1872,
Noviembre
Barajagua
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El
vencedor de Guisa está en el campamento de Barajagua, situado en las
proximidades de Holguín. Su estrategia ha fructificado: atacando a los
españoles en sus reductos, los obliga a agazaparse en los fuertes y en las
trincheras de las plazas más guarnecidas, dejando el bosque y la campiña a
los cubanos.
Dice
Casasús que por esta época el Presidente Céspedes tiene sus ojos puestos en
Calixto, a quien quiere llevar a la jefatura del ejército, haciéndole su
hombre de confianza. Mientras tanto Calixto madura una idea que le ronda:
tomar los pueblos de Holguín y Manzanillo.
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1872,
Finales de octubre
El
General García encamina a sus hombres sobre Holguín
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Calixto
pone en marcha a sus hombres, había decidido atacar a Holguín. (Para ello había
adoptado las disposiciones pertinentes). Y cuando ya está cerca del pueblo
manda a la tropa a que de media vuelta. Es que lo persigue una fuerte columna
enemiga y el caudillo sabe esperar por el momento oportuno.
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Calixto
busca a Máximo Gómez
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En
el camino de vuelta, Calixto va pensando en su maestro en las artes de la
guerra, Máximo Gómez, destituido y solitario por las maniguas. La tropa
regresa y hace campamento en Barajagua.
Fernando
Figueredo dice que Calixto va donde Gómez y lo trae a su Cuartel General
porque bien sabía el holguinero que el Presidente Céspedes no tenía
predisposición ninguna contra el valiente dominicano.
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Carácter
de Calixto
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En
su libro “Calixto García. El Estratega” relata Casasús una anécdota oída al
coronel León Primelles Agramonte, quien fuera ayudante de Máximo Gómez.
Resulta que acampados los dos generales a poca distancia uno del otro, desde
donde se hallaba Gómez se escuchaba la voz alterada de Calixto, por lo que
comentó Gómez: "Ya está Calixto
tocando diana...."[1]
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1872,
Noviembre 17
Gómez
y Céspedes se reencuentran en el campamento de Calixto en Barajagua
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El
Presidente Céspedes, que está en Barajagua, escribió: “Llegó al campamento el General Máximo Gómez e inmediatamente pidió
permiso para presentarme sus respetos. Lo recibí con la mayor cortesía. Me
alegó disculpa porque sus malezas le habían impedido venir antes a ponerse a
mis órdenes, como él lo deseaba. Estuvimos conversando largo rato.
“En la mañana siguiente oí gran
vocerío y muchas gentes corriendo mientras daban vivas a Cuba. Entró un
tumulto a mi rancho, todos me apretaban las manos, mientras los generales
Calixto García y Máximo Gómez me estrechaban entre sus brazos. Todo era
causado por la noticia de la llegada de una expedición…
“Gómez me gritaba por encima de la
multitud: ¡A Occidente Presidente, vamos a Occidente… mándeme a mi,
Presidente, mándeme a mi a occidente, suplicaba Gómez en el mismo tono con
que un hijo le pide a su padre una fruta que tiene suspendida en la mano.
Tales palabras en boca de tal hombre me parecieron la mejor prueba de la
sinceridad con que me ofrecía sus servicios[2]. Eso me afectó
sobremanera”. Posteriormente, por orden del Presidente
Céspedes, Máximo Gómez sería el sustituto de Ignacio Agramonte a la muerte de
aquel.
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[1] De Calixto cuenta Gerardo Castellanos,
que: “Sus exabruptos eran terribles y peligrosos y ya, montado en cólera, no
cedía ni un ápice (...) Se encrespaba como un mar huracanado y estallaba en una
formidable agresión de palabras. Y si la víctima era (...) un holguinero
entonces el primer dicterio era huevi-blanco (...) y acto seguido agregaba: ¡Pendejo!
(...)
Aunque la dureza de su carácter es notoria y pública,
también lo es que una vez ocurrida una cólera a seguida advertía su error,
llamaba al injuriado y con jovialidad y gentileza procuraba curar la herida
(...)
Cierta vez Calixto estuvo demasiado violento con un
oficial da su tropa, y pasado aquel mal momento consultó el caso con su
secretario y Jefe de Despacho del Ejército del Departamento Oriental, el
entonces Teniente Coronel Manuel Rodríguez Fuentes a quien Calixto estimaba
mucho (...) para conocer si se había portado muy violento y había sido injusto
con el oficial reprendido y si lo había injuriado; como Rodríguez Puentes
asintió la el general, arrepentido de su comportamiento, le respondió que debió
habérselo dicho en el momento. Entonces el y Rodríguez Fuentes acordaron que de
repetirse esas violentas expresiones de enojo y pasara de la represión correcta
al insulto personal y grosero, éste Rodríguez Fuentes de forma discreta se
acercara a Calixto y exclamara en voz baja; "¡Ave María Purísima,
general!" De esta forma Calixto se daría cuenta que se estaba excediendo
en su lenguaje y tono”.
[2] Aquí se revela la figura de Calixto
como político y admirable conciliador de cubanos en discordia. Además, era esa
la segunda vez que a su noble gestión se debe el servicio de la espada de Gómez
a la revolución cubana. (La primera vez fue cuando lo incorporó a las filas de
Donato Mármol en los días iniciales de la contienda).
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