Irma Orama Meriño.
Sobrina, compositora y cantante
(Holguín, 1933).
Para
mí fue como un padre y el mejor tío del mundo. Mi padre Nacianceno tuvo
dieciocho hijos con diferentes mujeres y yo vivía sola con mi mamá. Muchas
veces andaba descalza, y él con el dinero que le regalaban por sus descargas en
la Plaza de la Marqueta me compraba unas
sandalitas de cuero. Recuerdo cada una de sus atenciones con infinito cariño.
Aún
con pantalones cortos integró grupos soneros como los de mi papá, Pepe Osorio,
Mario Patterson y el de Martínez Cauce (Cuerito), con los que recorrió parte de
Oriente. Luego fundó el suyo con el que participaba en diversos programas
radiales y desarrolló una escuela de la síncopa y el son de verdad.
Deseosa
de cantar en su programa radial del mediodía, en una ocasión, aún siendo muy
pequeña, me le aparecí en la CMKF
con muchachos del barrio que me acompañaban con laticas, tambores y palitos de clave.
Él, muy cariñoso, me dijo que cuando ensayáramos me llevaría al programa, y así
fue.
Su
presencia fue el mayor estímulo en mi vocación musical.
Posteriormente
yo también fui para él como un ángel guardián. Durante parte de los años cincuenta
viví en La Habana.
Él se quedaba largas temporadas en mi casa. En una barbería de la calle
Infanta, cercana a Radio progreso, gustaba de descargar y también en una barra
o cantina también cercana, en la que permanecía hasta la madrugada. Dormía
hasta la una de la tarde y volvía a la faena. No pasaba el cepillo porque tenía
su orgullo, pero siempre le dejaban caer algo. Para él lo más importante era
disfrutar la vida bohemia y dar a conocer su música. En ocasiones descargaba en
la barra del cabaret Las Vegas, en El otro mundo, ubicado por la Esquina de Tejas o en el
Rumba Palace de la Playa
de Marianao, luego que allí terminaba el último de los espectáculos de la
noche.
En
esos recorridos conoció y estrechó amistad con el Niño Rivera, Gilberto Noroña
(Carioca) y Pío Leyva y se reencontró con viejos amigos como Mario y Octavio
Sánchez (Cotán), Luis Peña (El Albino) y Manuel Licea (Puntillita). Con algunos
de ellos canté y me fui desarrollando en diversos géneros de la música cubana,
pero si es cierto, como algunos dicen, que desarrollé espuela de gallina
improvisadora, eso se lo debo a mi tío. A él dediqué piezas como El bastón de
El Guayabero, con la que obtuve premio en el Festival del Humor, y que de alguna
manera reflejan mi gratitud infinita, pues más que tío fue un padre y un guía,
y a su lado viví momentos trascendentales de mi vida y de mi carrera artística
como las giras por Cuba en El comedor de Guachinango y por Andalucía durante El
Encuentro del Flamenco y del Son en 1994.
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