Por Pepito García Castañeda
Cuando yo estaba en la escuela,
Me aconsejaba mi padre,
que amara mucho a mi madre
sin olvidar a mi abuela,
porque mucho se desvela
en el cuido de sus nietos,
tanto blancos como prietos.
Mi padre tenía razón
en la primera instrucción
dar consejos tan discretos.
La viuda del General Félix Marcano, a los noventa y tantos años de su edad, y residente en Bayamo, se la dictó a una de sus nietas para mí. Me dijo personalmente que al visitarle el propio don Mariano Lora, padre del General Secundino, se la había recitado y que ella nunca la había olvidado. Ella se refería a Cuba y a España.
En ese instante me pidió que no la publicara.
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