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3 de marzo de 2017

Cementerio de El Chorro de Maíta, el más singular descubrimiento arqueológico de Cuba



 
Excavado entre 1986 y 1988, en Chorro de Maíta apareció el único cementerio localizado en Cuba en locaciones de comunidades aborígenes que practicaban la agricultura y sabían crear objetos de cerámica, a los que tradicionalmente se les conoce el Caribe como taínos.
El descubrimiento del cementerio, que fue excavado con todo el cuidado posible y siguiendo las técnicas disponibles para la arqueología cubana del momento, fue un suceso científico y cultural. En los trabajos, dirigidos por el importante arqueólogo Dr. José Manuel Guarch Delmonte y ejecutados por la Sección de Arqueología de la Academia de Ciencias de Cuba en Holguín, participaron investigadores de distintas instituciones del país asociadas a la arqueología y a la promoción del patrimonio. 
Excavaciones en el Cementerio Chorro de Maíta. Fotografía tomada de los archivos del Departamento Centro Oriental de Arqueología, Holguín, Cuba.

Fue esa la excavación de tipo horizontal más amplia realizada en Cuba hasta aquel momento, y supuso un gran esfuerzo económico y científico. La labor de los arqueólogos fue seguida por la prensa que dijo que era aquella la consolidación de la práctica arqueológica nacional, igualmente la consideraron las autoridades patrimoniales y científicas.
De forma paralela a la excavación se decidió la construcción de un museo, inaugurado sólo dos años después de la conclusión de aquellas. 
 
Los restos humanos, obviamente, fueron retirados para su estudio. En su lugar se colocaron réplicas que mantuvieron una gran fidelidad con los caracteres anatómicos y la posición en que se encontraron tanto los esqueletos como el resto del material asociado. Además se reprodujo cada detalle estratigráfico.
 
Así el museo, totalmente nuevo para el público cubano, resultó una instantánea tridimensional del núcleo del Área de entierros, con una enorme fuerza visual. A su alrededor se colocaron vitrinas en las que se exponen réplicas de valiosos objetos de metal a base de oro, hallados en uno de los entierros.
En 1991 el descubrimiento del cementerio fue premiado por la Academia de Ciencias de Cuba y el sitio fue declarado monumento patrimonial de la nación cubana. Ambos reconocimientos se sustentaron en el carácter único del lugar que, inmediatamente se convirtió en un símbolo del pasado indígena y en una visión de los manejos mortuorios de aquellas sociedades.
Paralelo al proceso de excavación y construcción del museo se hicieron unos pocos estudios a los restos, a los objetos asociados a éstos y a una pequeña zona fuera del área funeraria. Con esos datos básicos se explicó el material expuesto y se supuso que posteriormente se harían otros estudios que a la verdad no se pudieron hacer por los problemas económicos que padeció el país.
A lo único que pudieron llegar los especialistas fue a resúmenes o interpretaciones del dato inicial, hechos esos por el mismo Dr. José Manuel Guarch en 1994 y 1996 y a algunos esfuerzos aislados de investigación sobre los restos humanos hechos por Rodríguez Arce en 1994 y 2003.
Ninguno de esos estudios o intentos de interpretación tuvo en cuenta el visible vínculo de los aborígenes y europeos o a su materialidad, a pesar de que se reconoció. En verdad a  lo que se dedicaron los arqueólogos fue a la preeminencia de lo aborigen llegando a interpretaciones que ahora sabemos que fueron erróneas. El autor de esta disertación compartió esos enfoques en 2003 y 2005. Pero más adelante, cuando al fin se pudo hacer los estudios pospuestos por tanto tiempo, la opinión cambió.
A explicar cómo se llegó a esa nueva visión y a enunciarla es a lo que se dedican estos textos.

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