Por: María Julia Guerra y Edith Santos
El catalán
José Miró Argenter fue el primer hombre en dar la voz para que los holguineros
se alzaran en armas en la guerra organizada por José Martí:
El 22 de febrero
de 1895, cuando llegó el
telegrama de Juan Gualberto Gómez a Manzanillo, el general Masó y sus
conjurados se reunieron en una casa situada en las alturas de la ciudad, para
cambiar impresiones y cumplir sin demora la orden de levantamiento señalada
para el día 24. La mayoría de los presentes estuvo de acuerdo en salir el mismo
día 24, pero José Miró expuso muy acertadamente que el que amaneciera en su
casa el día 23 sería detenido y encarcelado, y que él, Miró, no estaba
dispuesto a que lo apresaran, y que para evitarlo se iría ese mismo día 22. Y
así lo comprendieron y aprobaron todos y lo llevaron a cabo. El General Masó se
fue con algunos amigos a su finca “La Jagüita” y de allí a Bayate, lugar éste donde el
día 24 lanzó sus dos patrióticas proclamas anunciando y justificando la guerra
que desde ese momento se declaraba por lo cubanos al gobierno colonial. Por
otro lado Miró, acompañado por Jaime Muñoz, se puso en camino hacia Holguín
para avivar y fortalecer con su presencia y prestigio el moviendo encabezado
por los hermanos Sartorio, Diego Carballo y Pablo García, que se hallaban
vinculados a él.
Desde mitad del camino y
después de hacer noche en una finca cercana al pueblo de Barranca (el mismo
donde Carlos Manuel de Céspedes hizo pública una valiente proclama en 1868),
Muñoz, que era como un hermano de Miró y con quien hizo toda la guerra como
Jefe de su Estado Mayor, regresó a Manzanillo, por encargo de éste, para que
trasladara a Holguín a su esposa, Luz Cardona de Miró, que había quedado allí.
Y así lo hizo.
Queda pues, demostrado,
el hecho de que dos días antes, o sea, el 22 de febrero, la gente comprometida
de Manzanillo, donde por la jerarquía y prestigio del General Masó estaba de
hecho consolidada y definida la conspiración, en relaciones directas con el
Delegado de la Junta Revolucionaria, se hallaba en el campo y que “gracias a
haberse recibido oportunamente el telegrama en dicha ciudad, no fueron
encarcelados los individuos que componían el Comité Revolucionario[1].
En el camino de
Manzanillo a Holguín se le fueron sumando a Miró algunos hombres, casi todos
sin armas ni caballos, por lo que él les pidió que regresaran a sus casas hasta
que se les pudiera armar.
El día 23 por
la noche llegó a Mala Noche, en la jurisdicción de Holguín. Le acompañaban Luis
Jerez y otros hombres y allí se les incorporaron Diego Carballo y Pablo García.
Se hospedaronn en la casa de Antonio Santiesteban, a quien pidió Miró que le
comunicara a los hermanos Rodríguez, a los Sartorio, a Panchito Frexes, y
otros, el lugar donde se encontraba: así se inició la Guerra en el territorio
holguinero.
A su llegada a
Cuba, el Generalísimo Máximo Gómez dividió el mando de esta región en dos: la
occidental, en la que dejó a Miró al frente, y la occidental con Luis de Feria
Garayalde.
Desde los
primeros momentos Miró, que conocía la imperiosa necesidad de recaudar armas,
conseguir caballos y movilizar hombres para la guerra, hizo un periplo por la
zona de Holguín. “El alcalde de Tacajó notifica al gobierno de Holguín, que el
27 de febrero de 1895 se presentaron en
su alcaldía Miró, los dos Sartorios, don Teófilo Martínez y varios
individuos, hasta el número de trece o quince, entre ellos iban armados de
tercerolas cinco o seis”.[2]
El 15 de marzo
el alcalde de San Lorenzo comunicó que allí estuvo el día 13 con una partida de
18 a 20
hombres entre blancos y de color, todos armados. Cambiaron tres caballos.
Desapareció don Prudencio Acosta, blanco, vecino y casado que se supone
incorporado a la partida. Esta emprendió seguidamente marcha en dirección a
Calabazas.[3]
Miró Argenter
estableció su campamento en la prefectura de Tacámara. Es precisamente allí donde
recibe, de manos de Ángel Guerra, una
carta de José Martí:
CARTA AL CORONEL JOSÉ MIRÓ ARGENTER
Hato en Medio, 7 de mayo de 1895
Sr. coronel José Miró
Al fin, en el placer superior del
servicio abnegado de una causa pura, iba a conocer de cerca a Ud., y
saludarle en persona, ya que mis dos comisionados especiales, detenidos en
Manzanillo uno y en La Habana otro, no pudieron traerle antes el saludo, la
pasión por la libertad que con razón le hace a Ud. mirar como propia la
tierra que como a propio mira, y le ha movido a entrar, con sus cualidades
superiores, a una vida que demanda el continuo sacrificio de sí al bien
común, y sólo nos da por premio verdadero la majestad de la estimación
propia, y la fuerza y consuelo del cariño de los hombres capaces de
entendernos y amarnos. Y me empiezo a apartar de sus tierras con la pena de
que por ahora, en mi rápido viaje a los servicios que me sea dable prestar,
no he de poder abrazarlo, ni gozar más de cerca del fruto de su pensamiento y
el calor de su palabra.
A prudencia continua, y sincera
aceptación de la realidad útil, y sutil y provechoso conocimiento de nuestra
larga historia y compleja constitución, hemos podido ir levantando esta obra
unida, por la reflexión ordenada donde ha sido posible y la cooperación
espontánea donde no pudo llegar el concierto, de todos los elementos hábiles,
apetecibles o inevitables, de la revolución. Ya estamos en marcha, y en
camino de victoria,- si no apeamos la mano a la pelea, sin más descanso que
el de la independencia, y no perdemos de vista, en la delicada composición y
trances de la guerra, toda esa realidad, de derechos previos o actuales, al
respeto a la cual debo, en mi humilde parte, cuanto he podido hacer,- con
sofocación voluntaria de cien ímpetus y capacidades que pueden existir en mí,
para dar a la patria, en pie sobre su suelo alzado, todos los elementos
necesarios para su redención. Si en algún hombre se puede fiar para que ayude
a Cuba a componer, y hacer de todo viables, las fuerzas necesarias para el
triunfo, y a acumular, en vez de restarle, sus elementos naturales e
imprescindibles, él ha de ser de la especie poco común de hombres a que Ud.
me parece pertenecer:- la de los que al empuje de la resolución en momentos
críticos, unen la grandeza que jamás pone precio a sus servicios,- y el
reconocimiento oportuno de la utilidad ajena. Servir es nuestra gloria, y no
servirnos: y Ud. es de esa talla. Mucho puede Ud. hacer, con ayuda de gente
probada, y vieja en la guerra y en esa comarca, por poner pronto en pie
brillante de pelea continua a esa región, cargada de glorias, que a Ud. y a
mí, que caemos mozos en esta contienda, nos costará trabajo imitar. Lo que
haya que vencer y suavizar para esa labor, y aun aquello en que pudiera tener
que vencerse, en justicia y oportunidad, Ud. mismo- eso es de su magnanimidad
y prudencia, que de seguro adornan a Ud. en el mismo grado que el ímpetu, el
talento y el valor.
En esta fe, y con tiempo más escaso
del que desearía, saluda a Ud. con vivos deseos de verle de cerca alguna vez,
y agradecimiento sincero por su ayuda en la causa de nuestro honor.
El Delegado
José Martí
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No tenemos
documento alguno que nos diga desde qué fecha José Martí tenía conocimiento de
las actividades de Miró Argenter en Holguín, pero tal vez por informes
incompletos o mal intencionados, en 1894 aún no estaba totalmente convencido de
su actuación y así se lo dice en carta a Antonio Maceo:
“Por allí los visibles, que andan como
ordenando, y me llenan de cartas y no mi inspiran fe, son los Sartorios y Miró,
que son vistos por los nuestros como de reojo, y así creo que ha de ser;
mientras no se vean más claro en ellos”.[4]
Sin embargo,
en la carta que le envía de mano de Ángel Guerra se lamenta que otros no pudieron
traerle su saludo personal y le reconoce su valor personal y su actitud en la
participación de una lucha que no es por su tierra, España, sino por Cuba.
Tan pronto
Miró recibe la carta y toda vez que Martí le dice en ella que no se podrán ver
en esa ocasión pues se aleja de las tierras holguineras, decidió salir a su
encuentro y delante envió a Pancho Díaz, para que lo alcanzara en el camino
hacia Altagracia y le avisara de su próxima llegada.
En su Diario Martí nos describe y da sus impresiones de la llegada de los
holguineros que han ido a alcanzarlos y sobre Miró:
Miró llega, cortes en su
buen caballo: le veo el cariño cuando me saluda: él tiene fuerte habla
catalana; tipo fino, barba en punta y calva; ojos vivaces. Dio a Guerra su
gente, y con su escolta de mocetones subió a encontrarnos (…) Miró, a gesto
animado y verba bullente; alude a su campaña de 7 años en La
Doctrina de Holguín, y luego en El Liberal de Manzanillo (…) donde les sacó las raíces a los
“cuadrilongos”, a los “astures”, a la “malla integrista”. Dejó hija y mujer y
ha paseado, sin mucha pelea, su caballería de buena gente por la comarca.[5]
El 11 de mayo
en el lugar conocido por La Travesía, se separa Miró de Martí y se pone a
disposición de Maceo.
……………
En los
primeros días de junio el general Antonio Maceo había incursionado por los
distritos de Holguín y Las Tunas y el día 14 en carta al general Masó le indica
que en las fuerzas de su jurisdicción (Bayamo) debe bosquejar los cuadros
respectivos de los cuatro regimientos que
se deben formar y le precisa que “no sería vicioso la repetición del
nombre Céspedes, Aguilera, pudiendo ponerle a los restantes Figueredo y Maceo,
caídos todos en la gigantesca epopeya de los Diez Años”.[6]
Es posible que
Maceo orientara lo mismo a los jefes de Holguín, pues el día 16 de junio Miró y
algunos de los holguineros que conocieron a José Martí forman un Regimiento
mixto de infantería y caballería, que quedaría al mando de Miró Argenter, y lo
nombran Martí.
El 23 de
agosto, desde Velasco, informan al gobierno español en Holguín que cinco
hombres de Miró y seis que no especifican a quien responden, mandados por Pepe
González y Manuel Pereira, merodean por Velasco, Bocas, Limones, Hatico y Uñas,
recaudando dinero y hombres.[7]
El 29 de
septiembre En la finca Santa Inés, ubicada en los montes de Bijarú, acampó Miró
con su regimiento Martí, compuesto por más de 500 hombres. En este lugar se une
al general Antonio Maceo, quien incursiona en territorio holguinero para seguir
al de Bayamo.
……………………
El contingente
invasor, mandado por el general Antonio Maceo, parte desde Mangos de Baraguá el
22 de octubre de 1895 y llega a Mala Noche el día 31, donde permanece hasta el
3 de noviembre. Allí se le incorporan los regimientos de caballería Martí y
García. Maceo estructura y organiza su Estado Mayor. José Miró Argenter es
designado jefe del Estado Mayor.
Tras la caída
en combate del Titán de Bronce, el 7 de diciembre de 1896 en San Pedro de Punta
Brava, Miró se dirige al encuentro de Máximo Gómez, a quien le pide licencia
para reponer su salud junto a su familia.
El 6 de enero
de 1897, ya en la provincia de Camagüey, le escribe a su esposa Luz Cardona de
Miró:
“Hállome ya en este territorio y en
marcha para el lugar de tu residencia [El Anoncillo]. Mando con anticipación al
Capitán Augusto Ramírez para que sepas de mí y que pasamos sin novedad la
trocha de Júcaro a Morón, que tanto cuidado te inspiraba”.[8]
Y, más
adelante:
“Con Augusto te envío 10 centenes para
que se provean de lo que haga falta de momento. Yo no puedo tomar otro alimento
que leche y algún pollo”.[9]
Y asimismo le
avisa que con él viene Jaime Muñoz y le pide vea el modo de adquirir algunas galletas,
pues no puede comer vianda de ninguna clase.
Desde Camagüey
Miró continuó su labor de colaboración con el periódico independentista que se
publicaba en la manigua “El Cubano Libre”;
precisamente es entonces cuando organiza los papeles escritos durante la invasión,
los cuales publicará en forma de libros. No se incorporó de nuevo a las filas
combativas.
LA VIDA DE
MIRÓ ARGENTER
A José Miró
Argenter nació el 4 de marzo de 1851 en la villa catalana de Sitges, España;
cursó dos años de medicina en Barcelona pero abandonó la carrera. Luego se
enroló en el ejército carlista donde se desempeñó como jefe de compañía con el
grado de teniente. En 1874 se licenció y embarcó para Cuba. Permaneció en la
ciudad de La Habana
hasta 1876, trabajando en la
Casa Comercial de Barahona Domenech.
Enfermó de una
dolencia intestinal, la que se le hizo crónica. Se trasladó a Santiago de Cuba,
donde conoció en 1878 a
Antonio Maceo, en el almuerzo de despedida que le ofrecieran cuando este iba a
embarcarse para Jamaica.
Por un
artículo que Miró escribió en un periódico de Santiago de Cuba, en el que denunciaba
los maltratos a que había sido sometido
un negro fue enjuiciado y condenado a tres años, seis meses y 21 días de cárcel,
pena que le fue conmutada por la de destierro a 20 leguas de la capital de
Oriente. Este azar lo trajo a la ciudad de Holguín. Pasado algún tiempo en esa
ciudad se le designó director de un periódico autonomista, al que puso por
nombre La Doctrina.
Por sus
labores conspirativas en la ciudad y los artículos de denuncia que publicaba
fue conminado a abandonar la ciudad y partió para Manzanillo. Allí fundó El Liberal, periódico abiertamente de
oposición al régimen colonial español. Por uno de los artículos que publicó las
autoridades españolas ordenaron su detención y fijaron una fianza de 10 mil
pesos. Apresado fue enviado a la cárcel de Santiago de Cuba por espacio de dos
meses, a donde le acompañaron la esposa y la hija Remedios. Al cabo de ese
tiempo retornó a Manzanillo y continuó conspirando. De allí partió para alzar
en armas a la zona de Holguín el 24 de febrero de 1895.
Pocos días
después, 14 de marzo, se batió con una columna española en Ciego La Rioja. El
combate se extendió hasta Los Marcano y Ojo de Agua. Cuando el general Antonio
Maceo llega a Cuba (1ro de abril de 1895),
le ratifica el grado de coronel a Miró, y en el mes de septiembre lo asciende a
general de brigada. Luego lo nombra en el cargo de jefe de Estado Mayor de la
columna invasora.
Durante la
campaña de invasión a occidente estuvo junto a Maceo. Se destacó en el combate
de Iguará (3-12-1895), en la zona de Sancti Spíritus, y días después en el de
Mal Tiempo (15-12-1895), por el cual se le propuso para el grado de general de división,
el que le fue reconocido al terminar la
guerra.
Participó y
fue herido en el combate de San Pedro (7-12-1896), donde cayó muerto el mayor general
Antonio Maceo.
Luego Miró pidió
licencia para regresar a las provincias orientales a reponer su salud. Se quedó
en una zona de Camagüey, con su familia en el monte, y se dedicó a escribir
para el periódico El Cubano Libre y
sus Crónicas de la Guerra, que
posteriormente a la salida de España de la Isla fueron publicadas como libro.
Terminada la guerra
volvió a Manzanillo y fundó y dirigió el periódico La
Democracia. El 23 de enero de 1899 lo nombraron inspector
del Departamento Oriental. Asimismo se desempeñó como secretario de la Junta Liquidadora
del Ejército Libertador.
Finalmente se
estableció en La Habana
y durante los primeros años de la
República se encargó del archivo del Ejército Libertador.
Murió en la capital cubana el 2 de mayo de 1925.
[1] Nemesio
Lavie Bayate. “Índice de la Revolución de 1895”, pp. 64 y 65.
[2] Archivo Provincial de Historia, Holguín. Fondo Gobierno. Expediente
888ª, Número 32.
[3] Ibídem.
Expediente 890. Número 32
[4] Obras
Completas. T.3, p. 246.
[5] Obras
Completas. T. 19, p. 232.
[6] José L.
Franco. “Antonio Maceo”. T.II, p.125.
[7] Archivo Provincial de Historia, Holguín. Fondo Gobierno. Legajo 165,
número 5641.
[8] Martha
María Fernández Rodríguez. “José Miró Argenter: el catalán mambí”, p. 54.
[9] Ibídem,
p. 54.
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