Gustavo Márquez Bermúdez (1952).
Trompetista, compositor, orquestador y director
Mi
padre Eduardo Márquez, trompetista de la Orquesta Avilés, trabajó
ocasionalmente en el conjunto suyo, que en esa época era de los llamados «ven
tú», o sea, se reunían músicos para cumplir determinados contratos. Muchas
veces él personalmente iba a mi casa a buscarlo para ir a amenizar fiestas en
bateyes y barrios.
Solía
conversar mucho con mi papá, yo era entonces muy pequeño y me impresionaba
aquel hombre tan alto que nunca soltaba el tres de la mano e inclusive me
maravillaba cuando a veces lo tocaba en mi presencia.
Con
el transcurso del tiempo, su trabajo fue creciendo y ganando en reconocimiento,
lo que junto a aquellas vivencias de mi infancia, de alguna manera me estimularon
a desarrollarme como compositor y músico, no en su estilo pero sí en la
vertiente del son.
Con
él tuve la posibilidad de alternar en varias oportunidades, la primera fue
siendo yo muy joven cuando en sustitución de mi padre, participé, formando parte
de la Avilés,
en un carnaval de Santiago de Cuba. Coincidimos en el mismo hotel, y en una
ocasión en que estábamos en el restaurante del hotel, el músico Tony Pérez tomó
el tres que había dejado al lado de la puerta y empezó a tocar funky. El
Guayabero se levantó como un bólido de su asiento, le quitó el instrumento y
muy molesto le dijo: «Dame acá el tres que le estás enseñando malas palabras»,
el incidente hizo reír a todos los presentes y a muchos que luego conocieron la
anécdota.
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