Dr. Laureano Calzadilla Anido,
Centro de Estudios sobre Cultura e Identidad, Universidad de Holguín.
La colonización de las tierras que conformaron la jurisdicción histórica holguinera en el siglo XVI y primera mitad del XVII apenas superó las tierras del hato primitivo de García Holguín, de ahí que su impacto en la naturaleza fue muy poco, casi ninguno. Pero ello comienza a variar desde la segunda mitad del siglo XVII a causa del lento pero mantenido proceso de colonización; es cuando sí que empiezan a producirse cambios irreversibles en el paisaje.
Los bosques que cubrían casi toda la región holguinera fueron talados para dedicar las tierras a la cría de ganado y a la creación de sitios de labor. La afección primaria y principal ocurrió en los alrededores del poblado de Holguín (creado en 1720) y de allí en dirección Norte hacia el mar, en particular para crear vegas de tabaco en los alrededores de los ríos Cacoyugüín y Yabazón.
Después de la creación del pueblo de Holguín y de la fundación de su jurisdicción, (1752), la colonización se extendió hacia el Oeste, hasta más allá de la bahía de Puerto Padre y hacia el Este, rumbo a la bahía de Banes.
Sin embargo, y sin contradecir lo dicho hasta aquí, los estudios realizados llevan a inferir que para el siglo XVIII el territorio holguinero aún era fundamentalmente montuoso y atravesado por enrevesados caminos que unían claros, más o menos extensos, en los cuales se levantaban los centros de los hatos y los sitios de labor. Estos últimos muy numerosos en el Ejido de Holguín, preferentemente abundantes hacia el Norte de la ciudad, en dirección al mar; escasos en las direcciones Oeste y Este, y casi inexistentes en el valle del Cauto.
El despoblamiento del valle del Cauto lo testifica un documento de 1749. En él, Ambrosio del Corral, dueño del hato de Cacocum, solicita una nueva mensura ante el agrimensor público Don Baltasar Díaz de Prego. El resultado es el trazado de la propiedad del individuo, que llegó a abarcar casi toda la porción del sur de la jurisdicción holguinera, y sin embargo en tan extensa zona nada más había sitios de labor en Algodones, Río Abajo y Sabanilla(1).
En relación con la influencia del espacio geográfico en la fundación del poblado de Holguín, es una evidencia excepcional el texto que nos dejó el Obispo Morell de Santa Cruz en el que describe la naciente Ciudad en 1756:
“La población se halla situada sobre un terreno perfectamente llano y sólido. Dos mil trescientas y seis varas es su largo, novecientas y doze su ancho. En el extremo que mira al Norte se levanta un cerro bastantemente extendido y de tanta elevación que desde él se registra el Mar. Nacen del mismo cerro dos Ríos, uno al expresado viento, y otro al Oeste. El primero se intitula Marañon, y el segundo Holguín. Ambos circunvalan a la Ciudad y diviertelan con el murmullo de sus corrientes, y la proveen de agua, aunque algo gruesa, y desabrida. Juntanse después y unidos van a desaguar a la costa del Sur. (...) En el centro de esta península, cuya figura viene a ser a modo de una meseta (...)(Sic.)”(2).
Obviamente que la elevación a la que hace referencia el Obispo es el Cerro de Bayado, hoy Loma de La Cruz. Y por otra parte, menciona el río Marañón e inadecuadamente al Jigüe, al que llama Holguín. (El río Holguín se constituye a partir de la fusión de ambas corrientes de agua).
A Joseph de Ribera también hay que agradecerle las primeras descripciones de la geografía de la naciente ciudad:
“Holguin es pueblo hermoso de poca antigüedad y de temperamento novelissimo a quien el penúltimo Gobernador de Cuba dio título de Ciudad según se le concedió. Está 20 leguas al no-nordeste del Bayamo: su vecindario es corto (...)”(3).
Nótese el calificativo de “novelíssimo” dado al pueblo, probablemente ese es el primero que se dijo para denotar las particularidades propias que lo distinguían.
El entorno geográfico de la zona también determinó las mesuras de la tierra. En Holguín no se siguió la norma establecida de trazar los Hatos o Haciendas Ganaderas de forma circular, sino que esas adoptaron múltiples formas geométricas determinadas por los accidentes geográficos, esto es, cadenas de cerros orientados de este a oeste, sabanas, charcos, arroyos y ríos que corrían de sur a norte, bahías, montañas o simples lomas.
Para una mejor apreciación de lo antes expuesto a continuación se describe algunas de esas haciendas:
Holguín: Hato similar a un polígono que se extendía desde la corona de la loma de Guajabales hasta la loma de la Concordia (esa última era, además, lindero de las haciendas de Las Cuevas y del Sao de Yareniquén), luego se prolongaba hasta el río Lirios y de allí al nacimiento del río Las Talanquera en la sabana de Las Biajacas, para continuar al charco del Guayabal, luego a la loma de La Cuaba en la sierra de Baitiquirí, continuando hasta la loma de La Breñosa y de ahí recto al punto de inicio, en Guajabales.
Managuaco: Hato que formaba una especie de triángulo. Tenía su base en la Loma de la Peregrina, llamada de La Jurga en el siglo XVIII, que asimismo separaba Managuaco de la hacienda de Yareniquén. De La Jurga siguiendo al Este hasta el arroyo de Jobabo e igual de La Jurga al Oeste hasta el río Cacoyugüín, de allí, al unirse con el Jobabo, conformaba el que parece vértice superior de un triángulo.
Guayacanes: Hato o Hacienda Ganadera con forma semejante a un rectángulo. Situado entre dos cadenas de lomas: al Norte, Las Calabazas, que lo separaban de San Marcos de Aura y al Sur, Guayacanes, por donde pasaba la línea divisoria con Yareniquén. Los laterales estaban formados por los arroyos Los Lirios al Este y Jobabo al Oeste.
El carácter irregular de los hatos y corrales (haciendas), así como el empleo de accidentes geográficos en los deslindes actuando como fronteras naturales, fue posible por las características del relieve.
El clima también fue otro elemento de carácter geográfico que contribuyó a tipificar la región. Holguín se caracteriza por sus cíclicos períodos de sequía, tan claramente reflejados en la cosmovisión popular y profusamente presentes en la historia oral.
Dentro del asunto Clima, los “nortes”, originados por los frentes fríos y que se presentan con relativas bajas temperaturas acompañadas de chubascos que en ocasiones pueden ser intensos, son un elemento que diferencia el norte oriental de otras porciones de la Isla. Dichos nortes se suceden desde noviembre hasta marzo.
Debe destacarse, además, que las máximas de temperatura en el norte oriental regularmente son unos pocos grados inferiores al resto del oriente cubano, por lo que no es exagerado decir que en esta parte del Oriente con costa en el Atlántico el clima es más benigno.
Por último ha de tomarse en cuenta que la región holguinera ha presentado históricamente los más bajos niveles del país respecto a la afectación de ciclones tropicales.
En conclusión, la colonización de las tierras Altas de Maniabón (Holguín), aunque tardía, (tardía en relación con los primeros asentamientos hechos por los conquistadores y colonizadores), estuvo favorecida por las peculiaridades geográficas de la región: tierras fértiles, abundancia de aguadas, magníficas bahías, un clima benigno y hasta por la presencia del oro en sus arroyos.
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(1) Diego de Ávila y del Monte: Memoria sobre el origen del hato de San Isidoro de Holguín, Holguín, 1926, p. 192.
(2) César García del Pino: Pedro Agustín Morell de Santa Cruz: La visita eclesiástica, La Habana, 1985, p. 87.
(3) Olga Portuondo: Nicolás Joseph de Ribera, La Habana, 1986, p. 140.
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