Prensa desde 1900

27 de enero de 2017

El misterio que rodeaba a la Casa Larga del Manco Rondán en Auras, (Floro Pérez), Gibara, Holguín



Por: Ángel Quintana

Las tres grandes casonas de don Francisco Rondán y Rodríguez, mayormente conocido por el sobre nombre de Manco Rondán, están rodeadas de leyendas que hablan, todas, de la existencia de túneles secretos.

La siguiente nota da cuenta de la de La Casa Larga, ubicada en el poblado de Auras, posteriormente nombrada Floro Pérez en homenaje a ese combatiente asesinado por la dictadura de Gerardo Machado.

 

El Manco mandó a construir esa casa a mediados del 1800 y, según un viejo residente en ese poblado, fue el constructor del edificio misterioso José Manuel Capote.

Dice la tradición popular que el dueño de la más grande fortuna de la comarca durante la segunda mitad del siglo en que vivió reunió tanto dinero gracias a turbulentos negocios que iban desde el tráfico de esclavos, hasta el asesinato de huéspedes adinerados en la referida Casa Larga. 

Sobre los trajines del Manco de Auras dijo la octogenaria Claudina González que su padre, un carpintero del pueblo nacido en 1863, le contaba que Rondán tenía en La Casa Larga un mesón o posada donde solían hospedarse viajantes y vaqueros que trasladaban ganado. En complicidad con un barbero que pelaba y afeitaba a los visitantes, degollaba a los negociantes para robarle y los cuerpos los arrojaba en los túneles de la misteriosa hostería. Y cuando tuvo dinero suficiente el Manco lo usó para construir en Holguín su famosa Periquera.

Otro anciano de Auras, entrevistado hace mucho tiempo ya, dijo que en el pueblo había un dicho para evaluar a quienes cometían vilezas: "Eres igual que el mando Rondán". 

Otro cuento que hacen los vecinos del pueblo es que en la casona es que en una de las habitaciones había un pozo ciego sobre el que el Manco colocaba una mesa de juego. Los forasteros que aceptaban una partida siempre ganaban y eso los envalentonaba para apostar sumas mayores. Puesto el dinero sobre la mesa el Manco apretaba un botón, se abría el piso y el jugador caía en el pozo que de tan profundo seguro que llegaba hasta cerca de la China, cruzando por el centro de la tierra. Todavía en el pueblo viven viejos que aseguran haber visto el pozo profundísimo que por más que lo intentaron jamás pudieron cegarlo.

En el exterior de la inmensa casa que ocupaba toda una cuadra, existían unos bancos raros con espaldares altos como muros. Quienes se sentaban en ellos  apenas podían ver y escuchar a quienes se encontraban en el otro lado, por lo que eran una delicia para las parejas de enamorados.

Un fotógrafo jubilado, que de residió de niño en La Casa Larga, dijo que para él era el edificio algo así como parte de un cuento de castillos encantados que grabó en su lejana infancia y que jamás ha podido borrar.

En distintas épocas allí hubo posada, barbería, panadería, tabaquería, cuartel español y del ejército batistiano y hasta fue en la casona donde se instaló el primer cine silente de Auras. De uno de sus pozos se extrajeron muchas armas antiguas. Cuando desmantelaron el viejo horno de la panadería cayó una lluvia de monedas de oro cayó sobre los demoledores. 

La voracidad e indolencia o posiblemente el miedo que el pueblo le tenía a la casa, acabó con ella. Cuando la demolieron los vecinos usaron los tablones de cedro del techo para fabricar muebles domésticos. 

Todavía hoy los vecinos esperan por los arqueólogos que quieran escarbar el suelo para encontrar los túneles, si es que los hubo.

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