Un
conjunto de piezas aborígenes fueron descubiertas en el patio de una vivienda
en la ciudad holguinera de Banes.
Publicado
por el periódico Juventud Rebelde en 18 de Junio del 2011
BANES,
Holguín.— Son varias las interrogantes que envuelven aún al más reciente de los
hallazgos arqueológicos acaecidos en el país, cuando cuatro jóvenes
descubrieron fortuitamente 15 piezas aborígenes, mientras cavaban en el patio
de la vivienda número 3603 de la calle Bruno Meriño de esta ciudad, con el
propósito de construir una cisterna.
Tras
varios días de recibir visitas de curiosos en su casa, Marta Rodríguez Álvarez,
en representación de la familia, hizo entrega de la referida colección al Museo
Indocubano Baní, institución esa que atesora más de 23 000 muestras aborígenes.
Los
veinteañeros Leandro Argote Rodríguez, Alberto Rodríguez Roche, Manuel Julio
Pérez y Pedro Cruz Rivas nunca olvidarán el instante en que se tropezaron con
el primero de aquellos objetos, apenas a un metro de profundidad. Ajenos al
gran acontecimiento al que asistían, el auténtico mortero indígena les incitó a
gastarse bromas mutuas diciéndose que se convertido en importantes arqueólogos,
pero sin creer todavía que aquellas “piedras” eran objetos aborígenes.
Pero su
opinión cambió radicalmente cuando siguieron apareciendo otras piezas bajo la
tierra.
Entonces
buscaron al museólogo Luís Rafael Quiñones, quien acudió al lugar y fue el
primer sorprendido al tener ante sus ojos 15 morteros aborígenes de piedra de
diferentes formas y tamaños. Y más porque en Banes, lugar conocido como la
Capital Arqueológica de Cuba y donde han sido estudiados alrededor de 120
sitios aborígenes, ninguno de ellos han sido descubiertos dentro del perímetro
urbano.
Con más
de 20 años de experiencia en su labor, Quiñones asegura que necesitó varias
horas de meditación y confrontación con otras muestras existentes en el museo
Baní, antes de ofrecer cualquier veredicto.
«Aunque
corroboramos que estamos en presencia de auténticas piezas de procedencia
aborigen, sería muy aventurado hablar sobre si estas pudiesen guardar relación
con algún asentamiento habitacional próximo al lugar, y eso es lo que hay que investigar
a continuación», reflexionó el museólogo.
Tales
consideraciones se embrollan mucho más cuando se advierte que si bien estos
artefactos estaban acumulados en un espacio muy limitado, tampoco se hallaron
otros indicios, como restos de dieta, conchas, huesos u otros instrumentos
afines, que permitan vincularlos a una habitación en la zona.
El
hallazgo es considerado como excepcional, además, dada la cuantía y la similar
tipología de los instrumentos encontrados. En la generalidad de las
excavaciones científicas realizadas con anterioridad no ha sido fácil coincidir
con más de un elemento de ese tipo en un mismo lugar.
Elaborados
en su mayoría con piedras de río, salvo uno, de roca caliza, llama la atención
el hecho de que tampoco se halló alguno de los usuales pilones de piedra, con
los cuales nuestros antepasados trituraron sus alimentos.
«Otros
misterios son la edad y el grupo humano al cual pertenecieron; en algunos
casos, pudieran llegar a unos 6 000 años atrás; pero son solo los cálculos
inexactos de un museólogo», explicó el licenciado Luís Quiñones.
Entre
las novedades se incluyen la presencia de oquedades en el anverso y reverso de
uno de los morteros, así como otro con dos concavidades en una misma cara,
«sofisticaciones» de las cuales tampoco se tenían muestras en la región.
«La suma
de algunos de estos elementos nos hace incluir la posibilidad, también, de que
alguna persona podría haberlos colectado y enterrado allí, como fruto de
donaciones o excavaciones no controladas», dijo el museólogo. Tal teoría tiene
sustento en la memoria popular banense, al afirmarse que en el mismo lugar del
hallazgo estuvo emplazada una casa de empeños, durante los años 30 del siglo
pasado, propiedad de una familia de origen español.
Lo
cierto es que la última palabra dirán los expertos del Departamento de
Arqueología del Ministerio de Ciencia y Tecnología en la provincia de Holguín,
quienes comenzaron a sumarse a las investigaciones.
En
opinión de Luis Quiñones, este último descubrimiento ha sido el más importante
ocurrido en la parte norte del oriente después del hallazgo, en 1986, de los
enterramientos de Chorro de Maíta, protagonizado por un grupo de arqueólogos
bajo la dirección del desaparecido Doctor en Ciencias José Manuel Guarch
Delmonte.
Estudios
antropológicos realizados determinaron a esta región del archipiélago como la
de mayor habitación humana durante la etapa precolombina.
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