En
Madrid el General lo prepara todo para fugarse apenas tenga el dinero
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Mientras
los patriotas gestionan el dinero que se necesita, Calixto, absolutamente
desesperado, prepara su plan de fuga apoyado por sus hijos Carlos y Mario.
Mario, que es un niño, será quien lo acompañe en el viaje a París, buscando,
como buscan, despistar a la inteligencia española.
Su
yerno, el Sr. Whitmarsh, que ha venido desde Málaga para, dentista como es,
hacerse cargo de los clientes de Carlos, es quien compra los boletos para el
expreso de París, y no miente cuando da el nombre del viajero: “C.García”. De
la casa de Leonor y del esposo de ella, y no de la suya, parte el General con
Mario[1]. Al
llegar a la estación encuentran numerosos oficiales del ejército que embarcan
también hacia San Sebastián a hacer los honores a la Reina. Embozado pasa entre
ellos el general García, a quien muchos de esos oficiales conocen. Tan pronto
como entra en el reservado donde viajará manda a preparar las camas y se
acuesta, mientras a todo el mundo se le hace creer que es un enfermo el que
allí viaja.
Casi
en la frontera se presenta la guardia civil en el tren, andan buscando a una
persona. Mario, tembloroso, avisa al padre. El General creyéndose
sorprendido, recuerda San Antonio de Bagá y toma otra vez el revólver, que
esconde entre las sábanas. Cuando los
guardias llegan adonde el general le creen enfermo, piden excusas y se
retiran. Los viajeros continúan el viaje sin ninguna otra novedad.
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El
General logra burlar a sus vigilantes y llega a París, Francia
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Cuando
hubieron llegado telegrafiaron a Carlos, quien permanecía en Madrid. Años
después Carlos García Vélez escribió: “La
evasión de mi padre dejo estupefacto al gobierno y a los propios deportados
cubanos, entre estos segundos al General Pedro Martínez Freyre y al coronel
Modesto Fonseca, visitas diarias a casa de papá a quien consideraban
imposibilitado de moverse. Estos patriotas casados con españolas naturalmente
debían ignorar que papá iría a la Revolución”.
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1895,
Octubre 19
Carlos
se apresta a unirse al padre para acompañarlo a Cuba
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Dice
Carlos: “Al leer [el telegrama en
el que mi padre me avisaba] que había
pasado la frontera sin novedad me despedí de mi santa madre Isabel Vélez y
tomando las precauciones del caso, al llegar el tren a San Sebastián encontré
un grupo de jóvenes amigos que alegres se dirigían a Burdeos, rogándome que
les acompañara”.
Entre
tal bullicio a Carlos le resultó fácil marcharse sin levantar sospechas. En
París se reunió con su padre.
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El
General García en París
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En
París recibe el General muestras constantes del cariño de sus compatriotas,
pero se halla muy débil y tiene que hacer esfuerzos por valerse por sí solo
para caminar, rehusando el auxilio de los que quieren socorrerlo.
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1895,
Octubre 23
El
periodista Luís Bonafoux entrevista a Calixto
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El
periodista Luís Bonafoux entrevista a Calixto. Dice el periodista que ya
antes había visto al general paseando por el Prado madrileño de la mano de su
hija Leonor. “Ahora, salvo la escarcha
de los años, es el mismo hombre de antes; enhiesto, duro, con sus finas
facciones de inglés y su bronceado color árabe, enérgica la mirada, verbosa
la dicción, imperativo el gesto”.
Calixto
le dice al periodista: “la
independencia de Cuba es la única solución… o españoles, con todas las
consecuencias, o cubanos independientes, no hay término medio. Mi mayor apuro
es marchar a la guerra, mi dolor era morir en Madrid. Estoy viejo, pero no
tanto que no pueda contribuir a formar los hombres de la próxima revolución”.
El
periodista dice al final de la entrevista: “Pues señor, creí que me iba a tropezar con un guajiro machetero y me
encuentro con un hombre culto que tiene más cara de general que Martínez
Campos”.
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Otro
periodista francés, Johanet entrevista a Calixto
La
exposición de París
“Ningún
francés pudo sentir mas que Calixto García el `Catoye Juillet’ de 1889”
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Lo
entrevista otro periodista francés, Johanet, cuando el general se dispone a
embarcar para Washington el 16 de noviembre de 1895: “Amo mucho a los franceses, he estado mucho en París durante mi larga
residencia en España, y abrigo la fundada esperanza de visitar la exposición
de 1900”[2]
Dice
Carlos: “En Paris mi padre resistía
cinco horas de tumultuoso entusiasmo con que el pueblo bailaba y cantaba.
Aquel año de la exposición, la alegría francesa se manifestó por todas
partes, abrazándose la gente sin
conocerse. Los chubascos no impidieron que siguiera el jolgorio callejero y
en los biohot, cafés y restaurantes. Adicto mi padre a las fiestas del pueblo
lo divertía observar la del 14 de Julio que le entusiasmaba. Cantaba
desatinadamente `La
Marsellesa’ y se sentía feliz. Yo nunca pude compartir los
entusiasmos y optimismo de mi padre. Su filosofía de la dicha de vivir me entristecía. Ningún francés pudo sentir
mas que Calixto García el `Catoye Juillet’ de 1889”.
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[1] El General determinó que su hijo
Mario debería cuidar a la madre y a las hermanas y que por ningún concepto
debía ir a Cuba. Para que su decisión se cumpliera, le dijo a Tomás Estrada
Palma que por ningún concepto podía permitir que Mario se embarcara a Cuba en
ninguna expedición.
[2] Luego, desde los campos de Cuba en
Armas el general le escribe a Ezequiel García y le dice: “tengo que luchar
mucho para que esto acabe pronto y me queden algunos años de Cuba Libre y pueda
ver la exposición de 1900. Pienso ir al bello París cuando acabe la guerra”
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