre lo hacía, los culminantes días de diciembre. Ya en la tarde, con los preparativos del viaje, le sobrevino un paro cardiaco que le ocasionó una muerte fulminante. La autopsia mostró que se debió a una cardiopatía o lesión cardiovascular congénita que se recrudeció con los años hasta llevarlo a ese desenlace. Murió el jueves 4 de diciembre de 1969, cruzando el puente que separa la vida de la muerte en un instante fugaz. Sus restos reposan en el cementerio antiguo de esta ciudad de Holguín. Jorge Mañach en carta prólogo a los versos del holguinero desaparecido lo enjuició de esta manera: “Es de indiscutible vena poética, con don de palabra, de ritmo y de imagen. Tal es nuestra opinión crítica sobre Armando Blanco Furniel”.   

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