Prensa desde 1900

20 de febrero de 2017

Irving Rouse en Maniabón



Roberto Valcárcel Rojas
Dr. en Ciencias Aqueológicas

(Este articulo fue preparado como parte de investigaciones posdoctorales desarrolladas por el autor en el marco del proyecto ERC-Synergy NEXUS 1492, sostenido por European Research Council/ ERC grant agreement n° 3192099. Agradecemos el apoyo del  proyecto Cultura material en entornos de interacción indohispana (DCOA, CISAT, CITMA, Holguín) en la información aportada para la actualización del texto a fin de realizar su publicación).

En 1941 Benjamin Irving Rouse llega a Cuba. Uno de los vecinos del sitio Potrero de El Mango, en el barrio de Mulas, en Banes, en conversación con este autor en 1998 lo recordó así: “Era un hombre joven y práctico (tenía 28 años), que pagaba bien el servicio de los excavadores”.

Rouse se había educado en la Universidad de Yale, donde inició estudios forestales y donde finalmente pasó a la antropología. Su tesis doctoral, publicada en dos partes (Prehistory in Haiti: A Study in Method, en 1939, y Culture of the Ft. Liberté Region, Haiti, en 1941), sentaría las bases de un esquema de clasificación cerámica de enorme importancia para ordenar el estudio arqueológico de la presencia indígena en el Caribe.

A su llegada a Cuba venía a trabajar para el Programa antropológico del Caribe, de la Universidad de Yale, y a buscar datos para contrastar las hipótesis planteadas a partir de sus investigaciones en Haití. Tuvo el apoyo y la oportunidad de intercambiar con los más importantes investigadores cubanos de la época.

La labor de Rouse en Cuba consistió en un estudio exploratorio de los residuarios del área de Maniabón (norte de las actuales provincias de Holguín y Las Tunas). Los resultados de dicha investigación se publicaron en el mismo 1942 en la obra titulada por él: “Archaeology of the Maniabón Hills, Cuba”.

Aunque el científico tenía una clara intención generalizadora, a su llegada el científico encontró una particular concentración de sitios en la zona de Banes con un carácter sobresaliente en términos de complejidad cultural; todo ello hace que el área incida, primero en Rouse y luego en el texto que escribió y publicó. A partir de entonces Banes consiguió una relevancia en la arqueología cubana que no ha perdido.

Rouse realizó una exhaustiva consulta de las informaciones existentes sobre la zona y sobre arqueología cubana en general, que incluyó revisiones de colecciones y testimonios de los propios colectores. Luego preparó una valiosa reseña de la historia de las investigaciones realizadas en Banes y de las colecciones disponibles, haciendo amplio uso de los artículos y notas preparados por José A. García Castañeda.

El intercambio del norteamericano con el holguinero García Castañeda indudablemente influyó en muchos de los criterios del segundo; pero asimismo el apoyo que tuvo del coleccionista residente en Banes, Orencio Miguel Alonso, y el de otros coleccionistas y aficionados, fue vital para ubicar y explorar sitios, o lograr el acceso a las colecciones.

Los trabajos se hicieron en solo cuatro meses de 1941 con un ritmo muy intenso y una rigurosa metodología, finalmente obteniendo un gran volumen de información que en 1942 ya aparecía publicada por el Departamento de Antropología de la Universidad de Yale una  monografía que recogía los resultados de las exploraciones.

Igualmente se planificó la escritura de textos para presentar las excavaciones, pero esos no vieron la luz.

Durante la investigación se visitaron o exploraron numerosos sitios arqueológicos, y se hicieron recogidas superficiales de evidencias; se excavaron los sitios Aguas Gordas, Salermo y Potrero de El Mango. Usando sus datos y los de los exploradores locales y coleccionistas, Rouse preparó un informe de tipo censal y clasificatorio sobre todos los sitios y áreas con reportes de material arqueológico conocidos en Maniabón; un total de 190 locaciones. Las referencias obtenidas atañen tanto al orden de los artefactos como a las peculiaridades del patrón de asentamiento, los rasgos medioambientales, la estructura estratigráfica de las deposiciones y el estado de conservación de los yacimientos.

Igual Rouse trabajó junto a Carlos García Robiou, profesor de Antropología de la Universidad de La Habana, en la excavación de Aguas Gordas. Los materiales colectados por Robiou nunca fueron adecuadamente estudiados (Tabío y Rey, 1985:122), aunque algunos datos sobre la excavación se conocen por la obra de Rouse.

Los trabajos hechos en Potrero de El Mango fueron dirigidos por el mismísimo Rouse con el apoyo de Orencio Miguel Alonso y los Boy Scouts de Banes. esas son las primeras excavaciones en Cuba donde se mantiene control estratigráfico y un registro adecuado del trabajo. Las evidencias obtenidas en Potrero de El Mango fueron enviadas a los Estados Unidos y se conservan en el Peabody Museum of Natural History de la Universidad de Yale. Han sido estudiadas recientemente por la arqueóloga A. Brooke Persons (2013), de la Universidad de Alabama, para su disertación doctoral sobre Banes.

Rouse propuso una cronología general para la región, así como una correlación de los sitios más tardíos, identificados por el reporte de material hispano y ciertos rasgos cerámicos. Lo segundo aporta una valiosa relación de sitios con evidencias europeas que ayuda a iniciar en Cuba el análisis de los vínculos entre aborígenes y sus conquistadores y los potenciales procesos de cambio o “aculturación” en la sociedad indígena.

De esta investigación se desprende además el reconocimiento de la existencia en Maniabón de residuarios de dos tipos de grupos culturales: ciboney en su cultura Cayo Redondo y subtaíno en su cultura Baní. El término subtaíno había sido manejado antes por  Harrington para designar una expresión más simple del taíno, grupo que estimó dominante en Cuba. A partir de los datos de Maniabón las diferencias del subtaíno y el taíno fueron detalladas y reformuladas por Rouse (1942: 31; 163 - 166), considerándolos como dos grupos étnicos diferentes.

Sobre un estudio esencialmente cerámico, al que agrega la valoración de patrones de asentamiento, probable extensión de las ocupaciones, presencia de cercados térreos y petroglifos, y usando como referencia los datos cerámicos de Haití, Rouse estructura las diferencias. Así distingue en el extremo este de Cuba (en la actual provincia de Guantánamo) cerámicas complejas, asimilables a las de la cultura Carrier de Haití, relacionadas con obras térreas y petroglifos. Al hallarse estas solamente en el Este de Cuba y en sitios cuya ocupación no parece haber sido muy extensa, el arqueólogo estadounidense asume que los individuos debieron arribar tardíamente desde Haití y los vincula con la información aportada por Bartolomé de las Casas sobre los últimos emigrantes indígenas provenientes de La Española. A esos nombra con el término de taínos.

Igual Rouse reconoce el predominio en el centro y el oriente de Cuba de otras formas de cerámica, esas más simples que las anteriormente narradas pero similares a las de la cultura Meillac de Haití que fueron encontradas en depósitos arqueológicos cuya densidad sugiere ocupaciones extensas y por ello una entrada anterior a la del taíno. A falta de una adecuada denominación histórica para esos grupos Rouse recupera el término subtaíno dejando implícita la idea de su inferioridad cultural respecto al taíno.

Rouse (1942: 163 – 164) propone las culturas Pueblo Viejo y Baní como expresión cubana de las culturas haitianas Carrier y Meillac. En años posteriores ajustará estos elementos a su esquema de desarrollo caribeño integrándolas con carácter de estilos a subseries cerámicas: Chican ostionoid y Meillacan ostionoid, según se escriben en inglés (Rouse, 1992: 52–53).

El trabajo realizado por Rouse fue reconocido por la calidad de su enfoque analítico, pero su división del taíno no fue aceptada por muchos. En su texto Caverna, Costa y Meseta, de 1945, Felipe Pichardo Moya objeta con razón la selección del término subtaíno, completamente arbitrario y carente de base histórica, y cuestiona la capacidad de los elementos diferenciadores considerados por Rouse para sustentar distinciones culturales. No obstante, el esquema de Rouse sobrevivió incluso en un texto de la importancia de Prehistoria de Cuba (1985) de E. Tabío y E. Rey, donde se proponía la perspectiva marxista para valorar el mundo precolombino de Cuba.

Archaeology of the Maniabón Hills, Cuba, por sus aportes metodológicos y conceptuales desborda los marcos de una investigación regional para convertirse en una obra clásica de la arqueología de Cuba. Revoluciona la práctica arqueológica del momento al demostrar la importancia de las excavaciones controladas como modo de seguir el cambio cultural y al abordar la validez, en una óptica analítica, de los estudios cerámicos y tipológicos en general. Aporta una nueva propuesta de clasificación cultural que reconoce elementos diferenciales hasta ese momento no considerados y facilita la correlación de la información arqueológica de Cuba con la del resto de las Antillas Mayores. De este texto emerge la visión de un desarrollo cultural que involucra la mayor parte de Cuba, vinculado a rasgos cerámicos que tienen su sitio guía en el yacimiento Meillac de Haití, y que sirven para conceptualizar la presencia de los agricultores ceramistas en el país.

Tal investigación constituye hasta hoy uno de los resúmenes descriptivos más amplios de los residuarios de Banes, muy valioso si se considera el nivel  de deterioro que han llegado a tener estos sitios o la destrucción de algunos. Aunque, claro, no puede ignorarse que el arqueólogo propone consideraciones basadas en un manejo limitado de información estratigráfica, e incluso a partir de observaciones de materiales superficiales u obtenidos en colectas no científicas, que resultaban en muchos casos propuestas iniciales. De cualquier modo muchos de sus señalamientos y observaciones sobre el cambio cerámico, el patrón de asentamiento y las concentraciones de yacimientos, entre otros, han tenido algún tipo de corroboración (ver en este sentido Persons, 2013; Valcárcel Rojas, 2002b; Valcárcel Rojas et al., 1996) o funcionan como guía de nuevas investigaciones.

De modo inmediato tales estudios sirvieron para precisar la importancia de esta área en el panorama arqueológico de Cuba y Las Antillas, estimularon el interés en ella e influyeron en la adopción, por parte de coleccionistas como Orencio Miguel Alonso y los Boy Scouts de Banes, de cierto manejo investigativo en sus trabajos (Miguel, 1949). Aunque estos y otros coleccionistas continuaron las exploraciones y excavaciones, con ocasionales visitas y prospecciones de estudiosos de la arqueología cubana, Banes solo vuelve a tener un trabajo científico realmente serio e intenso con las excavaciones ejecutadas a partir de 1963 por el Departamento de Antropología (Academia de Ciencias de Cuba). Lamentablemente el trabajo de Rouse en Maniabón, que es sin discusión un impresionante ejercicio investigativo de uno de los arqueólogos más importantes del Caribe, permanece ignorado por muchos investigadores cubanos o aún no ha sido reconocido en toda su magnitud.


No hay comentarios:

Publicar un comentario