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16 de diciembre de 2016

Toda la información que se posee del tesoro enterrado por los piratas en las inmediaciones de Gibara, Holguín, Cuba



Según la tradición oral gibareña, en muy un lejano día del siglo XIX, cuando todavía no había surgido el pueblo, a un bodegón situado junto al embarcadero del río Cacoyuguín, llegó un individuo que por la cara se descubría que en sus años de juventud había sido pirata. El raro recién llegado pidió un cuarto donde alojarse y allí estuvo por varias semanas. Lo único que hizo fue caminar por lo alrededores, pero los testigos descubrieron que andaba buscando algo, porque miraba insistentemente entre la manigua; sin embargo, no lo encontró y se preparó para marcharse mañana, al amanecer…
Esa noche fue la única vez que habló largo con el dueño. Lo que sigue es lo que contó: Que hacía muchos años atrás, él con un grupo de piratas, había entrado a la bahía (que, insisto, entonces no se llamaba Gibara) y que habían seguido tierra adentro entrando por el río Cacoyuguín (entonces navegable hasta donde estaba el embarcadero).
Por muchos años uno de los lugares más importantes de la geografía holguinera había sido aquel embarcadero. Como el río era navegable hasta allí, hasta allí llevaban los vecinos sus mercancías y, como los caminos eran intransitables: ir por el río era menos costoso. Por el río seguían hasta la bahía donde entraban en “cambalache” con los piratas.
Dice la tradición que el personaje extraño le confesó al dueño del bodegón que una vez que el barco pirata había llegado hasta el Embarcadero los vecinos, creyendo que los piratas iban en son de guerra, los atacaron. Entonces el barco dio media vuelta y se puso a la fuga, pero los vecinos y unos soldados españoles que acudieron, siguieron tras ellos. Y tan nutrido fue el ataque que el barco pirata se hundió. Los piratas pudieron saltar a tierra y siguiendo el curso del río, a pie se dieron a la fuga. Pero nada más pudieron llegar hasta Casablanca, cerca de Candelaria. Allí los españoles cogieron presos a casi todos los fugitivos, menos al capitán y a dos de sus ayudantes que iban a todo lo que le daban sus pies, llevando un cofre enorme donde llevaban el grande tesoro que habían reunido, robándole a quienes encontraron en el mar.
Dicen que los tres pudieron internarse en la manigua y allá estuvieron casi medio día. Luego el capitán regresó solo y se entregó a los soldados. O sea, que en los maniguales enterraron el tesoro y que luego, el capitán mató a sus ayudantes para que no pudieran delatar el lugar del enterramiento.
El historiador de Gibara, Enrique Doimeadios, que es gran amigo de La Aldea, nos dijo que el extraño que llegó al bodegón de El Embarcadero llevaba un mapa donde se señalaba el lugar exacto del enterramiento del tesoro de los piratas. E igual, nos dijo que todos los viejos que le han hablado de ese asunto coinciden en asegurar  que el que regresó no encontró el tesoro y que sin él se marchó de Cuba.
Precisamente creyendo en esa leyenda, durante el siglo XX gibareño varias personas se dedicaron, insistentemente, a buscar el tesoro de los piratas… pero casi todos los que lo hicieron tuvieron finales trágicos.
Uno de ellos, dice Doimeadios, aparentemente descontrolado de los nervios, se suicidó. Otro se obsesionó con la descabellada idea que los vampiros lo perseguían y por tal motivo pasó sus últimos años con un espejo en la espalda y otro en el pecho, porque, decía, que los vampiros le temían a los espejos y que por eso no lo atacaban.
Asimismo la tradición, que es lo que ha estudiado el historiador de Gibara, dice que el tesoro que los piratas enterraron en Casablanca, cerca de Candelaria, fue encontrado, pero dicen otros que el tesoro sigue allí, esperando a quien lo encuentre. Obviamente que le preguntamos sobre la veracidad de los hechos, sobre todo de la posibilidad que un barco pirata pudiera entrar por el río Cacoyuguín. Dice Enrique Doimeadios que sí pudo ocurrir, incluso, la historia tiene documentos que prueban que en dos ocasiones tropas inglesas entraron por esa vía y atacaron la zona; una en 1739 y la otra en 1745. (Esos ingleses no eran piratas sino militares del ejército de su majestad Británica en guerra con su majestad española…)
Asimismo el historiador da fe de la existencia del embarcadero en Candelaria y también de certifica que en el lugar hubo un bodegón que daba hospedaje a los forasteros que hasta allí llegaban. Ese fue propiedad de la familia gibareña Graña. (La tradición asegura que fue con los Graña con quien conversó el pirata que retornó al lugar). Lo que no puede asegurar el historiador es que en verdad haya existido el misterioso personaje que vino a buscar el tesoro de los piratas. Lo otro que le preguntamos: ¿Ha aparecido algún barco hundido en el río Cacoyuguín?, pues el personaje extraño dijo que los españoles hundieron el barco de los piratas. Sí, nos dijo, a una distancia aproximada de un kilómetro de donde estuvo el embarcadero hay un lugar conocido como “El charco del Pirata”. Los vecinos de ese lugar dicen que en ese charco han encontrado piezas de un barco hundido…
Esta que acabamos de narrar es la leyenda del tesoro de los piratas del caballo blanco… (Y perdón, es que no habíamos dicho que según la tradición, el barco de los piratas se llamaba: EL CABALLO BLANCO).

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