1896,
Julio 25-26
Calixto
parte para el territorio que mandaba José Maceo
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Acordado
el plan estratégico a seguir, el general García sale inmediatamente para el
territorio que había sido mandado por José. La muerte del bravo Maceo había
desorganizado el mando en los montes de Guantánamo, “todos se han ido para su casa, quedando solamente Cebreco con 200
hombres”.
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El
Ramón
Periquito
Pérez
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El
General recoge a los hombres de José Maceo, los organiza y tan pronto reúne a
500 avanza sobre “El Ramón”. Periquito Pérez va sobre Guantánamo y allí
combate a las columnas mandadas Vara del Rey y Tejera que procedentes de
Guantánamo actuaban en combinación con la columna que había salido de
Santiago, mandada por el General Linares. Calixto se atrae el enemigo en el
frente de Songo-Sabanilla y combate contra una verdadera nube de españoles en
Santa Ana, Perseverancia, El Ramón, Yerba de Guinea, Santa Isabel, La Sidonia y La Alcaldía y vence a los
generales Linares y Sandoval. Cuando concluye el combate no nombra sucesor
para José hasta “ver cuál de los tres
que tiene el Departamento se gana el puesto”.
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Jiguaní,
adonde siempre vuelve
Cañones
es lo que quiere el general, porque las cargas al machete son un desperdicio
de sangre cubana.
De
Calixto a Estrada Palma: “Mande cañones pero no me mande ni un solo yanqui”
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Raudo
el general se pone en movimiento otra vez, rumbo a Jiguaní, adonde siempre
vuelve.
Asombra
la acometividad de aquel hombre de 57 años, maltratado por la vida, por las
balas y por la suerte que en son de broma le escribe a Estrada Palma y le
dice: “pronto entraré en Bayamo, bajo
palio, y haré que me canten un te deum para que usted rabie de envidia”. Seis caballos tenía
el general, seis caballos para poder moverse de uno a otro punto, mediando
grandes distancias entre uno y el otro.
Cañones
es lo que quiere el general, porque considera él que las cargas al machete
son un desperdicio de sangre cubana y es cañones lo que le pide a Estrada
Palma a quien le dice: “Pero no me
mande ni un solo yanqui, porque son un verdadero estorbo”
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1896,
Julio 28
“(…)
aquí me tiene usted, por estas montañas y vericuetos, perdiendo en peso lo
que gano en salud”
Los
cuatro mosqueteros
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El
general García escribe a Ezequiel García que está en París: “aquí me tiene usted, por estas montañas y
vericuetos, perdiendo en peso lo que gano en salud. Hemos dado duro a los
godos rindiendo así tributo a la memoria del valiente José. El día 9 de este
mes, después de 22 años de separación, abracé al general Gómez que está
fuerte como un hombre de 40 años y es cosa que maravilla verle enhiesto y
firme en los estribos, haciendo piruetas en su fogoso caballo”. Así,
igual, le habla de los cuatro mosqueteros que en el combate de Perseverancia
pelearon valientemente (y se refiere a sus cuatro hijos: Carlos y Justo y
también los que tuvo fuera de su matrimonio: Calixto Enamorado y Raimundo
Eguarás). Cuando menciona a los hijos subraya el nombre de su hijo Raimundo.
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1896,
Agosto 2
San
Luís, Oriente.
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El
general acampa frente a San Luís con tres mil soldados libertadores. El
enemigo, vencido en múltiples combates, no lo ataca. El general escribe a
Estrada Palma, le dice que le cobre el doble a los dueños de ingenios de
Oriente y Camaguey, y que si se niegan a pagarle que le avise “para arrasarle el batey con el cañón de
doce libras y no les deja estaca en la pared”
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1896,
Agosto 8
Peregrinan
al lugar donde cayó José Martí. Primer monumento conmemorativo para recordar
al Héroe
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Sale
para Vuelta Grande y al llegar encuentra al Generalísimo que con su escolta había
llegado a ese campamento una hora antes.
A
las tres de la tarde se toca formación y a las cuatro salen todas las tropas
con los Generales Gómez y Calixto a la cabeza, en conmemorativa procesión se
dirigen al lugar donde catorce meses antes cayera en combate José Martí.
Al
cruzar el contramaestre, por orden de Gómez, cada jinete toma unas piedras y
cuando llegan al sitio que había sido chapeado y limpiado convenientemente,
se arranca un poste que marcaba el lugar y se pone otro de madera dura y una
pequeña cruz de cedro. Luego cada soldado deja caer una piedra, construyendo
una pirámide. Luego Gómez y Fermín Valdés Domínguez hablaron a los
combatientes sobre la vida gloriosa de Martí.
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