Prensa desde 1900

3 de mayo de 2020

García Holguín apresa a Cuautémoc

Por Arqímedes de Paz y José Novoa



Después de sofocada la conjura de la que dimos cuenta en la entrada anterior, Hernán Cortés nombró los capitanes de trece bergantines que patrullarían el lago Texcoco. Uno de ellos fue García Holguín.
Mucho se ha hablado de lo antes narrado. Cuando nombró a García Holguín como capitán de uno de los bergantines, ¿lo que estaba haciendo Cortés era seguir una astuta maniobra política para comprometer a un enemigo potencial, o, ese fue un gesto de reconocimiento para recompensar a un colaborador eficiente? Por lo que haya sido, lo cierto es que esa decisión tuvo un resultado inesperado y de enorme trascendencia para el curso de los acontecimientos posteriores, que definió la historia de México y la del resto de América.
Cuautémoc apresado (Autor anónimo)
El 13 de agosto de 1521, García Holguín descubrió un grupo de canoas que trataban de huir. El capitán las persiguió y finalmente las apresó. En ellas viajaba Cuauhtémoc, quien era el oven emperador de los aztecas.
Con la captura del líder contrario a los españoles, cesaron de inmediato los combates y de hecho colapsó el imperio azteca[1]. El cronista Bernal Díaz del Castillo aseguró que cuando se supo la noticia todo Tenochtitlán se sumó en un silencio casi sepulcral[2].  
De este episodio es interesante anotar la disputa surgida entre García Holguín y Gonzalo de Sandoval por el derecho de entregar el prisionero a Hernán Cortés[3].
Como superior jerárquico de García Holguín, Sandoval le demanda el derecho que tenía de entregar el emperador apresado. Holguín se rehúsa tajantemente. Cortés, enterado de los acontecimientos, da órdenes para que detengan la pelea, que él decidirá, dice, a quien le corresponderían los honores. Y finalmente, Cortés aseguró que haría una relación y la mandaría al Rey para que fuera él quien decidiera a cuál de los dos, Sandoval u Holguín, le correspondía el derecho de reflejar la acción en su escudo de armas. Bernal Díaz del Catillo dijo que a la vuelta de dos años fue Cortés quien recibió la merced real y que desde entonces en su escudo de armas se le representaba como vencedor del emperador azteca.



[1] Las castas guerreras y sacerdotales aztecas debieron quedar totalmente desconcertadas cuando supieron que su emperador había sido capturado. Para ellos la rendición ni siquiera se tenía como una posible opción.
[2] Díaz del Castillo, Bernal. “Verdadera historia de los sucesos de la Nueva España”. En Historiadores primitivos de Indias. Vol II. Biblioteca de autores españoles. Madrid, 1853
[3] Ibíd.

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